por Amicus Romanus
De la misma boca se vierte la hiel y la miel. Pero no en la misma
dirección:
-Hacia Monseñor Williamson y Monseñor Faure,
es todo hiel.
-Hacia la Roma conciliar, todo es miel.
un contraste verdaderamente impresionante.
I. —
¡Todo hiel!
Los hermanos de José no podían hablarle en paz,
tanto lo celaban (Gén. 37, 4). No esperen de Menzingen una sola palabra
bondadosa, de reconocimiento, de caridad hacia Mons. Williamson o Mons. Faure,
después de sus décadas de servicios buenos y leales. Menzingen solo
piensa en denunciarlos: “La FSSPX denuncia la consagración
episcopal del R.P. Faure”. Por lo menos esto es claro. Pero ¿Por qué esta
denuncia? ¿En qué es reprensible esta consagración? Esto es mucho más oscuro.
Se siente una animosidad muy fuerte, pero no se disciernen muchos argumentos
racionales. Y peor aún: ¡ese sabor a hiel! Menzingen parece incapaz de hablar objetivamente de
los dos obispos respetando simplemente los hechos. A toda
costa deben deformar, manchar las intenciones, manchar la reputación de las
personas. La tendencia parece imparable.
1. «Contra
toda relación»
Primer ejemplo: las relaciones con Roma. Todos
saben que Mons. Williamson y Mons. Fellay se oponen sobre este punto. El
primero estima (con o sin razón, esa no es la cuestión aquí) que el segundo
carece de la fuerza necesaria para oponerse decididamente –cara a cara- a los
errores de las autoridades romanas; en lugar de impresionar a sus interlocutores
–como Mons. Lefebvre- recordándoles frontalmente las verdades inoportunas,
dejándose impresionar por ellos.
Más fundamentalmente, la oposición es sobre
la finalidad de las negociaciones. Para Mons. Williamson hay
un solo objetivo: que las autoridades romanas abjuren de los errores
modernistas y liberales y todo estará resuelto. Mientras que Mons. Fellay sueña
con un reconocimiento canónico incluso antes de la conversión de las
autoridades.
Todo esto es de notoriedad pública. La cuestión no
es saber si es necesario o no discutir con Roma, sino cómo y con
qué finalidad llevar a cabo estas discusiones.
Menzingen podía decirlo fácilmente en una palabra:
Mons. Fellay y Mons. Williamson divergen en cuanto a las
discusiones con Roma. Esto es claro, simple, verdadero, perfectamente objetivo.
¡Pues no! Menzingen no pudo resolverse a decir las
cosas tal cual son. La necesidad de manchar la reputación fue demasiado
violenta. Desafiando la evidencia, Menzingen declaró que Mons. Williamson y
Mons. Faure están “contra toda relación con las autoridades
romanas”. Pero ellos han declarado explícitamente lo contrario (todavía la
víspera de la consagración), pero eso no cuenta. Aparentemente, ¡Menzingen
sabe mejor que ellos lo que piensan!
2. «
No se parecen en nada»
Segundo ejemplo: la comparación entre la
consagración de 1988 y la de 2015. Las diferencias y semejanzas se pueden
discutir durante mucho tiempo[i].
Por
lo menos es indiscutible que la naturaleza del acto es la
misma. Hubo un lazo de paternidad (a través de Mons.
Williamson, Mons. Lefebvre es ahora el “abuelo en el episcopado” de Mons.
Faure). Que el mismo Mons. Lefebvre había contemplado
consagrar a Jean-Michel Faure. Que el estado de necesidad en
la Iglesia no ha disminuido desde 1988. Finalmente que Mons. Williamson
tiene el mismo discurso que Mons. Lefebvre en la época.
Siempre se puede discutir de otras circunstancias
de tiempos, de lugares o de manera, pero Menzingen ni siquiera lo intenta. Su
comunicado declara simplemente que “la consagración episcopal del Padre Faure
no se parece en nada a las consagraciones de 1988”. Lo leyó
bien: en nada.
Entre todas las maneras de criticar la consagración
de 2015, Menzingen escogió la más expedita, la más extremista, la más
insostenible: negar todo en bloque. “No se parece en nada”. Es el
negacionismo integral.