Páginas

martes, 31 de marzo de 2020

TRIPLE "C"








Conviene aclarar y distinguir, en estos momentos de tanta confusión.

Que alguien hable de conspiración, no significa que niegue la realidad del virus corona, sino que intenta darle una explicación plausible, en base a las informaciones previamente comprobadas sobre los planes de los agentes globalistas, a las medidas que el mundo globalizado está tomando para responder a él, y a las consecuencias que se preveen de cara al futuro. Al mismo tiempo, esto no invalida que el corona pueda ser no sólo producto de una conspiración (lo cual de momento es una conjetura que se irá dilucidando con el tiempo), sino además un castigo.

Lo que sucede especialmente en España e Italia, países ya previamente despoblados y envejecidos, puede ser considerado una manifestación exterior y bien visible de la mortandad de su alma cristiana, ocurrida apostáticamente hace ya mucho tiempo.

El hecho de que los medios de difusión y la población se convulsionen de tal manera por la muerte de diez mil personas, pero hasta ahora no se hayan escandalizado sino más bien mirado con indiferencia el deliberado asesinato de millones de niños en el vientre de sus madres, durante décadas, muestra a las claras la enfermedad terminal de la sociedad que apesta, y por eso esa peste hoy se “materializa” externamente a través de un virus. Es la sociedad poscristiana que no puede tener otro final más lamentable e indigno. Y esto es más grave en los países antaño campeones de la fe como han sido España, Italia y Francia, que renegaron de sí mismos entregándose a la depravación masónico-socialista.

¿Cuántos de los españoles que hoy aparecen altamente alarmados y asustados ante la visión de los cadáveres y enfermos, se alarmaron o escandalizaron cuando se mataban miles de niños por aborto, cuando se corrompía a los niños con la ideología de género, o se profanaba la tumba del caudillo que encabezó la victoria contra el comunismo que asesinó muchísima más gente que este virus?

Este virus mata los cuerpos –hasta donde se sabe, de personas ya con afecciones o debilitadas, ocurre en general que casi todo el mundo tiene una salud endeble gracias a la falta de formación básica y la toxicidad que se vierte en toda la forma de vida industrializada moderna que llevamos-, pero las consecuencias sociales que vendrán, que otorgarán un poder de coacción tiránico a los Estados en manos de organismos internacionales globalistas y sionistas, encabezados por la ONU, de la cual ahora el Vaticano es un apéndice, será devastador para los cuerpos y para las almas. Una de las consecuencias será que hablar de “conspiración” –lo mismo da si de forma seria o ridícula- será cosa de “loquitos” o de “locos peligrosos” y “fanáticos” de “ultra derecha” o “ultra católicos” que serán un peligro para el resto de la sociedad, amaestrada por los medios masivos del sistema, y ya no educada por la Iglesia que ha abandonado definitivamente su labor. Creado un problema mundial, los hombres aceptarán una “solución mundial”. De este modo será el completo fin de las soberanías nacionales. El que proteste contra este estado de cosas, será llamado “conspiranoico” o “neo-nazi”. Y el sistema tendrá preparado su repertorio de imbéciles o hábiles agentes que fungirán sí de delirantes conspiranoicos en la internet, como para “demostrar” que sí, todo aquel que hable de esos temas, será un caso de manicomio. Pero, como ya dije en el anterior artículo, desde el primer Viernes Santo hay una conspiración de la Sinagoga de Satanás contra el Reinado de Cristo, y el Vaticano II fue un exitoso complot contra la Iglesia. La guerra entre las dos ciudades implica un combate frontal de la Iglesia (lo que queda de ella) y un combate en la oscuridad, complotista, del poder en las sombras de la Sinagoga de Satanás. Ahora, ya borrado del mapa el dogma de que “Fuera de la Iglesia no hay salvación”, se empezará por el neo dogma de que “Fuera de la vacuna no hay salvación” (luego del tan exitoso “Fuera de la democracia no hay salvación”). Como dijo recientemente Francisco, “estamos todos en el mismo barco y tenemos que rezar todos juntos”. Ese barco ya no es la Iglesia católica, y Pedro ya no dice “Señor, sálvanos que perecemos”. No, ese barco es ahora el mundo globalizado. “Hay que obedecer a la ONU”, es la consigna explícita de Francisco.

Por lo tanto conviene bien discernir: hay corona virus (mañana puede ser otro virus o forma de recluir o disciplinar, asustar y eliminar a la población), hay un castigo en la permisión de estos hechos con que Dios aflige a sus hijos rebeldes para hacerlos abrir los ojos y volver arrepentidos al redil (aunque la Jerarquía mira para otro lado), hay conspiración para llegar al gobierno mundial del Anticristo, y hay el comunismo, del cual nos advirtió Ntra. Sra. en Fátima, el cual habiendo mutado en su manifestación política, sigue esparciendo sus errores y sus horrores.

Contra esa triple “C”: corona virus-conspiración-castigo, hay una vacuna “Doble C” salvadora, que por su unidad conforma en verdad una sola “C”: el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. De ellos viene la caridad, que es lo que distingue a los verdaderos de los falsos cristianos y es lo que vence al Diablo, pues es el fruto de la fe, y en ella, como enseñó San Pablo, debemos resistir firmemente. El método inmediato es otra triple “C”: la corona diaria del Rosario (mejor completo y en estado de contrición), por la consagración y conversión de Rusia, para que se cumpla pronto la palabra de Ntra. Sra. en Fátima: “Al fin mi Inmaculado Corazón triunfará”.

Previamente, y para mostrar a Dios nuestro compromiso, consagrémonos personalmente y a nuestras familias y hogares, a su Sagrado Corazón y al Inmaculado Corazón de María, portando además con fe el escapulario o el detente del Sagrado Corazón y el escapulario de Ntra. Sra. del Carmen. Dios nos provee además de la Medalla Milagrosa y otros santos recursos que nos protegen en las más difíciles circunstancias.

Esta crisis está destinada a aplastar el orgullo del hombre. El problema es que no se somete al yugo suave del Rey, sino de su Enemigo. Entonces el orgullo del hombre encuentra su orgullo vicario que lo representa en el Tirano, en vez de convertirse en humildad que lo salve mediante la verdad. Pero, a Dios gracias, tenemos la absoluta seguridad que es la humildad, y no el orgullo, quien vence. Es la criatura humilde por excelencia, la Inmaculada, la que aplasta la cabeza orgullosa de la serpiente.

A esa corona, la de la Reina del Cielo y de la Tierra, gustosos y voluntariamente nos sometemos y consagramos, para siempre.



Ignacio Kilmot