Lo que interesa a todos ustedes es conocer
mis impresiones después de la entrevista con el Cardenal Ratzinger el 14 de
julio último. Lamentablemente debo decir que ROMA HA PERDIDO LA FE, ROMA ESTA
EN LA APOSTASIA. Estas no son palabras en el aire, es la verdad: ROMA ESTA EN
LA APOSTASIA.
Uno no puede tener más confianza con esa
gente, ya que ellos abandonan la Iglesia. Esto es seguro.
No es fácil trazar rápidamente el cuadro de
toda una situación. Así se lo he dicho en pocas palabras al Cardenal. Le dije:
“VEA, EMINENCIA: AUN SI USTED NOS ACUERDA UN
OBISPO, AUN SI USTED NOS CONSIENTE UNA CIERTA AUTONOMÍA EN RELACIÓN A LOS
OBISPOS, AUN SI USTED NOS ACUERDA EL USO DE LA LITURGIA DE 1962 Y EL CONTINUAR
CON NUESTROS SEMINARIOS Y LA FRATERNIDAD COMO LO ESTAMOS HACIENDO AHORA,
NOSOTROS NO PODREMOS COLABORAR. ES IMPOSIBLE.
PARA NOSOTROS, NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO ES
TODA NUESTRA VIDA. LA IGLESIA ES NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, ES SU ESPOSA
MÍSTICA. EL SACERDOTE ES OTRO CRISTO Y SU MISA ES EL SACRIFICIO Y EL TRIUNFO DE
JESUCRISTO POR LA CRUZ. EN ECÔNE Y EN NUESTROS OTROS SEMINARIAS APRENDEMOS A AMAR A CRISTO, A TENDER
TODOS NUESTROS ESFUERZOS HACIA EL REINO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. EL
OBJETIVO DE NUESTRO APOSTOLADO ES EL REINO DE NUESTRO SEÑOR. ESTO ES LO QUE
NOSOTROS SOMOS. USTEDES HACEN LO CONTRARIO USTED ACABA DE DECIRME QUE LA
SOCIEDAD NO DEBE NI PUEDE SER CRISTIANA, QUE ESTA CONTRA SU
NATURALEZA. USTED HA QUEDRIDO DEMOSTRARME QUE NUESTRO SEÑOR NO DEBE
NI PUEDE REINAR EN LAS SOCIEDADES. HA QUERIDO PROBARME QUÉ LA CONCIENCIA
HUMANA ES LIBRE EN RELACIÓN A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. HAY QUE DEJAR EN LIBERTAD
A LOS HOMBRES Y, SEGÚN SU EXPRESIÓN, UN ESPACIO SOCIAL AUTÓNOMO. ESTO ES LA
DESCRISTIANIZACION. NOSOTROS NO PODEMOS COMPRENDERNOS. NO ESTAMOS CON LA DESCRISTIANIZACION.
ES TODO. NOSOTROS NO PODEMOS, ENTONCES, ENTENDERNOS”.
Esto es, en resumen, lo que le dije al
Cardenal y nos vemos obligados a constatar que nosotros no podemos seguirlos.
Es la Apostasía
Porque esto es la apostasía. Ellos no creen
más en la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Quien debe reinar. ¿Por qué?
Porque nuestra concepción del Reino de Nuestro Señor Jesucristo va contra la
libertad religiosa y contra el ecumenismo.
La libertad religiosa y el ecumenismo se
tocan, al punto que uno puede decir que es la misma cosa. En efecto, si la
sociedad es cristiana, si Nuestro Señor Jesucristo reina sobre ella, ¿cómo
vamos a poder estar bien con los judíos, con los protestantes, los musulmanes,
los budistas? No se podrá más continuar con el ecumenismo.
Si se le quiere dar a Nuestro Señor
Jesucristo, con su Cruz, el lugar que le es debido De lo
contrario escondamos la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, escondamos a Nuestro
Señor; no hablemos más de Nuestro Señor Jesucristo en la sociedad. El no tiene
lugar en la sociedad multi-religiosa, pluralista, etc. ESTO NO ES POSIBLE.
Dar la libertad a la persona humana en esto
es al mismo tiempo descristianizarla. Ella no es libre, ya que la persona debe
creer; si no, está condenada; es Nuestro Señor Jesucristo quien lo ha dicho.
¿Esto es cierto o no es cierto?
“La libertad de conciencia, el espacio social
autónomo”, son sus grandes palabras. ¿Qué quiere decir ésto? ¿Espacio social
autónomo para todos los sentimientos religiosos y las ideas religiosas que el
hombre puede concebir en su conciencia? pregunto.
Detrás de esto está la moralidad que se
deriva, no es solamente cuestión de ideas, hay una inmoralidad que aflora.
¿Hasta dónde se extiende el espacio social autónomo? Hasta el orden público.
“Si el orden público no es perturbado los
hombres son libres, la sociedad no tiene nada que ver”. Esto es lo que el
Cardenal Ratzinger me ha dicho el 14 de julio. Y esto es inconcebible. El ha
comenzado por esto mismo. Quiso probarme con esto que el Estado no debería
tener religión... y esto es por su misma naturaleza.
“Pero Eminencia, le he dicho, hay quince
siglos de Iglesia que se inscriben en contra de lo que usted dice”.
“¿Qué era entonces la consagración de los
reyes y príncipes, sino la súplica dirigida a Dios para pedirle el Don de la
Fe Católica, la fuerza de guardar la Fe Católica en sus países, de esparcir las
costumbres y las virtudes cristianas, de defender la Iglesia contra sus
enemigos, etc.? ¡Esta era toda la significación de la consagración de los
reyes!... Se le daba la espada ¿Para qué?, para defender el reino contra los
enemigos de la Fe”.
Quince siglos. Un período anormal.
¡Un período anormal que dura quince siglos!
Nosotros nos aferramos al Evangelio. Es fácil
decir: ESTO ES ABSOLUTAMENTE FALSO sin más; como si San Pablo no hubiera
dicho: “opportet Illum regnare” —es necesario que El reine—!
Todo es para el Reino de Nuestro Señor
Jesucristo, o bien no hay más Evangelio.
En estas condiciones, ¿cómo querrían Ustedes
que pudiéramos entendernos con personas que razonan de esa forma?
Evidentemente, ellos han estado un poco
alarmados por el sermón que yo pronuncié el 29 de junio. El Cardenal me habló
de él. En consecuencia él lo ha leído o escuchado un cassette.
Me pregunto: “¿COMO SE COMPRENDE QUE USTED
ENCUENTRE QUE NUESTRA RESPUESTA A LAS OBJECIONES QUE USTED HA ENVIADO EN
RELACIÓN A LA LIBERTAD RELIGIOSA SEA MAS GRAVE QUE ASÍS? ¡USTED DICE QUE ESTO
ES MAS PELIGROSO QUE ASÍS!”.
Evidentemente, le respondí. Siempre es más
grave adherir a un principio que realizar un simple acto. Son los
principios los que están al comienzo de todos los actos.
Por esto, partiendo de un principio, como el
del liberalismo y el de la libertad religiosa, ustedes han sido llevados a
reclamar la laicización de los Estados, y así el resto.
El principio es en consecuencia mucho más
grave que el acto; sin embargo, lo que ha pasado en Asís es extremadamente
grave, ya que es una apostasía. Si bien, no es un principio, es el resultado de
un principio.
Sin embargo el 28 de julio, el Cardenal
Ratzinger me envió una carta para hacerme proposiciones supuestamente
concretas.
Todo dependerá de un Cardenal visitador.
Siempre pedí que Roma nos enviara un
visitador; si fuera posible alguien que viniera a ver, a darse cuenta; que
viniera a hablar y a constatar lo que nosotros hacemos pero sin formular juicios,
sin tomar decisiones. Pero ellos no quieren eso. Quieren enviarnos un visitador
pero con la condición de que él disponga de poderes muy importantes para
constreñirnos a seguirlos. Esto es inadmisible.
Nos quieren dar un Obispo, dejarnos la
libertad de practicar la
Liturgia de 1962 (los Cuatro Libros Litúrgicos de 1962). Quieren concedernos
una cierta autonomía.
Lo cual puede juzgárselo por la lectura de
los siguientes extractos de esa carta:
• “... La Santa Sede está dispuesta a
conceder a la Fraternidad su justa autonomía y a garantizarle la continuidad
de la Liturgia según los Libros Litúrgicos vigentes en la Iglesia en 1962...”
• “... El derecho de formar seminaristas en
los seminarios propios según el carisma particular de la Fraternidad”.
• “... La Ordenación Sacerdotal de los
candidatos al sacerdocio bajo la responsabilidad —que hasta nueva decisión— asumirá
el Cardenal visitador...”
Para la Ordenación de Sacerdotes nosotros no
podríamos decir nada, ni el Superior General, ni yo mismo ni nadie, ni el
Superior del Seminario. El Cardenal visitador tomará la responsabilidad.
• “...Esperando la aprobación de la
estructura jurídica definitiva de la Fraternidad, el Cardenal visitador se
erigirá como garante de la ortodoxia de la enseñanza en los Seminarios...”
¿Cuál ortodoxia? ¿La que ellos enseñan? No es
posible.
• “... la del Espíritu eclesial y de la
unidad con la Santa Sede”.
¿Qué nos queda entonces? ¡No nos resta más
que cerrar los Seminarios!
Ustedes piensen, que la ortodoxia, el
espíritu eclesial, la unidad con la Santa Sede, ellos van a traducirlo por:
¡SÍGANNOS!
No será difícil para el Cardenal visitador
pedirles a los seminaristas: “Escuchen, ahora las cosas van a arreglarse entre
la Fraternidad y la Santa Sede y en consecuencia, habrá relaciones normales
entre los Obispos y la Fraternidad, en donde haya Prioratos. Evidentemente
ustedes tendrán la autorización de decir la Misa de San Pío V, pero si su Obispo los invita a
concelebrar con él para la Fiesta Patronal de la diócesis, con la nueva misa,
seguramente ustedes no podrán rechazarlo...” ¡Ah, no, yo no digo la nueva misa!
“Entonces mi querido amigo, usted esperará para su ordenación”.
Esto no es complicado.
Luego:
“Yo espero que estén de acuerdo en aceptar el
Concilio en su totalidad”.
¡Ah no, NO la libertad religiosa, eso no es
posible!
“Entonces, mi querido amigo, usted tendrá que esperar
también para su ordenación”.
No es posible.
Está claro que esto no es aceptable. En lugar de dirigirse
a mí para pedirme una firma en nombre de toda la Fraternidad, el Cardenal
visitador se dirigirá a los candidatos al Sacerdocio para escudriñarlos. Para
la ortodoxia de la enseñanza en los Seminarios, él verificará en los
Seminarios. El podrá interrogar a todos los seminaristas para ver lo que cada
uno de ellos piensa. De antemano se nos impondrán las pautas, los límites. En
definitiva, todo se hará sin nosotros; nosotros no mandaríamos y eso no es
posible.
El Cardenal Oddi me ha telefoneado
diciéndome: “Espero que usted aceptará la proposición de la Santa Sede”.
Le respondí: “Ciertamente no. No será un
Cardenal el que vendrá como visitador y que tendrá todos los poderes. ¡Por
quiénes nos toman? Eso no es posible. Nosotros quisiéramos un visitador
y más aún si se trata de
Vuestra Eminencia. Nosotros lo recibiríamos con mucha simpatía...”
“El, rió... ¡Claro! —dijo— no pienso que les
envíen al Cardenal Garrone...”[1]
Me insistió mucho, sobre todo: “Acepte,
acepte, hay que aceptar". Ustedes lo conocen, él se expresa en forma clara.
No es del sur de Italia pero tampoco es del norte.
Era él quien me decía: “Pero Monseñor firme,
firme; después usted hará lo que quiera”.
Entonces, con un Cardenal como éste ¿qué
podemos especar?
Lo veo aquí en medio de nosotros, paseándose
con los seminaristas y diciendo: “¡Pero ustedes exageran las dificultades,
ustedes toman del Concilio lo que ustedes quieran!, no hay que tomarlo al pie
de la leca... luego esto, luego aquello. Con respecto a la Liturgia, puesto
que se les concede la Misa de San Pío V, ustedes pueden decir —aunque sea de vez en
cuando— la nueva misa; no es herética, no es cismática; no hay que exagerar”.
Minimizar, minimizar, y, después al
contrario, magnificar lo que la Santa Sede nos va a dar.
“... Hay que ponerse de acuerdo, ¿qué es lo
que ustedes esperan?, ¡no hay que ser así engolfándose en posiciones
categóricas!”
Entonces, en el curso de este período, el
Cardenal visitador decidirá igualmente sobre la admisión de los seminaristas al
sacerdocio, “teniendo en cuenta la opinión de sus Superiores competentes”,
está escrito con todas las de la ley pero no es seguro.
Luego, ellos están listos en Roma para enviar
un Cardenal visitador con el objetivo de encontrar una fórmula jurídica
conforme al Derecho Canónico actualmente en vigor. Nosotros podríamos pedir
evidentemente un Cardenal visitador sin poderes. Yo no sé si ellos estarían de
acuerdo; pero aún si ello nos fuera concedido yo tengo mucho miedo que ese
Cardenal visitador, por poco hábil que sea, se presente como un conciliador y
comience a influenciar los espíritus y a terminar por dividirnos, ¿por qué?,
porque él se aferrará tanto a: “Roma, Roma y Roma; no hay peligro, no hay que
tener miedo, hay que tener confianza”.
Dirán: ¿Por qué no? Oíros dirán: ¡Tengamos cuidado!...
¡¡Sabemos muy bien cómo esto aconteció en Fontgombaul!!... ¡¡Sabemos muy bien
cómo pasó lo mismo con DOM AGUSTÍN!![2]
¡Sabemos muy bien como esto se dio entre los seminaristas que se fueron,
aquéllos a los que les prometieron maravillas cuando fueran a Roma... y luego:
“vaya usted a su seminario y déjenos en paz con la Misa de San Pío V”. Esto es así en todas partes; lo
sabemos bien. Ellos tienen siempre el mismo objetivo: TERMINAR CON LA TRADICIÓN,
ACABAR CON ESTA MISA DE SAN PIO V. Nos la dan un poquito a condición de
que se acepte la otra; y después, muy suavemente nos llevan a la otra.
Es así como esto sucede y no hay ninguna
razón para que no actúen de la misma manera con nosotros.
Sumisión total a la Santa Sede.
Nosotros somos ciertamente un bocado más
grande y más duro de tragar. Pero el objetivo sigue siendo el mismo. Se nos
seduce con la Liturgia, el Seminario según nuestro carisma, etc.... Pero se
trata siempre de sumisión a la Santa Sede, unidad con la Santa Sede, espíritu
eclesial. Está claro, ya que ellos lo repiten cuatro o cinco veces en la carta.
Habiendo desde el principio un rechazo:
“La Santa Sede no puede conceder Auxiliares a
la Fraternidad, sin que Ella sea dotada de una estructura jurídica adecuada y
sin que sus relaciones con la misma Sede Apostólica sean bien conformadas con
anticipación. En razón de la Institución Divina de la Iglesia, una tal
situación jurídica comporta necesariamente reverencia y obediencia de parte de
los Superiores y miembros de la Fraternidad hacia el Sucesor de Pedro, el Vicario de Cristo. En
los límites de esta obediencia y en el cuadro de las normas canónicas, la Santa
Sede está dispuesta a
conceder.
Vemos enseguida el cuadro en el cual se nos
quiere encerrar: personalmente no pienso que esto sea posible, ya que,
verdaderamente, creo que nosotros tratamos con personas que no tienen más el
espíritu católico. Esto es un misterio, un misterio inconcebible, increíble.
Hay seguramente una clave en este misterio. ¿Cuándo se manifestará? ¿Cuándo
sabremos nosotros qué hay detrás de todo esto? Yo no sé nada de ésto... Pero en
todo caso hay algo. No se puede explicar de otra forma.
• ¡Que aquél que está sentado en la Cátedra
de Pedro haya hecho Asís!,
es inconcebible;
• ¡Que aún haya enviado este año a Kyoto —Japón—
al parlamento de las religiones, una delegación representante de la Iglesia
Católica, es decir de Nuestro Señor Jesucristo, y que éste representante del
vicario de Cristo haya sido puesto en cuarto lugar entre los religiosos,
sobrepasa la imaginación!
¿Creen ustedes que aquél que obra de esta
manera y que acepta esto, cree todavía en la divinidad de Nuestro Señor? Eso no
es posible. Y nadie protesta. Ningún Cardenal eleva la voz, todo el mundo se
calla, la curia romana permanece muda; es la abominación. Nuestro Señor en
medio de esos paganos (ya que los japoneses son paganos que adoran dioses
paganos, específicamente ídolos), y los adeptos de otras falsas religiones es
semejante. ¡¡No, esto no es posible!!
La Jerarquía se aleja de la Iglesia.
Pienso que cuanto más se avanza, es más
abominable.
Siempre he rezado mucho para que Nuestro señor
nos muestre el retorno de Roma a la Tradición o, por el contrario, que se
agrave el alejamiento de Roma de la Tradición a fin de que esto sea claro.
Para nosotros no es fácil tomar ahora
decisiones en condiciones parecidas.
Así pues actualmente, es de más en más
evidente —y esto mucho más que hace un año o dos— que la Jerarquía se aleja de
manera ostensible de la Iglesia.
La respuesta que nosotros hemos recibido a
las objeciones elevadas a propósito de la libertad religiosa, por su
definición, es en sí misma una concepción que descristianiza la sociedad. No es
simplemente una tolerancia de la sociedad pagana, que debería ser cristiana,
sometida a Nuestro Señor. No, en lo sucesivo debemos enfrentarnos a una nueva
definición de la sociedad: por naturaleza la sociedad no es cristiana, ella no
debe ser cristiana, ella no debe ser religiosa; y esto es increíble.
Pienso que podemos hablar de descristianización
y que estas personas que ocupan Roma hoy son anticristos. No he dicho ante
Cristos, he dicho anticristos, como lo describe San Juan en su Primera Carta: “Ya
el Anticristo hace estragos en nuestro tiempo”. El Anticristo, los anticristos;
ellos lo son, es absolutamente cierto.
Entonces, ante esta situación tal como
nosotros la conocemos, no debemos preocuparnos por sus reacciones. Ellos están
necesariamente contra nosotros. Yo le dije al Cardenal Ratzingen: “Nosotros
estamos en todo por Cristo y ellos están contra Cristo. ¿Cómo quiere que
podamos entendernos? Ellos nos condenan porque nosotros no queremos seguirlos”.
Resumamos entonces situación. “Si usted hace
Obispos, será excomulgado”. Sí, seré excomulgado. ¿Excomulgado por quién y por
qué? Excomulgado por aquellos que son anticristos, que no tienen más el
espíritu católico. Y nosotros somos condenados ¿por qué?, porque queremos
permanecer católicos. Esa es la verdadera razón por la cual somos perseguidos;
y es porque nosotros queremos permanecer católicos, porque queremos guardar la
Misa católica y el Sacerdocio católico. Es a causa de esto que somos
perseguidos.
Todos los curas que han sido echados de sus parroquias,
los Sacredotes de Campos —Brasil— ¿por qué son apartados y perseguidos? A
causa de la Misa, la Misa antigua que es el triunfo de Nuestro Señor Jesucristo
en la Cruz, quien reina por su Cruz. La Misa que es la manifestación del reino
de Nuestro Señor Jesucristo sobre la sociedad, no solamente sobre los
individuos y la familia, sino también sobre la sociedad —toda la sociedad
reunida alrededor del Altar, proclamando la realeza de Nuestro Señor Jesucristo
por su Cruz y por su Sacrificio. Esto no lo quieren más. Para los protestantes
es una blasfemia. Entonces, para complacer a los protestantes, se ha
descristinizado la Misa. Ella se torna una “asamblea”, una “eucaristía”, una “comida”,
una “comunión”, una “participación”, un “compartir”, todo lo que uno quiera,
pero no es más el Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo Redentor y Propiciatorio.
Es terrible pensar en esta situación. Es un gran misterio.
Sí, hay quienes tiemblan.
Hay quienes trepidan un poco ante el
pensamiento de que si hiciéramos Obispos, seríamos excomulgados... Pero, en
fin... Hay que ubicarse en la situación tal cual es actualmente.
Se dirá: Ya que el Papa lo exige, hay que
pedirle al Papa. Yo pedí Auxiliares. Me respondieron que no. No le
podemos dar. ¿Por qué? ¿Cuál es la voluntad Papa al responder que no? ¿Cuál es
el pensamiento? No quieren más la Tradición. La Tradición está perimida. Es
necesario que la Fraternidad de Monseñor Lefebvre lo comprenda: la Tradición se
terminó, no la queremos más. Entonces, que no vengan ahora a pedirnos hacer
Obispos que continuarán la Tradición.
Yo sé bien que los principios permanecen y
que las circunstancias no pueden suprimir los principios. Es el Papa quien
debe nombrar los Obispos, quien tiene jurisdicción sobre los Obispos. Es el
Papa quien debe dar la misión canónica a los Obispos, por consiguiente la
Apostolicidad, etc. Esto es absolutamente exacto. Se puede aportar un Libro
entero de citas de Padres, Doctores, de Teólogos para probar esto. Es
totalmente cierto, pero pienso que es necesario sin embargo distinguir entre
los principios que permanecen y a los cuales debemos adherir, y luego la
práctica que ha sido seguida en el curso de la historia. La realización de
estos principios ha sido muy diferente. Lo es aún actualmente según se trate de
los Orientales, de tal o cual Iglesia Oriental, Patriarcal; Ella entonces
permanece muy distinta y era mucho más diversa todavía antiguamente, en los
primeros siglos. Sí, entonces se dirá: aún si las circunstancias son tales, eso
no los dispensa a ustedes. Uno no puede hacer nada contra el Papa.
Un Papa que destruye a la Iglesia.
¿Contra el Papa? Pero contra un Papa que
destruye la Iglesia, que es prácticamente un apóstata y que quiere hacernos
apóstatas, yo pregunto: ¿qué hacer? ¿Hay que renunciar a la continuidad de
esta obra de la Iglesia para complacer a aquél que no quiere más de la
tradición, que no quiere más que Nuestro Señor Jesucristo reine públicamente,
y que nos conduce a la apostasía? Eso yo le dije al Cardenal
Ratzinger. —“El Papa es infalible, usted no puede levantarse así contra el
Papa. Usted va a ser excomulgado”.
Le respondí:
• “Infalible, infalible,
entendámonos; la infalibilidad es algo muy restringido. Pienso que no es contra
la promesa de Nuestro Señor Jesucristo, que el Papa eventualmente pueda —por
una Pastoral desordenada, una pastoral falsa— llevar a los católicos hacia la
apostasía. Jamás ha sido dicho que el Papa no podría haber cosas contrarias al
bien de la Iglesia como está pasando ahora”.
El Papa practica una pastoral que lleva a los
pueblos hacia la apostasía, eso es claro y absolutamente cierto. Uno no puede
imaginarse el mal que ha hecho Asís en las almas. Un mal incalculable aún entre
los tradicionalistas. Muchos no creen más en la unicidad de la Religión. Ellos
creen verdaderamente que todo el mundo puede salvarse por su religión, y esto,
por culpa del Papa. Las personas han sido engañadas por esta jornada de
oración por la paz. Pienso entonces que era la primera vez que veíamos una cosa
como esta: ¡Todas las religiones reunidas! ¡QUE CARIDAD! Se ha perdido en Roma
la noción de la Verdad y de la Verdadera Religión.
El Cardenal Ratzinger me ha dicho:
— “Usted sabe, el Papa está un poco molesto
por sus dibujos...”[3]
Seguro él los vio. Entonces le dije:
• “Si
ello puede ayudar a salvar su alma, ya habrá cumplido alguna función. Si él ha
estado molesto, puede ser que le haya hecho reflexionar un poco y tal vez la
razón por la cual ha hecho menos ruido por su reunión de Kyoto”.
Se ha hablado poco en los diarios, sin
embargo ésta tuvo lugar. El Papa ha hablado de ella durante la recitación del
Ángelus en la Plaza de San Pedro. Ello pasó desapercibido, pero esta reunión
fue tan abominable como aquélla de Asís. Fue en realidad, la repetición.
Asís, ¡Dios sabe si de ella se ha hablado en
el mundo entero! ¿Quién sabe si el Papa no ha reflexionado un poco y si
nuestras advertencias, nuestras súplicas no han llegado a conmover al Santo
Padre? No lo sé y no quiero dar más importancia de la que tiene lo que nosotros
hacemos. En todo caso, es cierto que hubo una gran diferencia entre estas dos
manifestaciones, al menos en la prensa y en la publicidad.
Obispos llamados en ayuda.
Sin duda, ellos se han preocupado en Roma.
Noté bien que el Cardenal Ratzinger estaba alarmado por la eventualidad de una
Consagración de Obispos. El ha debido alertar a todo el mundo... Y me pregunto
si él no ha enviado copia de su carta a todos los Cardenales y a los Obispos.
En efecto, recibí una carta de un Cardenal de Vietnam, a propósito de esta
carta del Cardenal Ratzinger, y también una carta de Monseñor Mamie. Es muy
caritativo Monseñor Mamie, tiene buen corazón. Me ha escrito: “Monseñor, yo le
renuevo la súplica que ya le hice hace diez años” (y me envía la copia de la carta que me dirigió en
1977 en momento de los grandes acontecimientos). En esa época me decía ya: “Sea
humilde entonces, sea generoso, tenga un gran corazón. Remita todas sus obras a las
manos del Papa. Es lo que usted puede hacer mejor. No esté aferrado a lo que
hace. Déle todo a la Iglesia. Eso será un gran gesto...” “Le renuevo esas
proposiciones, Monseñor, reflexione por favor...”
“Deje entonces todas sus obras en manos del
Santo Padre. Esté también seguro que pienso en usted. USTED TENDRÁ UNA VILLA A
SU DISPOSICIÓN, US-; TED NO TENDRÁ APREMIOS MATERIALES HASTA EL FIN DE SUS
DÍAS...”
Fíjense, voy a abandonarlos a ustedes mañana
y me voy a ir a una villa no se adonde. ¡Hasta el fin de mis días yo seré
mantenido por Monseñor Mamie!!!
¡Pero quizás antes enviaré una comisión para
ver dónde se encuentra esa quinta!
Recibí también muchas cartas largas del
académico Jean Guitton. El también ha recibido copia de la carta del Cardenal.
Y el también me dice: “hay que aceptar..., pero sin embargo vea la copia de la
carta que yo envié al Cardenal Ratzinger”. Reconozcamos que él hace
reflexiones bastante justas.
Escribe Jean Guitton al Cardenal Ratzinger
“Eminencia, vuestra carta está bien, pero
¿qué va a quedar de la autoridad de la Fraternidad?”
En efecto, no quedará gran cosa —agregamos
nosotros—.
Aún los laicos están al corriente de todos
nuestros asuntos. ¡Esto es bastante curioso!
Y el señor Jean Guitton, le agrega:
“Presiento igualmente las dificultades que no
dejarán de presentarse y es por lo que permito sugerirle algunas proposiciones
y complementos que no vuelven a poner en cuestión la economía de su ofrecimiento
y que deberían favorecer una aceptación de parte del fundador de la
Fraternidad Sacerdotal San Pío X:
1) Es evidente que todo gira alrededor de la
misión que la Santa Sede considera confiar al Cardenal visitador. Así pues, la
personalidad de este último jugará un papel determinante. Me parece que debería
ser posible encontrar un acuerdo previo, al menos oficioso, con Monseñor Lefebvre,
sobre la persona del Cardenal visitador. Por mi parte pienso en el Cardenal
Siri, quien acaba de renunciar al gobierno de la diócesis de Génova, Lo conozco
muy bien. Pienso que él no correrá riesgo de ser rechazado por Monseñor
Lefebvre. Considero igualmente al Cardenal Gagnon.
2) La misión confiada al Cardenal visitador
en su relación con las funciones ejercidas en el seno de la Fraternidad por sus
responsables, permanece, sobre ciertos puntos, ambiguo.
¿Quién tendrá el poder de ordenar los
Sacerdotes? El texto habla de la ordenación de los Sacerdotes bajo su
responsabilidad. ¿Cómo debe ser comprendido el poder de decisión del Cardenal
visitador en lo que concierne a la admisión de los Seminaristas al Sacerdocio?,
etc.... La opinión parece ser obligatoria, pero ¿debe él estar conforme? Más
generalmente, ¿qué poder es reconocido al Cardenal visitador durante el período
transitorio, con relación a la autoridad de los Superiores de la Fraternidad? Y
así, continuando. Convendría fijar “que la autoridad del visitador y la de los
Superiores de la Fraternidad, se ejerzan conjuntamente. Por último, la
aceptación por Monseñor Lefebvre de las proposiciones de la Santa Sede, ¿no
debería conllevar como corolario el levantamiento de las sanciones canónicas
pronunciadas contra él? Un tal gesto de mansedumbre tendría, sin discusión, un
gran valor”.
Luego, el señor Guitton ve bien las
dificultades.
Pero, a mi parecer, pienso que no tenemos
trato con personas honestas. Esto es lo terrible.
En otros tiempos, cuando iba a Roma en mi
calidad de Delegado Apostólico, teníamos discusiones con personas honestas que
querían el reino de Nuestro Señor, personas que trabajaban para la salvación
de las almas.
Ahora ellos no trabajan para la salvación de
las almas, sino para la gloria humana de la Iglesia en el mundo. La gloria es
puramente humana.
Esta reunión de todas las religiones, de
todas las ideologías: el comunismo, los francmasones, los judíos... En estos
días, el Papa irá a encontrarse nuevamente con los judíos en New york.
Esto es una gloria puramente humana, aún
abominable, porque mezclar la Verdad con el error, la Virtud con el vicio, los
enemigos de Nuestro Señor junto a los amigos de Nuestro Señor... ¡Esto es una
abominación!
He ahí: quienes están ahora en Roma, no
piensan más que en esto; no viven más que de esto. Y, para acrecentarlo:
historias financieras vidriosas.
Cuando recordaba este tema con un Cardenal en
Roma —buscando un poco cuál es el leit-motiv que tiene toda esa gente— él me
dijo: “Monseñor, es esto...”, haciendo el gesto tan conocido para designar el
dinero. Podemos entonces imaginar todo lo que puede suceder. He tenido la
ocasión de decirlo a algunos que aún tienen dudas sobre Roma. Estoy
íntimamente persuadido de que nosotros no sabemos la mitad de lo que sucede en
Roma; y si ya estamos escandalizados por la mitad que conocemos, es necesario
pensar en la otra mitad. Si conociéramos todo, estaríamos espantados.
Verdaderamente nosotros tenemos tratos con una increíble mafia, ligada ciertamente
con la masonería.
Estamos bien ayudados en este terreno por “Sí
Sí No No”, que nos esclarece sobre la situación en Roma y que dice de esto,
más aún que yo ¡lo que no es poco decir! Felicito al P. Du Chalard y sus
colaboradores por los estudios que publican; están bien hechos y bien apoyados
sobre los textos de la Escritura, sobre la Teología. Son serenos, no polémicos.
Son claros, muy netos. Todo ésto debe caer como Buenas y sólidas piedras en la
Curia vaticana. Allí nada pueden decir en contra; lo sorprendente es que lo
soporten, como soportan también nuestras cartas. No pueden decir nada, ni
responder nada. Es sorprendente. Cada vez que aparece “Sí Sí No No”,
debiera haber alguna reacción en algún diario romano, para contradecir lo
publicado. Pero no, allí no hay jamás nada. Ellos no pueden contradecir. ¡Esto
es grave! Pienso que es necesario rezar.
Hay quienes preguntan: Monseñor, ¿cuándo
haréis ésto? No lo sé. ¿A quiénes usted hará Obispos? Tampoco lo sé. Esto está
aún en secreto. No sé nada de esto. Veremos. Dios nos inspirará en el momento
en que sea necesario hacerlo, si todavía debo hacerlo. Se lo he pedido a Dios.
No estoy particularmente apegado a hacer
estas Consagraciones Episcopales. Ya las he hecho. Fueron tres: Monseñor
Guibert, Monseñor Dodds y Monseñor N’Dong. Si yo consagro Obispos, los
consagraré con las mismas intenciones y las mismas disposiciones que consagré
estos tres.
Seguramente, estos Obispos tenían un mandato
romano. Esto es evidente. Pero pienso que, en las circunstancias actuales, se
puede pensar en el mandato que dará el Papa cuando se convierta, o en el Papa que seguirá y que
volverá a la Tradición. Porque es imposible que Roma permanezca
indefinidamente fuera de la Tradición.
Un día Dios permitirá el retorno con sus
sucesores. Por el tomento ellos están en ruptura con sus predecesores. No
aceptan más las Encíclicas desde Mirari Vos, hasta Humani Generis del Papa Pío XII.
No quieren tomar en
consideración estas Encíclicas. No quieren tenerlas en cuenta. Ellos no están
más dentro de la Iglesia Católica.
El día en que el Papa vuelva a la Tradición,
está claro que solo podrá apoyarse en la Fraternidad y en aquéllos que trabajan
como la Fraternidad, quienes han conservado los mismos principios, quienes
tienen los mismos pensamientos, en Católicos, en fin. Si el Papa quiere
reconstruir la Iglesia ¿adónde encontrará apoyos? No decimos esto para
alabarnos, sino que es imposible de otra manera. Esto es un hecho.
Por eso es que hay que tener confianza (Si Dios
no quiere que yo haga Obispos, le he pedido que haga morir antes. Mi sepultura
está lista y no estoy lejos de ir a Él. No es difícil para Dios hacerme morir
antes; puedo ser asesinado; puedo tener un accidente de auto; puedo tener no
importa qué, una enfermedad cualquiera. Ya veremos. Entonces, es necesario
rezar. Continuemos rezando).
Contemos con Nuestra Señora de Fátima. Creo
que la peregrinación que hicimos a Fátima ha hecho mucho bien. Ha sido un
consuelo para todos aquéllos que estuvieron presentes. Nos
consagramos de nuevo a la Santísima Virgen y luego le consagramos Rusia y el
mundo entero. (Entonces, que la Santísima Virgen quiera develarnos este
Misterio, que se encuentra detrás de la situación que constatamos, pero del
cual no conocemos la clave y esto para el bien de las almas, para que la
Iglesia reencuentre su Tradición. No pedimos otra cosa para la Gloria de
Dios).
Monseñor Marcel Lefebvre, Conferencia
dada durante el retiro sacerdotal en Ecône, el 14 de septiembre de 1987.
[1] Fue
uno de los 3 cardenales que partícipó en el proceso simulado para que se
condenara a la fraternidad San Pío X.
[2] Abad de un monasterio
en Francia que se plegó a la nueva
misa con sus monjes. Abad de un
monasterio en Francia que se plegó a la nueva misa con sus monjes.
[3] Diseños
que se distribuyeron en Roma y otros lugares para hacer reflexionar a Juan
Pablo II y a los
católicos.