De
la EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM de Francisco:
Las
relaciones con el Judaísmo
247.
Una mirada muy especial se dirige al pueblo judío, cuya Alianza con Dios jamás
ha sido revocada, porque «los dones y el llamado de Dios son irrevocables» (Rm
11,29). La Iglesia, que comparte con el Judaísmo una parte importante de las
Sagradas Escrituras, considera al pueblo de la Alianza y su fe como una raíz
sagrada de la propia identidad cristiana (cf. Rm 11,16-18). Los cristianos no
podemos considerar al Judaísmo como una religión ajena, ni incluimos a los
judíos entre aquellos llamados a dejar los ídolos para convertirse al verdadero
Dios (cf. 1 Ts 1,9). Creemos junto con ellos en el único Dios que actúa en la
historia, y acogemos con ellos la común Palabra revelada.
248.
El diálogo y la amistad con los hijos de Israel son parte de la vida de los
discípulos de Jesús. El afecto que se ha desarrollado nos lleva a lamentar
sincera y amargamente las terribles persecuciones de las que fueron y son
objeto, particularmente aquellas que involucran o involucraron a cristianos.
249.
Dios sigue obrando en el pueblo de la Antigua Alianza y provoca tesoros de
sabiduría que brotan de su encuentro con la Palabra divina. Por eso, la Iglesia
también se enriquece cuando recoge los valores del Judaísmo. Si bien algunas
convicciones cristianas son inaceptables para el Judaísmo, y la Iglesia no
puede dejar de anunciar a Jesús como Señor y Mesías, existe una rica
complementación que nos permite leer juntos los textos de la Biblia hebrea y
ayudarnos mutuamente a desentrañar las riquezas de la Palabra, así como
compartir muchas convicciones éticas y la común preocupación por la justicia y
el desarrollo de los pueblos.
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Hasta
acá una selección del escrito, aquellos puntos dedicados a “las relaciones con
el Judaísmo”.
Comentario Syllabus:
Vamos
a decirlo con el lenguaje lunfardo al que el tanguista o tanguero Bergoglio es
tan afecto: Usted, Jorge Bergoglio también conocido ahora por Francisco, ningunea a Jesucristo, reduce,
disminuye, aparta, desmerece, menosprecia al verdadero Dios y verdadero Hombre,
al Mesías, Redentor, Salvador, Mediador, al Verbo de Dios. ¿Usted anuncia como
dice a “Jesús como Señor y Mesías” a
los judíos, o no lo hace ya que “Dios
sigue obrando en el pueblo de la Antigua Alianza y provoca tesoros de sabiduría
que brotan de su encuentro con la Palabra divina”? Pero ¿cómo Dios, el Dios
que rechazan los judíos puesto que rechazan a Jesucristo, puede seguir obrando tesoros
de sabiduría en aquellos que lo rechazan y lo combaten, en aquellos que no lo
escuchan y a quienes usted no se lo quiere anunciar? ¿Y cómo la Iglesia de
Jesucristo puede enriquecerse “cuando
recoge los valores del Judaísmo”? ¿Qué, acaso a Jesucristo le falta algo, y
ese algo lo tienen los que lo niegan y combaten? ¿Entonces para Usted
Jesucristo es o no es Dios? Usted actúa escandalosamente como si para Usted no
lo fuera; propicia un diálogo que no puede obtener ninguna paz y justicia
porque sin el Reinado de Cristo sobre las naciones no los puede haber. Usted dice
mentiras porque los cristianos no creemos en el mismo Dios que los judíos, que
no creen en Dios porque no creen en Jesucristo, Segunda Persona de la Santísima
Trinidad. “Yo y mi Padre somos uno”
(Jn. 10, 30) dijo el mismo Cristo. “El
diálogo y la amistad –dice Usted- con
los hijos de Israel son parte de la vida de los discípulos de Jesús”. ¿De
qué Jesús está hablando usted? Porque la historia entera contradice su
afirmación. Las persecuciones a los cristianos de todos los tiempos han estado
instigadas casi siempre por los judíos, que no se mostraban muy amigos que
digamos.
Francisco,
no sabemos qué es exactamente Usted, si es un simulador, un creyente sincero de
lo que se empeña en enseñar, un anti-Papa, un masón… Nuestra opinión es que probablemente
como Benedicto XVI renunció bajo presión, su renuncia sería
inválida y por lo tanto seguiría siendo el Papa (y por ello sigue en Roma con su atuendo y
su nombre).
Pero
si no podemos afirmar con absoluta certeza quién es usted, más allá de las
opiniones sí podemos decir qué es: Un enemigo de Cristo y la Iglesia que
siguiendo las herejías del Concilio Vaticano II combate la verdadera religión
de Dios y en especial a la tradición. Estas palabras suyas –como tantas otras-
son infamantes, son la negación de la verdadera enseñanza de la Iglesia
Católica, son una afrenta y desafío a Dios y son una burla a los fieles
cristianos, porque encima presenta este documento pontificio con una imagen
llena de globitos de colores, como si se tratase de un circo (así puede verse
en la página del Vaticano News.va).
Ya
decía San Vicente de Lérins en su Conmonitorio: “Puedes escuchar cómo dicen algunos: venid, pobres ignorantes, los que
sois comúnmente llamados católicos, y aprended la fe verdadera, que, aparte de
nosotros (hoy, los modernistas) nadie
entiende. Permaneció oculta durante muchos siglos (hasta el Vaticano II,
según ellos) pero ahora ha sido revelada
y manifestada. Mas aprendedla en secreto (eso fue antes, ahora es
absolutamente pública). Os dará alegría”.
Usted
repite lo que anteriores herejes manifestaron, insiste con traer una
“renovación” que no es otra cosa que un pisotear la Fe y las Escrituras, en
nombre del bien y de la alegría. Sus palabras se alejan cada vez más de la
eterna Sabiduría de Dios que se manifestó por nuestros mayores en la Fe y nos
fue transmitida por el Magisterio y la Tradición hasta que llegó el maldito Vaticano
II.
Se
está por cumplir aquello que decía San Jerónimo: “Por el delito de los judíos la salud pasó a los gentiles; por la
incredulidad de los gentiles volverá a los judíos”. Estamos en ese camino y
si los judíos llegan mañana a tener la salud (es decir: la fe en Cristo, y será
al fin de los tiempos) será a pesar del diálogo y la condescendencia suyas,
Francisco. Los judíos se convertirán al final –es un misterio, (Romanos 11,25)-,
por lo tanto necesitan convertirse. En esto no pueden ser engañados por un
diálogo que evite los temas conflictivos (¡al mismo Dios!). Usted menciona este
pasaje paulino: “Porque los dones y la
vocación de Dios son irrevocables” (Rom. 11,29), pero con eso el Apóstol
enseña que por esa razón los judíos se convertirán al final, no quiere decir
que no necesiten convertirse. También se basa en San Pablo para decir lo
siguiente: “Los cristianos no podemos
considerar al Judaísmo como una religión ajena, ni incluimos a los judíos entre
aquellos llamados a dejar los ídolos para convertirse al verdadero Dios (cf. 1
Ts 1,9)”, pero en el pasaje allí mencionado el Apóstol de los Gentiles se
refiere a los que creen en Cristo, no a los judíos que lo rechazan. Asimismo,
dice en otro pasaje de Romanos que “por
la caída de ellos (los judíos) vino
la salud a los gentiles para excitarlos (a los judíos) a emulación” (Rom. XI, 11). La preocupación de San Pablo era salvar
a los judíos haciendo que éstos lo emulasen a él y a los cristianos, que parece
es lo contrario de lo que hoy está haciendo Francisco.
San
Pablo nos indica que debemos ser “alegres
en la esperanza” (Rom, 12, 12). ¿Cómo podemos ser verdaderamente alegres si
la esperanza no la ponemos en Cristo y su reino que no tendrá fin? ¿Cómo
Francisco plantea a todo el mundo en este documento una alegría si no se basa
en la verdad, en la verdadera esperanza? Su reivindicación del Judaísmo y del
Islam entre tantas aberraciones no pueden traer sino una falsa alegría, a base
de risas pueriles y globos de colores, mientras miles de cristianos en todo el
mundo son cada vez más perseguidos sin que él explique realmente por qué. Pero
esos globos de colores a los que es tan afecto Bergoglio, con su estilo tan
chabacano y nada solemne, luego se pinchan o se desinflan, al igual que esta
palabrería insensata, apagando toda falsa alegría, toda la falsificación del
cristianismo que hoy hiede.
N.B.:
Encontramos un muy interesante y minucioso análisis al largo documento de
Francisco, publicado por el sitio Panorama
Católico Internacional. Pero allí, además de la crítica precisa del autor a
diversos puntos erróneos del documento, se hacen notar también unas “señales
positivas”, lo cual es nefasta candidez
en el caso de los textos ambiguos de los modernistas y su diabólica mezcolanza
de verdad y error. Es táctica hábil de los herejes colocar de vez en cuando
algunas afirmaciones que el católico puede aprobar, para intentar hacer más
pasable todo un documento maligno que debe ser desechado por completo, más allá
de los puntos “positivos”. El hecho de que en tal sitio se destaquen las “señales
positivas” (¿señales de qué? ¿de algo bueno que hay que esperar de Francisco?)
sin afirmar lo anterior nos confirma su resabio de liberalismo.