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miércoles, 3 de febrero de 2016

EL SIMBOLISMO DE LA LEVADURA – MONS. JUAN STRAUBINGER






El Simbolismo de la Levadura, un estudio exegético sobre Mat. XIII, 33, por Mons. Straubinger


I

Todos los escrituristas, y especialmente los traductores de la Biblia, saben por experiencia que la terminología bíblica no siempre coincide con la moderna y que por eso una palabra hebrea o aramea, y mucho más un giro o modismo oriental, en su traducción verbal puede aparecer con un sentido distinto del que le daban los autores sagrados.

Sabido es, por ejemplo, que el término sapientia, tan frecuentemente usado en el Antiguo Testamento, no corresponde a lo que hoy día entendemos por sabiduría, como tampoco la necedad de los Libros Sapienciales se deja identificar con el significado profano que tiene en nuestro diccionario.

Semejante diferencia notamos en las palabras justo y justicia, que rebasan nuestro concepto de justicia y corresponden más bien al concepto cristiano de santidad. El término bíblico día del Señor es siempre el día del juicio, y no el Sábado o Domingo; lo cual es de mucha importancia para la interpretación de Apoc. I, 10[1]. En Mat. IV, 17, el Señor inicia su predicación pública exhortando a las multitudes a hacer penitencia (poenitentiam agite) lo que, por lo menos en castellano, no equivale al griego (metanoeite) que quiere decir: arrepentíos, pues penitencia tiene hoy más bien el sentido de ejercicios penosos para mortificar el cuerpo.

Basten estos pocos ejemplos para mostrar las dificultades con que choca la exégesis frente a las palabras modernas que han perdido su primitivo sentido y no corresponden más al sentido que tienen en la Biblia.

El mismo fenómeno aparece en los simbolismos bíblicos. ¡Cuántas veces compara el Salmista a Yahveh con una roca (cf. Sal. XVII, 3) para caracterizar la inconmovible fuerza de Dios y el seguro amparo de que gozan aquellos que en El confían! ¡Y cuán a menudo encontramos, en el Antiguo Testamento la copa como símbolo de la ira de Dios, o la figura del cuerno, que señala el poder de Dios o de una persona y la protección de sus clientes!

En el Nuevo Testamento es el Benedictus de Zacarías el que trae el antiguo concepto de cornu salutis (Luc. I, 69). Sin embargo, el hombre moderno difícilmente entiende tal simbolismo. Tampoco le es familiar el giro escudriñar los riñones, tan corriente en la Biblia, o ese otro: quitarle a uno el báculo de Pan.

II

Uno de los simbolismos más conocidos es el de la levadura, que Jesucristo usara en la parábola de Mat. XIII, 33Aparentemente hay unanimidad respecto de su sentido, tanto entre los exégetas antiguos como entre los modernos. Pero ¿no es posible que en esta misteriosa parábola se encierre un sentido más profundo de lo que comúnmente se le atribuye? ¿Tal vez un sentido que se funda en el simbolismo antiguo oriental de la levadura?

Empezamos por las explicaciones que dan a esta parábola las versiones españolas.

Nácar-Colunga (tercera edición) dice brevemente: "La parábola del fermento nos muestra la virtud del Reino, o sea de la gracia, para transformar el mundo y los hombres que creen".


Bover (Ev. de S. Mateo): "El misterio del Reino de Dios significado por el fermento en su acción íntima y potente, invisible y callada en las almas y su poder de transformar y mejorar la vida humana".

La mujer, que esconde la levadura en el Reino de Dios es, según Bover, la Santísima Virgen.

Scío de S. Miguel: "Así como la levadura estando esparcida por toda la masa, poco a poco la va mudando y convirtiendo en sí misma, del mismo modo la predicación de los Apóstoles y de sus santos sucesores mudó y convirtió todos los pueblos haciéndoseles semejantes".

Torres-Amat (en la edición preparada por Ballester Nieto): "La levadura es la palabra de Dios, la masa son los hombres que la reciben con docilidad; éstos, gracias a la virtud de esta levadura, se vuelven otros hombres; eran carnales y se vuelven espirituales".

García Hughes: "La doctrina de la Iglesia, escondida primeramente en un rincón de Palestina, ha prestado su sabor a todo el mundo, aún a aquellos mismos que no son católicos".

Straubinger (edición Desclée, Bs. Aires) trae las explicaciones corrientes a las cuales pone algunos reparos que estudiaremos más adelante.

Páramo (Torres Amat), Brandscheid-de La TorreCipriano de Valera (protestante) no ponen notas.

Es de notar que la extraña palabra abscondit  (griego enékrypsen) es traducida literalmente (=escondió) solamente por cuatro de los citados autores: Scío, De La Torre, Straubinger y Cipriano de Valera. A ellos se agrega el Evangelio Concordado del Cardenal Goma y Tomas. Los demás atenuaban el término usando los verbos meter y mezclar. Extraño llamamos el vocablo abscondit porque en realidad nadie lo usa cuando se trata de meter la levadura en la masa[2].

El hecho de que tantos y tan excelentes traductores den al verbo abscondit un sentido diferente del que tiene ordinariamente, se explica probablemente por el hecho de tener presente la explicación tradicional de la parábola. Tenemos aquí un ejemplo del influjo de la interpretación sobre la traducción.

Una investigación de las versiones extranjeras (italianas, francesas, alemanas e inglesas) no cambia el aspecto de la cuestión. Solamente  una inglesa, la de Scofield, se opone en una nota terminantemente a la interpretación acostumbrada y propone otra, relacionada con la parábola de la cizaña.

III

Una mirada histórica nos lleva más o menos al mismo resultado: que las opiniones son muy diversas en los pormenores, sin embargo casi todas tienden a considerar la parábola de la levadura como una profecía sobre la fuerza transformadora del Cristianismo. Según la Catena AureaSan Crisóstomo hace notar que Cristo no dijo que la mujer "metió la levadura en la masa, sino que la escondió", y continúa: "De la misma manera vosotros, después que hubiereis estado sometidos a vuestros enemigos, triunfaréis de ellos; y así como el fermento se va corrompiendo pero no se destruye, sino que poco a poco cambia toda la masa de su propia naturaleza, así sucederá en vuestra predicación".

La Catena Aurea trae también la explicación de S. Agustín, quien dice: "El fermento significa la caridad, porque la caridad estimula y excita el fervor. La mujer figura la sabiduría". Para S. Jerónimo la mujer representa la predicación apostólica.

San Hilario ve en la mujer a la Sinagoga y encuentra también una dificultad en el término abscondit. Observa el Santo: "Aun cuando todas las naciones han sido llamadas al Evangelio, no se puede decir que todas han escondido a Cristo, al contrario, lo han esclarecido" (Catena Aurea).

También el Aquinate, en su comentario al Evangelio de S. Mateo, se dio cuenta de la dificultad de ver en la levadura una imagen de la virtud intrínseca del Cristianismo, y la soluciona diciendo que la levadura tiene dos sentidos simbólicos, uno bueno y otro malo. Asimismo Maldonado se refiere a los supuestos dos sentidos simbólicos de la  levadura, pero ni él ni los otros exégetas citan lugar alguno de los demás libros de la Biblia en que se toma la levadura como símbolo de una cosa buena.

Podemos, pues, resumir el estado de la cuestión en estas palabras: la exégesis católica, prescindiendo de algunas vacilaciones y reparos, prefiere la aplicación de la parábola a la virtud espiritual del Evangelio y del Reino de Cristo. De ahí que en la mujer que secretamente (abscondit) mezcla la masa con la levadura, vean una figura buena. Solamente San Hilario la identifica con la Sinagoga y en Mat. XVI, 6 el fermento es para él figura de la observancia de la Ley judía.

IV

Volviendo a nuestro punto de partida, pasamos a investigar cuál era el simbolismo antiguo de la levadura tal como lo conocían los hebreos en tiempos de Cristo y cómo lo entendían los oyentes de la parábola. La cuestión se reduce a la pregunta: ¿Tomaban los contemporáneos del Señor la levadura solamente como simbolismo, como figura de un efecto bueno? En el primer caso, la parábola de la levadura pintaría, como la de la cizaña, los peligros que asechan al Reino de Dios: la astucia de los enemigos que se infiltran en el mismo e intentan depravarlo espiritualmente. En el segundo caso, la parábola pertenece a la clase de las que describen un aspecto glorioso del Reino.

Para averiguar el simbolismo de la levadura en tiempos de Cristo tenemos dos fuentes: la misma Biblia y la literatura talmúdica. Esta última no está a nuestro alcance, pero leemos en Vigouroux, Dictionnaire Biblique, tomo IV, columna 198, que los doctores judíos solían comparar la levadura con la mala doctrina. El artículo es firmado por H. Lesétre, el cual remite al lector a Buxtorf, Lexicon talmudicum, edit. Fischer, p. 1145.

En la Biblia se refieren al valor simbólico de la levadura, fuera de Mat. XIII, 33 y el lugar paralelo de Luc. XIII, 21, los siguientes pasajes: Mat. XVI, 6 ss.; Mc. VIII, 15; Luc. XII, 1; I Cor. V, 6-8; Gál. V, 9 y todos los pasajes del Antiguo Testamento que prohíben el uso de la levadura en los sacrificios y ciertas ocasiones festivas.

En Mat. XVII, 6 ss. y sus lugares paralelos (Mc. VIII, 15; Luc. XII, 1) dice Jesús a los discípulos: "Mirad y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos”. Y cuando los Apóstoles pensaban que el Señor se refería a los panes que habían olvidado traer, Jesús les dio a entender que hablaba en sentido simbólico, y el Evangelista termina la narración de este episodio con las palabras de Cristo: "¿Cómo no entendéis que no de los panes os quería hablar al deciros: Guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos? Y entonces comprendieron que no había querido decir que se guardasen de la levadura de los panes, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos" (Mat. XVI, 12).

Lo sorprendente en esta escena evangélica es el hecho de que no sólo Cristo tomara la levadura como símbolo de la mala doctrina, sino que los Apóstoles al darse cuenta que el Señor hablaba de la levadura espiritual, inmediatamente y sin esperar explicaciones sobre el simbolismo lo entendían como figura de una cosa mala, lo que quiere decir que este concepto (levadura igual a mala doctrina) era corriente en Israel, como ya lo vimos más arriba al referirnos al concepto talmúdico. Esta reacción espontánea e instintiva de los discípulos ante una locución simbólica es sumamente elocuente, ya que nos revela qué sentido figurado daba el pueblo a la levadura. Huelga decir que Jesús bien sabía lo que pensaba el pueblo[3].

San Pablo emplea dos veces el símbolo de la levadura, en I Cor. V, 6-8 y Gál. V, 9.

El primer pasaje dice: "¿Acaso no sabéis que poca levadura pudre toda la masa? Expurgad la vieja levadura, para que seáis una masa nueva... Festejemos, pues, no con levadura añeja ni con levadura de malicia y maldad, sino con ácimos de sinceridad y de verdad". El Apóstol de los Gentiles reprocha a los Corintios su falta de criterio moral porque se manifiestan indiferentes frente al escándalo provocado por el incestuoso. Les recuerda que así como un poco de levadura basta para pudrir toda la masa, así también un solo individuo puede corromper toda una comunidad.

Lo que dice a los Corintios, lo inculca también a los Gálatas, usando las mismas palabras introductorias que suenan como un refrán: "Poca levadura pudre toda la masa" (V, 9).

Se refiere a los falsos doctores que so capa de austeridad intentaban someter a los Gálatas al rigor de la Ley mosaica, negando de esta manera la necesidad de la fe para la justificación. San Pablo los trata como Jesús trataba a los fariseos hipócritas, los cuales pretendían ser más piadosos que el Apóstol y en realidad eran levadura "que pudre toda la masa".

La idea de tomar la levadura como símbolo de la corrupción la encontramos ya en la legislación y en las costumbres del Antiguo Testamento, donde los panes sin levadura, los ácimos, eran considerados como cosa sagrada. Según sabemos, también los pueblos paganos del Oriente daban esa misma preferencia a los ácimos. "No se ofrecía pan fermentado a los dioses, porque se lo consideraba en cierta manera corrompido" (Dictionnaire Biblique, l. c.).

En el capítulo XII del Éxodo manda Dios que los israelitas coman el Cordero pascual "con panes ácimos" (v. 8), y no solamente en el día de Pascua, sino durante toda la semana: "comeréis panes ácimos siete días, y desde el primero suprimiréis la levadura en vuestras casas, pues cualquiera que coma pan fermentado desde el primer día al séptimo, será extirpado de Israel" (v. 15). La pena de muerte se prescribe también en el v. 19, para los que coman en ese tiempo pan fermentado.

En las disposiciones sobre los sacrificios leemos: "Ninguna oblación que ofrezcáis a Yahveh estará hecha con masa fermentada, pues ni de levadura ni de miel habéis de ofrecer sacrificio ígneo a Yahveh. Lo podréis presentar a Yahveh como ofrenda de primicias, mas no subirán al altar como sacrificio de olor grato" (Lev. II, 11-12). Según esta ley el pan fermentado estaba excluido del altar. En la ley sobre los sacrificios de acción de gracias dispone Moisés que con el sacrificio eucarístico se ofrezcan tortas ácimas y galletas ácimas (Lev. VII, 12), pero permite panes con levadura en ese mismo acto (ibíd. v. 13) porque no eran sacrificios en sentido propio, sino que servían para el banquete subsiguiente al sacrificio.

En la consagración sacerdotal de Aarón y de sus hijos se menciona una canastilla de ácimos (Ex. XXIX, 2; Lev. VIII, 2), que los consagrados tenían que comer a la entrada del Tabernáculo de la Reunión (Ex. XXIX, 32). Lo que sobraba estaba destinado para el fuego, "no se comerá, porque es cosa santa" (ibíd. v. 34).

Si un nazareo cumplía el tiempo de su nazareato, estaba obligado a ofrecer, entre otras cosas, una canastilla de panes ácimos, de flor de harina (Núm. VI, 15).

En Am. IV, 5 se enumeran entre los pecados de Israel también las oblaciones de acción de gracias hechas de harina fermentada.

Como se ve, la Ley Antigua exigía para el culto panes ácimos y permitía panes con levadura solamente en el caso de Lev. VII, 13, o sea para el convite que seguía al sacrificio pacífico. Incluso Gedeón el galeadita, cuyo padre había erigido un altar a Baal, sabía que a Dios no se podía ofrecer panes con levadura, por lo cual "se marchó, aderezó un cabrito, y con un efa de harina, panes ácimos", para ofrecerlos a Yahveh (Juec. VI, 19).

Hasta en la vida profana los panes ácimos eran una comida preferida que se ofrecía a huéspedes distinguidos. De ello tenemos, como por casualidad, algunos ejemplos en la Escritura. Así vemos que Lot quiso honrar a los huéspedes (ángeles) ofreciéndoles panes sin levadura (Gén. XIX, 3). Lo mismo hizo la pitonisa de Endor con motivo de la visita del rey Saúl (Rey. XXVIII, 24). También se cree que eran ácimos los panes que Sara coció en el rescoldo para atender a los Tres bajo la encina de Mamré (Gen. XVIII, 6), porque el rescoldo se prestaba mejor para cocer ácimos, mientras que para cocer pan fermentado se usaba el horno. Esta costumbre se observa todavía hoy entre los árabes de Palestina.

El Occidente conservó poco de estas costumbres, si es que llegó a conocerlas; al contrario, panes ácimos son para los occidentales una excepción, por no decir una cosa desabrida, y ninguna mujer se atrevería a ofrecerlas a un huésped. Hay, pues, una diferencia fundamental entre Occidente y Oriente en lo que se refiere a la apreciación de los ácimos por una parte y del pan fermentado por la otra.

Hoy día solamente en la Liturgia de la Misa se ha mantenido el uso del pan ácimo;  pues pan sin levadura comió Jesús la noche de la Cena. Pan sin levadura fue el que convirtió Jesús en la substancia de su Cuerpo, diciendo: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo" (Mat. XXVI, 26). Pan sin levadura es desde entonces la materia prescrita para la celebración de la Misa.

V

Después de estas digresiones que eran necesarias para conocer la mentalidad de los antiguos hebreos respecto de la levadura y los ácimos, no nos parece suficientemente fundada la interpretación corriente que ve en la levadura de Mat. XIII, 33 el símbolo de una cosa buena y santa, porque toda la Sagrada Escritura y la ideología hebrea insinúan lo contrario. Volvemos, pues, sobre la parábola de la levadura y nos preguntamos:¿En qué sentido la entendían los Apóstoles? ¿Podían ellos tomar la levadura como símbolo de una cosa buena? Creemos que no, dado que no solamente los doctores judíos sino también todos los otros pasajes de la Biblia que hacen al tema, ven en la levadura una especie de inmundicia, un agente de la corrupción, por ende una imagen y símbolo de la mala doctrina. De ahí que el Señor no necesitara explicar a los discípulos el sentido de esta parábola. La entendían sin mayor explicación en el sentido entonces acostumbrado, porque no podían conocer otro significado simbólico de la levadura. El Señor sabía qué concepto simbólico tenían los Apóstoles de la levadura, y no los corrige, lo cual quiere decir que la parábola de la levadura es probablemente gemela de la parábola de la cizaña que se cuenta en el mismo capítulo, y presenta, como ésta, una profecía del peligro al cual está expuesto el Reino de Dios a causa de su contacto con el mundo. Como en la parábola de la cizaña el campo es el mundo, así en la parábola de la levadura lo es la masa, y lo que en aquélla hace el enemigo que vino de noche y sembró la cizaña en medio del trigo, esto mismo hace en ésta la mujer que oculta un poco de levadura en la masa para corromperla. En esta explicación el abscondit conserva su verdadero significado sin que haya que darle una nota atenuante que le quite la fuerza.

El paralelismo entre las dos parábolas es sorprendente, y tiene la ventaja de dar a la parábola de la levadura más realidad, pues todos sabemos que la levadura del espíritu de este mundo ha penetrado profundísimamente en la sociedad cristiana y que las masas de hoy, simbolizadas por la masa de la parábola, han sido fermentadas por ella completamente.

Tememos, además, que los que toman la levadura como símbolo de la virtud interna del Evangelio, nunca lleguen a ver el cumplimiento total de su interpretación, porque el espíritu corruptor (la levadura) del mundo cunde cada vez más entre los pueblos cristianos, y este fenómeno no dejará de existir, pues el mismo Señor predijo la apostasía en masa (Luc. XVIII,  8; Mat. XXIV, 12) y San Pablo lo confirma en II Tes. II, 3 ss. Ya desde este punto de vista parece preferible atribuir a nuestra parábola un sentido semejante al de la cizaña. Ambas representan el misterio de la paulatina secularización y descristianización y son una ilustración de la actividad destructora de los falsos profetas y doctores en medio de la grey de Cristo (cf. Mat. XXIV, 11 y 23 ss.).

VI

No pretendemos con esta interpretación resolver definitivamente el problema que presenta la parábola en cuestión, sino solamente proponer una solución que, a nuestro parecer, concuerde mejor con la mentalidad e ideología antigua oriental.

Aun con esta explicación queda del todo oscuro otro rasgo de la parábola: las tres medidas, en griego tres satos, en que la mujer esconde la levadura. ¿Por qué precisamente tres satos? Los tres satos significan, según S. Crisóstomo, una cantidad indeterminada, según S. Agustín, en cambio, el corazón, el alma y la inteligencia, o bien las tres cosechas de ciento, sesenta y treinta (Mat. XIII, 23), o bien los tres hombres justos Noé, Daniel y Job (Ez. XIV, 14), que son figuras de tres clases de hombres. San Jerónimo ve en los tres satos las tres partes del alma que se leen en Platón: la razonable, la irascible y la concupiscible; según otros representarían la fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; o la Ley, los Profetas y el Evangelio; o las naciones salidas de Sem, Cam y Jafet, etc., etc. Tantas y tan diversas interpretaciones parecen indicar que aquí se esconde un misterio lo mismo que en la palabra abscondit[4].

En todo caso esta parábola merece ser puesta entre aquellas cuestiones a las cuales se refiere la Encíclica Divino Afflante Spiritu diciendo: "Quedan, pues, muchas cuestiones y ellas muy graves, en cuyo examen y exposición se puede y debe libremente ejercitar la agudeza y el ingenio de los intérpretes católicos, a fin de que cada uno conforme a sus  fuerzas contribuya a la utilidad de todos”.


Revista de Teología, Año II (1952), num. 6, pag. 11-21.



[1] Ver lo que ya dijimos AQUI sobre este tema.

[2] Además, este verbo es usado solamente en esta parábola en todo el N.T. lo cual confirma la idea de Straubinger de que debe tener un sentido especial, pues si no Nuestro Señor hubiera usado los términos “meter”, “mezclar” o algún otro que le dan los autores.

[3] Este argumento es contundente y hasta tanto no se revierta, la exégesis de Straubinger debe ser tenida como la verdadera. Tanto los Apóstoles como el pueblo en general entienden el simbolismo en un sentido negativo y Nuestro Señor no hace nada para cambiarles el parecer, supuesto el caso que fuera otra la enseñanza que Él quiso inculcar.
Este es un caso análogo al famoso tiempo de la restauración del reino para Israel sobre la cual le consultaron los Apóstoles antes de la Ascensión (Hechos I, 6) y ante lo cual Nuestro Señor, sin negar el hecho, les respondió únicamente sobre el tiempo.

[4] Nos gusta la exégesis de Van RixtelLa Esperanza, pag. 563:
Las tres medidas representan:
a) La levadura de los fariseos es la mala doctrina de los formalismos y prácticas exteriores (Mt. XXIII, 14-36).
b) La levadura de los saduceos es el espíritu escéptico del hombre inflado frente a todo lo sobrenatural y a las Escrituras (Mt. XXII, 23-30).
c) La levadura de los herodianos es el espíritu mundano que contemporiza la religión con las normas del mundo, arrastrando a los cristianos en los negocios temporales (Mt. XXII, 15-22; Mc. III, 6).