Comentario Eleison Número CCXCVIII (298)
30 de Marzo de 2013
SÁBADO SANTO
Mons. Williamson
En la vida de Nuestro Señor, el Sábado Santo
fue ese día entre su espantosa muerte en la Cruz y su gloriosa Resurrección,
cuando su cuerpo humano sin vida, ya que separado de su alma humana, yació en
la oscuridad de la tumba oculto al ojo humano. Los enemigos de Nuestro Señor
parecían haberlo vencido tan exitosamente que el Dios Encarnado se encontraba
en un eclipse total, y solamente la Fe de Nuestra Señora en su Divino Hijo permanecía
inquebrantable. Ella tenía que sostener a todos los otros que lo habían seguido
porque aún los más devotos de entre ellos estaban sumidos en el desánimo y se
sentían, como nunca antes, perdidos.
Ahora bien, siendo el Cuerpo Místico de
Cristo, la Iglesia Católica sigue paralelamente el curso de la vida de Su
Cuerpo físico. A lo largo de sus 2000 años de historia, la Iglesia siempre ha
sido perseguida por los enemigos de Cristo y, en muchas partes del mundo en
varios tiempos, ella ha sido virtualmente borrada. Sin embargo, con seguridad,
nunca se encontró en un eclipse completo como lo parece estar hoy día. Dios
diseñó su Iglesia como una monarquía para ser mantenida en la unidad por el
Papa, y ahora vemos un Papa que renuncia, sin duda en parte porque él mismo,
magnetizado por el pensamiento moderno democrático, nunca creyó completamente
en su propio cargo supremo. Quitando de su escudo de armas la tiara papal y
firmando él mismo siempre como “Obispo de Roma”, cualesquiera fueran sus
intenciones cuando renunció en febrero, humanamente hablando él ayudó
seguramente a socavar la divina institución del Papado.
Ciertamente con la renuncia de Benedicto XVI y
con el subsiguiente cónclave, los enemigos de Cristo habrán hecho todo lo
posible de su parte para anular el Papado. Por un justo castigo de Dios a causa
de la apostasía universal de nuestra época, estos enemigos han recibido de Él
un gran poder sobre Su Iglesia. Desde hace siglos se esfuerzan para obtener un
dominio completo del Vaticano y ahora están allí atrincherados. Con ninguna
intención de ceder ni un ápice a una pequeña Fraternidad pía, ellos están, tal
como lo vio en una visión hace 200 años Ana Catalina Emmerick, desmantelando la
Iglesia piedra por piedra. Humanamente hablando los seguidores de hoy día de
Nuestro Señor tienen tan poca aparente esperanza como tenían aquellos del
Sábado Santo original.
Pero no más que Nuestro Señor El mismo, la
Iglesia Católica no es simplemente un asunto humano. En 1846 Nuestra Señora de
La Salette dijo acerca de nuestro propio tiempo: “Los justos sufrirán
profundamente. Sus oraciones, penitencias y sus lágrimas se elevarán hasta el
Cielo y todo el pueblo de Dios implorará perdón y misericordia y suplicará mi
ayuda e intercesión. Y entonces Jesucristo en un acto de Su justicia y gran
misericordia ordenará a Sus Angeles dar muerte a todos sus enemigos.
Repentinamente los perseguidores de la Iglesia de Jesucristo y todos aquellos
entregados al pecado, perecerán, y la tierra devendrá como un desierto. Y
entonces vendrá la paz y el hombre se reconciliará con Dios; Jesucristo será
servido, adorado y glorificado. La Caridad florecerá en todas partes...El
Evangelio será predicado en todas partes...y el hombre vivirá en el temor de
Dios”.
En otras palabras, con toda seguridad Dios
resucitará a Su Iglesia de su actual angustia. Si su eclipse deviene aún más
sombrío, como seguramente lo hará, mantengámonos más cerca que nunca de la
Madre de Dios y tomemos ahora la resolución de no entristecerla con nuestra
falta de Fe, como lo hicieron los Apóstoles y discípulos de Nuestro Señor en
aquel primer Sábado Santo. Comprometámonos a regocijar su Inmaculado Corazón
con nuestra inquebrantable Fe en su Divino Hijo y su única verdadera Iglesia.
Kyrie Eleison