LE SEL DE LA TERRE N° 93, verano de
2015
EDITORIAL
El retorno de la Roma
conciliar (continuación)
Monseñor de Castro Mayer y
la nueva Iglesia
Fue en 1976 que apareció
por primera vez la expresión “Iglesia conciliar”. Pero la realidad ya había
sido percibida mucho antes por Mons. Antonio de Castro Mayer. El texto que
reproducimos es un extracto de la carta pastoral “Aggiornamento e
Tradiciao” de fecha 11 de abril de 1971[i].
Los
títulos de los párrafos son del original.
Característica de la nueva
Iglesia: La religión del hombre
Sea por la dificultad de la
empresa, sea por una concesión con el espíritu del tiempo, el hecho es que, en
la ejecución del plan trazado por el Concilio, en amplios medios católicos, el
esfuerzo en la adaptación fue más allá de la simple expresión más ajustada a la
mentalidad contemporánea. Tocó la propia sustancia de la Revelación. No se
preocupan de una exposición de la verdad revelada en términos tales que los
hombres fácilmente la entiendan; se procura más bien, por medio de un lenguaje
ambiguo y rebuscado, proponer una nueva Iglesia, al gusto del hombre formado
según las máximas del mundo moderno. Con eso, se difunde, más o menos por todas
partes, la idea de que la Iglesia debe someterse a un cambio radical, en su
Moral, en su Liturgia, e inclusive en su Doctrina. En los escritos, así como en
conducta, aparecidos en medios católicos después del Concilio, se difunde la
tesis de que la Iglesia tradicional, tal y como existía antes del Vaticano II,
ya no está a la altura de los tiempos modernos. De manera que debe
transformarse totalmente.
Y una observación radical,
sobre lo que pasa en los medios católicos, conduce a la convicción de que,
verdaderamente, desde el Concilio existe una nueva Iglesia, esencialmente
distinta de aquella conocida antes del concilio, como la única Iglesia de
Cristo. En efecto, se exalta como principio absoluto e intangible la dignidad
humana a cuyos derechos se someten la Verdad y el Bien. Semejante
concepción inaugura la religión del hombre. Hace olvidar la austeridad
cristiana y la bienaventuranza del Cielo.
En las costumbres el mismo
principio hace olvidar la ascética cristiana, y está lleno de indulgencia para
el placer inclusive sensual, pues es en la tierra donde el hombre ha de buscar
su realización.
En la vida conyugal y familiar,
la religión del hombre enaltece el amor y sobrepone el placer al deber,
justificando, a ese título, los métodos anticonceptivos, disminuyendo la
oposición al divorcio, y favoreciendo la homosexualidad y a la coeducación, sin
temer la consecuencia de desórdenes morales que le son inherentes como
consecuencia del pecado original.
En la vida pública, la
religión del hombre no comprende la jerarquía, y defiende el igualitarismo
propio de la ideología marxista y contrario a la enseñanza natural y revelada, el
cual asegura la existencia de un orden social exigido por la misma naturaleza.
En la vida religiosa, el
mismo principio preconiza un ecumenismo que, en beneficio del hombre,
reconcilia todas las religiones, y desea una Iglesia como una sociedad de asistencia
social, volviendo ininteligible lo sagrado, sólo comprensible en una sociedad
jerárquica.
De ahí la preocupación
excesiva de la promoción del clero, cuyo celibato es considerado absurdo, así
como el contenido de una vida sacerdotal singular, íntimamente ligado a su
carácter de persona consagrada exclusivamente al servicio del Altar. En
liturgia se rebaja al Sacerdote a simple representante del pueblo, y los
cambios son tales y tan numerosos, que ella deja de representar adecuadamente,
a los ojos de los fieles, la imagen de la Esposa del Cordero, una, santa,
inmaculada.
Es evidente que el
relajamiento moral y la disolución litúrgica no pueden coexistir con la
inmutabilidad del dogma. En realidad, estos cambios indican ya las mudanzas en
los conceptos de las verdades reveladas. Una lectura de los nuevos teólogos,
tenidos como portavoces del Concilio, evidencia cómo, de hecho, en ciertos
medios canónicos las palabras con que se enuncian los misterios de la Fe
implican conceptos totalmente diversos de los que constan en la teología
tradicional. […]
Subversión doctrinal
[…] La nueva terminología
introduce una nueva religión.Nosotros ya no estamos en el
cristianismo auténtico. Las novedades no están solamente en un cambio de
palabras. Esto va más lejos. En realidad, se provoca una subversión total en la
Iglesia. Como la filosofía moderna sobrestima al hombre, a quien hace juez de
todas las cosas, la nueva Iglesia establece, como decíamos, la
religión del hombre. […]
A la lista, ya larga, de los que afirman
que la iglesia conciliar existe ciertamente [bel et bien], hay que agregar el nombre del ilustre obispo de Campos, el amigo de
Mons. Lefebvre y el único obispo que luchó con él en contra de la iglesia
conciliar: “Desde el concilio, existe
una nueva Iglesia, esencialmente distinta de aquella conocida antes del
concilio”.
Podemos notar que, siendo
Mons. de Castro Mayer, un obispo diocesano de esta época, esta carta constituye
un documento del magisterio auténtico de la Iglesia Católica.
Otros obispos comparten
esta opinión
Un lector nos envió un
texto ampliamente difundido por la FSSPX[ii],
firmado
por los cuatro obispos de esta Fraternidad, apoyándose en la autoridad de Mons.
Lefebvre, que describe en términos no equívocos esta nueva iglesia.
El documento se titula “Ecône
27 de junio de 1991: Declaración de los cuatro obispos católicos consagrados
por Mons. Lefebvre el 30 de junio de 1988 respecto a una consagración episcopal
en Campos (Brasil) y documentos anexos”. Fue distribuido en las capillas
atendidas por la FSSPX. A la pregunta “La consagración proyectada fuera de
las leyes canónicas, ¿es legítima?”, leemos como respuesta:
No es solamente legítima, sino necesaria.
1. “Porque
los sacerdotes y fieles tienen un derecho estricto a tener pastores que
profesen íntegramente la Fe católica, esencial para la salvación de sus almas,
y a tener sacerdotes que sean verdaderos sacerdotes católicos”.
2. “Porque
la iglesia conciliar está ahora extendida universalmente, difunde errores
contrarios a la fe católica y, en razón de esos errores, ha corrompido las
fuentes de la gracia que son el Santo Sacrificio de la Misa y los sacramentos”.
“Esta falsa iglesia está en ruptura cada vez más profunda con la
Iglesia Católica” (Mons. Lefebvre, 4 de diciembre de 1990).
(Por “Iglesia conciliar”, expresión del difunto cardenal Benelli,
entendemos el sistema neo-modernista que ocupa la Iglesia desde el Vaticano II
y dirige todos sus engranajes).
Por tanto, no es a la “Iglesia conciliar” a quien se le puede pedir
razonablemente un obispo católico, ni pedirle consagrar un obispo católico; un
pastor tal, como al que tiene derecho el rebaño fiel de Campos.
En este texto, los cuatro
obispos de la FSSPX admiten que existe una “falsa iglesia” denominada “iglesia
conciliar”, que se encuentra “en ruptura cada vez más profunda con la Iglesia
Católica”,[por causa del peligro de incurrir en "eclesiavacantismo",
es importante recalcar que ambas iglesias se distinguen pero no existen
separadas. Al respecto, ver nota introductoria acá. NP], y se apoyan, para afirmarlo, en una carta de Mons.
Lefebvre a Mons. de Castro Mayer del 4 de diciembre de 1990. Ellos incluso dan
una definición de iglesia conciliar: “el sistema neo-modernista que ocupa la
Iglesia desde el Vaticano II y dirige todos sus engranajes”. Finalmente,
ellos afirman “no es a la “Iglesia conciliar” a
quien se le puede pedir razonablemente un obispo católico, ni pedirle consagrar
un obispo católico”.
Conservemos la tradición de
la Tradición
Conservemos entonces la
antigua posición, la “tradición de la Tradición”, pues ella responde a la
realidad, ella resuelve los problemas planteados y ella ha sido sostenida por
las principales personalidades que han defendido la Tradición, notablemente por
todos sus obispos. Además, la nueva posición se apoya en un sofisma.
Agreguemos que el concepto
de Iglesia conciliar permite identificar claramente el problema que encaramos
desde el Concilio. Él mantiene el espíritu de combate contra el enemigo que se
ha infiltrado en la Iglesia. En toda guerra, es muy importante identificar al
enemigo. Pues el enemigo actual, no es solamente un error que flota en el aire,
es un sistema que se formó con el concilio y que busca absorber a todos los
católicos.
[i] Publicado en: Dom Antonio DE CASTRO
MAYER, Por um Cristianismo autêntico, Sao Paulo, Editora Vera
Cruz, 1971, pág. 360-362 y 365. Traducción nuestra.
[ii] El texto se reproduce en la parte
“Documentos” de este número de Le Sel de la Terre.
(SIGUEN 21 PÁGINAS DE DOCUMENTOS ANEXOS, QUE NO SE TRADUCIRÁN)
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