reconocimiento
1. m. Acción y efecto de reconocer o reconocerse.
2. m. gratitud.
Rueda de reconocimiento.
reconocer
Del lat. recognoscĕre.
Conjug. c. agradecer.
1. tr. Examinar algo o a alguien para conocer su identidad, naturaleza y circunstancias.
“Reconoció detenidamente las joyas familiares”.
2. tr. Establecer la identidad de algo o de alguien. “Reconoció al
asesino por su forma de mirar”.
3. tr. Examinar a alguien para averiguar el estado de su salud o para
diagnosticar una posible enfermedad. “El médico lo reconoció esta mañana y no
le encontró nada grave”.
4. tr. Explorar de cerca un lugar para obtener una información
determinada. “La policía estuvo reconociendo el escenario del crimen”.
5. tr. p. us. registrar (‖ examinar para encontrar algo). “Encontraron
heroína al reconocer el equipaje”.
6. tr. En las relaciones internacionales, aceptar un nuevo régimen o
Gobierno. “Europa reconoce la soberanía del nuevo Estado”.
7. tr. Admitir o aceptar algo como legítimo. “La Constitución reconoce el
derecho a la enseñanza”.
8. tr. Admitir o aceptar que alguien o algo tiene determinada cualidad o
condición. “Fue reconocido rey de su pueblo. Lo reconozco como jefe”.
9. tr. Admitir como cierto algo. “Juan reconoció que se había equivocado”.
10. tr. Agradecer un beneficio o un favor recibidos. “Les reconocieron su
abnegada dedicación a los jóvenes”.
11. tr. Dicho de una persona: Aceptar legalmente que otra es su hija. “Reconoció
a Luis por hijo suyo”.
12. tr. prnl. Biol. Dicho de dos moléculas o agrupaciones moleculares: Interaccionar
específicamente, dando origen a funciones biológicas determinadas, como la
acción hormonal, la transmisión nerviosa, la inmunidad, etc.
(Diccionario RAE)
Empecinadamente ciegos, una gran parte de los
que apoyan a la FSSPX son testigos de la interminable novela de la
“reconciliación” entre Roma y la FSSPX, que nunca parece concluir y siempre
tiene otro capítulo que agregar para estirar las negociaciones, pero sin
advertir el desgaste, las concesiones y el declinar que se va produciendo
progresivamente en la Fraternidad, hasta que se encuentre ya del todo y
gradualmente “reconocida” y sin vuelta atrás. Hablamos de ceguedad, v.gr., por
palabras como estas vertidas en un blog adscripto a la FSSPX: “Esta idea se divide entre los que quieren una
ruptura pública y notoria con el Vaticano, y los que quieren un acuerdo público
y notorio con él (acuerdistas), ambos hasta ahora insatisfechos. Los primeros
hacen impugnaciones de tipo doctrinal, y los segundos de tipo jurídico;
impugnaciones que finalmente, y en todos los casos, resultan forzadas
en los argumentos a partir de la finalidad que se propone el
impugnante, acordar o no acordar. Resultan “ideológicas”. Esto no quiere decir
que cuando alguien se propone un fin, al disponer y condicionar lo medios que
sirvan a ese fin, ideologiza toda su visión. Pero sí pasa esto, cuando el fin
que se busca, no es el fin correcto” (acá).
De manera
que, según esta forma de pensar, rechazar un acuerdo con Roma modernista hasta
tanto ésta no regrese a la doctrina católica, como quería Mons. Lefebvre, sería
un fin que no es el fin correcto, y de allí se “ideologizarían” todos los
argumentos en defensa de esta posición (esta opinión, claro está, es también la
sostenida por los acuerdistas que encabeza Mons. Fellay). Que se diga que son
forzados esos argumentos, es algo precisamente forzado y al fin, una opinión
sin fundamentos, ya que no se prueba
que esos argumentos son forzados. Y los argumentos innumerables (que hemos
recogido paciente y trabajosamente en esta entrada y en
esta otra de nuestro
blog para ofrecérselos precisamente a los que están en la FSSPX, según parece
sin despertar su interés porque, claro, ellos ya saben y no necesitan saber nada
más; de allí que no nos hagamos ilusiones respecto de que puedan querer
indagar en lo que pasa verdaderamente con la Fraternidad) se basan no en
opiniones personales ni “teorías de la conspiración”, sino en hechos concretos,
en declaraciones oficiales concretas, en sermones concretos, en obras
concretas, y en un cambio de posición que tiene que ver incluso con lo
doctrinal y que no puede recibir otro nombre que el de traición. Que haya
ingenuos que a esta altura digan que no hay malos sacerdotes en la FSSPX, que
no hay pederastas o pedófilos en la FSSPX, que no hay infiltrados gnósticos y
judíos en la FSSPX, que no hay liberales en la FSSPX, para tragarse el sapo de
un cuento de hadas, francamente habla de una ingenuidad o una ignorancia (por
no hablar de estulticia) que seguramente va relacionada con cuestiones de
afectos familiares e intereses y lazos personales que dificultan el llegar a
sospechar estas cosas, que si bien no son generalizadas, existen y están
trabajando la auto demolición de la Fraternidad. Pero también es una posición
influida por el contagio liberal ambiente, de algunos prioratos que se ven con
muy buenos ojos a sí mismos. Se miran demasiado a sí mismos autocomplacientes,
como suelen hacer los llamados de la “línea-media”. Dicho esto sin el desdén
altanero que tanto hemos advertido dentro mismo de la Fraternidad. Pero dicho
sí, con cansancio y hartazgo. Dios nos manda examinar los espíritus para ver si
son de Dios, y estar alerta contra los lobos disfrazados de corderos. Esta
labor no puede hacerla nadie por nosotros mismos. Y Dios nos da su Sabiduría
sin necesidad de que seamos letrados, leguleyos, peritos o profesores. En
realidad se las niega a los que se pretenden orgullosamente ser eso. Basta con
pedirla sinceramente con humildad. Pero a quien se ciega voluntariamente,
porque es más cómodo seguir así, a ese nadie lo puede esclarecer. Ese que
prefiere “no complicarse la vida” actúa como el que aceptó poco a poco las
innovaciones conciliares, y cuando se quiso acordar le habían cambiado hasta la
misa. Nada se echa a perder de golpe.
Ahora parece darse una pequeña disputa entre
dos posiciones de moderados dentro de la FSSPX. Como las disputas que se dan en
el progresismo, donde cada uno clama por ser más progresista que el otro, en
este caso se trata de ver quién es más
incondicional “fraternitario”. Allí está el problema: en realidad se
trata de ser cada día más católico, y en la medida que se lo es, se estará
ayudando a la FSSPX, incluso combatiendo lo malo que hay en ella. La adulación
y la obsecuencia no son buenas compañías. El partidismo tradi es hijo de
aquellas. Pero estamos en la era del branding
publicitario, al cual la FSSPX se ha incorporado -aunque los neo-fraternitarios
ni lo sepan ni lo quieran entender-, de allí esta imagen de marca que se repite
con sus corazoncitos como logo publicitario mostrado hasta el hartazgo en las
fachadas de iglesias, en los ornamentos de los sacerdotes, en los paragüitas
blancos, en los gorritos y objetos de merchandising,
etc. La FSSPX centrada en sí misma. Clamando por su “reconocimiento”. Deseando
que la llamen “buena”. “Buena tipa”. “Grande”. Al fin: “Católica”.
Los “creyentes” en Mons. Fellay y su
Fraternidad son capaces de decir cosas como estas, también: “lo que realmente me produce nauseas es tener
como objetivo el firmar un acuerdo, es decir, ser “acuerdista” como postulado, porque entonces
todo se subordina a este resultado. Pero si me dicen que lo quieren es hacer
buenos sacerdotes, y que esto primará en la firma o no de un acuerdo, pues me
quedo bien tranquilo. Y justamente esto es lo que dice el documento. No están
pensando en firmar o no un acuerdo, sino en hacer buenos sacerdotes. No son
“acuerdistas”. No vendrán del acuerdo las buenas consecuencias. Acordar o no,
puede ser un medio, que prudencialmente se juzgará si sirve o no al fin buscado”
(acá).
Hay
que quedarse tranquilos. La FSSPX no está pensando en firmar o no un acuerdo
(es decir, aceptar su “reconocimiento”), sino solamente en formar buenos
sacerdotes. ¿Seguro que es así? ¿Seguro que la FSSPX “no está pensando en
firmar o no un acuerdo”? Si no busca el “reconocimiento canónico”, ¿por qué
continúa el diálogo con Roma? ¿Y por qué acepta las dádivas de Roma? Y si tiene
ese interés en acordar, ¿es sólo uno más de sus intereses y objetivos, o es una
prioridad? Y ¿qué entiende Roma por “reconocimiento”? ¿En qué sentido lo
entiende?
Contra
algunos que quieren creer –y hacerles creer a los demás- que la FSSPX sólo
busca formar sacerdotes católicos y punto, y si llega el acuerdo bien…y sino
también…está lo dicho por Mons. Fellay en el reciente comunicado: “La Fraternidad Sacerdotal San Pío X (…) no
busca ante todo un reconocimiento canónico”. Eso significa que no busca primero o
principalmente (eso quiere decir “ante todo”) un reconocimiento canónico, pero
no significa en absoluto que no lo busca. Cual sea el orden de ese objetivo
–segundo, tercero, cuarto o etc.- no lo dice Mons. Fellay. Pero está claro que
si las relaciones, los diálogos y las “puertas abiertas” con Roma continúan, es
porque el interés por alcanzar ese “reconocimiento canónico” es muy grande.
¿Cuánto de grande es ese interés, y cómo influye en la política interna y el
apostolado de la FSSPX?
Aunque no se lo quiera
reconocer, el haberse puesto esa meta, primero por parte del GREC allá por
fines de los años ’90, luego oficialmente en la Fraternidad a partir del año
2000 y más notoriamente con la adopción de “una nueva posición” (Mons. Fellay
dixit) con respecto a la Iglesia oficial, en marzo de 2012, tras el fracaso de
las conversaciones doctrinales, ha modificado a la Fraternidad en su posición
doctrinal, en su política interna y en
su apostolado ad extra. Y su camino y
su identidad se han visto modificados a partir de la adopción de esa meta del
“reconocimiento”. Por lo tanto no es un tema menor, simplemente un plus que no
afecta la naturaleza misma de la congregación. Es un tema de capital
importancia. La FSSPX ha virado su nave en función de llegar a ese puerto
llamado “reconocimiento canónico”. Y sus fieles hoy, en vez de pensar en
función de un combate, terminan
discutiendo penosamente entre sí acerca de un acuerdo.
A lo largo de los años, en
las entrevistas o conferencias que ha ido dando, Mons. Fellay ha tocado siempre
el tema y ha dejado en claro la necesidad y el deseo que siente él y la
congregación de ser “reconocidos” por las autoridades (modernistas) romanas.
Hagamos un somero repaso de algunas de sus palabras al respecto:
“Es en este contexto que
conviene interrogarse sobre el reconocimiento
de la Fraternidad por la Iglesia oficial. ¡No se trata para nosotros de pedir
una tarjeta de identidad que ya tenemos! No se trata tampoco de un falso
complejo o de un “sentimiento de gueto”. Se trata de una mirada sobrenatural
sobre la Iglesia y el hecho de que ella permanece en manos de Nuestro Señor
Jesucristo, aún desfigurada por sus enemigos. Nuestros nuevos amigos en
Roma afirman que el impacto de tal reconocimiento
sería extremadamente poderoso para toda la Iglesia, como una confirmación de la
importancia de la Tradición para la Iglesia”
(Cor
Unum, marzo 2012)
“No somos nosotros los
que hemos pedido un acuerdo, es el Papa el que quiere reconocernos.
Podemos pues preguntarnos el porqué de este cambio. ¡Todavía no estamos de
acuerdo doctrinalmente, y sin embargo el Papa quiere reconocernos! ¿Por qué? La
respuesta es ésta: hay problemas tremendamente importantes en la Iglesia de
hoy. Debemos hacer frente a estos problemas. Debemos dejar de lado los
problemas secundarios y hacer frente a problemas mayores. Esta es la respuesta
de tal o cual prelado romano, pero no lo dirán jamás abiertamente; hay que leer
entre líneas para entender”.
(Entrevista con DICI, 7 junio de 2012)
“Personalmente, hubiera
querido esperar algún tiempo más para ver las cosas más claras. Pero una vez
más, realmente parece que el Santo Padre quiere que esto suceda ahora. La
iniciativa viene de él y es genuina. Si este reconocimiento sucede se lo
deberemos a él. Definitivamente solo a él”.
(Entrevista con CNS,
junio 2012)
-Monseñor Fellay,
¿Valoraría Ud. que el último acto significativo del pontificado de Benedicto
pudiera ser la reintegración de la Fraternidad San Pío X?
-Por un momento pensé que lo sería. Con la
renuncia, Benedicto XVI quizás haría un gesto final en calidad de Papa a favor
de nosotros. Dicho lo cual, se me presenta muy difícil imaginar cómo podría
hacerlo. Probablemente tengamos que esperar al próximo Papa”.
(Entrevista de Nouvelles de France, febrero 2013)
“Queremos ser católicos y somos
católicos, tenemos el derecho a ser
reconocidos como católicos”
(12 de
octubre de 2013,
conferencia en USA)
“Pero es
cierto que la situación de nuestra Fraternidad en la Iglesia no es normal.
Somos católicos y debemos ser
reconocidos como tales, por las autoridades de la Iglesia”.
(Carta a
un fiel de Polonia, 29 de noviembre de 2013)
“La
estampilla de Roma es importante”.
(Sermón de
ordenaciones, 20 de diciembre 2014).
“No hay que temer el
reclamar con toda justicia, por parte de las autoridades de la santa Iglesia,
el ser reconocidos y considerados como católicos”.
(Cor
Unum, Junio 2015)
“Entonces ¿vamos a ser
reconocidos sí o no? Francamente, no tengo idea ¿y por qué? Por el estado
de la Iglesia. Porque incluso en Roma tienen gente que quieren nuestra muerte,
nuestra condenación, y lo decimos, por ejemplo, tenemos una respuesta a los
fieles por parte del Secretario de Estado, en septiembre, y dice que somos
cismáticos y al mismo tiempo el papa dice: "no son cismáticos, son
católicos, se negó a excomulgarnos y nos dio el poder de
confesar. Entonces hay gente en el Vaticano, unos tienen una respuesta y
otros una contradictoria, y a este problema me he enfrentado desde 2009, no es
nuevo, pero es cada vez peor. Pero lo gracioso es que tenemos al papa,
diría, de nuestro lado, y hay otras instancias en Roma que se oponen
totalmente, y al final uno se pregunta ¿quién ganará en el Vaticano? ¿Quién es
el que ganará? ¿El papa o los otros? y siento mucho decirlo, pero no lo sé. Es
una situación absolutamente increíble”.
(Conferencia, 22 de enero de 2016)
“Nosotros siempre nos hemos considerado como
católicos. Si esto finalmente es reconocido,
bien para nosotros”.
(Entrevista, Salzburger
Nachrichten, Junio 2016)
“La Fraternidad San Pío X, en el actual estado de
grave necesidad que le concede el derecho y el deber de proporcionar los
auxilios espirituales a las almas que recurren a ella, no busca ante todo un reconocimiento canónico, al que tiene
derecho por ser una obra católica”
(Comunicado,
29-06-2016)
De igual
modo el Capítulo general del 2012 había afirmado:
“Hemos definido y aprobado las condiciones
necesarias para una eventual normalización
canónica”.
Y en la “Declaración con ocasión del XXV aniversario de las consagraciones episcopales” del 27 de junio de 2013 se decía:
“Este amor por la Iglesia explica la regla que
Mons. Lefebvre siempre observó: seguir a la Providencia en todo momento, sin
jamás pretender anticiparla. Entendemos que así lo hacemos, sea que Roma
regrese de modo rápido a la Tradición y a la fe de siempre —lo que restablecerá
el orden en la Iglesia—, sea que se nos reconozca
explícitamente el derecho de profesar de manera íntegra la fe y de rechazar
los errores que le son contrarios, con el derecho y el deber de oponernos
públicamente a los errores y a sus fautores, sean quienes fueren – lo que
permitirá un comienzo de restablecimiento del orden”.
Como ya
ha sido señalado por varios analistas, esta persecución de un “reconocimiento” o
“normalización” para al fin ser llamados oficialmente “católicos” por parte de
las autoridades romanas, que son herejes
modernistas y por lo tanto han sido condenadas
de antemano por la Iglesia, se debe principalmente a no entender lo que es el
modernismo y el liberalismo, ni hacer la distinción entre la Iglesia católica y
la autodenominada “iglesia conciliar”. No abordaremos este tema que ya ha sido
tratado de manera concluyente por los Dominicos de Avrillé (acá). Pero
recordaremos el pensamiento de los líderes de la Neo-FSSPX en estas palabras de
Mons. Fellay:
“El
hecho de ir a Roma no quiere decir que estemos de acuerdo con ellos. Pero es
la Iglesia. Es la verdadera Iglesia. Rechazando lo que no es bueno, no hay que
rechazar todo. Ella sigue siendo la Iglesia una, santa, católica y apostólica”.
(En Flavigny el 2 de septiembre de 2012).
Respecto de
lo cual podemos recordar estas palabras del Cardenal Ratzinger que van en ese
sentido, anunciando lo que sería su futura táctica para evitar la ruptura de
los “lefebvristas”:
“Personalmente, yo
estuve desde el principio por la libertad de continuar el uso del antiguo
Misal por un motivo muy simple; se comenzaría desde entonces a
hablar de una ruptura con la Iglesia preconciliar y de la formación de modelos
diferentes de iglesias: una Iglesia preconciliar ya pasada y una iglesia nueva,
conciliar. Esta es por otra parte, actualmente, el slogan de los
Lefebvristas, el afirmar que hay dos iglesias, la gran ruptura fue
visible para ellos en la existencia de los dos Misales, que estarán en ruptura
entre ellos”. (acá)
Si la
Roma modernista y anticristo, si la Roma ocupada por enemigos liberales y
masones, que enseña herejías, que conduce a la apostasía con su culto del
hombre, que destruye la Tradición, que ha roto con la doctrina anterior al
Vaticano II, que ataca la moral, si esa es la Iglesia católica, así sin más,
sin distinciones, sin discriminaciones, entonces se entiende que la FSSPX
quiera estar dentro de ella. Y que piense y diga repetidamente que el problema
lo tiene la FSSPX, cuando en verdad el problema lo tienen los modernistas, que
son quienes deben regresar a la religión católica. Pero en todas estas
discusiones la FSSPX se ocupa de su status canónico como si no tener una
situación “regular”, como si no tener “los papeles en regla”, como si esta
superstición del “papel sellado”, le impidiera seguir sosteniendo la doctrina
católica de siempre y actuar en consecuencia. El segundo en la Fraternidad, el
P. Pfluger es quien más se ha encargado
de destacar que la Fraternidad debe dejar de ser “anormal” y solucionar su
“problema”:
“Hubo una nueva fase que comenzó en el año 2000. Con el Papa
Juan Pablo II. Roma busca una solución
para la Tradición, esa Tradición que se extiende. Es Dios quien juzga las
intenciones, no nos toca a nosotros, pero hay un acercamiento, hay una nueva mirada para la Fraternidad en especial y para la Tradición en
general. Y comienzan las discusiones, las negociaciones. Pero la respuesta de
Mons. Fellay era: no tenemos confianza. Pues Roma había intentado hacer entrar
la Tradición al sistema moderno, al concilio, a las reformas postconciliares. Necesitamos seguridad. Y por eso establecimos una política
para arreglar estos contactos, para llegar a una solución canónica estable. Y
todos en la Tradición estaban de acuerdo que era normal reencontrar una
situación normal. Nosotros fuimos sacados injustamente. Nosotros estamos
dentro de la Iglesia, pero en la visión, la conciencia, el concepto del mundo,
de la Iglesia moderna, nosotros estábamos excomulgados, entonces es normal encontrar una
situación donde la Tradición tenga su justo lugar en la Iglesia, y que la
Iglesia regrese a su verdadera tradición”.
(Conferencia
en Lewis, Canadá, 19 de mayo de 2016)
“Esta situación irregular de la Fraternidad es tal
vez un castigo porque ella se ha enfocado en los errores, hemos tratado y
tratado al papa como un estudiante, juzgamos sistemáticamente los textos que
vienen de Roma, por principio esto es muy grave.
“Si cortamos con Roma,
somos sedevacantistas”
(Conferencias
en Flavigny, Navidad 2013)
Mons. Lefebvre pensaba que los que se habían apartado de la Iglesia
católica y debían regresar a ella eran los modernistas. El P. Pfluger dice lo
contrario. A esta cuestión ya han respondido los Dominicos de Avrillé diciendo
que:
“es falso que nosotros estemos
en una situación anormal. Por el contrario, mientras que la situación continúe
siendo anormal en Roma (debido al hecho de la ocupación
modernista), es normal que nosotros nos mantengamos a
distancia”.
Y
también, por supuesto, mucho antes, Mons. Lefebvre:
“Meterse dentro de la Iglesia, ¿qué quiere decir eso? Fácil es decirlo,
pero ¿de qué Iglesia estamos hablando? Si hablamos de la Iglesia “conciliar”,
eso significaría que después de 20 años de lucha por la Iglesia “católica”
ahora deberíamos entrar en esta Iglesia conciliar para hacerla supuestamente
católica. Esto es totalmente ingenuo. No son los inferiores quienes hacen a los
superiores, sino los superiores a sus sujetos”. (Fideliter Nº 70, Julio-agosto 1989).
Como
podemos ver, el problema para el P. Pfluger es la “anormalidad” de la FSSPX. Y
para Mons. Fellay “la estampilla es importante”. De modo tal que esta
afirmación: “Pero si me dicen que lo quieren es hacer buenos sacerdotes, y que esto
primará en la firma o no de un acuerdo, pues me quedo bien tranquilo”, no se corresponde con la realidad. La FSSPX no busca un acuerdo para
formar sacerdotes católicos, ahora lo hace sin problemas. Podría formar muchos
más, supone, dentro de Roma. Pero a Roma, eso está claro, no le interesa formar
ni que haya más buenos sacerdotes. Pues si quisiera eso, sencillamente, lo
haría ella misma. La FSSPX busca un acuerdo porque se siente “anormal”, porque
no le gusta que la traten de “freak” (“En los medios de comunicación y en todas
partes nos dicen cismáticos o renegados o separados de la Iglesia, nos desharíamos
de esto”, P. Pfluger), porque cree que tiene un “problema” al no
tener una “situación canónica regular”. Y lo otro lo ve como una posible
consecuencia de este acuerdo que la “normalice”. Claro que lo otro es un
absurdo, pues Francisco no va a dejar que nadie amenace su agenda globalista
que busca forjar una nueva religión sincretista mundial. Veamos la última
entrevista a Francisco, realizada para el diario argentino La Nación. ¿Qué dice allí?
-¿Cómo se lleva con los ultraconservadores de la Iglesia?
-Ellos hacen
su trabajo y yo hago el mío. Yo quiero una Iglesia abierta, comprensiva, que
acompañe a las familias heridas. Ellos le dicen que no a todo. Yo sigo mi
camino sin mirar al costado. No corto cabezas. Nunca me gustó hacerlo. Se lo
repito: rechazo el conflicto. Y concluye con una sonrisa amplia: "Los clavos se sacan haciendo presión hacia
arriba. O se los coloca a descansar, al lado, cuando llega la edad de la
jubilación". Genio y figura del papa Bergoglio. (acá)
Veamos lo que dice allí el muy astuto Francisco: 1) Por
más que haya “ultraconservadores” en la Iglesia, a los que desprecia y desdeña,
él los deja, mientras sigue haciendo lo suyo. Los ultraconservadores no impiden
que él, Francisco, continúe su obra destructora. Por eso los deja sin
“cortarles la cabeza”. 2) Pero en caso de que alguno se propasase y resultara
una amenaza, él sabe cómo deshacerse de ellos: a los clavos se los saca
haciendo presión hacia arriba. ¿Qué quiere decir esto? Que cuando el clavo
(ultraconservador) piensa que lo están
elevando (reconociendo) en realidad lo están quitando de su agarre, de lo que
lo hacía fuerte, para colocarlo a descansar a un costado, donde no estorbe. No
hace falta que corte la cabeza del clavo (excomunión) porque el clavo seguiría
estando. Su objetivo es quitarlo. Con la FSSPX lo está logrando.
Francisco está sacando poco a poco el clavo que
significa la FSSPX, haciendo pequeñas “concesiones”, concediéndole jurisdicción
ordinaria para algunos Sacramentos, dándoles cucharaditas de ambrosía a Mons.
Fellay (que retribuye con requiebros la gentileza de Su Santidad).
Entonces, ¿qué debería hacer la FSSPX para no ser
ese clavo ultraconservador que es quitado? Reconocer de dónde viene, cuáles
fueron las enseñanzas de su fundador: “No tenemos la
misma manera de concebir la reconciliación. El Cardenal Ratzinger la ve en el
sentido de reducirnos, de conducirnos al Vaticano II. Nosotros la vemos como
una vuelta de Roma a la Tradición. Y así no hay quien se entienda. Es un
diálogo de sordos” (Mons. Lefebvre, Fideliter Nº 66, septiembre 1988). Pero
ya es tarde. La FSSPX ya ha aceptado que Francisco (y antes Benedicto) la
empiecen a desclavar hacia arriba. Su resistencia es cada vez más débil. Entonces,
cabe distinguir qué entienden unos y otros por “reconocimiento”.
La FSSPX,
ha caído en una noción distorsionada, no
sólo de la Iglesia, sino también de la autoridad. Como escribió el P. Chazal: “Es muy sintomático que Monseñor Fellay haya
declarado en Lille el 7 de mayo de 2013 que no podíamos pedir a las autoridades
romanas el condenar el concilio y la nueva misa, porque no podemos pedir a las
autoridades que pierdan prestigio. Yo creo que al contrario, cuando una
autoridad reconoce sus errores, ella recupera el prestigio que perdió al
empecinarse en sus errores. Toda autoridad lo es a causa de su proximidad con
la sabiduría o la Verdad. Ponemos a alguien en el poder, y sobre todo Dios pone
a alguien en el poder en virtud de una sabiduría percibida o real. Un jefe
indica un camino a seguir en virtud de un conocimiento mejor que tiene respecto
a los otros. Su autoridad sigue creciendo, al igual que la de un gran general,
a medida que los subordinados se dan cuenta de que él sabe lo que está
haciendo. En lugar de eso se nos presenta una noción ciega de la autoridad;
tanto en los jefes como en los fieles que deben dejar de buscar informarse
sobre el comportamiento de sus autoridades y sobre las razones doctrinales que
llevan a tomar tal o cual decisión. Si leemos uno por uno los pasajes que
tratan sobre San Pedro en el Evangelio, vemos que el San Pedro escogido por
Jesús no era un « Monseñor yo sé todo » que jamás pierde su dignidad
(incluso después de Pentecostés: Quo Vadis, Epístola a los Gálatas…). En este
nivel, San Pedro es tranquilizador. Él decide, él conduce la Iglesia con mano
fuerte, pero por momentos se merece ser reprendido porque es culpable. La
catástrofe del Vaticano II no hubiera sido tal si hubiéramos tenido en esa
época una noción menos moderna y voluntarista de la autoridad. La masonería
utiliza esta noción en todas partes”. En razón de esa visión de la
autoridad que se han formado los líderes de la Neo-FSSPX, se perciben a sí
mismos como no retribuidos y necesitan por ello ser pública y oficialmente
“reconocidos”. Esto es a todas luces puro fariseísmo.
En tanto
que Roma no ofrece el mismo tipo de reconocimiento, pues ellos desprecian todo
conato o idea de Tradición. Y mientras la FSSPX espera ser reconocida como
“hija de la Iglesia” y “baluarte del catolicismo” por los enemigos de la misma,
éstos están preparando su “rueda de reconocimiento”, donde los sospechosos y
culpables son observados por los testigos y damnificados, de un modo nada
favorable. Quizás para luego hacer el final reconocimiento
de un cadáver.