Mons.
Bernard Fellay:
“El capitán del Titanic”.
(Vox populi)
“Había un señor suizo llamado Bernardo,
que un día, hace muchos años, fue nombrado capitán de un barco. Bernardo asumió
muy contento la tarea, y al principio parecía que eso colmaba su vida. Pero,
además, Bernardo era un gran coleccionista de sellos postales, un acreditado experto
en filatelia. Su colección filatélica era verdaderamente impresionante: sellos
de todas las épocas y de todo el mundo, de todos los temas y de todos los
colores, conformaban su preciada colección. Su habilidad diplomática, su
semblante perennemente sonriente, su vasto conocimiento de idiomas, le habían
permitido obtener contactos y amistades internacionales que le ayudaban a
acrecentar cada vez más su voluminosa colección. Menzingen albergaba sus
preciados archivos celosamente guardados. Pero, a pesar de todo ello, Bernardo
no estaba satisfecho. ¿Y por qué Bernardo no estaba satisfecho? Porque a su
colección le faltaba la estampilla que más deseaba, la estampilla de sus
sueños, la estampilla por la cual suspiraba y que hasta ahora nunca había
podido conseguir: la exótica estampilla “Católico”,
que otorga la Sede Conciliar Romana.
Pese a sus ingentes esfuerzos
diplomáticos, a sus múltiples contactos en la sede Conciliar, a sus
negociaciones y plegarias, Bernardo seguía sin poder obtener el soñado sello.
Bernardo empezaba a perder la paciencia, y con ella la sonrisa. Entonces tomó
una decisión drástica, una decisión fundamental que cambiaría para siempre su
vida y las de todos los que iban con él en la nave llamada “FSSPX”: alteró el
rumbo del barco, dirigiendo ahora el mismo hacia la Sede Conciliar Romana, para
tratar él personalmente de conseguir el valioso sello. Pensaba además Bernardo
que cuando Francisco, el opulento dueño del sello, viera llegar hacia él tan
imponente buque, sin dudas estaría impresionado, y Bernardo podría negociar en
condiciones más ventajosas.
En vano algunos tripulantes le
advirtieron que él dirigía el barco hacia aguas peligrosas. Fue inútil todo
intento de hacerle ver los informes que indicaban que se dirigía hacia una zona
de icebergs. Fueron infructuosos los informes relativos al taimado Francisco. Bernardo
no escuchaba. Peor aún, Bernardo echó por la borda a los que se oponían al
nuevo rumbo del barco. Otros que notaron que toda advertencia era rechazada,
decidieron tomar los botes y abandonar al capitán Bernardo. Éste, como una
especie de Capitán Ahab obsesionado con su ballena blanca, Moby Dick, se
aislaba cada vez más en su frenesí, no teniendo otra idea en la cabeza que
ésta: el sello “Católico” de la Sede
Conciliar Romana. Todas las tardes abría los álbumes de su colección de
estampillas, y notaba un hueco, un pequeño pero gigante hueco que le indicaba
la ausencia de su querido y tan buscado sello. Presa de la frustración, un día
arrojó sus cientos de miles de estampillas por la borda. Entonces, en ese
momento, llegó un radiomensaje que le hizo saltar las lágrimas de sus
enternecidos ojos: Francisco, el pródigo mandamás que poseía la estampilla, le
daba la esperanza de llegar a obtenerla. Para eso lo invitaba a adentrarse más
con el barco, hacia la costa de la Sede Conciliar Romana. Bernardo, emocionado,
mandó a darle velocidad máxima al barco. La euforia le hizo decir para sí, como
un nuevo Di Caprio: “¡Soy el rey del mundo!”.
Entonces se escuchó un ruido en la parte
lateral del barco. Algo así como una rasgadura. El buque se deslizó un tanto
hacia la izquierda. Pero nadie se animó a decir nada. Bernardo dijo: “Que los
músicos toquen y que la gente baile. Este barco es inhundible”. “Además, -agregó
para reforzar su pensamiento- tenemos a Francisco de nuestro lado”. Decía esto
mientras guardaba en sus bolsillos una estampilla que la Sede Conciliar le
había gentilmente enviado de regalo para su colección, la cual rezaba: “500
años de la Reforma”.
Luego empezaron a sonar los violines. Y
Bernardo, mientras sus ojos miraban al vacío, volvió a sonreír.”
(Relato
recogido por Lothar Gómez, en su obra “Historias
desconocidas contadas por un filatélico”, Ed. Los Andes, 2014)