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domingo, 24 de agosto de 2014

SOBRE UN COMUNICADO DE UNA VOCE







Tras haber leído un Comunicado Oficial de Una Voce, acerca de un artículo de nuestro blog y otro del blog amigo Non Possumus, creemos que debemos hacer alguna puntualización sobre el mismo, en atención a nuestros hermanos en Cristo de la dolorida isla cárcel de Cuba que buscan un acercamiento a la Tradición católica, y esto sin el afán de polemizar, sino tan solo el de poner en claro algunas cosas cumpliendo con nuestro deber de caridad. Creemos que cuando afirman sobre quienes critican a la FSSPX que “solo les mueve el rencor hacia la FSSPX”, lo hacen movidos más que nada por una inconsciente imitación de los modos y prejuicios de muchos que dentro de la FSSPX no alcanzan todavía a comprender la realidad de esta congregación. Y no buscando hilar muy fino, quizá por temor a perder alguna seguridad adquirida o reconocer alguna falta en quien se han puesto grandes esperanzas o expectativas de acción, se prefiere ver en todo este asunto una cuestión temperamental, psicológica o incluso quizá psiquiátrica. Hay de todo en la viña del Señor, pero tengamos nuestro tiempo de análisis fundamentado en formación e información sólidas y veraces, para luego poder llegar a conclusiones realistas. No hay aquí tergiversación alguna a la que recurrir.

Consideramos que los miembros de Una Voce afectos a la FSSPX no comprenden la crisis que ésta atraviesa, por la simple y sencilla razón de que no comprenden lo que es el liberalismo, aunque proclamen que “Una Voce Cuba no es liberal, no juzguen a personas que no conocen, por favor”. Y una parte importante de esta falta se debe sin dudas a la propia FSSPX que ya no cumple su deber para con sus hermanos que con toda buena fe se han acercado a ellos quizá pensando que la Fraternidad seguía adherida íntegramente a la Tradición católica como antes. Esta es desde luego una suposición pues no deseamos juzgar las intenciones.

Con todo respeto, se deben hacer las necesarias distinciones entre lo personal y lo doctrinal. La tesitura del comunicado, centrada en cuestiones de índole afectiva o sentimental (legítimas y necesarias pero no primarias ni definitorias a la hora de decidir una obra de colaboración católica) más bien nos lleva a confirmar nuestra opinión sobre el liberalismo imperante en Una Voce, mal que les pese.

Escribió Sardá y Salvany: “La suma intransigencia católica es la suma católica caridad. Y porque hay pocos intransigentes, hay en el día pocos caritativos de veras. La caridad liberal que hoy está de moda es en la forma de halago y condescendencia y cariño; pero es en el fondo el desprecio de los verdaderos bienes del hombre y de los supremos intereses de la verdad y de Dios” ("El Liberalismo es Pecado"). En el Comunicado se menciona el respeto hacia Mons. Lefebvre y las buenas relaciones que éste le dispensó a Una Voce, se cuenta incluso que“Ya anciano, el propio Arzobispo recibió en Econe, con grandes muestras de afecto a una delegación de peregrinos de Una Voce Francia”. Pero eso no le impidió a Mons. Lefebvre condenar la posición liberal adoptada por Una Voce, como afirma en esta cita:"Sí, me he sorprendido al leer, en un folleto de Una Voce que me dieron en Ottawa, la posición que ellos han adoptado. Es una posición muy ambigua y no es conforme a la que defendemos y que los tradicionalistas siempre han defendido. No decimos que la nueva misa sea herética, ni que sea inválida, pero nos rehusamos a decir que sea legítima, que sea perfectamente ortodoxa. Si bien los fieles se preguntan si deben asistir a estas misas que ahora están autorizadas por los obispos, para nosotros es siempre la misma consigna: pensamos que no hay que ir a esas misas porque es peligroso afirmar que la misa nueva es tan válida como la tradicional. Poco a poco estos sacerdotes que aceptan estas condiciones, tendrán las mismas tendencias que aquellos que dicen la nueva misa y un día, quizá ellos mismos la dirán y llevarán a nuestros tradicionalistas a la nueva misa". (Entrevista a Monseñor Lefebvre en el número 19, agosto de 1985, de “COMMUNICANTES”, revista de la FSSPX en Canadá). 


Manifestar caridad a una persona no nos impide, antes bien nos obliga, a declarar el desacuerdo en materia doctrinal, y corregir a quien yerra. Esto es elemental y vale para cualquiera, incluso para los Superiores nuestros, pues muy bien lo dijo Santo Tomás:“San Pablo fue útil a San Pedro, al corregirlo…con lo cual tenemos un ejemplo: los prelados, de humildad, para que no tomen a mal ser corregidos por sus inferiores y súbditos; los súbditos, de celo y libertad, para que no teman corregir a los prelados…”. De allí que si Una Voce afirma su amor hacia el Papa, esto no significa callar ante sus graves errores e impiedades litúrgicas, como no calló Monseñor Lefebvre ante las enseñanzas heréticas que salían de Roma. Pues callar en este caso es inducir a error a los fieles. No significa esto tener una actitud de crítica hacia la autoridad en sí, sino de aceptar la preeminencia de la Verdad de Dios por encima de todo, Verdad que nos compromete a serle fiel ante cualquiera en este mundo que ose atacarla, ocultarla o intentar destruirla. Lo contrario es un grave pecado de cobardía.

Creemos que en Una Voce estarán de acuerdo con el Papa Pío XII cuando afirmaba, el 6 de diciembre de 1953, lo siguiente: “Lo que no responde a la verdad y a la norma moral no tiene objetivamente derecho alguno ni a la existencia, ni a la propaganda, ni a la acción”. O también con San Agustín en su comentario al Salmo 124: “No hay peor muerte para las almas que la libertad del error”.

También sabrán que la Misa nueva o Novus Ordo no enseña la teología católica del Sacrificio sino que responde al intento de protestantizar la liturgia convirtiéndola en una Cena, y que por lo tanto esa misa “no responde a la verdad” y por lo tanto “no tiene derecho alguno a la existencia ni a la propaganda ni a la acción”. No obstante lo cual,Una Voce acepta el Novus Ordo, es decir, acepta “la libertad del error”. Pues aunque promuevan la Misa tradicional, afirman sin embargo en el sitio http://www.unavocecuba.com/ : “La fidelidad a Roma bien se puede medir por la fidelidad a “Summorum Pontificum.” Los que repudian a “Summorum Pontificum” repudian a SS. Benedicto XVI y no tienen derecho a ostentar un cargo dentro de la Iglesia  pues se encuentran en total desacato al Papa.” Y Summorum Pontificum no sólo permite la celebración de la Misa tradicional, sino que también lo hace con el Novus Ordo, al que incluso coloca en lugar de preeminencia por sobre la verdadera misa católica. Una Voce publica un “Calendario católico romano tradicional para el uso litúrgico según la “Forma extraordinaria del rito romano”. ¿A qué Roma están siendo fieles, a la Roma eterna o a la Roma modernista del Vaticano II? Una Voce no puede negar su liberalismo sino por el hecho de no conocerlo. Y es probable que el acercamiento de la FSSPX hacia Una Voce lo único que logre es afianzarlos en tal error.

Dice el Padre Girouard de la Unión Sacerdotal Marcel Lefebvre: “Permítanme citarles a Dom Columba Marmion, OSB: ‘Cuando queremos juzgar el valor absoluto de una cosa o de una obra, debemos hacerlo adoptando el punto de vista de Dios. Solo Dios es la verdad; la verdad es la luz en la cual Dios, Sabiduría eterna, ve todas las cosas; el valor de todas las cosas depende de cómo Dios las valora. Este es el único criterio infalible para juzgar. (…)  Pues es una verdad capital que Dios nos hizo conocer respecto a sus designios, y es que Él creó e hizo todo para su gloria (Proverbios, 16:4). Dios nos da todo; incluso se da a sí mismo en la persona de su Hijo bien amado Jesucristo y, con Él, nos da todos los bienes, nos prepara para la eternidad, una bienaventuranza infinita en la sociedad de su adorable Trinidad. Pero hay una cosa que se reserva celosamente, que no quiere ni puede darnos: es su gloria (Isaías 47,8). Por lo tanto, las cosas no tienen valor más que en la medida que procuran esta gloria a Dios” (Cf. « Le Christ idéal du Moine », Maredsous, edición de 1960, pp. 390-391).
“Queridos amigos, la causa de la confusión, del desorden y del caos, es que nosotros vemos en la Iglesia, desde el Vaticano II y en la Fraternidad San Pío X actualmente, el abandono, en la práctica, de esta visión sobrenatural de las cosas y de los hombres. Las autoridades, en todos los niveles de la Iglesia y de la Fraternidad, parecen haber olvidado que su fin es el de glorificar a Dios”.

El motu proprio Summorum Pontificum contribuye a la confusión puesto que promueve y eleva al Novus Ordo por sobre la Misa tradicional, y el Novus Ordo no tiene por fin glorificar a Dios, sino que está centrado en el hombre; Religión del hombre que lamentablemente promueven todos los papas del Vaticano II, incluido el “añorado” Benedicto XVI y el actual Francisco, quien se caracteriza por su desprecio por la Misa tradicional y no deja de ofender gravemente a Dios en cada misa Novus Ordo, sin ni siquiera hacer genuflexión ante las formas consagradas (pues es de suponer que realiza la consagración).

Decía San Jerónimo: “Si no odiamos el mal no podremos obrar el bien” (Carta a Rústico, Belén, 411). Por lo tanto todo el bien que pretendan con la difusión de la Misa tradicional no alcanzará a glorificar a Dios como se debe en tanto no abracen también la doctrina tradicional de la Iglesia repudiando los errores y combatiendo a quienes los promueven y difunden. El católico debe comprender lo que es el liberalismo. Quien no comprende, como decía Mons. Lefebvre, que si se deja “indiferentemente a lo verdadero y a lo falso la libertad de obrar públicamente con seguridad habéis favorecido el error a costa de la verdad”, entonces termina colaborando con el enemigo al que cree combatir... la primera justicia hacia los espíritus es favorecerles el acceso a la verdad y precaverlos del error. Es también la primera caridad: “veritatem facietes in caritate”: En la caridad, hagamos la verdad. El equilibrismo entre todas las opiniones, la tolerancia de todos los comportamientos, el pluralismo moral o religioso, son la nota característica de una sociedad en plena descomposición, sociedad liberal querida por la masonería.” (Le destronaron. Del liberalismo a la apostasía. La tragedia conciliar). El motu proprio favorece la dialéctica hegeliana que apunta en el futuro a derivar de la tesis y antítesis una síntesis superadora, la que reclama la religión ecumenista del hombre con una misa acorde para todos, modernistas y pseudo tradicionalistas. El error o engaño del motu proprio llegó incluso a hacer dudar o engañar a muchos que luego vieron mejor las cosas. Hoy la posición de la Resistencia católica antiliberal que continúa la obra de Mons. Lefebvre es unánime al respecto. Y si se combate contra los liberales que están dentro de la FSSPX, es porque se ha traicionado la misión de Mons. Lefebvre, quien decía lo siguiente: “El deber más urgente de sus pastores –que deben enseñarles la verdad- es diagnosticarles las enfermedades del espíritu, que son los errores (…) Pero, ¡desgraciadamente!, hay que reconocer que muchos espíritus, aún entre los fieles, o no se preocupan de instruirse de las verdades o cierran los oídos a las advertencias. Y ¿cómo no deplorar –como lo hacía ya San Pablo- que algunos de aquellos que han recibido la misión de predicar la verdad no tienen más el ánimo de proclamarla, o la presentan de manera tan equívoca que no se sabe más dónde se encuentra el límite entre la verdad y el error?”. Por ello Mons. Lefebvre no limitaba el apostolado católico a la “conservación de la Misa tradicional”, sino que no trepidaba en denunciar los errores que desde Roma se propalaban sobre los fieles incautos en todo el mundo. El socorro espiritual que vuestra caridad cristiana ofrece a los fieles cubanos no se pone absolutamente en cuestión, por supuesto. Sí en cambio, y a ello han apuntado los artículos nuestros, que la FSSPX que sostiene contactos con vuestra entidad no replique sus errores liberales y haga comprender la importancia de la doctrina íntegra, esclareciendo sobre todos estos temas. Hay allí una falta grave a la caridad.

“Cifren su combate en evangelizar, en salvar las almas, en dar gloria a Dios, no en llevar vidas ajenas”, se nos dice: ello pretendemos, y tal misión no creemos pueda darse plena si no se predica la verdad entera, la doctrina íntegra sin componendas con los enemigos de Cristo y de la Iglesia, lleven el nombre que llevaren y vistan como vistieren. La verdad católica es para todos. En estos tiempos de diabólica confusión, error y apostasía, es necesario precaverse contra los lobos disfrazados de corderos, por eso vale recordar estas palabras:

“Respecto del papa y de la jerarquía, ¿debemos adoptar una actitud de defensa pasiva esforzándonos por conservar la Tradición y contentándonos con emitir algunas observaciones respetuosas y discretas, o hay que ser más ofensivos?
CUANDO LA FE está en peligro, tenemos el deber de hablar para salvaguardar el bien común de la Iglesia. Monseñor Lefebvre supo practicar la ofensiva: por sus palabras (por ejemplo su Declaración del 21 de Noviembre de 1974, su conferencia de prensa de diciembre de 1983, sus sermones del 29 de junio en Ecône, etc.) y sobre todo por sus acciones, continuando con la ordenación de sacerdotes y consagrando obispos a pesar de la prohibición de la Roma conciliar. Es verdad que desde hace algún tiempo, este espíritu de combate ha disminuido bastante y esto se muestra muy dañino: los fieles son cada vez menos firmes, y la Roma conciliar es cada vez más emprendedora para erosionar y hacer caer la resistencia católica. Hay que mantener la ofensiva.
(De la “Carta trimestral de los dominicos de Avrillé Nº 64, Diciembre 2012 /Enero 2013”).

Hoy muchos se sorprenden o escandalizan ante la arremetida contra los Franciscanos de la Inmaculada y otros grupos que intentaban sobrevivir guardando cierta tradición dentro de la Roma modernista. Pero eso no deja de ser un claro ejemplo de que no se reconoce del todo al enemigo ni se entiende que contra éste hay que mantener la actitud de ofensiva y no de buscar componendas o pedirle una “libertad” inútil. Es hora de comprender que el católico que quiere permanecer siendo católico, debe enfrentarse en un combate a muerte con el gran enemigo de la Religión, con el gran enemigo que tuvo el mismo Cristo, el más terrible de todos: el Fariseísmo. Es eso o correr el riesgo de volverse liberal y terminar perdiendo la fe. Como en tiempos de Nuestro Señor y la Sinagoga, ese enemigo ha llegado en nuestros tiempos hasta las más altas instancias de la Iglesia. No hay deformación periodística ni fabulación fantasiosa: es la realidad patente para quien la quiera ver.

Finalizamos con unas palabras de Monseñor Lefebvre, ofreciendo nuestras oraciones para aquellos que se han sentido afectados por nuestra palabra y con la intención de que sean capaces de abrazar algún día enteramente la Tradición católica, de quien el Arzobispo fue su baluarte en el convulsionado tiempo moderno:

“En la Iglesia no hay ningún derecho, ninguna jurisdicción que pueda imponer a un cristiano la disminución de su fe, todo fiel puede y debe resistir a aquello que afecte su fe, apoyándose en el catecismo de su niñez. Si se encuentra en presencia de una orden que lo pone en peligro de corromperla, la desobediencia es un deber imperioso.
Tenemos el deber de desobedecer y de conservar la tradición porque estimamos que nuestra fe está en peligro a causa de las reformas y las orientaciones posconciliares. Agreguemos esto: el mayor de los servicios que podamos hacer a la Iglesia y al sucesor de Pedro es repudiar la Iglesia reformada y liberal. Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, ni es liberal ni puede ser reformado”.

Monseñor Marcel Lefebvre, “Carta abierta a los católicos perplejos”, Capítulo XVIII.