El artículo que sigue fue
publicado en el blog del Mises Institute y reproducido en español por Red
Internacional. Con gran lucidez y claridad el profesor Anthony P. Mueller
describe el proceso totalitario tecnocrático de ingeniería social en curso
llevado adelante por la oligarquía del Nuevo Orden Mundial. Ciertamente, es
importante conocer y desenmascarar esta “insólita” mega operación mundial de
manipulación y control, con antecedentes de vieja data (La Era Tecnotrónica de
Zigniew Brzenzinski, la Comisión Trilateral, etc). Más importante aún será
analizar y exponer, desde una perspectiva histórica y teológica, el espíritu y
el perfil revolucionario antihumano que mueve a la satánica élite global que lo
impulsa, tarea ya iniciada, entre otros, con extraordinaria erudición y rigor
historiográfico por el gran polímata estadounidense, Dr. E. Michael Jones, en
una de sus obras liminares, El Espíritu Revolucionario de los Judíos y su
Impacto en la Historia Mundial.
Luis Alvarez Primo
19/08/2020
Del confinamiento al Reset
global, “El Gran Reajuste”
Antony P. Mueller
El confinamiento masivo a raíz de
la pandemia de coronavirus ha acelerado la puesta en marcha de ciertos planes
de larga preparación para establecer el llamado nuevo orden mundial. Bajo los
auspicios del Foro Económico Mundial (FEM), los responsables políticos
mundiales abogan por un “Gran Reajuste” con la intención de crear una
tecnocracia mundial. No es casual que el 18 de octubre de 2019, en la ciudad de
Nueva York, el FEM haya participado en el “Evento 201” en el ejercicio de
pandemia “de alto nivel” organizado por el Centro Johns Hopkins para la
Seguridad de la Salud.
Esta tecnocracia que se avecina
implica una estrecha cooperación entre los jefes de la industria digital y de
los gobiernos. Con programas como el ingreso mínimo garantizado y el cuidado de
la salud para todos, el nuevo tipo de gobierno combina el control estricto de
la sociedad con la promesa de una justicia social integral.
La verdad, sin embargo, es que
este nuevo orden mundial de tiranía digital viene con un sistema de “crédito
social integral”. La República Popular China es la pionera de este método de
vigilancia y control de individuos, empresas y entidades sociopolíticas.
Para el individuo, su identidad
se reduce a una aplicación o chip que registra casi cualquier actividad
personal. Para obtener unos pocos derechos individuales, y aunque sea sólo para
viajar a un determinado lugar, una persona debe equilibrar esos aparentes
privilegios con su sumisión a una red de reglamentos que definen en detalle lo
que es “buena conducta” y se considera beneficioso para la humanidad y el medio
ambiente. Por ejemplo, durante una pandemia, este tipo de control se extendería
desde la obligación de llevar una máscara y practicar el distanciamiento social
hasta la aplicación de vacunas específicas para solicitar un empleo o viajar.
Se trata, en definitiva, de un
tipo de ingeniería social que es lo contrario de un orden espontáneo o de un
proceso de desarrollo interno. Al igual que el ingeniero mecánico con una
máquina, el ingeniero social – o tecnócrata – trata a la sociedad como un
objeto. A diferencia de las brutales represiones por el totalitarismo de tiempos
anteriores, el ingeniero social moderno tratará de hacer que la máquina social
funcione por sí misma de acuerdo con el diseño preestablecido. Para ello, el
ingeniero social debe aplicar las leyes de la sociedad de la misma manera que
el ingeniero mecánico sigue las leyes de la naturaleza. La teoría del
comportamiento ha alcanzado un grado de conocimiento que hace posible los
sueños de la ingeniería social. Las maquinaciones de la ingeniería social no
operan a través de la fuerza bruta, sino sutilmente a través de leves
empujones.
Bajo el orden previsto por el
Gran Reajuste, el avance de la tecnología no está destinado a servir a la
mejora de las condiciones del pueblo, sino a someter al individuo a la tiranía
de un Estado tecnocrático. “Los expertos saben más” es la justificación.
La agenda
El plan para una revisión del
mundo es obra de un grupo de élite de hombres de negocios, políticos y su
séquito intelectual que solía reunirse en Davos (Suiza) en enero de cada año.
Creado en 1971, el Foro Económico Mundial se ha convertido desde entonces en un
megaevento mundial. Más de tres mil líderes de todo el mundo asistieron a la
reunión en 2020.
Bajo la orientación del FEM, el
programa del Gran Reajuste dice que la finalización de la actual transformación
industrial requiere una revisión a fondo de la economía, la política y la
sociedad. Tal transformación integral requiere la alteración del comportamiento
humano, y por lo tanto el “transhumanismo” es parte del programa.
El Gran Reajuste será el tema de
la 51ª reunión del Foro Económico Mundial en Davos en 2021. Su programa es el
compromiso de llevar la economía mundial hacia “un futuro más justo, sostenible
y resistente”. El programa pide “un nuevo contrato social” que se centra en la
igualdad racial, la justicia social y la protección de la naturaleza. El cambio
climático requiere que “descarbonicemos la economía” y que llevemos el
pensamiento y el comportamiento humano “en armonía con la naturaleza”. El
objetivo es construir “economías más equitativas, inclusivas y sostenibles”.
Este nuevo orden mundial debe ser implementado “urgentemente”, afirman los
promotores del FEM, y señalan que la pandemia “ha puesto al descubierto la
insostenibilidad de nuestro sistema”, que carece de “cohesión social”.
El gran proyecto de reajuste del
FEM es la ingeniería social al más alto nivel. Los defensores del reajuste
sostienen que las Naciones Unidas no lograron establecer el orden en el mundo y
no pudieron avanzar con fuerza en su programa de desarrollo sostenible
-conocido como Agenda 2030- debido a su forma de trabajo burocrática, lenta y
contradictoria. Por el contrario, las acciones del comité organizador del Foro
Económico Mundial son rápidas e inteligentes. Una vez que se ha formado un
consenso, puede ser implementado por la élite global en todo el mundo.
Ingeniería Social
La ideología del Foro Económico
Mundial no es ni de izquierda ni de derecha, ni progresista ni conservadora,
tampoco es fascista ni comunista, sino abiertamente tecnocrática. Como tal,
incluye muchos elementos de ideologías colectivistas anteriores.
En los últimos decenios, en las
reuniones anuales de Davos se ha llegado a un consenso en el sentido de que el
mundo necesita una revolución, y que las reformas hasta ahora han llevado
demasiado tiempo. Los miembros del FEM prevén una profunda agitación a corto
plazo. El lapso de tiempo debería ser tan breve que la mayoría de la gente
difícilmente se dará cuenta de que una revolución está en marcha. El cambio
debe ser tan rápido y dramático que aquellos que reconocen que una revolución
está ocurriendo no tengan tiempo de movilizarse contra ella.
La idea básica del Gran Reajuste
es el mismo principio que guió las transformaciones radicales de las
revoluciones francesa, rusa y china. Es la idea del racionalismo constructivista
incorporado en el Estado. Pero proyectos como el Gran Reajuste dejan sin
respuesta la pregunta de quién gobierna el Estado. El Estado en sí mismo no
gobierna. Es un instrumento de poder. No es el Estado abstracto el que decide,
sino los dirigentes de determinados partidos políticos y de determinados grupos
sociales.
Anteriormente los regímenes
totalitarios necesitaban ejecuciones en masa y campos de concentración para
mantener su poder. Ahora, con la ayuda de las nuevas tecnologías, se cree que
los disidentes pueden ser fácilmente identificados y marginados. Los
inconformes serán silenciados descalificando las opiniones divergentes como
moralmente despreciables.
Los confinamientos masivos de
2020 posiblemente ofrezcan un avance de cómo funciona este sistema. El
confinamiento funcionó como si hubiera sido orquestado, y tal vez lo fue. Como
si siguieran una sola orden, los líderes de las naciones grandes y pequeñas -y
en diferentes etapas de desarrollo económico- implementaron medidas casi idénticas.
No sólo muchos gobiernos actuaron al unísono, sino que también aplicaron estas
medidas con poca consideración por las horribles consecuencias de un bloqueo
mundial.
Meses de inmovilismo económico
han destruido la base económica de millones de familias. Junto con el
distanciamiento social, el confinamiento ha producido una masa de personas
incapaces de cuidarse a sí mismas. Primero, los gobiernos destruyeron los
medios de vida, luego los políticos aparecieron como el grupo salvador. La
demanda de asistencia social ya no se limita a grupos específicos, sino que se
ha convertido en una necesidad de las masas.
En otros tiempos, la guerra era
saludable para el Estado. Ahora es el miedo a la enfermedad. Lo que queda por
delante no es la aparente calidez de un estado de bienestar integral benévolo
con un ingreso mínimo garantizado y atención médica y educación para todos. El
confinamiento y sus consecuencias han traído un anticipo de lo que está por
venir: un estado permanente de miedo, un estricto control del comportamiento,
la pérdida masiva de empleos y una creciente dependencia del Estado.
Con las medidas tomadas a raíz de
la pandemia del coronavirus, se ha dado un gran paso para re-fundar (“reset”)
la economía mundial. Si no hay resistencia popular, el fin de la pandemia no
significará el fin del encierro y el distanciamiento social. Sin embargo, por
el momento, los opositores al nuevo orden mundial de la tiranía digital todavía
tienen acceso a los medios de comunicación y a las plataformas para disentir. Sin
embargo, el tiempo se les está acabando. Los perpetradores del nuevo orden
mundial han olido la sangre, y necesitan ir más allá. Declarar el coronavirus
como una pandemia ha sido útil para promover la agenda de su Gran
Reestructuración. Sólo una oposición masiva puede frenar y finalmente detener
la extensión del poder de la tiránica tecnocracia que está en alza.
El Dr. Antony P. Mueller es un profesor alemán de
economía que actualmente enseña en Brasil.
Fuente original: https://mises.org/wire/lockdowns-great-reset