Para responder a esta pregunta, reproducimos aquí, complementándolo un
poco, un pasaje de la reseña
del libro del P. Gérard Herrbach, Visiones
sobre el Evangelio, aparecido en Le Sel de la terre n° 7. Para más
detalles, nos remitimos al libro del P. Herrbach disponible en el sitio de
Clovis.
Respecto a María Valtorta
Respecto a María Valtorta
María Valtorta murió en 1961 “en
un aislamiento psíquico incomprensible” (demente). Su obra principal, La vida de Jesús,
escrita de 1943 a 1947, abarca unas 10.000
páginas de cuadernos. Su confesor, el P.
Migliorini, pretende haber
sido recibido en audiencia, en compañía del P.
Berti, por el papa Pío XII en febrero de 1948, el papa le habría dicho que
publicara la obra tal cual,
agregando: “Quien lea, comprenderá”. Esta
autorización oral del papa parece inverosímil: el papa no hubiera podido
razonablemente dar tal autorización sin
haber leído la obra y haberse
asegurado de su ortodoxia: Pero ¿cómo el papa hubiera encontrado el tiempo de
leer estas 10.000 páginas? Esta autorización del papa parece más inverosímil si
se considera que el Santo
Oficio prohibió definitivamente (sin
re-evaluación posible) la obra un año más tarde, en febrero de 1949. Por tanto,
los cuatro primeros volúmenes fueron publicados sin imprimatur,
desde 1956 a 1959. El 16 de diciembre de 1959, los libros editados fueron
puestos en el Index. El
Osservatore romano publicó la puesta en el Index acompañada de un artículo justificando
la condenación.
Los cuatro Evangelios nos presentan un Jesús humilde y pleno de reserva;
sus discursos son sobrios, incisivos, pero de una suprema eficacia. Al
contrario, en esta especie de
historia romántica, Jesús es locuaz en exceso y se asemeja a un propagandista, siempre
dispuesto a proclamarse Mesías e Hijo de Dios y a declamar lecciones de teología en los mismos términos que usaría en
la actualidad un profesor de teología. En los relatos del Evangelio, admiramos
la humildad y el silencio de la Madre de Jesús; al contrario, para el autor
(hombre o mujer) de esta obra, la
Santísima Virgen tiene la elocuencia de una abogada moderna, siempre presente en todas partes y siempre dispuesta a ofrecer lecciones de teología mariana,
perfectamente al corriente de los últimos estudios de los especialistas
actuales en esta materia. [...] Algunas páginas son más bien escabrosas y son una reminiscencia de las
descripciones y escenas de las novelas modernas. Daremos solamente algunos
ejemplos, como la confesión hecha a María por una cierta Aglaé, mujer de mala
vida (Volumen 1, pág. 790 y siguientes [estas referencias no corresponden a la
edición actual en francés, sino a la publicada en esta época en italiano]); el
relato poco edificante de las páginas 887 y siguientes del 1er volumen; un
baile ejecutado ciertamente de una manera impúdica ante Pilato en el Pretorio
(Volumen 4, pág. 75) etc. […] Para terminar, señalo otra afirmación extraña e imprecisa donde se dice de la Madona: “Tú, todo el
tiempo que permanecerás en la tierra, tú serás la segunda después de Pedro,
como jerarquía eclesiástica…” [Los subrayados son nuestros, señala el
Osservatore romano].
He aquí algunos ejemplos
de los errores e inconveniencias de
este libro:
Nuestro Señor piensa que actualmente la palabra fatiga, y que hay que recurrir a las visiones… de
María Valtorta; el árbol de la
vida en el paraíso terrenal
no es más que un símbolo; el
pecado de Adán y Eva consistió
en el uso del matrimonio en un espíritu de lujuria, Santa Ana dio a luz sin
dolor; Nuestra Señora se jacta de su humildad y de su calma; Ella dice haber redimido a las mujeres por su
maternidad; Ella vio a Dios durante Su creación; Satanás se encarnó
en Judas.
Se pueden notar, asimismo, numerosas contradicciones
con el Evangelio, por ejemplo Nuestro Señor succionó con avidez la hiel presentada por el soldado; sobre
la cruz, Nuestro Señor no deja de llamar “¡Mamá! y Ella de responder: “Sí
mi tesoro, estoy aquí”; Nuestra
Señora se enoja, grita y
delira “casi” después de la
muerte de su Hijo; sin hablar de las numerosas sensualidades que salpican la obra.
Ahora he aquí un extracto del tomo 3 (EMV
199, c. 60, p. 353) de la edición francesa, que da cuenta de una broma malsonante, e incluso
bastante chocante, que
“Jesús” haría a “San Pedro”:
Jesús se levanta y llama en voz alta: “Simón hijo de Jonás, ven aquí”
Pedro salta y sube rápidamente la escalera: “¿Qué quieres Maestro?”
“¡Ven aquí, usurpador y corruptor!”
“¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué he hecho Señor?”
“Tú has corrompido a mi Madre. Es por eso que tú querías estar solo.
¿Qué debo hacerte?”
Pero Jesús sonríe y Pedro se tranquiliza. “¡Oh! -dice- “Me has asustado
realmente! Pero ahora tu ríes…
Mons. Lefebvre, durante un retiro (en septiembre de 1986, instrucción 4) expresó su reserva respecto a María Valtorta:
Haríamos bien (…) en no
detenernos demasiado en los diversos hechos de la vida de Nuestro Señor.
Tal vez estas vidas que se han hecho de Nuestro Señor (…) estos libros que se
presentan como revelaciones de la vida de Nuestro Señor, en mi opinión, pueden
ser un peligro, porque justamente éstos representan a Nuestro Señor de una
manera bastante concreta, demasiado detallada de su vida. Pienso por supuesto en María Valtorta. Y puede ser que
para algunos esta lectura pueda hacer bien, ella puede acercar a Nuestro Señor,
tratar de imaginarse lo que podía ser la vida de los apóstoles con Nuestro
Señor, la vida de Nazaret, la vida en las visitas que hacía Nuestro Señor a las
ciudades de Israel. Pero hay un peligro, un gran peligro: humanizar demasiado,
concretizar demasiado y no
mostrar suficientemente el rostro de Dios, en esta vida de Nuestro Señor. Allí
hay un peligro. Yo no sé
si hay que recomendar a las personas no muy versadas la lectura de libros como
este. Yo no estoy seguro de que esto los eleve y los haga conocer verdaderamente a
Nuestro Señor tal como era, tal como es, tal como debemos conocerlo,
creerlo.
En lugar de leer esta novela en la que los errores abundan, los fieles
harían mejor si leyeran las Sagradas
Escrituras con buenos comentarios de los Padres de la
Iglesia, por ejemplo, La Vida de Jesucristo por Ludolphe le Chartreux, La
Catena Áurea de Santo Tomás de
Aquino, los comentarios del Evangelio de Bossuet,
los comentarios de las Epístolas de San Pablo por Dom Delatte o de la Sagrada Escritura por Dom Marmion, o incluso buenas vidas de santos: nuestros
ancestros han hecho sus delicias de la leyenda dorada del bienaventurado Jacques
de Voragine. Las vidas de santos -salvo en el caso de una mala hagiografía-
nos hacen permanecer en la realidad en lugar de partir a lo imaginario como es
el caso de estas “visiones”. Las vidas de los santos tienen con qué nutrir la
imaginación, el corazón y la inteligencia de todos los cristianos, incluso los
más sencillos; encontramos incluso hoy buenas vidas de santos ilustradas. Es
allí donde se puede encontrar un verdadero antídoto a la televisión.