No ha sucedido nada, como nunca sucede nada, que Dios no haya
incluido desde la Eternidad en su plan de salvación, sea porque lo
quiere, sea porque lo permite.
Por otra parte, ha sido necesario que
los poderosos de este mundo impusiesen el estado anómalo en
que nos encontramos, con la excusa de la pandemia, para que
pudiese, entre otras cosas, aprobarse la “ley” de aborto en Argentina.
Día triste y
luctuoso, sin duda, en el que
finalmente las fuerzas que hace años trabajan por la destrucción de ese país
han logrado ganar una batalla especialmente importante, porque han logrado
instalar la negación del derecho a la vida en el centro del
sistema de códigos por el que se rige efectivamente.
Si algo tiene de bueno la espantosa situación mundial actual, es
que cada vez va a dar más trabajo mantener la “ingenuidad” y
“no darse cuenta” de lo que está sucediendo en el mundo.
Quiera Dios que estemos siempre del lado del bien en esta batalla que ahora alcanza una
intensidad nunca antes vista en toda la historia de la humanidad.
Tenemos que orar por esa intención.
Los de enfrente han
logrado pegar un aldabonazo especialmente ruidoso en las puertas del
Infierno, que sólo puede interpretarse como una decidida exigencia de
que los dejen entrar.
También por ellos debemos rezar, para que la Misericordia de Dios impida que
aquellos que así plazca a la divina Voluntad alcancen ese objetivo.
Los otros simplemente darán lugar a la aplicación de la Justicia divina.
Nadie puede decir cuántos van a ser estos últimos, pero humanamente hablando el
prospecto es muy sombrío.
La oración se debe hacer también, obviamente, por los miles de
inocentes que van a ser “legalmente” asesinados y por los
miles de mujeres que sabiéndolo o no van a ofrecer a los demonios ese
espantoso sacrificio.
Y en definitiva, por la sociedad argentina
toda, en la que se aloja ahora este cáncer moral que no
dejará de afectar a todas las dimensiones de la vida social.
Esa oración hay que extenderla a toda
América Latina, que ve avanzar ese tumor por el continente con la caída
del bastión argentino.
La guerra global, que actualmente se desarrolla
sobre todo en la línea “plandémica”, continúa, por supuesto, y el año 2021, es de esperar, tristemente, va a
aportar grandes, y eventualmente, terribles novedades al respecto.
Lo esencial de lo esencial es lo de siempre,
atención al “spoiler”: sabemos el final, se salvan los elegidos.
Lo más importante para cada uno de nosotros
es figurar en ese número cuando se pronuncie la sentencia
definitiva.
En ese sentido, la confesión frecuente es
una de las armas más poderosas que tenemos contra el Nuevo Orden
Mundial.
Mientras tanto, saludamos desde aquí a los
héroes que lucharon en Argentina y en todo el mundo para evitar este
desastre que al final no pudo ser evitado.
Son los mismos que con la gracia de Dios van
a seguir luchando mientras estén en esta vida contra el reinado
de las tinieblas.
Como decíamos, es tan endeble el tinglado del
adversario del género humano, que sólo ha podido vencernos teniéndonos en el
suelo y con una mano atada a la espalda.
Y así y todo, no ha podido hacer más que cumplir la
profecía del Apocalipsis: “Se le permitió hacer la guerra contra los santos
y vencerlos” (Ap. 13,7).
Esta profecía, que tendrá pleno cumplimiento al fin
de los tiempos, se ha visto parcialmente cumplida a lo largo
de estos últimos veinte siglos, cada vez que Dios ha permitido el avance de las
fuerzas del mal.
Dios permite ese avance del mal con milimétrica precisión,
hasta el punto en el que la Voluntad divina ha decretado desde siempre que
no avance más.
Y como dice también el Apocalipsis, “aquí está
la paciencia de los santos” (Ap. 14, 12).
Nosotros, pobres pecadores, santos por
el bautismo y necesitados de la gracia de Dios para alcanzar la santidad
personal, podemos decir que hemos sido elegidos por Dios para
estar en esta trinchera, en forma ciertamente incomprensible y sin atención
alguna a méritos de nuestra parte.
Que la Virgen de Luján interceda por todos nosotros, para que demos la buena pelea y alcancemos la
corona final.