En su visita al templo
anglicano de Roma, Bergoglio se fue de boca una vez más y profirió estas
atrocidades:
“A veces, es cierto, el progreso
del camino hacia la plena comunión puede aparecer lento e incierto, pero hoy
podemos sacar estímulos de nuestro encuentro. Es una gracia y una
responsabilidad: la responsabilidad de reforzar nuestras relaciones en alabanza de Cristo, al
servicio del Evangelio y
de esta ciudad. Démonos coraje unos a otros para convertirnos en discípulos
siempre fieles de Jesús, siempre más libres de los respectivos prejuicios del
pasado y siempre más deseosos de rezar por y con los otros”.
“Los Santos de todas las confesiones cristianas,
plenamente unidos en la Jerusalén de arriba, nos han abierto el camino para
recorrer todas las vías posibles de un camino cristiano fraterno y común”.
Sobre el último párrafo me permito decir: no, Bergoglio, no. No hay ni
puede haber santos que no sean católicos, apostólicos y romanos,
con todas las letras, a pesar de que el modernismo ya ni hable de ser
católicos, sino de ser meramente “cristianos”, lo que sirve tanto para un
barrido como para un fregado. Allá usted, entonces.
Creo entender dónde está el nudo de esta puntada bergogliana.
Por un lado, acelerar la escalada de protestantización de la Iglesia,
y por otro, tal se desprende de la foto -un impúdico carcajeo celebrado por las
pastoras- allanar el camino para el diaconado de las mujeres. Y detrás de estos malignos propósitos, se esconde otro designio mayor:
asegurar su poder personal para satisfacer sus utópicas quimeras de liderazgo
mundial, presentándose como el sumo sacerdote de una nueva religión que sea del
agrado de la ONU y de George Soros.
Otra cosa no le importa y en pos de esos delirios no
dudará en causar mayores daños. Preparémonos espiritualmente
para lo que vendrá, Rosario en mano.
NOTA
SYLLABUS:
Y en esta situación la
Neo-FSSPX, se apresta a llegar a la “comunión plena” de la mano de Mons. Fellay
y Francisco. Quien no ve estas cosas y no reacciona contra las mismas, es
porque ser o no católico le ha empezado a resultar un tanto cómodo, superficial
o indiferente. En otras palabras, porque está resabiado de liberalismo.