El
reciente y escandaloso episodio del Padre Bouchacourt con su entrevista al
diario Clarín, donde manifestó un nunca desmentido NEGACIONISMO tan grato a los
oídos de la Sinagoga de Satanás como también a los de los romanos como Francisco,
no ha sido, según puede verse, ni tan escandaloso ni tan ingrato a los oídos de
los fieles tradicionalistas de la Argentina, país donde este Superior de
Distrito reside. Y decimos “según puede verse” porque, más allá de algún enojo
o indignación en el fuero íntimo (que sin duda los hubo), y más allá de algún
intento de reclamo de explicaciones para el P. Bouchacourt (que éste no ha
dado, o por lo menos no directamente ni públicamente como correspondía), no ha
habido ninguna reacción pública, ninguna reacción condigna con la gravedad del
hecho, ninguna manifestación del santo furor que debería haber causado que el
jefe de sus sacerdotes reniegue de la verdad para congraciarse con el mundo y
los acérrimos enemigos de Cristo. No hubo –a excepción de una carta abierta con
4 firmas- la ¿esperada? reacción de quienes se dicen seguidores de Mons.
Lefebvre. En otros tiempos, en aquellos tiempos en que el valeroso obispo daba
el ejemplo y era seguido por sus subordinados, si un Superior de Distrito
hubiese dicho las barbaridades que dijo Bouchacourt, se hubiera producido una
revuelta. Las voces a lo alto y masivamente habrían reclamado explicaciones o
una destitución que no se habría hecho esperar, porque de lo que se trata y
está en juego es la fe y el honor de Cristo y la Santa Iglesia. Pero hoy,
¿dónde están hoy los combativos tradicionalistas? Está muy claro: cunde el
ejemplo liberal acomodaticio de Mons. Fellay, Mons. Tissier, Mons. De Galarreta
y los que les siguen. Entonces, ¿cómo va a haber reacción pública? ¡A ver si
nos expulsan! ¡A ver si nos quedamos sin los sacramentos!, es lo que se
escucha.
Perfecto.
¿Los sacramentos les impiden la defensa pública de la fe? Entonces coinciden
con uno de los sacerdotes claudicantes y acuerdistas de Bs. As., que nos dijo
que el levantamiento de las falsas e inexistentes excomuniones (asumiendo
entonces que eran válidas) era bueno porque de esa forma más gente podría
acercarse a la Fraternidad a recibir los sacramentos. Esto es poner el carro
delante del caballo. ¿Qué es antes, los Sacramentos o la Fe?
Y
entonces, queridos y ateridos fieles, entonces, ¿cómo criticar a Mons. Fellay
por hacer una declaración doctrinal diplomática y conciliadora con los errores
modernistas, cuando él argumentó a sus sacerdotes que lo hacía para evitar que
la FSSPX fuera “excomulgada” y así muchos fieles dejaran de recibir los
sacramentos? ¿Son los sacramentos, entonces, un medio de extorsión, en vez de
un medio de salvación? ¿Son liberadores, o son la excusa para encadenar a los
fieles al error? ¿Hay que callar la verdad para poder recibir los sacramentos?
Pero
entonces, si los sacramentos no les sirven para tener la valentía de defender
públicamente la verdad cuando deben hacerlo (y no estamos hablando de
defenderla ante ajusticiadores de la antigua Roma, sino ¡ante Bouchacourt!), ¿de
qué les sirven? ¿No es esto un querer interesadamente a Dios, esto es, quererlo
por lo que nos da, y no por lo que Él ES?
Habrá
otros que, seguramente, no tienen infundado temor de quedarse solos, de perder
las habituales amistades y compañías, y por eso, preferirán disimular o
aguantarlo todo, en desmedro de la fe. Habrá que recordarles a Santa Teresa
cuando dijo: “Prefiero la verdad en soledad al error en compañía”. O a San
Atanasio, en su célebre sentencia: “Si el mundo va contra la verdad, entonces
Atanasio va contra el mundo”. “Bueno, pero yo no soy San Atanasio”. No,
querido, vos no sos cristiano.
Hemos
visto entonces cómo de manera sutil, una vez que los Superiores (Mons. Fellay)
dejan de confesar clara y valientemente la fe en público, luego los siguen los
inferiores (P. Bouchacourt) y luego, como contagio, los sacerdotes y fieles, no
reaccionando varonilmente cuando se manosea la verdad. ¿Es que acaso ya no aman
la verdad al punto de defenderla cuando ésta es atacada? He aquí unas palabras
para hacer propias y tener siempre presentes:
“Retirarse ante el
enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante clamoreo para
oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de hombres
inseguros de la verdad que profesan. La cobardía y la duda son contrarias a la
salvación del individuo y a la seguridad del Bien Común, y provechosas
únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la cobardía de los buenos
fomenta la audacia de los malos. El cristiano ha nacido para la lucha” (S.S.
León XIII).
Del
maldito y cobarde liberalismo, ¡líbranos Señor!
Flavio Mateos