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miércoles, 1 de julio de 2015

EL LAZO DE MONS. FELLAY





“El lazo con la Iglesia es vital”, dice Mons. Fellay en su última entrevista realizada. Responde de esa manera a la siguiente pregunta: Hace algunas semanas, los seminarios de la Fraternidad recibieron la visita de enviados del Vaticano, el cardenal Brandmüller, Mons. Schneider. Estas visitas constituyen un lazo público con “la Iglesia oficial”. ¿No es esto vital?”

De manera tal que Mons. Fellay deja muy en claro que no hay para él una Iglesia católica y una “iglesia conciliar”, sino que la Iglesia oficial es católica y punto. Mons. Fellay admite entonces que romper el lazo con la autodenominada “iglesia conciliar” o nueva iglesia surgida del Vaticano II –y que sólo sigue y admite sus “enseñanzas”- es mortal para la Tradición, y en definitiva para la FSSPX.  

Pero, ¿es que entiende Mons. Fellay lo mismo que entendía Mons. Lefebvre acerca de qué es la Iglesia?

Desde luego que no.

El 30 de mayo de 1988, Mons. Lefebvre  entregó el siguiente escrito a los sacerdotes y monjas reunidos por él, en relación a Roma:

“¿Habrá que tomar el riesgo de tener contacto con estos medios modernistas, con la esperanza de convertir algunas almas y con la esperanza de protegerse, con la gracia de Dios y la virtud de la prudencia, y así permanecer legalmente unidos a Roma por la letra, pues nosotros lo estamos por la realidad y el espíritu?

¿O será necesario antes que todo preservar la familia tradicional para mantener su cohesión y su vigor en la fe y en la gracia, considerando que el lazo puramente formal con la Roma modernista no puede compararse con la protección de esta familia que representa lo que queda de la verdadera Iglesia católica?

¿Qué es lo que Dios y la Santísima Trinidad y la Virgen de Fátima nos piden como respuesta a esta pregunta?

 La decisión debe tomarse en 48 horas".

La decisión que tomó fue, por supuesto, la segunda, pues procedió a las consagraciones episcopales. ¿Esto le quitó “vitalidad” a la FSSPX? ¿La volvió “cismática”? Por el contrario, robusteció su fe y la afirmó en la Tradición, creciendo a partir de entonces durante cuarenta años.

La diferencia entre el pensamiento del Fundador y el hoy Superior general, son evidentes.

Mons. Lefebvre hablaba de “la Roma modernista” o “la iglesia conciliar”, mientras que Mons. Fellay habla de “la Iglesia”.

Mons. Lefebvre pensaba que antes que todo había que “preservar la familia tradicional para mantener su cohesión y su vigor en la fe y en la gracia”. La fe estaba por encima de todo. Mons. Fellay piensa que para preservar todo eso debe tener contactos con la Roma modernista, pues además de la fe la imagen de “normalidad” es importante.

Mons. Lefebvre sabía que el lazo con la Roma modernista podía poner en riesgo la fe de la congregación. Mons. Fellay piensa que la “vitalidad del lazo” le permite mezclar el rito tradicional de la Misa con el rito del Novus ordo, porque la fe ya no ocupa el primer lugar en sus preocupaciones. Ya en noviembre de 2012, en una entrevista casi sin difusión, Mons. Fellay había afirmado: “Todavía no estamos de acuerdo doctrinalmente y sin embargo el Papa quiere reconocernos, ¿por qué? La respuesta es ésta: hay problemas tremendamente importantes en la Iglesia de hoy. Debemos hacer frente a estos problemas. Debemos dejar de lado los problemas secundarios y hacer frente a los problemas mayores, a los realmente importantes”. Como claramente se desprende de estas palabras, para Mons. Fellay uno de esos “problemas secundarios” era la doctrina. Hoy ha avanzado mucho más, al punto de aceptar la idea de un nuevo rito bastardo.

Para salvar a la Fraternidad, Mons. Lefebvre prefirió romper el lazo con las autoridades modernistas, porque eran aquellas las que rompían el lazo con la Roma eterna, la Iglesia católica. El padre Sardá y Salvany enseñaba en su inmortal libro que “Con los liberales debemos abstenernos de relaciones como de verdaderos peligros para nuestra salvación. Aquí tiene lugar de lleno la sentencia del Salvador: «el que ama el peligro perecerá en él». Rómpase el lazo peligroso aunque mucho cueste”.

Tan claramente lo diría hacia el final de su vida Mons. Lefebvre:

“Es entonces un deber estricto para todos los sacerdotes (y todos los fieles) que quieran permanecer católicos, separarse de esta Iglesia conciliar mientras que no regrese a la tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe Católica” (Itinerario Espiritual, 1990).

Mons. Lefebvre había roto el lazo puramente formal con la Iglesia oficial modernista sabiendo que estaban “unidos en la realidad y el espíritu” con la Iglesia católica. Preservar esa fe católica demandaba no ponerla en peligro a través de ese lazo con las “autoridades legales”. Mons. Fellay piensa exactamente al revés, cree que no tener un lazo estable con las autoridades modernistas pondrá en riesgo la fe católica de la Fraternidad.

Como podemos ver, Monseñor Fellay es un traidor a Monseñor Lefebvre, y no sólo a él sino a quienes menciona el Arzobispo, aquellos que involucra en su respuesta dada a Roma, y que felizmente le inspiraron, en orden a preservar la fe: a Dios y a la Virgen de Fátima.