https://astillasderealidad.blogspot.com/2021/08/es-el-objetivo-de-la-vacuna-reducir-la.html
En 1972 la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Banco Mundial y el Fondo
de Población de las Naciones Unidas crearon un grupo de trabajo que según uno
de sus integrantes, P. D. Griffin, tenía como misión investigar "el
desarrollo de vacunas para el control de la natalidad", claro eufemismo
para referirse a la vacuna anti-fertilidad en la que la Fundación Rockefeller
trabajaba desde 1960 además de financiar numerosos proyectos encaminados a
lograr una reducción drástica de la población del planeta. Empeño al que en los
últimos años se ha sumado la Fundación Bill y Melinda Gates con la colaboración
de la Alianza Mundial para las Vacunas e Inmunización de la que forman parte
ambas fundaciones, el propio Banco Mundial y buena parte de la industria
farmacéutica.
«Todos los niños que nazcan por encima de los
necesarios para mantener la población al nivel deseado deben perecer sin falta
a menos que se les haga espacio por la muerte de otras personas. Por tanto
debemos facilitar las acciones de la Naturaleza que provocan dicha mortalidad
en vez de soñar torpe y vanamente con impedirlas; y si nos asusta la aparición
demasiado frecuente de horribles hambrunas debemos facilitar e impulsar
diligentemente otras formas de destrucción que proporcione la Naturaleza».
(Thomas
Malthus. Ensayo sobre el principio de la población, 1798)
La
Fundación Rockefeller financió en la tercera década del pasado siglo XX una
investigación de George Washington Corner que permitió a éste estudiar en monos
el ciclo reproductivo descubriendo junto a Willard Myron Allen la progesterona
y estableciendo su mecanismo de acción en el ciclo menstrual y, por ende, su
potencial para controlar la natalidad. Solo unos años después -en el Informe
anual de la fundación correspondiente a 1933- se apuntaría ya la posibilidad de
aplicar aquellos estudios sobre reproducción animal en los humanos. El entonces
presidente de la misma, Max Mason, se había referido en múltiples ocasiones al
deseo de «su jefe» de conseguir una «anti-hormona» que permitiera reducir la
fertilidad en el mundo. Mason pensaba que «la solución definitiva al problema
(del control de la natalidad) podía muy bien estar en los estudios sobre
Endocrinología, particularmente en las antihormonas». Y de hecho el informe
anual del año siguiente fue mucho más explícito: «La Fundación Rockefeller ha
decidido centrar sus actuales esfuerzos en ciencias naturales en el campo de la
Biología experimental (…) El trabajo de investigación se centra en la
fisiología de la reproducción en monos, trabajo que se inició en la Universidad
John Hopkins en 1921 y que a partir de 1923 se continuó en la Universidad de
Rochester. Incluye estudios experimentales y observación del ciclo reproductivo
en ciertas especies de grandes primates en los que este ciclo es muy semejante
al de la especie humana. Se está estudiando el efecto de varias hormonas
reproductivas interrelacionadas».
Sépase
por cierto que la Universidad de Rochester se ha beneficiado durante mucho
tiempo de sustanciosas donaciones de la Fundación Rockefeller y que la
Universidad John Hopkins –en la que se halla la Escuela Bloomberg de Salud
Pública, considerada la mayor escuela de salud pública del mundo con 530
profesores a tiempo completo y 620 a tiempo parcial- fue creada en 1916 por el
patriarca de los Rockefeller y debe su nombre a las millonarias aportaciones
del actual alcalde de Nueva York Michael Bloomberg. Pues bien, esos estudios
con primates se convertirían en el germen de la investigación dirigida a
producir vacunas anti-fertilidad, contragestacionales o abortivas en las que
vamos a centrarnos en este artículo.
QUÉ SON Y CÓMO FUNCIONAN
Dentro
de la lógica militarista de la Medicina Moderna -que contempla las enfermedades
como una batalla entre microbios invasores y anticuerpos defensores- las
vacunas anti-fertilidad vendrían a ser “traidores” que convencen a una parte de
nuestro “ejército” para que se vuelva contra nosotros; concretamente contra
elementos claves de la reproducción. Vacunas- siempre desde esa concepción
oficial de la Medicina- que utilizarían el sistema inmunitario para crear
anticuerpos contra hormonas u otras moléculas asociadas al ciclo reproductivo,
tanto masculino como femenino, aunque en la mayoría de los casos la
investigación se ha centrado en las mujeres. ¿Y cómo se consigue que el sistema
inmunitario actúe contra el propio cuerpo y ataque hormonas que en realidad son
claves para el mantenimiento de la salud y la reproducción de la vida? Pues,
simple y llanamente, “engañándolo”. Concretamente asociando la hormona o
molécula que se quiere convertir en blanco de los ataques a una molécula
extraña de modo que los anticuerpos actúen contra el conjunto por considerarlo
extraño.
Las
primeras vacunas experimentadas actuaban contra moléculas de la superficie del
espermatozoide y el óvulo además de la Gonadotropina Coriónica Humana (GCH),
una hormona producida tras la concepción por el embrión en desarrollo y
posteriormente por la placenta cuya función consiste en asegurar el
mantenimiento del llamado cuerpo lúteo sin el cual no hay posibilidad de
embarazo. Si esta hormona se bloquea desciende el nivel de progesterona y el blastocito
-el óvulo fertilizado de 5 días- es expulsado interrumpiéndose así el embarazo.
La vacuna consiste exactamente en un fragmento de la GCH unido a un vector
bacteriano o viral que es el que induce la creación de anticuerpos. Asimismo se
han realizado otros ensayos para bloquear la Hormona Liberadora de
Gonadotropina (HLG) que se produce en el hipotálamo y que es donde se regula el
flujo de esteroides.
La
segunda generación de vacunas anti-embarazo tenía como blanco la capa externa
del embrión, denominada trofoblasto, cuya función es ayudar al embrión a
implantarse en el interior del útero y formar posteriormente la placenta. Esta
otra vacuna fuerza al cuerpo a identificar la cubierta del embrión como extraña
y por tanto a destruirla; teóricamente sin alterar el ciclo menstrual y por
tanto sin que la mujer siquiera note que se había quedado embarazada.
RIESGOS Y PELIGROS
Bueno,
pues la evaluación realizada sobre ello en 1978 por la Organización Mundial de
la Salud (OMS) comenzaba diciendo: «No existen directrices para evaluar la
seguridad de las vacunas reguladoras de la fertilidad». En los años siguientes
se hicieron esfuerzos para consensuar criterios pero, con directrices o sin
ellas, el hecho es que numerosos informes y estudios publicados antes y después
de ese documento identificarían una serie de efectos colaterales y riesgos.
Para empezar nadie sabe cómo esas vacunas que vuelven “loca” la inmunidad
pueden afectar al feto si finalmente la “vacuna” falla y el embarazo continúa.
Por otra parte, y debido a su mecanismo de acción -que fuerza la inmunidad para
que actúe contra el propio organismo-, es lógico que existan muchas
probabilidades de que se produzcan reacciones cruzadas y desórdenes
autoinmunes; es decir, que los anticuerpos creados por la vacuna se vuelvan
contra otras hormonas o moléculas semejantes. En el caso de la GCH, por
ejemplo, hay al menos tres hormonas -la lutropina, la folitropina y la
tiropina- que tienen elementos comunes de modo que los anticuerpos formados
para la primera muy bien podrían atacar a las otras.
También
se descubrió que la glándula pituitaria, ciertos tipos de cáncer de pulmón y
otras partes del cuerpo aún desconocidas producen la GCH lo que podría provocar
reacciones imprevisibles no investigadas. Otros efectos a corto y medio plazo
son reacciones de hipersensibilidad a los vectores bacterianos utilizados:
toxina diftérica y tetanoespasmina, menopausia prematura con riesgo de
osteoporosis, incremento en el riesgo de enfermedades cardiovasculares, fiebre,
formación de abscesos estériles y dolor en el lugar de la inyección. Pero lo
más grave es su efecto a largo plazo debido a que no se sabe con seguridad si
su acción es reversible o puede provocar esterilización. De ahí que sea lícito
preguntarse si la esterilización no es en realidad un efecto colateral sino ¡el
objetivo principal de estas vacunas! ¿Podría ser ello posible? Analicémoslo
retrocediendo en el tiempo -hasta finales del siglo XIX- a fin de conocer las
claves del denominado “movimiento eugenista” y sus conexiones con los
personajes, instituciones, fundaciones y organizaciones relacionadas con las
vacunas que estamos analizando. El lector entenderá así que tal hipótesis está
más que justificada.
¿QUÉ ES EL MOVIMIENTO EUGENISTA?
La
Eugenesia pretende básicamente “la mejora de la especie humana” pero en
realidad ha servido de justificación para proceder a todo tipo de
discriminaciones, violaciones de derechos humanos, asesinatos y genocidios.
Ciertamente a lo largo de la historia ha habido propuestas para “mejorar” la
raza humana; las hicieron los atenienses, los espartanos y los romanos -que
llegaron a sacrificar a los niños más débiles- siendo una de las más antiguas
esta conocida declaración de Platón efectuada en su obra La República: “Que los mejores cohabiten con las mejores tantas
veces como sea posible y los peores con las peores”. El movimiento eugenista
moderno se debe en cualquier caso a las ideas que Francis Galton apuntó en un
artículo que publicó en 1865 con el título Talento
y personalidad hereditarios y desarrollaría posteriormente en su obra
-publicada cuatro años después- El genio
hereditario. Ideas que conectarían con los planteamientos de Thomas Malthus
quien casi un siglo antes -en 1798- había publicado de forma anónima su famoso Ensayo sobre el principio de la población
en el que incluyó frases como la plasmada al inicio de este artículo o esta
otra: «En lugar de recomendarles higiene
a los pobres debemos estimular los hábitos opuestos. En nuestras poblaciones debemos
hacer más estrechas las calles, hacinar más gente en las casas y cortejar el
retorno de la peste. En el campo debemos levantar las aldeas cerca de charcas
estancadas y, sobre todo, alentar la colonización de toda suerte de terrenos
pantanosos e insalubres. Pero, por encima de todo, debemos reprobar los
remedios específicos para enfermedades devastadoras y refrenar a esos hombres
bienintencionados pero equivocados que creen hacerle un bien a la humanidad
abrigando planes para extirpar por completo determinadas enfermedades».
En
1871, con la publicación de El origen del hombre de Charles Darwin, los
eugenistas se sentirían arropados por lo que consideraban una “argumentación
científica”; solo que sobre su “rigor” puede cualquiera hacerse una idea
leyendo estos párrafos extraídos del capítulo V: “Existe en las sociedades civilizadas un obstáculo importante para el
incremento numérico de los hombres de cualidades superiores sobre cuya gravedad
insisten Grey y Galton; a saber: que los pobres y holgazanes, degradados
también a veces por los vicios, se casan de ordinario a edad temprana mientras
que los jóvenes prudentes y económicos, adornados casi siempre de otras
virtudes, lo hacen tarde a fin de reunir recursos con que sostenerse y sostener
a sus hijos (…) Resulta así que los
holgazanes, los degradados y, con frecuencia, los viciosos tienden a
multiplicarse en una proporción más rápida que los próvidos y en general
virtuosos (…) En la lucha perpetua
por la existencia habría prevalecido así la raza inferior sobre la superior y
no en virtud de sus buenas cualidades sino por sus graves defectos”.
Agregaremos
que varios hijos de Darwin -sobrinos asimismo de Galton- fueron líderes del
movimiento eugenista. Leonard Darwin fue por ejemplo presidente de la Eugenics
Education Society -la sociedad eugenista londinense- y sus hermanos Horace,
Francis y George formaron parte de otro grupo creado en Cambridge. De hecho fue
precisamente el libro de Leonard Darwin ¿Qué
es la Eugenesia? -traducido a numerosos idiomas- el que contribuyó a la
popularización y difusión internacional del eugenismo.
EUGENISMO USA: LOS ROCKEFELLER
Como
es fácil suponer, los planteamientos eugenistas fueron inmediatamente adoptados
por las poderosas familias que se estaban enriqueciendo con el petróleo, el
acero y los bancos -especialmente en Estados Unidos, Inglaterra y Alemania- ya
que suponían un refrendo “científico” para justificar que ellos, como “seres
superiores”, poseyeran grandes fortunas mientras decenas de millones de seres
humanos se hallaban “merecidamente” en la miseria.
Las
ideas eugenistas desembarcarían en Estados Unidos a finales del siglo XIX
siendo uno de sus pioneros el inventor del teléfono, Alexander Graham Bell. Y
ya en 1896 se aprobaría en Connecticut una ley matrimonial con criterios
eugenistas: la prohibición de casarse a los «epilépticos, imbéciles y débiles
mentales» siguiendo rápidamente el ejemplo muchos otros estados. En 1898 el
biólogo Charles Davenport -a quien se considera el «padre» del Eugenismo
estadounidense- comenzaría a trabajar en el centro de investigación de Cold
Spring Harbor gracias a los fondos aportados por la familia Carnegie a la que
posteriormente se unirían los Rockefeller para financiar la Oficina de Registro
de Eugenesia en la que se almacenaron genealogías y otros datos que sirvieron
como base a diversas instituciones eugenistas que estaban proliferando por todo
el país.
John
Harvey Kellogg -el famoso inventor de los Corn Flakes– también crearía en esa
época la Fundación para la mejora de la raza en su centro de operaciones de
Battle Creek (Michigan, EEUU).Y entre sus propuestas estaban la segregación, el
abandono de retrasados y minusválidos e, incluso, el exterminio de criminales,
pervertidos y otros. De hecho a partir de 1907 comenzarían a aprobarse en
distintos estados norteamericanos leyes que permitían ya esterilizar a
«idiotas, madres solteras, enfermos mentales, criminales y chicos con problemas
de conducta» que en 1927 recibieron el visto bueno de la Corte Suprema.
Llegando a escribir uno de los magistrados estadounidenses de mayor prestigio
internacional, el juez Oliver Wendell Holmes, lo siguiente: «Es mejor para todo el mundo que en vez de esperar
a que se ejecute a sus descendientes por los crímenes que puedan cometer o que
mueran por su imbecilidad innata la sociedad impida que los manifiestamente
inadecuados tengan descendencia». Unas declaraciones que serían citadas por
los nazis en su defensa durante los juicios de Nüremberg al igual que un
informe sobre los resultados de las esterilizaciones en California publicado en
1929. El propio Adolf Hitler escribió una carta al abogado estadounidense
Madison Grant para decirle que su libro El
paso de la gran raza -en el que éste proponía eliminar a niños defectuosos
y esterilizar a los adultos sin valor para la comunidad- era “su biblia”.
El
impacto de las ideas eugenistas fue de hecho tal que en 1928 había 375 cursos
universitarios a los que asistían más de 20.000 estudiantes -algunos en
escuelas líderes estadounidenses- que incluían como asignatura la Eugenesia.
Calculándose que desde la aprobación de la ley en 1927 hasta 1963 –año en que
fue abolida- al menos 64.000 norteamericanos fueron esterilizados a la fuerza.
Y las esterilizaciones continuaron después porque entre 1972 y 1976 se
esterilizó mediante engaños, manipulación y presiones a 3.400 mujeres de tribus
indias.
EUGENISMO NAZI Y MUCHO MÁS
Como
antes adelantamos algunos dirigentes nazis juzgados en Nüremberg tras la II
Guerra Mundial justificaron las esterilizaciones masivas practicadas en
Alemania aduciendo que se habían inspirado en los eugenistas estadounidenses.
Solo que los alemanes multiplicaron los «esfuerzos» estadounidenses para “mejorar
la especie”. Hasta el punto de que en un artículo publicado en Monash Bioethics
Review se cita esta queja expresada por representantes del movimiento eugenista
norteamericano: «¡Los alemanes nos están ganando en nuestro propio juego!» Y al
menos en lo que se refiere a cifras así era: en julio de 1933 se aprobaría la
Ley para la prevención de descendencia con enfermedades hereditarias que
comenzarían a aplicar más de doscientos tribunales eugenésicos creados
especialmente con ese propósito. Para lo cual se obligó legalmente a los
médicos a denunciar a todo paciente que a su juicio sufriera un trastorno
mental, epilepsia, ceguera, sordera o deformidades a fin de que fueran
esterilizados mediante la aplicación de rayos X y la ablación de sus testículos
u ovarios; lo que en la mayoría de los casos provocó la muerte de los
infortunados. En apenas tres años las esterilizaciones ascendieron a unas
400.000.
Pero
la devastación eugenésica no acabaría ahí porque pronto muchos otros países
aprobarían leyes similares. Canadá esterilizaría a miles de personas -hasta los
años setenta-, Suecia lo hizo con 62.000 “enfermos mentales” y minorías étnicas
y raciales durante cuarenta años y Japón forzó abortos y esterilizaciones
apoyándose en una Ley de prevención de la lepra. A esos países se sumarían
luego Suiza, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Estonia, Checoslovaquia, China, la
India –solo en este país se esterilizó a más de ocho millones de personas entre
1976 y 1977- y Perú ayudados económicamente para ello por la Agencia de
Cooperación Internacional (USAID) estadounidense y el Fondo de Población de las
Naciones Unidas (UNFPA). Hasta Winston Churchill aprobó en 1913 en Reino Unido
una ley que posibilitaba la esterilización forzosa que sería abolida gracias a
la campaña montada por el escritor G. K. Chesterton. Otros famosos escritores
británicos, sin embargo, se declararían eugenistas; como George Bernard Shaw o
Herbert George Wells.
¿EL OBJETIVO? REDUCIR LA POBLACIÓN
Tras
la II Guerra Mundial y los juicios de Nüremberg la Eugenesia quedó de tal forma
unida a los horrores nazis que se produjo una retirada estratégica en los
discursos científicos y políticos; las sociedades eugenésicas cambiarían sus
nombres y lo mismo hicieron las publicaciones que contenían ese término en sus
títulos. Y los eugenistas se “reciclarían” como antropólogos, biólogos,
genetistas…
La
verdad, sin embargo, es que las ideas eugenésicas continuaron inspirando
investigaciones y políticas; de hecho los programas de esterilización se
mantuvieron activos hasta bien entrados los años setenta. Sin duda por el
problema de la superpoblación que se convertiría en una de las preocupaciones
claves de los estados del mundo desarrollado, muy en particular de Estados
Unidos que en 1965 crearía la Comisión sobre la Crisis de Población,
rebautizada posteriormente como Acción Internacional sobre Población (PAI),
supuesta organización no gubernamental que impulsaría la creación de otras
organizaciones destinadas a jugar papeles claves en las políticas
internacionales relacionadas con la población hasta el día de hoy: el Fondo de
Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la Federación Internacional de
Planificación Familiar (IPPF) y la Oficina de Asuntos de Población (OPA),
integrada en la Agencia estadounidense para el desarrollo (USAID).
Dejemos
pues que uno de sus propios dirigentes, Thomas Ferguson -de la OPA-, explique
el sentido y los objetivos de las políticas que las mismas desarrollan: «Hay un único objetivo tras nuestro trabajo:
reducir los niveles de población. Así que o los gobiernos lo hacen a su manera
usando métodos limpios o se encontrarán con algo similar a lo ocurrido en El
Salvador, Irán o Beirut. La población es un problema político que una vez fuera
de control requiere gobiernos autoritarios -incluso el fascismo- para reducirla
(…) Y para hacerlo rápidamente tienes que empujar a los machos a la guerra y
matar a un número suficiente de hembras fértiles». Sin comentarios.
Entre
tanto los autodenominados «filántropos» intentaron poner en práctica esos
«métodos limpios». El informe anual de la Fundación Rockefeller correspondiente
a 1968 decía: «Afrontamos el peligro de
que en pocos años estos dos métodos modernos (se refería a la píldora y al DIU)
sean inviables para su uso a gran escala (…) Podremos tener métodos mucho
mejores gracias a la investigación de alta calidad llevada a cabo desde
aproximaciones diferentes (…) La fundación se esforzará en ayudar a llenar este
importante vacío de varias formas: proporcionando apoyo a universidades y
centros de investigación en Estados Unidos y el extranjero en busca de métodos
de control de la fertilidad (…),desarrollando métodos anticonceptivos en
biología reproductiva con implicaciones para la fertilidad humana y su control
(…) y apoyando programas de investigación y docencia en departamentos de
Zoología, Biología y Bioquímica». Añadiendo: «Se estima en cinco millones la cantidad de mujeres pobres o cercanas a
la pobreza que necesitan servicios de control de la natalidad. La fertilidad
incontrolada de los indigentes contribuye a perpetuar la pobreza, la
infraeducación y el subempleo».
Como
puede verse los objetivos del clan Rockefeller no habían variado a finales del
siglo XX. Y en las décadas siguientes se materializarían con la ayuda de
numerosos gobiernos y organizaciones internacionales. Al menos cuatro informes
gubernamentales -que verían la luz entre 1972 y 1981- ofrecieron el caldo de
cultivo para la puesta en marcha de operaciones de esterilización a gran escala.
Entre ellas las vacunas anti-fertilidad que estamos analizando (lea en nuestra
web –www.dsalud.com– el artículo que con el título El modelo médico viola los derechos
de las mujeres publicamos
en el nº 143.
EL INFORME ROCKEFELLER
Ya
en julio de 1969 el expresidente Richard Nixon dirigió al Congreso estadounidense
un Mensaje especial sobre los problemas de crecimiento de la población en el
que expuso los «peligros» a los que se enfrentaba Estados Unidos debido a ello
proponiendo crear una Comisión sobre el crecimiento de la población y el futuro
de América. Comisión que presidiría John D. Rockefeller y que en su informe
final incluiría entre sus recomendaciones desarrollar programas educativos para
mentalizar a las nuevas generaciones del problema de la superpoblación,
eliminar obstáculos legales para poder acceder a los anticonceptivos, facilitar
esterilizaciones voluntarias y abortos, dar prioridad total a la investigación
sobre el control de la fertilidad buscando si fuera preciso capital privado,
impulsar programas de planificación familiar, endurecer las restricciones a los
inmigrantes, crear o implementar numerosas instituciones relacionadas con la
población y diseñar un plan de «estabilización de la población».
Ese
mismo año se crearía en el seno de la OMS el Programa de Reproducción Humana
(HRP) -entre cuyos socios se encuentra el Banco Mundial y las ya mencionadas
UNFPA y IPPF- desde el que se coordinan las acciones internacionales
relacionadas con el control de la población con la conveniente apariencia de
organización global bondadosa aunque en realidad se halla al servicio de las
élites que operan tras las fundaciones que controlan la OMS y las Naciones
Unidas desde su misma creación. Veamos más detalles de esta conexión.
EL INFORME KISSINGER
Apenas
transcurridos dos años desde el Informe Rockefeller Nixon recibiría -unos meses
antes de su renuncia por el caso Watergate– el llamado Memorándum de estudio para la seguridad nacional nº 200 (NSSM 200).
Implicaciones del crecimiento poblacional mundial para la seguridad de Estados
Unidos y sus intereses en ultramar desclasificado por el Consejo de Seguridad
Nacional el 3 de julio de 1989 y conocido desde entonces como Informe Kissinger
en el que el que el Secretario de Estado y Consejero para la Seguridad Nacional
Henry Kissinger -que dirigió el panel sobre seguridad nacional del Proyecto de
Estudios Especiales de la Fundación Rockefeller– firmó cosas como ésta: «Creemos que se necesitarán algo más que
servicios de planificación familiar para motivar a las parejas a querer
familias pequeñas… Este factor lleva a la necesidad de desarrollar programas de
información, educación y persuasión a gran escala dirigidos a disminuir la
fertilidad». Y mencionaba claramente la estrategia a seguir vía
instituciones internacionales: «Los
programas de asistencia poblacional del Gobierno deben ser coordinados con los
de las principales instituciones multilaterales, organizaciones de voluntarios
(ONGs) y otros donantes bilaterales”.
El
informe -que el presidente Gerald Ford oficializó como política gubernamental
en 1975- también dejaba muy claro por dónde debía ir la investigación: “El esfuerzo para reducir el crecimiento
poblacional requiere una variedad de métodos de control de natalidad que sean
seguros, efectivos, baratos y atractivos tanto para los varones como para las
mujeres. Los países en desarrollo en particular necesitan métodos que no
requieran de médicos y que se puedan utilizar en áreas rurales remotas y
primitivas o villas míseras urbanas por personas que tienen una motivación
relativamente baja”.
LOS INFORMES GLOBAL 2000
Aún
aparecerían otros dos informes aunque ya con Jimmy Carter en la presidencia
cuyos borradores se elaboraron en la OPA: el Global 2000 en 1980 y el Global
Future: Time to Act (Futuro global: hora de actuar) un año después. La idea
fundamental que animaban esos informes -realizados con la colaboración del
Consejo sobre calidad medioambiental integrado en la Oficina ejecutiva de la
Presidencia y con fuertes lazos con la industria del petróleo- era reducir la
población al precio que fuera. ¿Hasta dónde estarían dispuestos a llegar? Para
valorarlo basta conocer la opinión de Robert McNamara quien fue presidente de
la Ford, Secretario de Defensa durante ocho años y presidente del Banco Mundial
además de miembro del consejo directivo del Washington Post, diario del clan
Rockefeller: «Para decirlo con sencillez:
el crecimiento excesivo de la población es el mayor obstáculo para el avance
económico y social de las sociedades del mundo desarrollado. Sólo hay dos
formas posibles de evitar un mundo con diez mil millones de personas: o bajan
rápidamente las tasas de natalidad o deberán subir las de mortalidad«.
UNA COALICIÓN INTERNACIONAL CONTRA LA POBLACIÓN
Bueno,
pues para conocer lo que finalmente se coció no es preciso rebuscar en
documentos secretos, prohibidos o censurados ni hacer arriesgadas suposiciones.
Hay hoy en Internet suficientes documentos accesibles que permiten establecer
la secuencia que demuestra la implicación de las principales instituciones
internacionales en el empeño de los Rockefeller y otros por reducir la
población mundial. Veámoslo.
La
propia Fundación Rockefeller reconoce en sus informes anuales -algunos ya
citados- que durante la década de los sesenta dedicó ingentes cantidades de
dinero a financiar la investigación de vacunas anti-fertilidad como
continuación de las investigaciones que inició a principios del siglo XX con
primates.
A
comienzos de los años setenta el propio John D. Rockefeller dirigió un informe
gubernamental en el que se recomendaba la “estabilización de la población”.
Pues bien, dos años después su hermano Nelson Rockefeller se convertiría en
Vicepresidente de Estados Unidos y poco después se crearía en la OMS el
Programa sobre Reproducción Humana cuyos socios son el Banco Mundial, UNICEF,
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y otros dos organismos
cuya creación fue impulsada por la antigua Comisión sobre crisis de población
que financiaba o auspiciaba el clan Rockefeller: el Fondo de Población de las
Naciones Unidas (UNFPA) y la Federación Internacional de Planificación Familiar
(IPPF), buque insignia del eugenismo, el racismo y la esterilización forzada.
En
1972 se crearía asimismo el Programa Especial de la OMS de Investigación,
Desarrollo y Capacitación en Reproducción Humana cuyo objetivo era -según un
informe publicado por la OMS en 1992- «coordinar, promover, dirigir y evaluar
la investigación internacional sobre reproducción humana» y que consideró como
una de sus prioridades «investigar nuevos métodos de regulación de la
fertilidad»; añadiendo que «la investigación sobre vacunas reguladoras de la
fertilidad es un área importante en la que trabaja el programa» que en agosto
de 1992 se reunió en Génova con el Comité de Dirección del Grupo sobre vacunas
para la regulación de la fertilidad de la HRP y científicos de Australia,
Europa, India y Estados Unidos. ¿Le extrañará al lector a estas alturas saber
que entre los financiadores del Programa se cita en varias ocasiones a la
Fundación Rockefeller? De hecho las principales investigaciones coordinadas por
ese Programa -véase el recuadro número 1- reciben fondos bien de instituciones
ligadas al HRP, bien directamente de la Fundación Rockefeller y el Banco
Mundial.
En
las décadas de los setenta y ochenta hubo más de 650 científicos trabajando en
60 países en el campo de la regulación de la fertilidad -vacunas y
esterilización incluidas-; y aparecen informes con los avances de la
investigación valorando las ventajas e inconvenientes que ofrecen, empleando
como criterio fundamental para esas valoraciones la adecuación de los hallazgos
a propósitos de distribución a gran escala: producción a bajo costo, facilidad
de almacenamiento, posibilidad de administración por parte de personal no
médico… Y junto a eso, por supuesto, los efectos colaterales en algunos casos
alarmantes; como la impotencia en hombres y la dudosa irreversibilidad en
mujeres.
Sin
embargo a partir de 1995 no se volvieron a tener noticias de esas “vacunas
anti-fertilidad”. Siendo muy posible que fuera el fracaso de un estudio clínico
de fase II en Suiza que tuvo que ser suspendido ante las graves reacciones
adversas que sufrieron seis mujeres lo que marcara el principio del fin de esas
“vacunas”. En cualquier caso los objetivos de sus impulsores permanecen
intactos. De hecho existen indicios que apuntan que se optó por utilizar las
hormonas desarrolladas en el marco de esa investigación ¡en vacunas
convencionales! Una tesis que se apoya en algunos hechos constatados. En 1995,
por ejemplo, el Gobierno peruano se vio obligado a suspender una campaña de
vacunación antitetánica al descubrir que las vacunas eran abortivas; y lo mismo
sucedió en México, Filipinas y Argentina descubriéndose luego que vacunas
contra el tétanos y la rubeola también contenían GCH.
Desgraciadamente
hoy la Eugenesia ha traspasado aún más la línea y ha decidido valerse de la
ingeniería genética para lo cual los Rockefeller se han encargado de hacer
creer al mundo que se trata de una ciencia exacta. Ciencia en cuya expansión
juega hoy papel protagonista otro “filántropo” de nuevo cuño: William Henry
Gates III, más conocido como Bill Gates.
BILL GATES ENTRA EN ESCENA
Y
es que el fundador de Microsoft pediría en 1994 ayuda a su padre a fin de
«utilizar sus recursos para promocionar la salud reproductiva e infantil en los
países en vías de desarrollo». Claro que su progenitor, William Henry Gates II,
tenía experiencia en ese campo ya que había sido uno de los impulsores de la
Federación Americana para la Planificación Familiar creada por la
segregacionista y partidaria de la esterilización Margaret Sanger, miembro
destacado de la Sociedad Americana de Eugenesia junto con el abuelo de Bill:
William Henry Gates I.
Sería
así pues como padre e hijo crearían la Fundación William Henry Gates, germen de
la actual Fundación Bill y Melinda Gates en la que el padre de Bill «conduce la
visión y la dirección estratégica» y comparte presidencia con su hijo y la
esposa de éste. Como cabía esperar la autopresentación de la fundación en su
web tiene el habitual tono eufemístico y grandilocuente de este tipo de
organizaciones creadas por los “amos del mundo” que se presentan como
benefactoras de la humanidad: «Guiada por la creencia de que todas las vidas
tienen el mismo valor la fundación trabaja para ayudar a todas las personas a
conseguir una vida productiva y saludable». Palabras que cobran su significado
real si recordamos que Bill se declaró admirador de Thomas Malthus y que
durante su intervención en el TED Talks de 2010 dijo lo siguiente tras
convertir en una ecuación matemática el problema del crecimiento de la
población: «Si hacemos un buen trabajo
con nuevas vacunas, atención sanitaria y servicios de control de la
reproducción -un eufemismo para no decir abortos- quizás podamos reducirla en un 10 o 15%«.
Claro
que a nadie debería extrañarle cómo materializa Bill Gates sus impulsos
malthusianos porque durante años ha dedicado cientos de millones de dólares a
financiar proyectos para promocionar cultivos transgénicos, agroquímicos y
pesticidas, ha aportado fondos al programa del Gobierno estadounidense Feed the
Future para introducir maíz transgénico en África y ha colaborado con la
Fundación Rockefeller para impulsar la Alianza para una Revolución Verde en
África (AGRA). Es decir, para implantar en ese continente -como ya hicieron en
Iberoamérica e India- el modelo industrial capitalista de agricultura que lleva
a la pobreza y a la ruina a decenas de miles de agricultores poniendo la
producción agrícola en manos de unas pocas multinacionales; como Monsanto,
empresa de la que Bill Gates es dueño desde 2010 de medio millón de acciones.
Es más, según La Vía Campesina el 80% de las inversiones de Gates están hoy
relacionadas con la biotecnología, nuevo medio tecnológico para desarrollar el
Eugenismo siguiendo un camino que en realidad iniciaron los Rockefeller en 1943
con los primeros experimentos de modificación genética en el llamado «arroz de
oro» (que, por cierto, fue un fracaso).
En
cualquier caso el proyecto estrella de Bill Gates es la Alianza GAVI (Alianza
Global para Vacunas e Inmunización), proyecto que puso en marcha en el 2000 y
en el que junto a la Fundación Rockefeller, el Banco Mundial, la UNICEF y la
OMS también participan gobiernos y centros de investigación así como la
Federación Internacional de la Industria del Medicamento (IFPMA) que agrupa a
55 asociaciones nacionales en países desarrollados y en vías de desarrollo.
Todos unidos con el objetivo de vacunar a cada ser vivo del planeta de buen
grado, por la fuerza… o mediante tecnologías de última generación como las
nanopartículas. Lo que hace inferir que su proyecto de vacunas anti-fertilidad
a gran escala acabó fracasando y de ahí su nuevo “proyecto humanitario”.
Jesús García Blanca
(Fuente: https://www.dsalud.com/)