Gral. Gorostieta. |
Y dijo Nuestro Señor Jesús: «Dad
al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios»
Cristo es Rey no sólo de la patria celestial, sino
también de la patria terrena. Por eso el patriotismo es una virtud querida por
Cristo y fomentada por la Iglesia Católica. Las patrias nos han sido dadas por
Dios, son un regalo de Dios; y Él quiere que la tierra donde hemos nacido nos
sea más amada que las otras. El amor a la patria es un deber sagrado para los
católicos, por lo que no se concibe un buen católico que no sea, al mismo
tiempo, un verdadero patriota. Y si alguien se dice católico pero no ama a su Patria,
es más mentiroso y traidor que católico.
El deber de ser patriotas se deriva del Cuarto Mandamiento y en estas palabras Cristo nos lo impera: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Esta frase de Cristo no significa la separación de la Iglesia y del Estado, como hemos oído hasta el hartazgo y quieren los masones, los católicos liberales y los demás enemigos de Cristo. En este país, por ejemplo, hace más de un siglo y medio que se produjo el impío divorcio entre Iglesia y Estado, y en todo el mundo los desastrosos resultados de ese rompimiento están a la vista. Es que el demonio busca separar lo que Dios la unido y unir lo que Dios ha separado. La doctrina masónica de la separación de Iglesia y Estado ha sido claramente condenada por el Magisterio Infalible; sin embargo, los Papas modernistas y toda la Jerarquía de la Iglesia, desde el desastroso Vaticano II, la enseñan como si fuera una verdad católica. Benedicto XVI dijo de la separación del Iglesia y Estado, en cierta ocasión, que “es un gran progreso de la humanidad”. Francisco va exactamente por el mismo camino infernal.
En el plano de los principios y haciendo abstracción
de la actual crisis de la Iglesia, se debe decir que el Estado no puede estar
separado de la Iglesia, no puede ser independiente de la Iglesia. El Estado debe estar unido y sometido a la
Iglesia, como el cuerpo al alma, y lo más bajo a lo más elevado. ¿Por qué?
Porque los Estados también son de Dios. ¿Hay algo que no sea de Dios? Dad a Dios lo que es de Dios: dad todos
los hombres y todos los Estados a Dios.
Y dad al
César lo que es del César. El César significa el poder
terreno, la potestad del Estado. ¿Qué debemos darle? Servicio material,
impuestos, respeto y obediencia en todos los asuntos en que tiene derecho a
exigirla. El César también significa la Patria
terrena, y a ella se le debe amor. Cuando el César, como poder
terrenal, se opone a Dios, lo que se le debe es resistencia y combate. Nadie
puede ser neutral en la confrontación entre un Gobierno y Dios. En tal caso el Gobierno
debe ser combatido y Dios debe ser defendido, incluso por las armas, como en la
guerra de los Cristeros. Tal combate en contra del César es en defensa de
Cristo, de su supremo derecho de dominio, y también en defensa de la Patria,
porque ella no debe estar sometida al yugo diabólico, sino al yugo suave de
Cristo Rey.
Pero cedamos la palabra a uno que comprendió, como
pocos, qué es eso de dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del
César: el General Gorostieta, ese gran defensor de los derechos de Dios contra
el César masónico en la guerra cristera. Para
nosotros esta carta resulta de gran interés, pues en ella se habla de esos
infaltables Obispos y Sacerdotes traidores que, con ilusiones de una paz que es
según el mundo, o bajo el pretexto de la paz, terminan ocasionando la derrota
de los que cumplen con el sagrado deber de combatir por la paz de Cristo.
Desde que
comenzó nuestra lucha -dice el General- no ha dejado de ocuparse… la prensa… de
posibles arreglos entre el… gobierno y algún miembro…. del Episcopado mexicano,
para terminar con el problema religioso. Siempre que tal noticia ha aparecido,
han sentido los cristeros en lucha que un escalofrío de muerte los invade, peor
mil veces que todos los peligros que se han decidido a arrostrar...
Si los
obispos al tratar con el gobierno desaprueban nuestra actitud… y tratan de dar
solución al conflicto independientemente de lo que nosotros anhelamos, y sin
dar oídos al clamor de una enorme multitud que tiene todos sus intereses y sus
ideales jugándose en la lucha; si se olvidan de nuestros muertos, si no se
toman en consideración nuestros miles de viudas y huérfanos, entonces levantaremos
airados nuestra voz y… rechazaremos tal actitud como indigna y como traidora…
Lo que nos hace falta en fuerza
material no lo pedimos al Episcopado, lo obtendremos por nuestro esfuerzo; sí
pedimos al Episcopado fuerza moral que nos haría omnipotentes y está en sus
manos dárnosla, con sólo unificar su criterio y orientar a nuestro pueblo para
que cumpla con su deber, aconsejándole una actitud digna y viril propia de
cristianos…
Creo es mi deber declarar de una
manera enfática y categórica que el principal problema que hayamos tenido que
afrontar los directores de este movimiento no sea el de los pertrechos. El
principal problema ha sido y sigue siendo eludir la acción nociva y fatal que
en el ánimo del pueblo provocan los actos constantes de nuestros obispos y… algunos
señores curas y presbíteros… Nosotros
hubiéramos contado con pertrechos y contingentes abundantísimos si en vez de
cinco estados de la Republica hubieran respondido al grito de muerte lanzado
por la patria treinta o más diócesis. El… poder del tirano… hubiera caído hecho
añicos al primer golpe de maza… (si) los Príncipes de nuestra Iglesia hubieran
estado de acuerdo únicamente para declarar que: ‘La defensa es lícita y en su
caso obligatoria…’.
Aún es tiempo de que, enseñándonos el camino
del deber y dando pruebas de virilidad, se pongan francamente en esta lucha del
lado de la dignidad y del decoro. (Extracto de la carta del General
Gorostieta al Episcopado Mexicano sobre "Los Arreglos" de paz ,16-5-1929).
Estimados fieles: aprendamos del brillante ejemplo
del General Gorostieta y de todos los cristeros, a amar resueltamente a Dios y
a la Patria. Dad a Dios lo que es de
Dios: esforcémonos por amar ardentísimamente a Cristo y no nos movamos
jamás del puesto de combate que tenemos en esta trinchera llamada “Resistencia”:
Dios nos tiene en ella para rechazar todo “arreglo” o acuerdo con los liberales
y modernistas demoledores de la Iglesia. La fe no se negocia. Dad al César lo que es del César: hoy no
se nos exige empuñar las armas, aunque quizá sí mañana; pero todos podemos
hacer, cada día, y sin gran esfuerzo, una gran obra de patriotismo, de
verdadero y santo amor a la Patria. ¿Cuál? Pues poner todos los días a la Patria
en las manos de Dios, poniéndola en las manos santísimas y purísimas de la
Santísima Virgen María, mediante el rezo diario del santo, milagroso,
todopoderoso y divino Rosario.