Publicamos la traducción del inglés del artículo “Francisco es el Papa idóneo para los
judíos” cuyo autor es Francis X. Rocca,
corresponsal en Roma de Catholic News Service.
El
escrito fue publicado primeramente en The Wall Street Journal en su edición del
día 13 de Junio y nuestro colaborador C.G.L. realizó su traducción para nuestro
blog.
Existe
un proceso de reparación que comenzó con Juan Pablo II y que podría ser
culminado por el nuevo Papa.
El
Concilio Vaticano II, hace casi medio siglo, corrigió la actitud histórica de
la Iglesia Católica hacia los judíos con la declaración Nostra Aetate, por el
cual se exoneró a los judíos de toda culpa colectiva por la muerte de Jesús en
la cruz y también se afirmó, que el pacto de ellos con Dios nunca fue
suprimido.
El
documento continúa siendo una fuente de controversia entre los católicos, sobre
todo, por la cuestión de que si se debería procurar siempre la conversión de los judíos, o simplemente, como Nostra
Aetate, declara, esperar “ese día, que solo Dios conoce, en el que todos los
pueblos se dirigirán al Señor al unísono”. Sin embargo, el documento de 1965,
sin duda, abrió un período de diálogo sin precedentes y propuestas dramáticas
por los líderes católicos. Un movimiento que promete continuar, incluso
elevarse a otro nivel, bajo el pontificado del Papa Francisco.
Mientras
que los judíos tienen un interés evidente en la comunicación cordial con la
Iglesia más grande del mundo, el interés de los católicos es más complejo. El
diálogo permite a la Iglesia repudiar el antisemitismo fomentado o tolerado por
parte de sus líderes y miembros durante muchos siglos y reconocer lo que Nostra
Aetate llama su “sustento de la raíz del olivo bien cultivado en el que se han
injertado las ramas del olivo silvestre que son los gentiles”. Un catolicismo
que se refiera a las personas de su divino fundador con amor y respeto, y a la
vez de forma diferente a otras, es una religión en profunda contradicción
consigo misma.
El
Papa Juan Pablo II, quien creció con amigos de la gran comunidad judía de
Polonia antes de la guerra, se convirtió en 1986 en el primer Papa de la era
moderna en visitar una sinagoga, la Gran Sinagoga de Roma, donde sus
predecesores habían mantenido a los judíos confinados hasta finales del siglo
XIX.
El
Papa visitó Jerusalén en el año 2000 y rezó en el Muro de los Lamentos,
expresando su tristeza por el daño ocasionado a los judíos en el pasado.
Asimismo, Juan Pablo II abrió todas las relaciones diplomáticas entre Israel y
la Santa Sede.
El
Papa Benedicto XVI siguió el ejemplo de Juan Pablo II, al visitar también la
Gran Sinagoga de Roma e Israel, y reiteró y explicó con gran detalle que el
pueblo judío no era culpable de la muerte de Jesús como así lo afirma la
declaración del Concilio Vaticano II. Benedicto XVI también modificó la famosa
descripción de Juan Pablo II sobre los judíos como “hermanos mayores” en favor
de un término —según lo considera él— aún más reverente: “padres en la fe”.
Cuando
la decisión de Benedicto XVI de volver a admitir a un obispo tradicionalista
excomulgado en la Iglesia Católica en el 2009, que luego resultó ser
públicamente un negador del Holocausto Judío para desatar un furor a nivel
internacional, entonces el Papa les agradeció expresamente su apoyo llamándoles
“nuestros amigos judíos”.
Los
gestos y palabras de Benedicto XVI, procedentes de un alemán que había servido
(de mala gana) en las Juventudes Hitlerianas, además, militar de su país
durante la Segunda Guerra Mundial, tuvieron una resonancia histórica muy
especial. También indicaron que la amistad con los judíos era el principio de
la enseñanza de la Iglesia y no sólo la tendencia de un pontífice en
particular.
Sin
embargo, dada la creciente necesidad de proseguir también el diálogo con el
Islam, era casi obvio que el sucesor de Benedicto XVI en Roma promovería la
relación de la Iglesia con el judaísmo con el mismo enfoque y entusiasmo de su
antecesor, sobre todo si el nuevo Papa venía de fuera de Europa.
Al
final resultó que el Colegio de Cardenales no pudo haber elegido a un hombre
con un compromiso más claro para las relaciones entre católicos y judíos que el
cardenal Jorge Mario Bergoglio. Como arzobispo de Buenos Aires, había celebrado
Rosh Hashaná y Hannukah en las sinagogas locales, expresó su solidaridad con
las víctimas judías por el terrorismo, y coautor de un libro con un prominente
rabino.
Refiriéndose
a uno de los puntos más sensibles en la relación entre los católicos y los Judíos,
Bergoglio había pedido al Vaticano que abra sus archivos desde el pontificado
de Pío XII, que reinó desde 1939 hasta 1958, para hacer frente a persistentes dudas
sobre si el Papa durante la guerra había hecho lo suficiente para oponerse al
genocidio nazi.
Es
relevante en este aspecto que el nuevo Papa viene de Buenos Aires, la ciudad
con la comunidad judía más grande en el hemisferio sur. Ningún Papa desde los
primeros siglos de la Iglesia ha venido de una sociedad culturalmente diversa
como la Argentina moderna que Francisco homenajeaba por su mezcla de etnias y
religiones.
Este
trasfondo ayuda a explicar la sorprendente cuestión de hecho y el carácter inconsciente
de la conversación de su libro con el rabino Abraham Skorka de Buenos Aires,
publicado en español hace tres años y traducido recientemente al inglés con el
título “On Heaven and Earth”.
Solo
unas pocas páginas de la conversación entre el entonces cardenal y el rabino
hacen mención a las tensiones históricas entre católicos y judíos, o sobre cómo
podrían ser resueltas; son cuestiones que tradicionalmente han cobrado mucha
importancia en el diálogo entre católicos y judíos.
De
modo inusual, el libro presenta a dos líderes religiosos como amigos tratando
asuntos sobre temas tan variados como el feminismo, la globalización y el
matrimonio entre personas del mismo sexo.
Los
dos hombres se comparan notas sobre los planteamientos de sus respectivas tradiciones,
pero a menudo comprometiéndose a no dudar en señalar las diferencias.
En
las propias palabras del ahora Papa: “Con Skorka nunca he tenido que
comprometer mi identidad católica, así como nunca él lo hizo con su identidad
judía, y esto no era solo por el respeto que tenemos el uno por el otro, sino
también porque es nuestra manera de entender el diálogo interreligioso”.
Medio
siglo después del Concilio Vaticano II, seguida de la apertura precursora al
judaísmo de Juan Pablo II y su confirmación con Benedicto XVI, el pontificado
del Papa Francisco ofrece ahora la posibilidad de un logro no menos histórico
para las relaciones entre católicos y judíos: la normalidad.
Anexo
Syllabus:
“El
Papa Francisco I no es un extraño para nosotros. En los últimos años asistió a
muchos eventos interreligiosos co-organizado por el Congreso Judío Mundial y
nuestra filial regional, el Congreso Judío Latinoamericano”.
Ronald
S. Lauder, presidente del Congreso Mundial Judío.
“Durante
muchos siglos, los judíos han sufrido brutales persecuciones y antisemitismo
porque los cristianos los tacharon de colectivamente responsables por el
asesinato de Jesucristo (…) no basta con que un libro del papa confirme la
inocencia de los judíos: esto debe convertirse en doctrina oficial de la
Iglesia, desde arriba abajo”.
Ronald
S. Lauder, presidente del Congreso Mundial Judío.
Lauder con el Cardenal Bergoglio, Bs.As., 2008. |