colosal
1. adj. Perteneciente o relativo al coloso.
2. adj. Enorme, de dimensiones extraordinarias.
3. adj. Bonísimo, extraordinario.
coloso
Del lat. colossus, y
este del gr. κολοσσός kolossós.
1. m. Estatua de proporciones gigantescas. El coloso de Rodas.
2. m. Persona o cosa que sobresale por sus cualidades
grandiosas o
excepcionales.
(Diccionario
RAE)
“Su maldad consiste en confiar
en sus propias fuerzas, en las cosas que han sido construidas, en las
fortificaciones y murallas, desoyendo al Señor que les hablaba por los
profetas. (…) Reconocen, pues, el peligro en que viven, pero no creen en la
ruina que les anuncian en Jerusalén los profetas”.
Mons. Straubinger, Comentario
a Ezequiel 11,15.
“El buque avanza a todo vapor.
Mientras el que lo dirige admira la rapidez de la marcha, Dios juzga que, por
falta de prudente timonel, este barco va a la aventura y corre el riesgo de
encallar. Adoradores en espíritu y en verdad son los que Nuestro Señor reclama
ante todo. El “americanismo” se imagina que aporta una gran gloria a Dios al
tener en cuenta principalmente los resultados exteriores”.
Dom Chautard, “El alma de todo
apostolado”
Dice
la crónica del evento (el evento: la bendición del nuevo Seminario de la FSSPX en Virginia, USA) que el
Padre Bouchacourt (Superior del Distrito de Francia, ex Superior del Distrito
América del Sur, negador del deicidio judío) manifestó fervoroso: “¡Este seminario es verdaderamente colosal!”.
Para citarlo entero y en francés: “C’est l’abbé Bouchacourt qui nous confie avec ferveur: « Ce
séminaire est vraiment colossal: en France, on compte chaque mètre carré, ici…
Ce séminaire, comment vous dire, c’est un événement extrêmement important pour
la Tradition, mais aussi pour toute l’Eglise. »
El
seminario colosal, enorme, de dimensiones extraordinarias y gigantescas, digno
de, como ellos se dicen a sí mismos, “América”, ha hecho escribir a un
entusiasta sacerdote del clero oficial norteamericano, devenido propagandista
neofraternitario, que “Los hombres
alineados para fortalecer, como sacerdotes, la ya vigorosa vida de la Fraternidad,
empiezan su formación en el nuevo seminario, preparado para una capacidad de
120, un signo de fe robusta”. El subrayado es nuestro.
Lo
que dice es, o que un seminario gigantesco con capacidad para 120 seminaristas
es un signo de fe robusta; o el hecho de que haya 120 seminaristas es un signo
de fe robusta.
La
fe es mensurada cuantitativamente, confundiéndose dos cosas de índole bien diferentes.
Estamos al parecer de regreso en el cincuentismo, donde la Iglesia (en este
caso la FSSPX) se aparecía exteriormente victoriosa y seguramente como diría
este cura, con “una fe robusta”. Sin embargo, pocos años después, con el
concilio, esa “fe robusta” se caerá tan rápida y fácilmente como las Torres
gemelas de Nueva York.
Pero
la Neo-Fraternidad, al parecer “americanizada”, tiene el culto de la
“grandeza”, que en términos reales significa “enormidad” o “gigantismo”.
Porque, el que un asistente a la ceremonia en el seminario porte una gorrita
que dice “Hagamos a América otra vez grande”, nos hace preguntar: ¿Pero cuándo
Yanquilandia, el país que nació liberal y por obra de los masones; el país de
la libertad religiosa, preeminentemente protestante; el país de la “Democracy”,
exportada a sangre y fuego por todo el mundo; el país de la Sinagoga mundial y
de la Federal Reserve, cumbre de la usura; cuándo, decimos, fue “grande”, en el
sentido religioso, moral o cultural de la palabra? ¿Y lo será ahora de la mano
de un presidente payasesco que cuenta con el antecedente de aparecer en la portada
de la revista pornográfica “Playboy”?
La
superstición del número, cosa democrática si las hay, fue la que dispensó a la
mayoría de los obispos conciliares de oponerse a la revolución modernista del
Vaticano 2do. “Muchísimos obispos apoyan estas nuevas resoluciones, es un signo
de fe robusta”.
Sin
dudas, un magnate puede decir que tiene una fortuna robusta, mostrando su caja
fuerte repleta de lingotes o billetes. ¿Pero decir que una fe es robusta,
porque se ha edificado un enorme edificio poblado por seminaristas?
¿Dónde
está la robustez de la fe?
Como
dice un predicador: “El fin de la fe no es brillar, sino que sobre ella se
construye nuestra vida. ¿Cómo va a estar destinada a brillar si es de por sí
oscura y escondida como los cimientos?”. El Convento de la Encarnación, donde
estaba Santa Teresa, era desmesurado. Una multitud de 140 monjas lo ocupaban.
Sin embargo la que tenía una fe robusta era Santa Teresa. Por eso se salió y
comenzó a fundar otros conventos. El primero, el de San José, lo empezó con
solo cuatro novicias. No era un convento colosal y con piscina, como este de la
Neo-Fraternidad, evidentemente… ¿Acaso por eso no era signo de una fe robusta?
La
fe robusta la tenía la solitaria Santa Juana de Arco, y no la multitud de
obispos que la entregaron a los ingleses y a la hoguera.
La
fe robusta se manifiesta en su profesión pública que no teme señalar las
herejías, en sus obras cuyo fruto final es la caridad, en su sostén desde la
cruz, en la imitación de Cristo: manso, humide y perseguido.
Un gigante con pies de barro
Pero
la crónica oficial del acontecimiento nos trae también un suceso nada feliz,
que viene a manchar u oscurecer la triunfal velada en el Coloso de Virginia.
Según se informa ( ver acá), a raíz de un accidente, del cual, por obvias razones, no se
dan detalles, Mons. Fellay se quebró un pie (algunos dicen que una pierna). No
sabemos exactamente dónde metió su pie, pero podemos suponer que dada su
ambivalencia, ha sido su pie o pierna tradicional la que se ha finalmente
quebrado, en un símbolo que nos es ofrecido para terminar de hacer más gráfico
el cuadro de situación. Francisco recibió recientemente a una delegación de doscientas personas, miembros de diversas
religiones (cristiana, judía, musulmana, budista, hindú y otras), comprometidos
en la esfera de las obras de caridad y de misericordia, ante quienes citó un
dicho del Tao Te King: “Lo duro y lo rígido pertenecen a la muerte; lo suave y
tierno pertenecen a la vida”. Así que pensamos que la rigidez lefebvrista y
fundamentalista de Mons. Fellay se terminó de quebrar en Virginia, y ahora,
suavizado y tierno del todo, se encontrará más apto –luego de su rehabilitación
kinesiológica- para seguir cultivando la cultura de la ternura y el encuentro
con Bergoglio y los herejes modernistas.
El sueño de Nabucodonosor parece ser ahora el sueño
de Mons. Fellay, que no puede disfrutar en plenitud de su coloso americano,
pues ha caído debido al quiebre de su pie de barro. Mala señal.