Por Ernest Hello
“El
hombre verdaderamente mediocre siente un poco de admiración por todas las
cosas; pero ninguna admira con entusiasmo…Encuentra insolente toda afirmación,
porque ésta excluye la proposición contradictoria. Y si eres un poco amigo y
otro poco enemigo de todas las cosas, te admirará por sabio y reservado. El
hombre mediocre proclama que todas las cosas tienen su lado bueno y su parte mala,
y que no se debe ser absoluto en los juicios. Si resueltamente afirmas la
verdad, el mediocre dirá que tienes demasiada confianza en ti mismo. El hombre
mediocre lamenta que existan dogmas en la religión cristiana; su deseo sería
que enseñara sólo la moral; y si le dices que la moral radica en los dogmas, te
responderá que exageras…Si la palabra exageración no existiera, el hombre
mediocre la inventaría.
El
mediocre parece habitualmente modesto; no puede ser humilde, a no ser que deje
de ser mediocre. El hombre humilde desprecia todas las mentiras, aunque todo el
mundo las ensalce; y cae de rodillas ante la verdad…Si un hombre naturalmente
mediocre se hace cristiano de verdad, deja en absoluto de ser mediocre…El que
ama no es mediocre jamás”.