Traducción nuestra en tanto que se publica la
versión oficial en español.
NON POSSUMUS
28 Marzo 2013
Reverendos y estimados Padres:
La reciente publicación de la Declaración
Doctrinal, enviada por el Consejo General de la FSSPX a las autoridades de la
Iglesia en Roma el 15 de abril del año pasado, confirma nuestros peores
temores. Esperamos casi un año para saber lo que contiene. Esto prueba de una
vez por todas que el presente liderazgo de la FSSPX trata de alejarse de la
dirección establecida por Monseñor Lefebvre, y hacia las ideas y los ideales
del Concilio Vaticano II.
Sin embargo, estando ustedes tan ocupados por
su ministerio diario, esto debe preocuparlos porque significa que las almas que
están bajo su cuidado están, a través de ustedes, poniéndose bajo la intención
del Superior para llevarlas a ellas, y a ustedes, hacia la gran apostasía de
los tiempos modernos. Les recordamos que son los Superiores los que moldean a
sus subordinados y no al contrario -¿no hemos observado cierta cantidad de
buenos sacerdotes de la Fraternidad, uno
tras otro, rindiéndose de la batalla por la Fe como sabemos que Monseñor
Lefebvre la realizó, y en su lugar dejarse llevar por la corriente, esa
corriente fuerte y muy diferente que brota desde hace algunos años desde la
cúpula de la Fraternidad hacia abajo?
Un análisis detallado confirmará el peligro de
cada uno de los diez párrafos de la Declaración, como se subraya solo
brevemente a continuación:
I La fidelidad prometida a la “Iglesia
Católica” y al “Romano Pontífice”, puede ser mal conducida actualmente hacia la
Iglesia Conciliar como tal, y a los Pontífices Conciliares. Se necesita hacer
distinciones para evitar la confusión.
II Aceptación de las enseñanzas del Magisterio
de acuerdo con Lumen Gentium N° 25 que puede ser fácilmente comprendida,
especialmente en conjunción con la Declaración de Fe de 1989 de Roma, la cual
es mencionada en una nota de pie de página de la Declaración, como que se
requiere la aceptación de las doctrinas del Vaticano II.
III,1 Aceptación de la enseñanza del Vaticano
II sobre el Colegio de Obispos como está contenida en Lumen Gentium, capítulo
III es, a pesar de la “Nota Praevia”, un paso significativo hacia la aceptación
de la colegialidad Conciliar y la democratización de la Iglesia.
III,2 El reconocimiento del Magisterio como el
único intérprete auténtico de la Revelación, corre el grave peligro de someter
la Tradición al Concilio, especialmente cuando la interpretación de cualquier
ruptura entre ellos automáticamente es rechazada (cf. III,5 abajo)
III,3 La definición de Tradición como “la
transmisión viva de la Revelación” es altamente ambigua, y su ambigüedad es
confirmada por las palabras vagas acerca de la Iglesia y por la cita de la
igualmente ambigua Dei Verbum #8 que le sigue.
III,4 La proposición de que el Vaticano II
debe “iluminar” la Tradición “profundizándola” y “haciéndola más explícita”, es
completamente Hegeliana (¿desde cuándo los contradictorios explican y no
excluyen uno a otro?), y se corre el riesgo de falsificar la Tradición torciéndola
para encajar en las múltiples falsedades del Concilio.
III,5 La declaración de que las novedades del
Vaticano II deben ser interpretadas a la luz de la Tradición, pero que ninguna
interpretación que implique cualquier ruptura entre los dos es aceptable, es
una locura (Todas las camisas deben ser azules, pero cualquier camisa no azul
debe ser tomada como azul). Esta locura no es otra cosa que la “Hermenéutica de
la Continuidad” de Benedicto XVI.
III,6 Dar crédito a las novedades del Vaticano
II como siendo material legítima de debate teológico, es subestimar gravemente
su nocividad. Ellas solamente deben ser condenadas.
III,7 El juicio de que los nuevos Ritos
sacramentales fueron promulgados legítimamente, es gravemente engañoso. El
Nuevo Orden de la Misa es especialmente demasiado perjudicial para el bien
común de la Iglesia como para ser una ley verdadera.
III,8 La “promesa de respetar” como ley de la
Iglesia el Nuevo Código Canónico, es respetar el número de supuestas leyes que
son contrarias a la doctrina de la Iglesia.
Reverendos Padres, quienquiera que estudie
estos diez párrafos en su texto original, no puede más que concluir que su
autor o sus autores han renunciado a la lucha de Monseñor Lefebvre por la
Tradición y en sus mentes se han pasado al Vaticano II. ¿Ustedes desean para
ustedes mismos y su rebaño ser moldeados por tales Superiores?
Ni que se diga que los primeros dos y los
últimos tres párrafos están tomados esencialmente del Protocolo del propio
Arzobispo del 5 de Mayo de 1988, por lo
que la Declaración es fiel a él. Es bien conocido que el 6 de mayo él repudió
el Protocolo porque él mismo reconoció que había hecho demasiadas concesiones
para que la Fraternidad pudiera continuar defendiendo a la Tradición.
Otro error es decir que el peligro terminó
porque la Declaración ha sido “retirada” por el Superior General. La
Declaración es el fruto envenenado de lo que se ha convertido en un modo de
pensar liberal en la cúpula de la Fraternidad, y ese modo de pensar todavía no
ha sido reconocido, mucho menos retractado.
Una tercera idea falsa es decir que ya que no
se firmó un acuerdo con los apóstatas de Roma, entonces ya no hay problema. El
problema es menos el acuerdo que el deseo de cualquier acuerdo que garantizará
a la Fraternidad reconocimiento oficial, y ese deseo todavía está allí con
mucho. Siguiendo el mundo moderno y a la Iglesia Conciliar, los líderes de la
Fraternidad parecen haber perdido la comprensión de la primacía de la verdad,
especialmente la Verdad Católica.
Reverendos Padres, “Lo que no puede ser curado
debe ser aguantado”. Los líderes ciegos son un castigo de Dios. Sin embargo, lo
menos que ustedes pueden hacer acerca de esta Declaración desastrosa es
estudiarla por ustedes mismos con todo lo que condujo a ella, de otro modo
ustedes perderán su Fraternidad sin ni siquiera darse cuenta, tal como la gran
masa de Católicos perdió su Iglesia con el Vaticano II y no se dieron cuenta.
Entonces, habiendo puesto en claro el desastre en su propia mente, deben decir
la verdad a su rebaño de la Fraternidad, específicamente el peligro en el cual
sus Superiores están poniendo su fe y con esto su salvación eterna.
Para todos nosotros en esta Fraternidad la
cual Monseñor Lefebvre convirtió en una fortaleza mundial de la Fe, Nuestro
Señor ahora está planteando la pregunta de Juan, VI, 67: ¿Ustedes también van a
dejarme?
A todos ustedes les imparto gustosamente mi
bendición episcopal, de su siervo en Cristo,
+Richard Williamson,
Nova Friburgo, Jueves Santo, 2013