Número CDXVI (416)
04 de julio de 2015
Papas Conciliares – III
Mons. Williamson
La mente de los oficiales de Iglesia,
¿no funciona más?
Puede ser que Dios no pueda evadir medidas extremas.
Puede ser que Dios no pueda evadir medidas extremas.
Lectores de estos “Comentarios”,
“Papas Conciliares I” y “II” de hace cuatro y seis semanas atrás, pueden bien
haberse llevado la impresión que los “Comentarios” mantuvieron que el Papa
Francisco “puede ser inculpable por su ignorancia de sus blasfemias y
herejías”, como un lector lo expresó. Esa es una impresión equivocada. Mientras
que el liberalismo universal de hoy en día puede excusar “parcialmente” y
“relativamente” la destrucción de la Iglesia Católica por los Papas,
ciertamente no la excusa completamente. La prueba de su culpabilidad de ellos,
al menos parcial, no es difícil de seguir.
La Iglesia Católica pertenece a Dios.
Él la fundó y Él la diseñó para funcionar con seres humanos como Sus instrumentos
de Él. Estos oficiales humanos de Su Iglesia, Él nunca va a permitir que la
destruyan completamente, pero tampoco va Él a arrebatar el libre albedrío de
ellos, esto con el resultado que cada uno de ellos puede grandemente merecer o
desmerecer según el modo en el cual él usa o abusa de su oficio. Sin embargo,
sobre ese uso o abuso depende la salvación de muchas otras almas además de la
propia. ¿Cómo entonces puede uno imaginar que Dios no ofrezca a
estos oficiales toda la gracia que necesitan para cumplir con sus deberes
oficiales para el bien de las almas? Si, entonces, los Papas Conciliares,
Cardenales y Obispos son verdaderamente oficiales designados de la Iglesia,
como lo parecen y como pocos que no sean sedevacantistas niegan, se sigue que
están recibiendo de Dios gracias suficientes para dirigir bien a la Iglesia.
Entonces, si en general la echan por tierra, deben estar rechazando gracias
de estado, gracias de su oficio. Y, si están rechazando la gracia de Dios para
el cumplimiento de su deber, no pueden ser totalmente inculpables. Puede ser
que no sean de culpar por el mundo de papilla alrededor de ellos, pero la
gracia de Dios en última instancia dirigiría sus mentes fuera de la papilla, si
ellos quisieran. Ellos no quieren porque entonces tendrían que afrontar ese
mundo de papilla.
Imaginemos un ejemplo concreto que
puede haber pasado muchas veces en la vida real en los 1970. Una pequeña abuela
se las arregla para acercarse al Santo Padre. En un mar de lágrimas ella
explica que su nieto era un buen chico cuando él entró al seminario
(Conciliar), pero que allí él perdió no solamente su vocación sino también su
fe y aún su virtud. Si, como es lo más probable, el Papa Conciliar ha confiado
en los oficiales alrededor de él para deshacerse de ella, no es inocente,
porque pequeñas abuelas pueden ser inconfundiblemente genuinas. Pero estos
Papas prefieren su sueño Conciliar porque está en armonía con el mundo.
Y he aquí un ejemplo real de Brasil,
probablemente en los 1980. Juan Pablo II tenía una reunión con obispos
diocesanos para discutir el apostolado en sus diócesis. En un momento dado un
joven obispo se levantó para decir que se saqueaba el rebaño en su diócesis por
el ecumenismo que favorecía la invasión de sectas Protestantes provenientes de
Estados Unidos, un desastre bien familiar desde hace muchos años ya a través de
toda Latinoamérica. El Papa escuchó el testimonio del obispo, pero pocos
minutos después ya estaba de vuelta promoviendo exactamente el ecumenismo que
el obispo acababa de denunciar. Afrontado a la realidad católica, el Papa
prefirió su sueño Conciliar. ¿Cómo puede él haber sido completamente inocente?
Se seguiría que estos Papas no son ni
completamente inocentes ni completamente culpables de la devastación actual de
la Iglesia. ¿Cuánto son lo uno, cuánto son lo otro? Sólo Dios sabe. Pero si un
buen Papa fuera designado (¡ y protegido por Dios!) para tamizar
los oficiales de la Iglesia, limpiar a los malos y promover a los buenos, él
designaría un tribunal o inquisición – sí, inquisición – para forzar a cada
oficial a elegir abiertamente entre Verdad o papilla. ¿Sería una tarea fácil?
No, porque los mercaderes de papilla no tienen dificultad en pretender que
ellos aman la verdad y pueden fácilmente creérselo, ellos mismos, que no tratan
sino con la verdad. Son capaces de acomodar sus mentes para cualquier cosa y
para lo opuesto de cualquier cosa. Entonces, ¿qué se puede hacer? Un Castigo
para limpiar los establos de Augías.
Kyrie eleison.