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domingo, 18 de agosto de 2013

SERMÓN EN LA SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA - R.P. RENÉ TRINCADO





Dado que celebramos hoy la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, diremos algo acerca del santo Rosario.

Se relata en el libro del Éxodo (17, 8-13) la primera batalla que tuvieron que librar los hebreos después de la salida de Egipto: Y vino Amalec y combatió con Israel en Rafidim. Y Moisés dijo a Josué: "Escoge hombres, y sal a pelear contra Amalec. Mañana yo estaré sobre la cumbre de la colina con la vara de Dios en mi mano. E hizo Josué como le dijo Moisés, y combatió con Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre de la colina. Y sucedió que mientras Moisés tenía en alto su mano, Israel prevalecía; y cuando bajaba la mano, prevalecía Amalec. Pero las manos de Moisés se le cansaban. Entonces (…) Aarón y Hur le sostenían las manos, uno de un lado y otro del otro. Así estuvieron sus manos firmes hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.

La mano levantada de Moisés significa la oración. El resultado de la batalla  no dependía tanto del valor de los soldados de Josué como de la oración de Moisés, que debía mantener los brazos en cruz sobre esa colina, como Cristo en aquella otra del Calvario. Moisés es la oración y Josué es la acción. Si queremos dar el buen combate por la fe, que es la acción en que estamos empeñados los que formamos parte de la Resistencia, debemos orar y mucho. Debemos sostener en alto las manos de Moisés por medio de nuestros Rosarios.

El intento actual de las autoridades de la FSSPX es alcanzar la paz con los amalecitas, con los enemigos que deben ser combatidos. Se entibió el santo amor a la verdad y se entibió el santo odio al error. Por eso se ha renunciado al principio de que no puede haber acuerdo práctico sin previa conversión de Roma, reemplazándolo por seis condiciones para someter la Fraternidad al poder de los liberales destructores de la fe. ¿Cómo se ha llegado a este desastre? La actual crisis de la Tradición se debe quizá a la falta de oración y del necesario complemento de ésta, la mortificación. Recemos nosotros, entonces, muchos Rosarios. Pero para no ser fariseos que combaten por la fe olvidándose de la caridad, tengamos siempre presente aquella otra guerra que es el primer deber de cada uno de nosotros: la batalla que cada cual libra contra sí mismo por su alma. Si queremos ganar la guerra por nuestras almas, debemos orar y mucho. El que ora se salva y el que no ora se condena, decía San Alfonso. Y agregamos: el que ora mucho se santifica y salva a muchos. Recemos muchos Rosarios.

Dice la Hna. Lucía de Fátima: Después de la oración litúrgica del Santo Sacrificio de la Misa, la oración del Santo Rosario es la más agradable que podemos ofrecer a Dios y la de mayor provecho para nuestras almas. Si así no fuese, Nuestra Señora no la habría recomendado con tanta insistencia (“Llamadas del Mensaje de Fátima"). No siempre podemos asistir a la Misa, pero siempre podemos rezar el Rosario.

San Luis María Grignión de Montfort afirma que la Santísima Virgen reveló que es señal probable de condenación tener negligencia, tibieza y aversión al Avemaría; y que los que -por el contrario- sienten devoción a esta oración poseen una gran señal de predestinación. Siempre se ha observado -agrega- que los que llevan la señal de la condenación como los herejes, impíos, orgullosos y mundanos; odian y desprecian el Avemaría y el Rosario. No tengo mejor secreto para conocer si una persona es de Dios, que observar si gusta de rezar el Rosario.

En Fátima, el ángel de Portugal dijo: ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. ¡Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo! Nuestra Señora reiteradamente en esas apariciones instó al rezo del Rosario, como cuando dijo: Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores. Muchas almas se condenan porque no hay quién rece y haga sacrificios por ellas. Y en la última aparición, el 13 de octubre de 1917, dijo Nuestra Madre: Yo soy la Virgen del Rosario. Deseo que en este sitio me construyan un templo y que recen todos los días el Santo Rosario. Debemos, entonces, rezar mucho Rosarios.

Ahora bien, en portugués la palabra “Rosario” significa el Rosario completo, con sus 3 coronas, con sus 15 misterios. Para designar la tercera parte o una corona del Rosario (5 misterios o decenas), la gente de habla portuguesa dice “terço”, es decir, “tercio”. Según esto, parece ser que el Cielo quiere que idealmente recemos el Rosario completo, como se hacía en tiempos de mayor fervor. El que reza cada día al menos una tercera parte del Rosario es un verdadero devoto e hijo de María y hace mucho bien, pero el que reza los 15 misterios demuestra mayor devoción, mayor amor, reza mucho y hace un bien inmenso. Ánimo porque es posible: podemos rezar el Rosario por partes a lo largo del día, yendo y viniendo entre la casa y el lugar de trabajo o estudio, en el automóvil (en lugar de oír la radio), mientras se cocina, se cose o se barre, llevando la cuenta de modo mental. Es posible organizarse de manera que al final del día hayamos rezado los 15 misterios. Como sea, una cosa es cierta: nunca nos arrepentiremos de haber rezado más Rosarios; al contrario, nos alegraremos de eso eternamente.

Dice San Luis María Grignón de Montfort que el Rosario se compone de tres coronas de cinco decenas cada uno, con el fin: 1° de honrar a las tres personas de la Santísima Trinidad; 2° de honrar la vida, muerte y gloria de Jesucristo; 3° de imitar a la iglesia triunfante, ayudar a la peregrinante y aliviar a la paciente; 4° de imitar las tres partes del salterio, la primera de las cuales mira a la vía purgativa; la segunda, a la vía iluminativa; la tercera, a la vía unitiva; 5° de colmarnos de gracia durante la vida, de paz en la hora de la muerte y de gloria en la eternidad. Y agrega el santo: os ruego, pues, con la mayor insistencia y por el amor que os profeso en Jesús y María, que recéis si tenéis tiempo, los quince misterios todos los días. A la hora de la muerte bendeciréis el día y hora en que aceptasteis mi consejo. Y, después de haber sembrado en las bendiciones de Jesús y de María, cosecharéis las bendiciones eternas.

Recemos muchos Rosarios. Santo Domingo exorcizó una vez a un hereje poseso por 15.000 demonios. Ellos, obligados a responder las preguntas del santo, confesaron, muy a su pesar, lo siguiente: nadie que persevere en el rezo del Rosario se condenará.

Y oigan esta promesa impresionante. Dice san Luis M. G. de Montfort: créanme que recibirán la corona que no se marchitará jamás (se salvarán) si se mantienen fieles en rezar (el Rosario) devotamente hasta la muerteNo obstante la enormidad de sus pecados, aunque estuvieran ya al borde del abismo se convertirán tarde o temprano y se salvarán, siempre que, lo repito, recen devotamente, todos los días hasta la muerte, el Santo Rosario con el fin de conocer la verdad y alcanzar la contrición y perdón de los pecados.

Y termino con una asombrosa cita de Sor Lucía: En estos últimos tiempos en que vivimos, la Santísima Virgen dio una eficacia nueva a la oración del Santo Rosario; de tal modo que no hay ningún problema, por muy difícil que sea, temporal o sobre todo espiritual, en la vida personal o familiar, o en la vida de los pueblos y de las naciones, que no se pueda resolver a través del Rosario. Con el santo Rosario nos salvaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas.

Estimados fieles: recemos muchos Rosarios. Empuñemos cada día esa arma divina, milagrosa y todopoderosa que es el Santo Rosario.