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sábado, 20 de febrero de 2016

QUIÉN ES DOM TOMÁS DE AQUINO FERREIRA DA COSTA, NUESTRO NUEVO OBISPO: UN TESTIMONIO









Carlos Nougué
(Profesor laico de la Casa de Estudios San Anselmo,
 del Monasterio de la Santa Cruz)

Miguel Ferreira da Costa nació en Rio de Janeiro, Brasil, en 1954. Antes de principiar la carrera de Abogado, hizo sus estudios en el Colegio San Benito de Rio de Janeiro, donde tuve la oportunidad de ser su compañero de clase por breve tiempo. Formó parte del movimiento tradicionalista y antimodernista organizado en torno de Gustavo Corção y de la revista Permanencia; entonces inició su vida de “fiel guerrero y veterano de la guerra post-conciliar por la Fe”, como escribió Monseñor Williamson. Comenzó, como dije, a estudiar Derecho, pero lo abandonó para convertirse en monje, con el nombre de Tomás de Aquino, en el monasterio francés de Barroux, que tenía como superior en ese entonces a Dom Gérard; y fue ordenado sacerdote en 1980, en Ecône, por Mons. Marcel Lefebvre. Pudo entonces gozar de la amistad, del ejemplo, de las enseñanzas del fundador de la FSSPX.

Vino a Brasil con un grupo de monjes de Barroux para fundar el Monasterio de la Santa Cruz, en Nova Friburgo, Rio de Janeiro, Brasil. Sin embargo, en el ínterin, Dom Gérard, contra las instancias de Mons. Lefebvre, marchó hacia un acuerdo con la Roma conciliar, contra lo cual se opuso también Dom Tomás de Aquino. La separación fue inevitable. El Monasterio de la Santa Cruz, con el apoyo total de Mons. Lefebvre a Dom Tomás, se volvió independiente, aunque amigo de la FSSPX. En efecto, Mons. Lefebvre escribió a Dom Tomás, en una carta que tuve el privilegio de leer, algo más o menos así: Usted debe respetar y consultar a los obispos de la FSSPX, pero estos no tienen jurisdicción sobre usted pues, como prior de Monasterio, debe tener autonomía.

Pero se fue tornando difícil la relación de Dom Tomás y su Monasterio con la FSSPX, sobre todo con el acercamiento de ésta a la Roma neomodernista. Cuando Benedicto XVI publicó su Motu Proprio sobre el “rito extraordinario”, Dom Tomás de Aquino se negó a cantar en la Misa de domingo el Te Deum pedido por Mons. Fellay para celebrar el documento papal, y, especialmente, el “levantamiento de las excomuniones” por el mismo papa; y escribió Dom Tomás a Mons. Fellay una carta en la que decía que no seguiría sus pasos rumbo a un acuerdo con la Roma conciliar. Un tiempo después, aparecieron en el Monasterio (soy testigo presencial de esto) Mons. de Galarreta y el P. Bouchacourt para decir a Dom Tomás que tenía quince días para dejarlo; si no lo hacía, el Monasterio dejaría de recibir la ayuda y los sacramentos (incluido el del Orden) por parte de la FSSPX.

Le escribí a Mons. Fellay para quejarme de tal injusticia, y recibí por respuesta lo siguiente: “El problema de Dom Tomás es mental. Mientras no deje el Monasterio, éste no recibirá nuestra ayuda”. Le respondí: “Debo tener yo también el mismo problema mental, pues convivo desde hace doce años con Dom Tomás y nunca me di cuenta”. Se trataba verdaderamente de algo similar al stalinismo y sus hospitales siquiátricos para opositores.

Vaciló entonces Dom Tomás: si dejaba el Monasterio sería la ruina de éste con respecto a la Fe, pero si se quedaba lo privarían de toda ayuda que necesitaba. Fue entonces que vino en su socorro Mons. Williamson: nuestro Obispo inglés escribió una carta a Dom Tomás en la que le aseguraba al Monasterio todos los sacramentos, y así podría permanecer Dom Tomás en éste. Eso fue suficiente para que todos acá reaccionáramos: fue el comienzo de lo que hoy se conoce por Resistencia, y que tuvo por primer órgano la página web llamada SPES, hoy desactivada por haber cumplido el papel al cual se destinaba. El Monasterio pasó a ser entonces el centro de recepción para los sacerdotes que, queriendo dejar la FSSPX por la traición de sus superiores, vacilaban en salir por no tener dónde vivir fuera de ella. Fue el lugar de la consagración de Mons. Faure y será ahora el lugar de la consagración del mismo Dom Tomás de Aquino Ferreira da Costa, mi padre espiritual y el amigo más entrañable que Dios podría haberme dado. Sí, soy hijo suyo y del Monasterio de la Santa Cruz, y fue aquí, en este pequeño rincón del cielo, que pude sentir por primera vez el tan agradable olor de la santidad.