“Un llamamiento al amor” – Sor
Josefa Menéndez
Josefa,
Esposa y víctima de mi Corazón,
voy a hablarte de mi Pasión,
para que sea el objeto constante de tu
pensamiento y de mis confidencias
con las almas.
En la Cuaresma de 1923, Nuestro Señor reveló a sor Josefa Menéndez
los sentimientos de su corazón durante su Sagrada Pasión. Sor Josefa recibía de
rodillas las confidencias de su Maestro y mientras El hablaba, las escribía.
Estas páginas contienen, en parte, esas divinas confidencias.
22 de febrero de 1923.
Lavatorio de los pies
Voy a empezar por descubrirte los sentimientos que embargaban mi
Corazón cuando lavé los pies a mis apóstoles. Fíjate bien que reuní a los doce.
No quise excluir a ninguno. Allí se encontraban Juan, el discípulo Amado, y
Judas, el que
dentro de poco había de entregarme a mis enemigos. Te diré por qué
quise reunirlos a todos, y por qué empecé por lavarles los pies.
* * *
Los reuní a todos, porque era el momento en que mi Iglesia iba a
presentarse en el mundo, y pronto no habría más que un solo Pastor para todas
las ovejas.
Quería también enseñar a las almas, que aún cuando estén cargadas
de los pecados más atroces, no las excluyo de las gracias, ni las separo de mis
almas más amadas; es decir, que a unas y a otras las reúno en mi Corazón y les
doy las gracias que necesitan.
¡Qué congoja sentí en aquel momento, sabiendo que en el infortunado
Judas estaban representadas tantas almas que reunidas a mis pies y lavadas
muchas veces con mi Sangre habían de perderse!...
Sí, en aquel momento quise enseñar a los pecadores, que no porque
estén en pecado deben alejarse de Mí, pensando que ya no tienen remedio y que
nunca serán amados como antes de pecar.
No, ¡pobres almas! ¡No son estos los sentimientos de un Dios, que ha
derramado toda su Sangre por vosotras!...
¡Venid a Mí todos!, y no temáis porque os amo; os lavaré con mi
Sangre y quedaréis tan blancos como la nieve. Anegaré vuestros pecados en el
agua de mi misericordia y nada será capaz de arrancar de mi Corazón el amor que
os tengo...
* * *
Josefa, déjate penetrar del más ardiente deseo de que todas las
almas y sobre todo los pecadores vengan a purificarse en el agua de la
penitencia..., que se penetren de sentimientos de confianza y no de temor,
porque soy Dios de misericordia y siempre estoy dispuesto a recibirlas en mi
Corazón.
25 de febrero.
El Cenáculo
Vamos a proseguir nuestros secretos de amor. Hoy te diré una de
las razones que me indujeron a lavar los pies a mis apóstoles antes de la cena.
* * *
Fue, primeramente, para mostrar a las almas cuánto deseo que estén
limpias y blancas cuando me reciben en el Sacramento de mi Amor.
Fue también para representar el Sacramento de la Penitencia, en el
que las almas que han tenido la desdicha de caer en el pecado, pueden lavarse y
recobrar su perdida blancura. Quise lavarles Yo mismo los pies, para enseñar a
las almas
que se dedican a los trabajos apostólicos, a humillarse y tratar
con dulzura a los pecadores y a todas las almas que les están confiadas.
Quiero ceñirme con un lienzo para indicarles que para obtener buen
éxito con las almas, hay que ceñirse con la mortificación y la propia
abnegación. También quise enseñarles la mutua caridad y cómo se deben lavar las
faltas que se observan en el prójimo, disimulándolas y excusándolas siempre,
sin divulgar jamás los defectos ajenos.
En fin, el agua que derramé sobre los pies de mis apóstoles, era
imagen del celo que consumía mi Corazón, en deseos de la salvación de los
hombres.
* * *
En aquel momento, próxima ya la Redención del género humano, mi
Corazón no podía contener sus ardores, y como era infinito el Amor que sentía
por los hombres, no quise dejarlos huérfanos.
Para vivir con ellos hasta la consumación de los siglos y demostrarles
mi Amor, quise ser su aliento, su sostén, su vida, su todo...
¡Ah! ¡Cómo quisiera hacer conocer los sentimientos de mi Corazón a
todas las almas! ¡Cuánto deseo que se penetren del amor que sentía por ellas,
cuando en el Cenáculo instituí la Eucaristía!
En aquel momento vi a todas las almas, que en el transcurso de los
siglos habían de alimentarse de mi Cuerpo y de mi Sangre y los efectos divinos
producidos en muchísimas...
* * *
¡En cuántas almas esa Sangre inmaculada engendraría la pureza y la
virginidad! ¡En cuántas encendería la llama del amor y del celo! ¡Cuántos
mártires de amor se agrupaban en aquella hora ante mis ojos y en mi Corazón!..
¡Cuántas otras almas, después de haber cometido muchos y graves pecados,
debilitadas por la fuerza de la pasión vendrían a Mí para renovar su vigor con
el Pan de los fuertes!
¡Ahí ¡Quién podrá penetrar los sentimientos de mi Corazón en aquellos
momentos! Sentimientos de Amor, de gozo, de ternura... Mas..., ¡cuánta fue
también la amargura que embargó mi Corazón!
* * *
Continuaré, Josefa. Vete en paz. Consuélame y no temas; porque mi
Sangre no se ha agotado, y ella purifica tu alma...
2 de marzo
La Eucaristía y los pecadores
Quiero manifestar a mis almas la amargura de que estaba poseído mi
Corazón durante la última Cena. Pues si era grande mi alegría de hacerme
compañero de los hombres hasta el fin de los siglos, y alimento divino de las
almas y veía cuántas me rendirían homenaje de adoración, de reparación y de
amor..., no fue menor la tristeza que me causó el ver cuántas habían de
abandonarme en el Sagrario, y cuántas no creerían en la presencia real.
¡En cuántos corazones manchados por el pecado tendría que entrar y
cómo mi Carne y mi Sangre, así profanadas, habían de convertirse en causa de
condenación para muchas almas!... ¡Ah! ¡Cómo vi en aquel momento todos los
sacrilegios y ultrajes y las tremendas abominaciones que habían de cometerse
contra Mí. ¡Cuántas horas habría de pasar solo en el Sagrario!... ¡Cuántas
noches!... ¡Cuántas almas rechazarían los llamamientos amorosos que desde esa
morada les dirigiría!...
Por amor a las almas, me quedo prisionero en la Eucaristía para
que en todas sus penas y aflicciones puedan venir a consolarse con el más
tierno de los corazones, con el mejor de los padres, con el amigo más fiel.
Más. ¡Ese Amor que se deshace y se consume por el bien de las almas, no ha de
ser correspondido!...
Habito en medio de los pecadores para ser su salvación y su vida,
su médico y su medicina en todas las enfermedades de su naturaleza corrompida,
y ellos, en cambio, se alejan de Mí, me ultrajan y me desprecian... ¡Pobres
pecadores! No os alejéis de Mí... Os espero día y noche en el Sagrario... No os
reprenderé vuestros crímenes..., no os echaré en cara vuestros pecados... Lo
que haré será lavaros con la Sangre de mis Llagas; no temáis... Venid a Mí...
¡No sabéis cuánto os amo!... Y vosotras, almas queridas..., por qué estáis
frías e indiferentes a mi Amor? Sé que tenéis que atender a las necesidades de vuestra
familia, de vuestra casa, y que el mundo os solicita sin cesar...; pero, ¿no
tendréis un momento para venir a darme una prueba de amor y de
agradecimiento?... No os dejéis llevar de tantas preocupaciones inútiles, y
reservad un momento al Prisionero de Amor.
Si vuestro cuerpo está débil y enfermo, ¿no procuráis hallar un momento
para ir a buscar al médico que debe curaros? Venid al que puede haceros
recobrar las fuerzas y la salud del alma... Dad una limosna de amor a este
Mendigo Divino que os espera, os llama, y os desea.
6 de marzo.
La Eucaristía y las almas consagradas
Josefa, voy a hablarte del mayor Misterio de Amor hacia mis almas
escogidas y consagradas.
* * *
En el momento de instituir la Eucaristía vi presentes a todas las
almas privilegiadas que habían de alimentarse con mi Cuerpo y con mi Sangre y
los diferentes efectos producidos en ellas. Para unas, sería remedio a su
debilidad; para otras, fuego que consumiría sus miserias y las inflamaría en
amor.
¡Ah!... Esas almas reunidas ante Mí serán como un inmenso jardín
en el que cada planta produce diferente flor; pero todas me recrean con su
perfume. Mi Sagrado Cuerpo será el sol que las reanime. Me acercaré a unas para
consolarme, a otras para ocultarme, en otras descansaré. Si supierais, almas
amadísimas, cuán fácil es consolar, ocultar y descansar a todo un Dios!
Este Dios que os ama con amor infinito, después de libraros de la
esclavitud del pecado, ha sembrado en vosotros la gracia incomparable de la
vocación religiosa, os ha traído de un modo misterioso al jardín de sus
delicias. Este Dios Redentor vuestro se ha hecho vuestro Esposo. El mismo os
alimenta con su Cuerpo purísimo, y con su Sangre apaga vuestra sed. En El
encontraréis el descanso y la felicidad.
* * *
Qué amargura sentí en mi Corazón cuando vi a tantas almas que,
después de haberlas colmado de bienes y de caricias, habían de ser motivo de
tristeza para mi Corazón. ¿No soy siempre el mismo?... ¿Acaso he cambiado para
vosotras?... No, Yo no cambiaré jamás, y hasta el fin de los siglos os amaré
con predilección y con ternura. Sé que estáis llenas de miserias, pero esto no
me hará apartar de vosotras mis miradas más tiernas, y con ansia os estoy esperando,
no sólo para aliviar vuestras miserias, sino también para colmaros de nuevos
beneficios. Si os pido amor, no me lo neguéis; es muy fácil amar al que es el
Amor mismo.
Si os pido algo costoso a vuestra naturaleza, os doy juntamente la
gracia y la fuerza necesaria para venceros.
Os he escogido para que seáis mi consuelo. Dejadme entrar en
vuestra alma, y si no encontráis en ella nada que sea digno de Mí, decidme con
humildad y confianza: Señor, ya veis los frutos y las flores que produce mi
jardín. Venid y decidme qué debo hacer para que desde hoy empiece a brotar la
flor que deseáis.
Si el alma me dice esto con verdadero deseo de probarme su amor le
responderé: Alma querida, para que tu jardín produzca hermosas flores, deja que
Yo mismo las cultive; deja que Yo labre la tierra; empezaré por arrancar hoy
esta raíz que me estorba y que tus fuerzas no alcanzan a quitar. No te turbes
si te pido el sacrificio de tus gustos, de tu carácter..., tal acto de caridad,
de paciencia, de
abnegación..., de celo, de mortificación, de obediencia. Este es
el abono que mejorará la tierra y la hará producir flores y frutos. La victoria
sobre tu carácter, en tal ocasión, obtendrá luz para un pecador; con esta
contrariedad soportada con alegría, cicatrizarás las heridas que me hizo con su
pecado, repararás la ofensa y expiarás su falta... Si no te turbas al recibir
esta advertencia y la aceptas con cierto gozo alcanzarás que las almas a
quienes ciega la soberbia abran los ojos a la luz y pidan humildemente perdón. Esto
haré Yo en tu alma si me dejas trabajar libremente: en ella no sólo brotarán
flores en seguida, sino que darás gran consuelo a mi Corazón...
Señor, ya veis que estaba dispuesta a dejaros hacer de mí lo que
quisierais y no sé cómo he caído y os he disgustado. ¿Me perdonaréis? ¡Soy tan
miserable!... ¡No sirvo para nada!...
Sí, alma querida, sirves para consolarme. No te desanimes, porque
si no hubieses caído tal vez no hubieras hecho este acto de humildad y de amor
que la falta te obliga a hacer y que tanto me consuela. Animo y adelante.
Déjame trabajar en ti. Todo esto se me puso delante al instituir la Eucaristía:
El Amor
me encendía en deseos de ser el alimento de las almas. No me quedaba
entre los hombres para vivir solamente con los perfectos, sino para sostener a
los débiles y alimentar a los pequeños. Yo los haré crecer y robusteceré sus
almas. Descansaré en sus miserias y sus buenos deseos me consolarán.
* * *
«Pero, ¡ay, Josefa! Entre las almas escogidas, ¿no habrá algunas
que me causen pena?... ¿Perseverarán todas?... Este es el grito de dolor que se
escapa de mi Corazón. Este es el gemido que quiero oigan las almas.»
* * *
«Basta por hoy. Adiós. No sabes cuánto me consuelas cuando te
entregas a Mí con entero abandono... No todos los días puedo hablar a las
almas. Deja que para ellas, te diga mis secretos... Déjame aprovechar los días
de tu vida»...
7 de marzo.
La Eucaristía, maravilla del Amor desconocido
«Escribe lo que sufrió mi Corazón en aquella hora, cuando no pudiendo
contener el fuego que me consume, inventé esta maravilla de amor: la
Eucaristía. Al contemplar entonces a todas las almas que habían de alimentarse
de este Pan Divino, vi también las ingratitudes y frialdades de muchas de ellas
en particular de tantas almas escogidas..., de tantas almas consagradas..., de
tantos sacerdotes... ¡Cuánto sufrió mi Corazón! Vi cómo se irían enfriando,
entrando la rutina, el cansancio, el disgusto, caerían poco a poco en la
tibieza.
* * *
¡Y estoy en el Sagrario por ellas! ¡Y espero! Deseo que esa alma
venga a recibirme, que me hable con confianza de esposa, que me cuente sus
penas..., que me pida consejo y solicite mis gracias...
Ven, le digo..., dímelo todo con entera confianza... Pregúntame por
los pecadores.... Ofrécete para reparar... Prométeme que hoy no me dejarás
solo... Mira si mi Corazón desea algo de ti que le pueda consolar... Esto
esperaba Yo de aquella alma, ¡y de tantas! Mas cuando se acerca a recibirme
apenas me dice una palabra, porque está distraída, cansada o contrariada. Su
salud la tiene intranquila, sus ocupaciones la desazonan y la familia le
preocupa... — «No sé qué decir..., estoy fría..., me aburro —y pasa el rato
deseando salir de la capilla— ¡No se me ocurre nada!...» — ¿Y así vas a
recibirme, alma a quien escogí y a quien he esperado con impaciencia toda la noche?...
Sí, la esperaba para descansar en ella, le tenía preparado alivio
para todas sus inquietudes; la aguardaba con nuevas gracias, pero..., como no
me las pide..., no me pide consejo ni fuerza..., tan sólo se queja y apenas se
dirige a Mí. Parece que ha venido por cumplimiento..., porque es costumbre y
porque no tiene pecado mortal que se lo impida. Pero no por amor, no por
verdadero deseo de unirse íntimamente a Mí. ¡Qué lejos está esa alma de
aquellas delicadezas de amor que Yo esperaba de ella!...
* * *
¿Y aquel sacerdote?... ¿Cómo diré todo lo que espera mi Corazón de
mis sacerdotes?... Los he revestido de mi poder para absolver los pecados.
Obedezco a una palabra de sus labios y bajo del Cielo a le tierra; y estoy a su
disposición y me dejo llevar de sus manos; ya para colocarme en el Sagrario, ya
para darme a las almas en la Comunión... He confiado a cada uno de ellos cierto
número de almas para que con su predicación, sus consejos y, sobre todo, su
ejemplo, las guíen y las encaminen por el camino de la virtud y del bien. ¿Cómo
responden a este llamamiento?... ¿Cómo cumplen esta misión de amor?... Hoy, al
celebrar el santo sacrificio, al recibirme en su corazón, ¿me confiará aquel
sacerdote las almas que tiene a su cargo?... ¿Reparará las ofensas que sabe que
recibo de tal pecador?... ¿Me pedirá fuerza para desempeñar su ministerio, celo
para trabajar en la salvación de las almas?... ¿Recibiré el amor que de él
espero?... ¿Podré descansar en él como en un discípulo amado?... ¡Ahí ¡Qué
dolor tan agudo siente mi Corazón!... ¡Los mundanos hieren mis manos y mis
pies, manchan mi rostro, pero las almas escogidas, mis esposas, mis ministros,
desgarran y destrozan mi Corazón. Este fue el más terrible dolor que sentí en
la Cena cuando vi entre los doce al primer Apóstol infiel, representando a
tantos otros que en el transcurso de los siglos habían de seguir su ejemplo.
La Eucaristía es invención del Amor, es vida y fuerza de las almas,
remedio para todas las enfermedades, viático pera el paso del tiempo a la
eternidad. Los pecadores encuentran en ella la vida del alma; las almas tibias,
el verdadero calor; las almas puras, suave y dulcísimo néctar; las fervorosas,
su descanso y el remedio para calmar todas sus ansias; las perfectas almas,
para elevarse a mayor perfección. En fin, las almas religiosas hallan en ella
su nido, su amor, y, por último, la imagen de los benditos y sagrados votos que
las unen íntima e inseparablemente al Esposo Divino.
12 de marzo.
Getsemaní
Josefa, ven Conmigo, vamos a Getsemaní... Deja que tu alma se
penetre de los mismos sentimientos de tristeza y amargura que inundaron la mía
en aquella hora.
* * *
Después de haber predicado a las turbas, curado los enfermos, dado
vista a los ciegos, resucitado a los muertos... después de haber vivido tres
años en medio de mis Apóstoles para instruirlos y confiarles mi doctrina... les
había enseñado, con mi ejemplo, a amarse, a soportarse mutuamente, a practicar
la caridad lavándoles los pies y haciéndome su alimento. Se acercaba la hora
para la que el Hijo de Dios se había hecho hombre... Redentor del género
humano, iba a derramar su Sangre y dar su vida por el mundo... En esa hora
quise ponerme en oración y entregarme a la Voluntad de mi Padre.
¡Almas queridas! Aprended de vuestro modelo que la única cosa
necesaria, aunque la naturaleza se rebele, es someterse con humildad y
entregarse a la voluntad de Dios. También quise enseñar a las almas que toda
acción importante debe ir prevenida y vivificada por la oración, porque en la
oración se fortifica el alma para lo más difícil y Dios se comunica a ella, y
la aconseja e inspira, aun cuando el alma no lo sienta. Me retiré al huerto con
tres de mis discípulos para enseñaros, almas amadas de mi Corazón, que las tres
potencias de vuestra
alma deben acompañaros y ayudaros en la oración. Recordad con la
memoria los beneficios divinos, las perfecciones de Dios; su bondad, su poder,
su misericordia, el amor que os tiene. Buscad después con el entendimiento cómo
podréis corresponder a las maravillas que ha hecho por vosotras...
Dejad que se mueva vuestra voluntad, a hacer por Dios lo más y lo
mejor, a consagraros a la salvación de las almas, ya por medio de vuestros
trabajos apostólicos, ya por vuestra vida humilde y oculta, o en el retiro o
silencio por medio de la oración. Postraros humildemente, como criaturas en
presencia de su creador, y adorad sus designios sobre vosotras, sean cuales
fueren, sometiendo vuestra voluntad a la divina. Así me ofrecí Yo para realizar
la obra de la Redención del mundo.
¡Ahí ¡Qué momento aquel en que sentí venir sobre Mí todos los
tormentos que había de sufrir en mi Pasión: las calumnias, los insultos, los
azotes, la corona de espinas, la sed, la Cruz!... Todo se agolpó ante mis ojos
y dentro de mi Corazón. Al mismo tiempo vi las ofensas; los pecados y las
abominaciones que se cometerían en el transcurso de los siglos, y no solamente
los vi, sino que me sentí revestido de todos esos horrores y así me presenté a
mi Padre Celestial para implorar misericordia. Me ofrecía como fiador para
calmar su cólera y aplacar su ira. Pero viendo tanto pecado y tantos crímenes,
mi naturaleza humana experimentó terrible angustia y mortal agonía, hasta tal punto,
que sudé sangre.
¡Oh! Almas que me hacéis sufrir de esta manera, ¿será esta sangre
salud y vida para vosotras?... ¿Será posible que esta angustia, esta agonía y
esta sangre sean inútiles para tantas y tantas almas?...
Aquí nos quedaremos hoy, Josefa. Permanece a mi lado en Getsemaní
y deja que mi Sangre riegue y fortifique la raíz de tu pequeñez.
13 de marzo.
Sueño de los Apóstoles
Josefa, vamos a continuar nuestra oración en Getsemaní. Colócate a
mi lado, y cuando me veas sumergido en un mar de tristeza, ven conmigo a buscar
a los tres discípulos que se han quedado a cierta distancia. Los había traído
para que me ayudasen, compartiendo mi angustia... para que hiciesen oración
conmigo... para descansar en ellos... pero ¿cómo expresar lo que experimentó mi
Corazón
cuando fui a buscarlos y los encontré dormidos?... ¡Cuán triste es
verse solo sin poder confiarse a los suyos!... ¡Cuántas veces sufre mi Corazón
la misma angustia... y queriendo hallar alivio en mis almas las encuentro
dormidas!... Más de una vez quiero despertarlas y sacarlas de sí mismas, de sus
vanos e inútiles entretenimientos; contestan, sino con palabras con obras:
Ahora no puedo, estoy demasiado cansada, tengo mucho que hacer... Esto
perjudica a mi salud; necesito un poco de paz...
Insisto y digo suavísimamente a esa alma: No temas: Si dejas por
Mí ese descanso, Yo te recompensaré. Ven a orar Conmigo tan sólo una hora. Mira
que en este momento es cuando te necesito. ¡Si te detienes ya será tarde!... Y
¡cuántas veces oigo la misma respuesta! ¡Pobre alma! ¡No has podido velar una
hora Conmigo! Dentro de poco vendré y no me oirás, porque estarás dormida...
Desearé concederte una gracia y no podrás recibirla... Y ¡quién sabe si después
tendrás fuerzas para despertar!... Mira que si vas perdiendo alimento, se
debilitará tu alma y no podrás salir de este letargo...
A muchas almas las ha sorprendido la muerte en medio de un profundo
sueño y, ¿dónde y cómo se han despertado? ¡Almas queridas!, quise enseñaros
aquí cuán inútil y vano es buscar alivio en las criaturas. ¡Cuántas veces están
dormidas y en vez de hallar el descanso que buscáis se llena vuestro corazón de
amargura, porque no corresponden a nuestros deseos, ni a nuestro cariño!
* * *
Volviendo en seguida a la oración me prosterné de nuevo, adoré al
Padre y le pedí ayuda, diciéndole: «Padre Mío.» Pedidle alivio, exponedle
vuestros sufrimientos, vuestros temores y con gemidos recordadle que sois sus
hijos; que vuestro corazón se ve tan oprimido, que parece a punto de perder la
vida... Que vuestro cuerpo sufre tanto que ya no tiene fuerza para más... Pedid
con confianza de hijas y esperad, que vuestro Padre os aliviará y os dará la
fuerza necesaria para pasar esta tribulación vuestra o de las almas que os
están confiadas.
* * *
¡Mi alma triste y desamparada padecía angustias de muerte! Me
sentí agobiado con el peso de las más negras ingratitudes. La sangre que
brotaba de todos los poros de mi Cuerpo, y que dentro de poco saldría de todas
mis heridas, sería inútil para gran número de almas. ¡Muchas se perderían...
Muchísimas me ofenderían y otras no me conocerían siquiera...! Derramaría mi
Sangre por todas y mis méritos serían aplicados a cada una de ellas... ¡Sangre
Divina!... ¡Méritos infinitos...I Y, sin embargo, ¡inútiles para tantas y
tantas almas...! ¡Acepté el cáliz para apurarlo hasta las heces...! Todo para
enseñaros, almas queridas, a no volver atrás a la vista de los sufrimientos y a
no creerlos inútiles aun cuando no
veáis el resultado. Someted vuestro juicio y dejad que la Voluntad
Divina se cumpla en vosotras. Yo no retrocedí, antes al contrario, sabiendo que
era en el
huerto donde habían de prenderme, permanecí allí... No quise huir de
mis enemigos...
* * *
Lo dejaremos para mañana... Hoy quédate a mi disposición para que
te encuentre despierta si te necesito.
14 de marzo
Traición de Judas
Después que fui confortado por el enviado de mi Padre, vi que Judas,
uno de mis doce Apóstoles, se acercaba a Mí, y tras él venían todos los que me
habían de prender...; llevaban en las manos cuerdas, palos, y toda clase de
instrumentos para sujetarme. Me levanté y acercándome a ellos les dije: ¿A quién
buscáis? Entretanto, Judas, poniendo las manos sobre mis hombros me besó. ¡Ahí,
¿qué haces Judas?... ¿Qué significa este beso? También puedo decir a muchas
almas: ¿Qué hacéis?... ¿Por qué me entregáis con un beso?... ¡Alma a quien
amo!.., dime tú que vienes a Mí, que me recibes en tu pecho..., que me dirás
más de una vez que me amas..., ¿no me entregarás a mis enemigos cuando salgas
de aquí?... Ya sabes que en esa reunión que frecuentas hay piedras que me
hieren fuertemente, es decir, conversaciones que me ofenden... tú que me has
recibido hoy y que me vas a recibir mañana, pierdes ahí la blancura preciosa de
mi gracia!... ¿Seguirás con ese asunto que te ensucie las manos?.. ¿No sabes
que no es lícito el modo como adquieres ese dinero, alcanzas esa posición, te
procuras ese bienestar?... Mira que obras como Judas...; ahora me recibes y me
besas; dentro de unos instantes o de unas horas me prenderán los enemigos y tú
mismo les darás la señal para que me conozcan... Con esa amistad peligrosa, no
sólo me atas y me apedreas, sino que eres causa de que tal persona me ate y
apedree también...
¿Por qué me entregas así, alma que me conoces y que en más de una
ocasión te has gloriado de ser piadosa y de ejercer la caridad?... Cosas todas
que en verdad podían hacerte adquirir grandes méritos, mas, ¿qué vienen a ser
para ti, sino un velo que cubre tu delito?...
¡Alma querida!, ¿por qué te dejas llevar de esa pasión?...; no te
pido que te libres de ella, pues eso no está en tu mano; pero sí pido que
trabajes, que luches, que no te dejes dominar. Mira que el placer momentáneo
que te proporciona es como los treinta denarios en que me vendió Judas, los
cuales no le sirvieron sino para su perdición.
¡Cuántas almas me han vendido y me venderá!, por el vil precio de
un deleite, de un placer momentáneo y pasajero! ¡Ah, pobres almas! ¿A quién
buscáis?... ¿Es a Mí?.. ¿Es a Jesús a quien conocéis, a quien habéis amado y
con quien habéis hecho alianza eterna?
Dejad que os diga una palabra: Velad y orad. Luchad sin descanso y
no dejéis que vuestras malas inclinaciones y defectos lleguen a ser
habituales...
Mirad que hay que segar la hierba todos los años y quizá en las
cuatro estaciones, que la tierra hay que labrarla, y limpiarla, hay que
mejorarla y cuidar de arrancar las malezas que en ella brotan. El alma también
hay que cuidarla con mucho esmero, y las tendencias torcidas hay que
enderezarlas.
No creáis que el alma que me vende y se entrega a los mayores
desórdenes empezó por una falta grave. Esto puede suceder, pero no es lo corriente.
En general, las grandes caídas empezaron por poca cosa; un gustillo, una
debilidad, un consentimiento quizá lícito, pero poco mortificado; un placer no
prohibido,
pero poco conveniente... El alma se va cegando, disminuye la gracia,
se robustece la pasión y, por último, vence.
¡Ah, cuán triste es para el corazón de un Dios que ama
infinitamente a las almas ver tantas que se precipitan insensiblemente en el
abismo!...
15 de marzo
Traiciones de las almas escogidas
Josefa, te he dicho cómo las almas que pecan gravemente me entregan
a mis enemigos y el arma con que me hieren es el pecado... Pero no siempre se
trata de grandes pecados...; hay almas, y aun almas escogidas, que me
traicionan y me entregan con sus defectos habituales, con sus malas inclinaciones,
no combatidas, con concesiones a la naturaleza inmortificada, con faltas de caridad,
de obediencia, de silencio... Y si es triste recibir una ofensa o una
ingratitud de cualquier alma, mucho más cuando viene de almas escogidas y las
más amadas de mi Corazón. Otras, sin embargo, pueden reparar y consolarme. Sí,
almas que he escogido para que seáis mi descanso y el jardín de mis delicias;
espero de vosotras mucha mayor ternura, mucha mayor delicadeza, mucho más
amor... De vosotras espero que seáis el bálsamo que cicatrice mis heridas, que
limpie mi rostro, afeado y manchado..., que me ayudéis a dar luz a tantas almas
ciegas que en la oscuridad de la noche me prenden y me atan para darme muerte.
* * *
No me dejéis solo... Despertad y venid..., porque ya llegan mis enemigos...
Cuando se acercaron a Mí los soldados para prenderme, les dije:
«Yo Soy». Lo mismo repito al alma que se acerca al peligro y e la tentación:
«Yo Soy, Yo Soy.» Si tú quieres estás a tiempo todavía, te perdonaré, y en vez
de atarme tú con las cuerdas del pecado, Yo te ataré a ti con ligaduras de
amor.
¡Ven! Yo soy... Soy el que te ama y ha derramado toda su Sangre
por ti, y el que tiene tal compasión de tu debilidad, que está esperándote con
ansia para estrecharte en sus brazos.
¡Qué triste es para Mí cuando, después de haber llamado con tanto
amor a las almas, ellas, ingratas y ciegas, me atan y me llevan a la muerte!...
* * *
Mas... había llegado mi hora.., y dando libertad a los soldados, me
entregué con la docilidad de un cordero... En seguida me condujeron a casa de
Caifás, donde me recibieron con burlas e insultos y donde uno de los criados me
dio la primera bofetada. ¡Ah Josefa¡... ¡Entiende esto!... ¡La primera
bofetada!... ¿Me hizo sufrir más que los azotes de la flagelación?... No; pero
en esta primera bofetada vi el primer pecado mortal de tantas almas que después
de vivir en gracia, cometerían ese primer pecado... Y tras él..., ¡cuántos
otros!..., siendo causa con su ejemplo de que otras almas los cometieran
también..., y teniendo tal vez la misma desgracia: ¡morir en pecado!...
* * *
Mañana seguiremos... Pasa hoy el día reparando y pidiendo que
muchas almas conozcan a dónde las conduce el camino que llevan...
16 de marzo
Negación de San Pedro
Escribe para las almas:
¡Mis Apóstoles me habían abandonado!... Pedro, movido de curiosidad,
pero lleno de temor, se quedó oculto entre la servidumbre. A mi alrededor sólo
había acusadores que buscaban cómo acumular contra Mí delitos que pudieran
encender más la cólera de jueces tan inicuos. Me llaman perturbador, profanador
del sábado, falso profeta. La soldadesca, excitada por las calumnias,
profiere contra Mí gritos y amenazas.
* * *
¿Dónde estáis vosotros, apóstoles y discípulos que habéis sido
testigos de mi vida, de mi doctrina, de mis milagros?... ¡Ah!, de todos
aquellos de quienes esperaba alguna prueba de amor, no queda ninguno para
defenderme; me encuentro solo y rodeado de soldados, que, como lobos, quieren
devorarme. Mirad cómo me maltratan: uno descarga sobre mi rostro una bofetada,
otro me arroja su inmunda saliva; otro me tuerce el rostro en son de burla.
Mientras mi Corazón se ofrece a sufrir todos estos suplicios, Pedro,
a quien había constituido Jefe y Cabeza de la Iglesia y que algunas horas antes
había prometido seguirme hasta la muerte.,., a una simple pregunta, que podía
haberle servido para dar testimonio de Mí, ¡me niega! Y como el temor se
apodera más y más de él y la pregunta se reitera, jura que jamás me ha conocido
ni ha sido mi discípulo...
¡Ah! ¡Pedro! ¡Juras que no conoces a tu Maestro!... No sólo juras,
sino que, interrogado por tercera vez, respondes con horribles imprecaciones.
* * *
¡Almas escogidas!... Cuando el mundo clama contra Mí, ¡qué tristeza,
qué inmensa amargura para mi Corazón si, volviéndose entonces a los amigos, se
encuentra sólo y abandonado de ellos! Os diré como a Pedro: ¡Alma a quien tanto
amo¡... ¿No te acuerdas ya de las pruebas de amor que te he dado? ¿Te olvidas de
los lazos que te unen a Mí?... ¿Olvidas cuántas veces me has prometido ser fiel
y defenderme? No confíes en ti misma porque entonces estás perdida. Pero si recurres
a Mí con la humildad y firme confianza, no tengas miedo: Yo te sostendré.
Y vosotras, almas que vivís en el mundo rodeadas de tantos peligros...,
huid de las ocasiones... En cuanto a las que trabajáis en mi viña..., si os
sentís movidas por curiosidad o por alguna satisfacción humana, también os diré
que huyáis; pero si trabajáis puramente por obediencia o impulsadas por el celo
de las almas y de mi gloria, no temáis... Yo os defenderé y saldréis
victoriosas...
* * *
Cuando los soldados me conducían a la prisión, al pasar por uno de
los patios vi a Pedro, que estaba entre la turba... Le miré... El también me
miró... Y lloró amargamente su pecado. ¡Cuántas veces miro así al alma que ha
pecado!... Pero, ¿me mira ella también? ¡Ah!... Que no siempre se encuentran
estas dos miradas... ¡Cuántas veces miro al alma y ella no me mire a Mí!... No
me ve... Está ciega... La llamo por su nombre y no me responde... Le envío una
tribulación para que salga de su sueño, pero no quiere despertar... ¡Almas
queridas! Si no miráis al cielo viviréis como los seres privados de la razón...
Levantad la cabeza y ved la patria que os espera. Buscad a vuestro Dios y siempre
le encontraréis con los ojos fijos en vosotras, y en su mirada hallaréis la paz
y le vida.
17 de marzo
La Prisión
Contémplame en la prisión, donde pasé gran parte de la noche. Los
soldados venían a insultarme de palabra y de obra, empujándome, golpeándome. Al
fin, hartos de Mí, me dejaron solo, atado, en una habitación oscura y húmeda,
sin más asiento que una piedra, donde mi cuerpo dolorido se quedó al poco rato
aterido de frío...
* * *
Vamos ahora a comparar la prisión con el Sagrario, y, sobre todo,
con los corazones de los que me reciben. En la prisión, pasé una noche no
entera...; pero en el Sagrario, ¡cuántas noches y días paso!
En la prisión me ultrajaron los soldados, que eran mis enemigos...
Pero en el Sagrario me maltratan y me insultan almas que me llaman Padre... En
la prisión pasé frío y sueño, hambre y sed, vergüenza, dolores, soledad y
desamparo..., y desde allí veía, en el transcurso de los siglos, tantos
Sagrarios en los que me faltaría el abrigo del amor... Cuántos corazones helados
serían para mi cuerpo frío y herido como la piedra de la prisión!
¡Cuántas veces tendría sed de amor, sed de almas!... ¡Cuántos días
espero que tal alma venga a visitarme en el Sagrario y a recibirme en su
corazón!
¡Cuántas noches me paso solo... y pensando en ella!... ¡Qué de
veces siento hambre de mis almas!... de su fidelidad generosa:
¿Sabrán calmarla con aquella ocasión de vencerse.., con esta ligera
mortificación?... ¿Sabrán, cuando llegue la hora del dolor..., cuando hayan de
pasar por una humillación..., una contrariedad..., una pena de familia o un
momento de soledad y desolación, decirme desde el fondo del alma: «Os lo
ofrezco para aliviar vuestra tristeza, para acompañaros en vuestra soledad?»
¡Ah! Si de este modo supieran unirse a Mí. ¡Con cuánta paz pasarían
por aquella tribulación! Su alma saldría de ella fortalecida y habrían aliviado
mi Corazón.
En la prisión sentí vergüenza al oír las horribles palabras que se
proferían contra Mí..., y esta vergüenza creció al ver que más tarde esas mismas
palabras serían repetidas por almas muy amadas.
Cuando aquellas manos sucias y repugnantes descargaban sobre Mí
golpes y bofetadas, vi cómo sería muchas veces golpeado y abofeteado por tantas
almas que, sin purificarse de sus pecados, me recibirán en sus corazones, y con
sus pecados habituales descargarían sobre Mí repetidos golpes.
Cuando en la prisión me empujaban, y Yo, atado y falto de fuerzas,
caía en tierra, vi cómo tantas almas, por no renunciar a una vana satisfacción
me despreciarían, y atándome con las cadenas de su ingratitud me arrojarían de
su corazón y me dejarían caer en tierra renovando mi vergüenza y prolongando mi
soledad.
«¡Almas escogidas! Mirad a vuestro Esposo en la prisión; contempladle
en esta noche de tanto dolor... Y considerad que este dolor se prolonga en la
soledad de tantos Sagrarios, en la frialdad de tantos corazones...
Si queréis darme una prueba de vuestro amor, abridme vuestro pecho
para que haga de él mi prisión.
Atadme con las cadenas de vuestro amor... Cubridme con vuestras
delicadezas... Alimentadme con vuestra generosidad... Apagad mi sed con vuestro
celo...
Consolad mi tristeza y desamparo con vuestra fiel compañía. Haced
desaparecer mi dolorosa vergüenza con vuestra pureza y rectitud de intención.
Si queréis que descanse en vosotras, evitad el tumulto de pasiones,
y en el silencio de vuestra alma dormiré tranquilo; de vez en cuando oiréis mi
voz que os dice suavemente: Esposa mía, que ahora eres mi descanso, Yo seré el
tuyo en la eternidad; a ti, que con tanto desvelo y amor me procuras la prisión
de tu corazón, Yo te prometo que mi recompensa no tendrá límites y no te
pesarán los sacrificios que hayas hecho por Mí durante tu vida».
* * *
20 de marzo
Imitación del divino Prisionero
«¡Escucha los deseos que entonces sentía mi Corazón!...
Me consumía de amor el pensamiento de tantas y tantas almas a
quienes este ejemplo había de inspirar el deseo de seguir mis huellas.
Las veía fieles imitadoras de mi Corazón, aprendiendo de Mí mansedumbre,
paciencia, serenidad, no sólo para aceptar los sufrimientos y desprecios, sino
aun para amar a los que las persiguen y, si fuera preciso, sacrificarse por
ellos como Yo me sacrifiqué.
El amor me encendía más y más en deseos de cumplir la Voluntad de
mi Padre, y mi Corazón, más fuertemente unido a El en éstas horas de soledad y
dolor, se ofrecía a reparar su gloria ultrajada...»
* * *
Así vosotras, almas religiosas que os halláis en prisión voluntaria
por amor; que más de una vez pasáis a los ojos de las criaturas por inútiles y
quizá por perjudiciales: ¡No temáis! Dejad que griten contra vosotras, y en
estas horas de soledad y de dolor, que vuestro corazón se una íntimamente a
Dios, único objeto de vuestro amor. ¡Reparad su gloria ultrajada por tantos
pecados!...»
El mismo día
«Mi reino no es de este mundo»
«Al amanecer del día siguiente, Caifás ordenó que me condujeran a
Pilatos para que pronunciara la sentencia de muerte. Este me interrogó con gran
sagacidad, deseoso de hallar causa de condenación; pero al mismo tiempo su
conciencia le
remordía y sentía gran temor ante la injusticia que contra Mí iba
a cometer; al fin encontró un medio para desentenderse de Mí, y mandó me
condujeran a Herodes. En Pilatos están fielmente representadas las almas que, sintiendo
la lucha entre la gracia y sus pasiones, se dejan dominar por el respeto humano
y por su excesivo amor propio.»
«A todas las preguntas que Pilatos me hizo, nada respondí; mas
cuando me dijo: «Eres tú el Rey de los Judíos?» Entonces, con gravedad y
entereza, le dije: «Tú lo has dicho. Yo soy Rey, pero mi Reino no es de este
mundo.»
Con estas palabras quise enseñar a muchas almas cómo cuando se
presenta la ocasión de soportar el sufrimiento, una humillación que podrían
fácilmente evitar, deben contestar con generosidad.
«Mi reino no es de este mundo»; es decir: no busco las alabanzas
de los hombres; mi patria no es ésta; ya descansaré en la que lo es
verdaderamente; ahora, ánimo para cumplir mi deber, sin tener en cuenta la
opinión del mundo... No retrocederé, escucharé In voz de la gracia, ahogando
los gritos de la naturaleza. Y si no soy capaz de vencer sola, pediré fuerzas y
consejos, pues
en muchas ocasiones las pasiones y el excesivo amor propio ciegan
al alma y la impulsan a obrar, el mal.»
El mismo día
En casa de Herodes
«Pilatos mandó que me llevaran a la presencia de Herodes. Era éste
un hombre corrompido, que no buscaba más que el placer, dejándose arrastrar de
sus pasiones desordenadas. Se alegró de verme comparecer ante su tribunal, pues
esperaba divertirse con mis discursos y milagros.»
* * *
«Considerad, almas queridas, la repulsión que experimenté al verme
ante aquel hombre vicioso, cuyas palabras, gestos y movimientos me cubrían de
confusión.
¡Almas queridas y virginales! Venid a rodear y a defender a vuestro
Esposo...
Herodes esperaba que Yo contestaría a sus preguntas sarcásticas,
pero no quise desplegar mis labios; guardé en su presencia el más profundo
silencio. No contestar, era la mayor prueba que podía darle de mi dignidad. Sus
palabras, obscenas, no merecían cruzarse con las mías, purísimas.
Entretanto, mi Corazón estaba íntimamente unido a mi Padre Celestial.
Me consumía en deseos de dar por las almas hasta la última gota de mi Sangre.
El pensamiento de todas las que, más tarde, habían de seguirme, conquistadas
por mis ejemplos y por mi liberalidad, me encendían en amor, y no sólo gozaba
en aquel terrible interrogatorio, sino que deseaba soportar el suplicio de la Cruz.
Dejé que me trataran de loco y me cubrieran con una vestidura blanca
en señal de burla; después, en medio de gritos furiosos, me llevaron de nuevo a
la presencia de Pilotos.»
El mismo día
La Flagelación
«Mira cómo este hombre, confundido y enredado en sus propios
lazos, no sabe qué hacer de Mí, y para apaciguar el furor del populacho manda
que me hagan azotar.»
* * *
Así son las almas cobardes, que faltas
de generosidad para romper enérgicamente con las exigencias del mundo o de sus propias
pasiones, en vez de cortar de raíz aquello que la conciencia les reprende,
ceden a un capricho, se conceden una ligera satisfacción, capitulan en parte
con lo que la pasión exige.
Y para acallar los remordimientos, se dicen a sí mismas: — Ya me
he privado de esto, —sin ver que es sólo la mitad de lo que la gracia les pide.
Sólo diré una palabra... Alma querida, como Pilatos me haces flagelar.
Ya has dado un paso... Mañana darás otro... ¿Crees Satisfacer así tu pasión?
No...; pronto te pedirá más, y como no has tenido valor para luchar con tu
propia naturaleza en esta pequeñez, mucho menos la tendrás después cuando la
tentación sea mayor.
* * *
Miradme, almas tan amadas de mi Corazón, dejándome conducir con la
mansedumbre de un cordero al terrible y afrentoso suplicio de la flagelación...
Sobre mi cuerpo ya cubierto de golpes y agobiado de cansancio, los
verdugos descargan cruelmente, con cuerdas embreadas y con varas, terribles
azotes. Y es tanta la violencia con que me hieren, que no quedó en Mí un solo
hueso que no fuese quebrantado por el más terrible dolor... La fuerza de los
golpes me produjo innumerables heridas... Las varas arrancaban pedazos de piel
y carne divina... La Sangre brotaba de todos los miembros de mi Cuerpo, que
estaba en tal estado, que más parecía monstruo que hombre.
¡Ah! ¿Cómo podéis contemplarme en este mar de dolor y de amargura
sin que vuestro corazón se mueva a compasión? Pero no son los verdugos los que
me han de consolar, sino vosotras, almas escogidas, aliviad mi dolor...
¡Contemplad mis heridas y ved si hay quien haya sufrido tanto para
probaros su amor!...
22 de marzo
Jesús coronado de espinas y tratado como Rey de Burla
Cuando los brazos de aquellos hombres crueles quedaron rendidos a
fuerza de descargar golpes sobre mi Cuerpo, colocaron sobre mi cabeza una
corona tejida con ramas de espinas, y desfilando por delante de Mí me decían:
¿Conque eres Rey? ¡Te saludamos!...
Unos me escupían, otros me insultaban..., otros descargaban nuevos
golpes sobre mi cabeza; cada uno añadía un nuevo dolor a mi Cuerpo maltratado y
deshecho.
* * *
No rehúyo la humillación, antes me abrazo con ella, para expiar
los pecados de soberbia y atraer a las almas a imitar mi ejemplo.
Permití que me coronasen de espinas y que mi cabeza sufriera
cruelmente para expiar la soberbia de muchas almas que rehúsan aceptar aquello
que las rebaja a los ojos de las criaturas.
Consentí que pusieran sobre mis hombros un manto de escarnio y que
me llamasen loco; para que las almas no se desdeñen de seguirme por un camino
que a los mundanos parece bajo y vil y quizá a ellas mismas indigno de su
condición.
No, almas queridas, no hay camino, estado ni condición humillante
cuando se trata de cumplir la Voluntad Divina...; no queráis resistir, buscando
con vanos y soberbios pensamientos el modo de seguir la voluntad de Dios
haciendo la vuestra.
Ni creáis que hallaréis la verdadera paz y alegría en una condición
más o menos brillante a los ojos de las criaturas... No; sólo la encontraréis
en el exacto cumplimiento de la Voluntad Divina y en la entera sumisión para
aceptar todo lo que ella os pida.
* * *
Hay en el mundo muchas jóvenes que cuando llega el momento de
decidirse para contraer matrimonio, se sienten atraídas hacia aquel en quien
descubren cualidades de honradez, vida cristiana y piadosa, fiel cumplimiento
del deber, así en el trabajo como en el seno de le familia; todo, en fin, lo
que puede llenar las aspiraciones de su corazón.
Pero en aquella cabeza germinan pensamientos de soberbia; y
empiezan a discurrir así. Tal vez éste satisfaría los anhelos de mi corazón,
pero en cambio no podré figurar ni lucir en el mundo.
Entonces se ingenian para buscar otro, en el cual pasarán por más nobles,
más ricas, llamarán la atención y se granjearán la estima y los halagos de las
criaturas.
¡Ay! ¡Cuán neciamente se ciegan estas pobres almas! Óyeme, hija
mía; no encontrarás la verdadera felicidad en este mundo, y... quizá no la
encuentres tampoco en el otro. ¡Mira que te pones en gran peligro!
¿Y qué diré a tantas almas a quienes llamo a la vida perfecta, a
una vida de amor, y que se hacen sordas a mi voz?
¡Cuántas ilusiones, cuánto engaño hay en almas que aseguran están
dispuestas a hacer mi Voluntad, a seguirme, a unirse y consagrarse a Mí, y, sin
embargo, clavan en mi cabeza la corona de espinas!
Hay almas a quienes quiero por esposas y, conociendo como conozco
los más ocultos repliegues de su corazón, amándolas como las amo, con
delicadeza infinita, deseo colocarlas allí donde en mi sabiduría veo que
encontrarán todo cuanto necesitan para llegar a una encumbrada santidad. Allí
donde mi Corazón se manifestará a ellas y donde me darán más gloria..., más
consuelo.., más amor y más almas.
¡Pero cuántas resistencias!... ¡Y cuántas decepciones sufre mi Corazón!
¡Cuántas almas ciegas por el orgullo, la sed de fama y de honra, el deseo de
contentar sus vanos apetitos, y una baja y mezquina ambición de ser tenidas en
algo..., se niegan a seguir el camino que les traza mi amor!
Almas por Mí escogidas con tanto cariño, ¿creéis darme la gloria
que Yo esperaba de vosotras haciendo vuestro gusto?
¿Creéis cumplir mi Voluntad resistiendo a la voz de la gracia que os
llama y encamina por esa senda que vuestro orgullo rechaza?
23 de marzo
Barrabás preferido a Jesús
Vamos a seguir hablando de estas pobres almas que se dejan engañar
por el orgullo y la soberbia.
* * *
Coronado de espinas y cubierto con un manto de púrpura, los soldados
me presentaron de nuevo a Pilatos. No encontrando en Mí delito para castigarme,
Pilatos me hizo varias preguntas, diciéndome que por qué no le contestaba
siendo así que él tenía todo poder sobre Mí... Entonces, rompiendo mi silencio,
le dije: No tendrías ese poder si no se te hubiese dado de arriba; pero es
preciso que se cumplan las Escrituras.
Y cerrando de nuevo los labios me entregué...
Pilatos, perturbado por el aviso de su mujer y perplejo entre los
remordimientos de su conciencia y el temor de que el pueblo se amotinase contra
él, buscaba medios para libertarme..., y me expuso a la vista del populacho en
el lastimoso estado en que me hallaba, proponiéndoles darme la libertad y
condenar en mi lugar a Barrabás, que era un ladrón y criminal famoso... A una
voz, contestó el pueblo:
— ¡Que muera y que Barrabás sea puesto en libertad!
* * *
Almas que me amáis, ved cómo me han comparado a un criminal y ved
cómo me han rebajado más que al más perverso de los hombres... ¡Oíd qué
furiosos gritos lanzan contra Mí!... ¡Ved con qué rabia piden mi muerte!
¿Rehusé, acaso, pasar por tan penosa afrenta? No, antes al contrario, me abracé
con ella por amor a las almas y para mostraros que este amor no me llevó tan
sólo a la muerte, sino al desprecio, a la ignominia, al odio de los mismos por quienes
iba a derramar mi Sangre con tanta profusión.
No creáis, sin embargo, que mi naturaleza humana no sintió repugnancia
ni dolor...; antes, al contrario, quise sentir todas vuestras repugnancias y
estar sujeto a vuestra misma condición, dejándoos un ejemplo que os fortalezca
en todas las circunstancias de la vida.
* * *
Ahora quiero volver a tratar de las almas de quienes hablaba ayer.
De esas almas a quienes llamo al estado perfecto, pero vacilan, diciendo entre
sí: «No puedo resignarme a esta vida de oscuridad..., no estoy acostumbrada a
estos quehaceres tan bajos...; ¿qué dirán mi familia, mis amistades? Y se
persuaden de que con la capacidad que tienen o creen tener, serán más útiles en
otro lugar.
Voy a responder a estas almas: «Dime, ¿rehusé Yo o vacilé siquiera
cuando me vi nacer de familia pobre y humilde..., en un establo, lejos de mi
casa y de mi patria..., de noche..., en la más cruda estación del año?...
Después viví treinta años de trabajo oscuro y rudo en un taller de
carpintero; pasé humillaciones y desprecios de parte de los que encargaban
trabajo a mi Padre San José..., no me desdeñé de ayudar a mi Madre en las
faenas de la casa..., y, sin embargo, ¿no tenía más talento que el que se
requiere para ejercer el tosco oficio de carpintero, Yo que a la edad de doce
años enseñé a los Doctores en el Templo?
Pero era la Voluntad de mi Padre Celestial y así le glorificaba. Cuando
dejé Nazaret y empecé mi vida pública, habría podido darme a conocer por Mesías
e Hijo de Dios, para que los hombres escuchasen mis enseñanzas con veneración;
pero no lo hice porque mi único deseo era cumplir la voluntad de mi Padre...
Y cuando llegó la hora de mi Pasión, a través de la crueldad de
los unos y de las afrentas de los otros, del abandono de los míos y de la
ingratitud de las turbas..., a través del indecible martirio de mi Cuerpo y de
las vivísimas repugnancias de mi naturaleza humana, mi alma, con mayor amor
aún, se abrazaba con la Voluntad de mi Padre Celestial... Cuando, después de
haber pasado por encima de las repugnancias y sutilezas de amor propio, que os
sugiere vuestra naturaleza..., abracéis con generosidad la Voluntad Divina,
sólo entonces llegaréis a gozar de las más inefables dulzuras, en una íntima
unión de voluntades, entra el Divino Esposo y vuestra alma.
* * *
Esto que he dicho a las almas que sienten honor a la vida humilde
y oscura, lo repito a las que, por el contrario, son llamadas a trabajar en
continuo contacto con el mundo, cuando su atractivo sería la completa soledad y
los trabajos humildes y ocultos...
¡Almas escogidas! Vuestra felicidad y vuestra perfección no consiste
en ser conocidas o desconocidas de las criaturas, ni en emplear u ocultar el
talento que poseéis... Lo único que os procurará felicidad cumplida es hacer la
voluntad dé Dios, abrazarla con amor y por amor unirse y conformarse con entera
sumisión a todo lo que por su gloria y vuestra santificación os pida.
* * *
Basta por hoy, Josefa; mañana continuaré. Ama y abraza mi Voluntad
alegremente: ya sabes que está en todo trazada por el amor.
24 de marzo
Jesús condenado a muerte
Medita por un momento el indecible martirio de mi Corazón, tan
tierno y delicado al verse pospuesto a Barrabás... ¡Cómo recordaba entonces las
ternuras de mi Madre, cuando me estrechaba sobre su Corazón! ¡Cuán presente
tenía los
desvelos y fatigas que para mostrarme su amor sufrió mi Padre adoptivo!
¡Cuán vivamente se presentaban a mi memoria los beneficios que con tanta
liberalidad derramé sobre aquel pueblo ingrato!... ¡Dando vista a los ciegos,
devolviendo la salud a los enfermos, el uso de sus miembros a los que lo habían
perdido!...
¡Dando de comer a las turbas y resucitando a los muertos! Y ahora,
¡vedme reducido al estado más despreciable! ¡Soy el más odiado de los hombres y
se me condena a muerte como a un ladrón infame!... ¡Pilatos ha pronunciado la
sentencia! ¡Almas queridas! ¡Considerad atentamente cuánto sufrió mi Corazón!
El mismo día
Desesperación de Judas
Desde que Judas me entregó en el Huerto de los Olivos, anduvo
errante y fugitivo, sin poder acallar los gritos de su conciencia, que le
acusaba del más horrible sacrilegio. Cuando llegó a sus oídos la sentencia de
muerte pronunciada contra Mí, se entregó a la más terrible desesperación y se
ahorcó.
¿Quién podrá comprender el dolor intenso de mi Corazón cuando vi
lanzarse a la perdición eterna esa alma que había pasado tres años en la
escuela de mi amor, aprendiendo mi doctrina, recibiendo mis enseñanzas, oyendo
tantas veces cómo perdonaban mis labios a los más grandes pecadores?
¡Ah! ¡Judas! ¿Por qué no vienes a arrojarte a mis pies para que te
perdone? Si no te atreves a acercarte a Mí por temor a los que me rodean,
maltratándome con tanto furor, mírame al menos, ¡verás cuán pronto se fijan en
ti mis ojos!...
«Almas que estáis enredadas en los mayores pecados... si por más o
menos tiempo habéis vivido errantes y fugitivas a causa de vuestros delitos, si
los pecados de que sois culpables os han cegado y endurecido el corazón, si por
seguir alguna pasión habéis caído en los mayores desórdenes, ¡ah!, no dejéis
que se apodere de vosotras la desesperación, cuando os abandonen los cómplices de
vuestro pecado o cuando vuestra alma se dé cuenta de su culpa... ¡Mientras el
hombre cuenta con un instante de vida, aun tiene tiempo de recurrir a la
misericordia y de implorar el perdón!
Si sois jóvenes y los escándalos de vuestra vida pasada os han
degradado ante los hombres, ¡no temáis! Aun cuando el mundo os desprecie, os
trate de malvados, os insulte, os Abandone, estad seguros de que vuestro Dios
no quiere que vuestra alma sea pasto dé las llamas del infierno. Desea que os
acerquéis a El para perdonaros. Si no os atrevéis a hablarle, dirigidle miradas
y suspiros del corazón y pronto seréis que su mano bondadosa y paternal os
conduce a la fuente del perdón y de la vida.
Si por malicia habéis pasado quizá gran parte de vuestra vida en
el desorden o en la indiferencia, y cerca ya de la eternidad, la desesperación
quiere poneros una venda en los ojos, no os dejéis engañar; aun es tiempo de
perdón, y ¡oídlo bien!; si os queda un segundo de vida, aprovechadlo, porque en
él podéis ganar la vida eterna...
Si ha transcurrido vuestra existencia en la ignorancia y el error,
si habéis sido causa de grandes daños para los hombres, para la sociedad, y
hasta para la Religión y por cualquier circunstancia conocéis vuestro error, no
os dejéis abatir por el peso de las faltas ni por el daño de que habéis sido
instrumento, sino por el contrario, dejando que vuestra alma se penetre del más
vivo pesar, abismaos en la confianza y recurrid al que siempre os está esperando
para perdonaros todos los yerros de vuestra vida.»
* * *
Lo mismo sucede, si se trata de un alma que ha pasado los primeros
años de su vida en la fiel observancia de mis Mandamientos, pero que ha decaído
poco a poco del fervor, pasando a una vida tibia y cómoda… Pero un día recibe
una fuerte sacudida que la despierta; entonces aparece su vida inútil, vacía,
sin méritos para la eternidad. El demonio, con infernal envidia, la ataca de
mil maneras, le inspira desaliento y tristeza, abultándole sus faltas, acaba
por llevarla al temor y a la desesperación.
¡Almas que tanto amo, no escuchéis este cruel enemigo!... En cuanto
sientas la emoción de la gracia y antes de que sea más fuerte la lucha, acude a
mi Corazón, pídele que vierta una gota de su Sangre sobre tu alma. ¡Ven a Mí!
Ya sabes dónde me encuentro, en los brazos paternales de tus Superiores. Allí
estoy bajo el velo de la fe. Levanta ese velo y dime con entera confianza tus penas,
tus miserias, tus caídas... Escucha con respeto mis palabras y no temas por lo
pasado. Mi Corazón lo ha sumergido en el abismo de mi misericordia y mi amor te
prepara nuevas gracias. Tu vida pasada te dará la humildad que te llenará de
méritos, y si quieres darme la mejor prueba de amor, ten confianza y cuenta con
mi perdón. Cree que nunca llegarán a ser mayores tus pecados que
mi misericordia, pues es infinita.
* * *
«¡Josefa! Permanece sumergida en el abismo de mi amor y pide que
las almas se dejen penetrar de esos sentimientos!»
26 de marzo, Lunes Santo
Camino del Calvario
«Vamos a continuar, Josefa; sígueme en el camino del Calvario,
agobiado bajo el peso de la Cruz. En tanto que mi Corazón estaba profundamente
abismado en la tristeza por la eterna perdición de Judas, los crueles verdugos,
insensibles a mi dolor, cargaron sobre mis hombros llagados la dura y pesada
Cruz en que había de consumar el misterio de la Redención del mundo. ¡Contempladme,
ángeles del cielo!... ¡Ved al Creador de todas las maravillas, al Dios a quien
rinden adoración los espíritus celestiales, caminando hacia el Calvario y
llevando sobre sus hombrón el leño santo y bendito que va a recibir su último
suspiro!...
Vedme también vosotras, almas que deseáis ser mis fieles imitadoras.
Mi Cuerpo, destrozado por tanto tormento, camina sin fuerzas, bañado de sudor y
de sangre... ¡Sufro... sin que nadie se compadezca de mi dolor!... La multitud
me acompaña y no hay una sola persona que tenga piedad de Mí!... ¡Todos me
rodean como lobos hambrientos, deseosos de devorar su presa!
¡La fatiga que siento es tan grande y la Cruz tan pesada, que a
mitad del camino caigo desfallecido!... Ved cómo me levantan aquellos hombres
inhumanos del modo más brutal: uno me agarra de un brazo, otro tira de mis
vestidos, que estaban pegados a mis heridas!...; éste me coge por el cuello,
otro por los cabellos, otros descargan terribles golpes en todo mi Cuerpo, con
los puños y
hasta con los pies. La Cruz cae encima de Mí y su peso me causa nuevas
heridas. Mi rostro roza con las piedras del camino, y con la sangre que por él
corre, se pegan a mis ojos y a toda mi Sagrada Faz el polvo y el lodo, y quedo
convertido en el objeto más repugnante.
El mismo día.
Encuentro con la Santísima Virgen
Seguid conmigo unos momentos y a los pocos pasos me veréis en
presencia de mi Madre Santísima, que con el Corazón traspasado de dolor sale a
mi encuentro para dos fines: cobrar nueva fuerza para sufrir a la vista de su
Dios..., y dar a su Hijo con su actitud heroica aliento para continuar la obra
de la Redención.
* * *
Considerad el martirio de estos dos Corazones:
Lo que más ama mi Madre es su Hijo..., y no puede darme ningún
alivio, y sabe que su vista aumentará mis sufrimientos. Para Mí lo más grande
es mi Madre, y no solamente no la puedo consolar, sino que el lamentable estado
en que me ve procura a su Corazón un sufrimiento semejante al mío. ¡La muerte que
Yo sufro en el Cuerpo la recibe mi Madre en el Corazón! ¡Ah! ¡Cómo se clavan en
Mí sus ojos, y los míos, oscurecidos y ensangrentados, se clavan también en
Ella! No pronunciamos una sola palabra; pero ¡cuántas cosas se dicen nuestros
Corazones en esta dolorosa mirada!...
Si, mi Madre estuvo presente a todos los tormentos de mi Pasión,
que por revelación divina se presentaba a su espíritu. Además, varios
discípulos, aunque permaneciendo lejos por miedo a los judíos, procuraban
enterarse de todo e informaban a mi Madre. Cuando supo que ya se había
pronunciado la sentencia de muerte, salió a mi encuentro y no me abandonó hasta
que me depositaron en el sepulcro.
27 de marzo, Martes Santo
El Cireneo
Sigue contemplándome, Josefa...; la comitiva avanza hacia el Calvario...
Aquellos hombres inicuos, temiendo verme morir antes de llegar al
término, se entienden entre sí para buscar a alguien que me ayude a llevar la
Cruz, y alquilan a un hombre de las cercanías llamado Simón.
Mira detrás de Mí a Simón ayudándome a llevarla, y considera, ante
todo, dos cosas: Este hombre, aunque de buena voluntad, es un mercenario, porque
si me acompaña y comparte conmigo el peso de la Cruz, es porque ha sido
«alquilado». Por eso, cuando siente demasiado cansancio deja caer más peso
sobre Mí, y así caigo en tierra dos veces. Además, este hombre me ayuda a
llevar parte de la Cruz, pero no toda la Cruz. Veamos el sentido de estas dos
circunstancias.
* * *
Hay muchas almas que caminan así en pos de Mí. Se comprometen a
ayudarme a llevar la Cruz, pero todavía desean consuelo y descanso; consienten
en seguirme y con este fin han abrazado la vida perfecta; pero no abandonan el
propio interés, que sigue siendo, en muchos casos, su primer cuidado: por eso
vacilan y dejan caer mi Cruz cuando les pesa demasiado. Buscan la manera de
sufrir lo menos posible, miden su abnegación, evitan cuanto pueden la
humillación y el cansancio..., y acordándose, quizá con pesar de lo que
dejaron, tratan de procurarse ciertas comodidades, ciertos placeres. En una
palabra, hay almas tan interesadas y tan egoístas, que han venido en mi
seguimiento más por ellas que por Mí... Se resignan tan sólo a soportar lo que
no pueden evitar o aquello a que las obligan... No me ayudan a llevar más que
una partecita de mi Cruz, y de tal suerte, que apenas pueden adquirir los
méritos indispensables para su salvación. Pero en la eternidad verán ¡qué atrás
se han quedado en el camino que debían recorrer!...
Por el contrario, hay almas, y no pocas, que, movidas por el deseo
de su salvación, pero, sobre todo, por el amor que les inspira la vista de lo
que por ellas he sufrido, se deciden a seguirme por el camino del Calvario; se
abrazan con la vida perfecta y se entregan a mi servicio, no para ayudarme a
llevar parte de la Cruz, sino para llevarla entera. Su único deseo es
descansarme..., consolarme...; se ofrecen a todo cuanto les pida mi Voluntad,
buscando cuanto
pueda agradarme; no piensan en los méritos ni en la recompensa que
les espera, ni n el cansancio, ni en el sufrimiento...; lo único que tienen
presente es el amor que me demuestran y el consuelo que me procuran. Si mi Cruz
se presenta bajo la forma de una enfermedad, si se oculta debajo de una
ocupación contraria a sus inclinaciones o poco conforme a sus aptitudes, si va
acompañada de algún olvido de las personas que las rodean, la aceptan con
entera sumisión.
Suponed que, llenas de buenos deseos y movidas de grande amor a mi
Corazón y de celo por las almas, hacen lo que creen mejor en tal o cual
circunstancia; mas en vez del resultado que esperaban recogen toda clase de
molestias y humillaciones... Esas almas que obran sólo a impulsos del amor se
abrazan con todo, y viendo en ello mi Cruz, la adoran y se sirven de ella para
procurar mi Gloria.
¡Ah!, estas almas son las que verdaderamente llevan mi Cruz, sin
otro interés ni otra paga que mi amor... Son las que me consuelan y glorifican.
Tened, ¡almas queridas!; como cosa cierta, que si vosotras no veis
el resultado de vuestros sufrimientos y de vuestra abnegación, o lo veis más
tarde, no por eso han sido vanos e infructuosos; antes, por el contrario; el
fruto será abundante.
El alma que ama de veras no cuenta lo que ha trabajado, ni pesa lo
que ha sufrido. No regatea fatigas ni trabajos. No espera recompensa: busca tan
sólo aquello que cree de mayor gloria para su Amado. No se turba ni se
inquieta, y mucho menos pierde la paz si, por cualquier circunstancia, se ve
contrariada y aun tal vez perseguida y humillada, porque el único móvil de sus
actos es el amor y sólo por amor ha obrado. Estas son las almas que no buscan
salario. Lo único que esperan es mi consuelo, mi descanso y mi gloria. Estas
son las que llevan toda mi Cruz y todo el peso que mi Voluntad Santa quiere cargar
sobre ellas.
28 de marzo, Miércoles Santo
Crucifixión
¡Ya estamos cerca del Calvario! ¡La multitud se agita porque se
acerca el terrible momento... Extenuado de fatiga, apenas si puedo andar!
Tres veces he caído en el trayecto. Una, a fin de dar fuerza de
convertirse a los pecadores habituados al pecado; otra, para dar aliento a las
almas que caen por fragilidad, y a las que ciega la tristeza o la inquietud; la
tercera, para ayudarlas a salir del pecado a la hora de la muerte.
¡Mira con qué crueldad me rodean estos hombres endurecidos! Unos
tiran de la Cruz y la tienden en el suelo; otros me arrancan los vestidos
pegados a las heridas, que se abren de nuevo y vuelve a brotar la sangre.
Mirad, ¡almas queridas!, ¡cuánta es la vergüenza que padezco al
verme así ante aquella inmensa muchedumbre! ¡Qué dolor para mi cuerpo y que
confusión para mi alma!...
Los verdugos me arrancan la túnica que con tanta delicadeza y
esmero me vistió mi Madre en mi infancia y que había ido creciendo a medida que
Yo crecía, ¡y la sortean!... ¿Cuál sería la aflicción de mi Madre, que
contemplaba esta terrible escena?...
¡Cuánto hubiera deseado Ella conservar aquella túnica teñida y empapada
ahora con mi Sangre!
* * *
«Pero... ha llegado la hora, y tendiéndome sobre la Cruz, los verdugos
cogen mis brazos y los estiran para que lleguen a los taladros preparados en
ella. Con tal atroces sacudidas todo mi Cuerpo se quebranta, se balancea de un
lado a otro y las espinas de la corona penetran en mi cabeza más profundamente.
¡Oíd el primer martillazo que clava mi mano derecha...; resuena
hasta las profundidades de la tierra!... Ya clavan mi mano izquierda...; ante
semejante espectáculo los cielos se estremecen; los ángeles se postran. ¡Yo
guardo profundo silencios... ¡Ni una queja se escapa de mis labios!
Después de clavarme las manos, tiran cruelmente de los pies...;
las llagas se abren..., los nervios se desgarran..., los huesos se
descoyuntan... ¡El dolor es inmenso!... ¡Mis pies quedan traspasados..., y mi
Sangre baña la tierra!...»
* * *
Contemplad un instante estas manos y estos pies ensangrentados…,
este cuerpo desnudo, cubierto de heridas y de sangre... Esta cabeza traspasada
por agudas espinas, empapada en sudor, llena de polvo y de sangre... Admirad el
silencio, la paciencia y la conformidad con que acepto este cruel sufrimiento.
¿Quién es el que sufre así víctima de tales ignominias?...; ¡Es Jesucristo,
el Hijo de Dios!... El que ha hecho los cielos, la tierra, el mar y todo lo que
existe...; el que ha creado al hombre, el que todo lo sostiene con su poder
infinito... Está ahí inmóvil..., despreciado..., despojado de todo... Pero muy
pronto será imitado y seguido por multitud de almas que abandonarán bienes de
fortuna, patria, familia, honores, bienestar y cuanto sea necesario para darle
la gloria y el amor que le son debidos»
* * *
«¡Estad atentos, Ángeles del Cielo!, y vosotros, todos los que me
amáis. Los soldados van a dar la vuelta a la Cruz para remachar los clavos y
evitar que, con el peso de mi cuerpo, se salgan y lo dejen caer. ¡Mi cuerpo va
a dar a la tierra el beso de paz! ¡Mientras los martillazos resuenan por el
espacio, en la cima del Calvario se realiza el espectáculo más admirable!... A
petición de mi Madre, que contemplando lo que pasaba y siéndole a Ella imposible
darme alivio, implora la misericordia de mi Padre Celestial..., legiones de
Ángeles bajan a sostener mi cuerpo adorable para evitar que roce la tierra y
que lo aplaste el peso de la Cruz...»
* * *
«¡Contempla a tu Jesús tendido en la Cruz!..., sin poder hacer el menor
movimiento..., desnudo..., sin fama..., sin honra, sin libertad... Todo se lo
han arrebatado... ¡No hay quien se apiade y se compadezca de su dolor...; sólo recibe
tormentos, escarnios y burlas!...; si me amas de veras, ¿qué no harás para
asemejarte a Mí? ¿A qué no estarás dispuesta para consolarme? Y ¿qué rehusarás
a mi amor?
* * *
Ahora póstrate en tierra y deja que te diga una palabra:
¡Que mi Voluntad triunfe en ti!
¡Que mi Amor te destruya!
¡Que tu miseria me glorifique!»
30 de marzo, Viernes Santo.
Las siete palabras
«Josefa, ya conoces mis sufrimientos... Sígueme en ellos... Acompáñame
y toma parte en mi dolor...»
* * *
«¡Ya ha llegado la hora de la Redención del mundo! Me van a levantar
y a ofrecer como espectáculo de burla..., pero también de admiración... ¡Esta
Cruz que hasta aquí era el patíbulo donde expiraban los criminales, es ahora la
luz del mundo, el objeto de mayor veneración. En mis llagas encontrarán los
pecadores el perdón y la vida... ¡Mi Sangre lavará y borrará todas sus
manchas!... ¡En mis llagas las almas puras vendrán para saciar su sed y abrasarse
en amor!... ¡En ellas podrán guarecerse y fijar su morada!...»
* * *
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
«No han conocido al que es su vida. ¡Han descargado sobre El todo
el furor de sus iniquidades!... Mas, Yo os lo ruego, ¡oh Padre mío!...,
descargad sobre ellos la fuerza de vuestra misericordia.»
Hoy estarás conmigo en el Paraíso
«Porque tu fe en la misericordia de tu Salvador ha borrado tus crímenes...;
ella te conduce a la vida eterna.»
Mujer, he ahí a tu hijo
«¡Madre mía!, he ahí a mis hermanos... ¡Guárdalos!... ¡Ámalos!...»
No estáis solos, vosotros por quienes he dado mi vida. Tenéis ahora
una Madre a la que podéis recurrir en todas vuestras necesidades. Y ahora el
amor me lleva a unir a todos los hombres con lazos de hermandad, dándoles a
todos mi misma Madre.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me habéis desamparado?
«Sí, el alma tiene ya derecho a decir a Dios: ¿Por qué me has desamparado?...
Porque, después de consumado el misterio de la Redención, el hombre ha vuelto a
ser hijo de Dios, hermano de Jesucristo, heredero de la vida eterna...»
Tengo sed
«¡Oh! ¡Padre mío!... Tengo sed de vuestra gloria..., y he aquí que
ha llegado la hora... En adelante, realizándose mis palabras, el mundo conocerá
que sois Vos el que me enviasteis y seréis glorificado. Tengo sed de almas, y
para refrigerar esta sed he derramado hasta la última gota de mi Sangre. Por
eso puedo decir:
Todo está consumado
«Ahora se ha cumplido el gran misterio de Amor, por el cual Dios
entregó a la muerte a su propio Hijo para devolver al hombre la vida... Vine al
mundo para hacer vuestra Voluntad. Padre mío, ¡ya está cumplida!»
En vuestras manos encomiendo mi espíritu
«A Vos entrego mi alma... Así las almas que cumplen mi Voluntad,
podrán decir con verdad: Todo está consumado... ¡Señor mío y Dios mío! Recibid
mi alma, la pongo en vuestras manos...» «Josefa, lo que has oído, escríbelo;
quiero que las almas lo lean, a fin de que las que tengan sed se refrigeren...,
las que tengan hambre se sacien...»