El
problema religioso, para la humanidad caída, se designa en la Escritura con
una palabra: CONTRADICCION (1). Y se resuelve con otra palabra: AMOR
(2), la cual presupone la fe (3) o sea el conocimiento y
aceptación del mensaje de AMOR que Dios Padre nos envió por su Hijo Jesucristo
en el Evangelio (4).
El
hombre que es capaz de creer que es AMADO como hijo, por aquel mismo Dios que
CONTRADICE sus malos instintos, ése tiene resuelto el problema religioso.
Para
ello no hay más condición que la de “hacerse pequeño a fin de poder comprender”
(5) que, no teniendo el hombre de propio más que la mentira y el
pecado (6), vamos a pura ganancia al tomarnos de la mano de nuestro
Padre, el cual sólo espera ese acto para colmamos con la gracia y dones de su
Espíritu Santo, que quita entonces aquel fantasma de la CONTRADICCION (7).
La
gran sorpresa y maravilla consiste en descubrir que este acto filial de
entrega confiada, que sólo parecería un perfecto negocio para nuestro EGOISMO,
resulta al mismo tiempo la suprema VIRTUD a los ojos de Dios, simplemente
porque EL TIENE CORAZON DE PADRE (8), y de Madre a un tiempo (9).
¿Hay mayor felicidad para nosotros?
Entonces
comprendemos el camino señalado por Jesús como UNICO camino: El que no es como
niño no entrará al Reino; y quien se vuelve niño es el primero en el Reino (10),
así como el hijo más pequeño, sin mérito propio es objeto de la predilección
paterna.
Para
reconocer la insuperable santidad de este espíritu filial, basta saber que es
el mismo espíritu de Jesús, o sea que la plenitud del Espíritu Santo consiste
EN SENTIRSE HIJO del Padre, según la enseñanza de San Pablo: Dios envió a nuestros
corazones el espíritu de su Hijo, que nos hace clamar: ¡Padre! (11).
Notemos,
para nuestro gozo, qué, según esta revelación de San Pablo, ese espíritu que
significa todo nuestro bien es también un DON GRATUITO DEL PADRE, o sea que
basta desearlo para tenerlo, como que Él está deseando dárnoslo (12)
a fin de poder derramar sobre nosotros todos los tesoros de su amor y bondad
amándonos como a nuestro Hermano Jesús (13) y glorificándonos como
a El (14).
Esta
es la espiritualidad que Santa Teresa del Niño Jesús extrajo como esencia del
Evangelio, con el nombre de INFANCIA ESPIRITUAL, y que el Sumo Pontífice
Benedicto XV calificó definitivamente diciendo: es el secreto de la Santidad.
P.
ANTONIO P.
Mons.
Juan Straubinger, Revista Bíblica.
(1) Ver Luc. 2,34.
(2) Juan 14, 23-24
(3) Gál. 5,6.
(4) Juan 17,3.
(5) Luc. 10,21.
(6) Denz. 195.
(7) Juan 4,14. 7, 38-39. Ez. 36,
26-27.
(8) Salmo 102, 13.
(9) Is. 66,13.
(10) Mat. 18, 3-4.
(11) Gál. 4,6.
(12) Luc. 11,13.
(13) Juan 17,23 y 26.
(14)
Ef. 1,5, 2,6, Rom. 8, 29-30; Col. 1, 13, I Juan 3,2.