Creo
que un gran acto de caridad es rezar para que el pueblo judío se convierta,
incurriendo así en “el pecado de proselitismo” que Bergoglio condena.
Por
eso frente a esta nueva barrabasada vaticana -una
estampilla para celebrar el Talmud-recurro a Pío XI, acusado de
prosemita (¡¡), y a su oración para consagrar el género humano al Sagrado
Corazón de Jesús, hoy cuidadosamente suprimida en los misales posconciliares:
“¡Oh,
Señor! Sé Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de ti, sino
también de los pródigos que te han abandonado, haz que vuelvan pronto a la casa
paterna, para que no perezcan de hambre y de sed. Sé Rey de aquellos que, por
seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devuélvelos
al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un
solo rebaño bajo un solo Pastor.
Sed
Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o
del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.
Mirad,
finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro
tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos como bautismo de
redención y de vida, la sangre que un día contra sí reclamaron”.
De
Jorge Mario Bergoglio y de sus barrabasadas, postales y no postales, libera nos
Dómine.
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