Agregamos fotografías recientes. Esto está pasando
en la Neo-FSSPX, sin que se produzca ningún escándalo en sus filas. Si ya se
tolera la construcción de una iglesia modernista, ¿cómo no se tolerará luego
una misa modernista?
“¿Quién podría tolerar
una ciudad tan desvergonzada?, ¿cómo describir la inmensidad de la ira que se
inflama cuando se humilla a la patria?, ¿cuándo ha sido más lozana la
abundancia de vicios? Cualquier vicio, ha llegado al colmo…Todo esto revuélvelo
bien en tu ánimo antes del alarido de las trompetas…Cuando uno se ha puesto el
casco es tarde ya para arrepentirse de la lucha” (Juvenal, Sat. I)
Cuando el católico recibe el sacramento de la
Confirmación, se convierte entonces en soldado de Cristo. Recibe allí el casco
(como menta el pagano) y todas las armas que necesita, no sólo para combatir
por su salvación, sino para combatir bajo el estandarte de su Rey, a sus
órdenes, por su honor y gloria. De modo que habiendo sabido prepararse para
recibir estas armas –los dones del Espíritu Santo-, ya es tarde para
arrepentirse de la lucha. Por lo que dejar de dar el combate –por olvido,
por cobardía, por comodidad o las mil razones razonables que puedan esgrimir
quienes no combaten- significa lisa y llanamente una deserción y una traición,
pues de este modo se permite el avance del enemigo.
La actual situación de los grupos que conforman
la llamada Tradición católica, en especial la FSSPX, con su contagio liberal y
la traición avanzando a pasos agigantados en la congregación fundada por Mons.
Marcel Lefebvre, permite ver cómo este enfrentamiento deja aflorar actitudes
indignas de un soldado de Cristo, que suman complicidad con su cautela indebida
o su silencio cobarde al avance del mal que corroe una obra querida por Dios y
llevada adelante por ese varón ilustre y valiente que fue Mons. Lefebvre.
El ultra-modernista Francisco, destructor de la
Iglesia, aparece ya favorablemente en los afiches de la Neo-FSSPX. Pero allí
nadie dice nada.
Así se suceden ante distintas instancias de
acción donde se debe dar testimonio, “los que formulan declaraciones
terminantes y después las suavizan para ser diplomáticos. Los que tratan de no
exagerar para conservar sus puestos y se retractan vergonzosamente llegado el
caso… Los que se asombran de ver a dónde hemos llegado pero aceptan el punto de
partida… Los incapaces de movilizarse por negligencia, escepticismo o
insoportable cobardía.” (Antonio Caponnetto, “Hablemos claro, obremos en
consecuencia”, Cabildo 2da. Epoca N° 95, diciembre de 1985).
Algunos no atinan a saber qué hacer, y tan solo
se conforman con la crítica huidiza, lanzada por lo bajo en la mesa de un café,
o a toda voz lejos del posible peligro. Otros, aunque conocen la fuerza
arrolladora del mal que avanza, esperan “a ver qué pasa”, como quien
espera el dolor agudo de la muerte para acudir a la emergencia médica, pensando
que entonces podrán escapar del mal ya irremediable. Están quienes prefieren graduar
el destrozo del enemigo a conveniencia, siempre reduciendo los alcances para no
ser “exagerados”. Y mientras tanto el mal avanza, acopiando fuerzas de quienes
en el fondo se muestran indiferentes en el cumplimiento de su deber de soldados
de Cristo.
Desde luego que tenemos en primer lugar, para
resistir y vencer al enemigo y fortalecernos, el recurso de la oración, pero
escribe Santo Tomás que Dios puede actuar sobre el tirano escuchando las
súplicas y las plegarias, "mas para que el pueblo pueda merecer este
beneficio debe cesar de cometer pecados, porque los impíos llegan al poder por
permisión divina, en castigo del pecado, conforme dice el Señor en Job 34,30: ‘se hace que reine un hombre hipócrita por
los pecados del pueblo’". Hacer penitencia y santificarse son acciones
de olvidada incidencia política, esto es, de colaboración con el cuidado del
Bien Común.” (A. Caponnetto, id.). Es así que se suman cruzadas de rosarios que
son inutilizadas por el mismo culpable liberalismo de quienes instrumentan lo
sagrado para sus miserables fines, y los fieles por su parte se conforman con
no buscar que los sacerdotes hoy involucrados en este gran engaño se sientan
empujados a actuar de acuerdo a lo que son o de lo contrario manifestarles su
repudio ante tal conducta indigna.
Dice
el autor de este libro: “un deterioro, si es muy lento, pasa inadvertido y
la mayoría de las veces no suscita reacción, ni oposición, ni rebeldía por
nuestra parte.” Hoy ese deterioro de la FSSPX está claramente a la vista,
pero las ranas están confortables pues se han acostumbrado a no reaccionar, de
modo que el derrumbe continuará su curso ya que no hay nada que se le oponga
dentro de la congregación.
Los indecisos no son para estos duros combates.
Y ningún argumento ni buen ejemplo puede persuadir a los cobardes. Siempre
habrá gente que encuentra "nobles motivos" para no dar las batallas
de Dios. Por lo que nos queda a nosotros dar el ejemplo y dar nuestro apoyo a
quienes combaten a nuestro lado. ¿Cómo? “Hay que ejercitar sin alarde el valor,
la confianza y el temple. Porque la tiranía –enseña Aristóteles- se alianza con
pusilánimes, medrosos y desconfiados de sí mismos y de sus amigos. Y promover
esos atributos en el comportamiento de los demás…La grey responde si hay
egregios. Si ve mercenarios, se desbaratará vencida, si ve perros mudos se
amilanará, si ve tibios, se entibiará; mas si percibe un varón santo y lúcido,
su ejemplo congregará los ánimos”.
No pueden enunciar la ausencia de ejemplos a
seguir, los pusilánimes que permanecen con muelle modorra en un silencio
temeroso, viendo avanzar el mal. No pueden los fieles de la Neo-FSSPX asentir
el desmadre de la obra de Dios, por la insidiosa mano de astutos liberales,
afirmando que no hay nada que se pueda hacer. Y no pueden sostener más excusas
para la inacción porque fuera de ella hay esforzados y lúcidos sacerdotes que
han preferido el descrédito y la incomodidad con tal de no arriar las banderas
ni bajar las armas en el combate por el honor de Cristo Rey y la Sma. Virgen, y
ese ejemplo no puede ser ignorado, sino que debe ser aprovechado. No, ya no hay
más excusas para no alzar la voz y decir la verdad, aunque eso cueste una injusta
represalia. No hay manera de que la Divina Providencia no ayude a quienes se
entregan en sus manos confiadamente, de rodillas y con las armas en las manos,
el casco puesto con valor, como un buen soldado.