Los hijos de la Iglesia deben acostumbrarse a la guerra.
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“Hay que precaverse ante el fastidio
y la fatiga por la visión de los incesantes combates que señalan el paso de la
Iglesia a través de los siglos y jamás debemos olvidar que la Esposa del
Salvador debe llevar y justificar en este mundo su glorioso nombre de
militante. Combates contra la idolatría, combates contra la herejía, combates
por su libertad: todo su pasado y todo su porvenir se encuentra ahí. Sus hijos
deben acostumbrarse a la guerra. Si sueñan con una Iglesia tranquila quedarán
decepcionados. El siglo de Constantino vio cómo se daba la paz a la Iglesia y
sin embargo ninguna otra época fue más agitada, hasta el punto de que los
santos doctores tenían nostalgia de los tiempos de los Decios y los
Dioclecianos. Las raras y breves épocas en las que la autoridad de la Iglesia
fue más respetada no quedaron exentas de tempestades, y en los días de
Carlomagno, como en los de Inocencio III, las oleadas del error agitaron la
barca de San Pedro. Hoy muchos tienen dificultades para aceptar esta condición.
La polémica les escandaliza. El ruido de la menor controversia los inquieta.
Pareciera que la religión va a venirse abajo si se discute sobre ella. Nuestros
padres no fueron así y nosotros, sus indignos hijos, mereceríamos que ellos
renegaran de nosotros si permanecemos en esta flojedad”.
Dom Prosper Guéranger, Jesús-Christ, roi de l’histoire. Traducción: El Brigante