“El cristiano moderno se siente obligado profesionalmente a mostrarse jovial y jocoso, a exhibir los dientes en benévola sonrisa, a profesar cordialidad babosa, para probarle al incrédulo que el cristianismo no es religión "sombría", doctrina "pesimista", moral "ascética". El cristianismo progresista nos sacude la mano con ancha risa electoral”.