¿Por
qué se alborotan las gentes,
y
los pueblos meditan proyectos vanos?
Álzanse
los reyes de la tierra
y los príncipes conspiran de consuno
contra
el Señor y contra su Cristo:
“¡Rompamos
sus cadenas,
y
arrojemos de nosotros sus lazos!”
El
que mora en los cielos se ríe,
el
Señor se mofa de ellos.
Entonces
les habla con su ira,
y
con su furor los aterra:
“¡Mas
Yo he constituido a mi Rey
sobre
Sión, mi monte Santo!”
Promulgaré
el decreto del Señor:
Díjome
el Señor: “Mi Hijo eres Tú: Yo te he engendrado hoy.
Pídeme
y te daré las gentes en herencia,
y
en posesión tuya los límites de la tierra.
Las
regirás con vara de hierro,
cual
vaso de alfarero las quebrarás.”
Ahora,
pues, reyes, entended,
escarmentad
los que gobernáis la tierra.
Servid
al Señor con temor y aclamadlo;
con
temblor prestadle vasallaje,
no
se irrite y perezcáis en el camino,
cuando
pronto se encienda su ira:
¡Dichosos
todos los que se acogen a Él!
Salmo
2
Entendedlo,
necios del pueblo,
e
insensatos, ¿cuándo tendréis cordura?
El
que plantó el oído ¿no ha de oír?
O
el que formó el ojo, ¿no ha de ver?
El
que educa a los pueblos, ¿no habrá de castigar
el
que enseña a los hombres la ciencia?
El
Señor conoce los pensamientos de los hombres,
que
son vanos.
Dichoso
el varón a quien Tú enseñas, Señor,
e
instruyes con tu ley,
para
darle descanso tras los días aciagos,
mientras
al impío se le cava la fosa.
Que
no rechazará el Señor a su pueblo,
ni
abandonará su heredad;
Sino
que volverá a justicia el juicio,
y
la seguirán todos los rectos de corazón
(Del
Salmo 93)