“Quien
llamara evangélicos a los herejes, convendría que pagase alguna multa, para que
no se goce el Demonio de que los enemigos del Evangelio y Cruz de Cristo, toman
un nombre contrario a sus obras; porque a los herejes se los ha de llamar por
su nombre, para que dé horror hasta el nombrar a los que son tales, y cubren el
veneno mortal con el velo de un nombre de salud”.
San Ignacio de Loyola, Carta a San Pedro Canisio, 13 de agosto de 1554.