No
sabemos por qué, seguramente por la educación o influencia recibida en sus
seminarios, o tal vez por su combate enfocado a apuntar siempre sus ojos al
Vaticano II, pero es claro que en los sacerdotes de la Tradición católica,
salvo muy pocas excepciones, el Apocalipsis es un libro que siempre ha sido marginado,
hasta diríamos considerado peligroso o “sospechoso”. Y esto a pesar de lo que
nos dice el mismo libro apenas comienza:
“Bienaventurado
el que lee y los que escuchan las palabras de esta profecía y guardan las cosas
en ella escritas; pues el momento está cerca”
(Apoc. 1,3.)
A
lo cual comenta Mons. Straubinger:
“A causa de la bienaventuranza que aquí se
expresa, el Apocalipsis era, en tiempos de fe viva, un libro de cabecera de los
cristianos, como lo era el Evangelio. (…) Si este momento, cuyo advenimiento
todos hemos de desear, estaba cerca en los albores del cristianismo, ¿cuánto
más hoy, transcurridos veinte siglos?”
¿Y
cuánto más cerca está hoy, podríamos agregar, con las cosas que están sucediendo?
Entonces, ¿podemos seguir dejando de lado este libro que nos ha sido dado para
nuestro consuelo, para reafirmar nuestra fe en la Iglesia y la victoria de
Cristo Rey sobre todos sus enemigos? ¿Podemos, por falta de toda iniciativa,
seguir ignorando los signos que se nos presentan –al menos nos cabe el derecho
a la conjetura o interpretación- quizás sumergidos en el temor de ser tildados
de “apocalípticos”, cuando eso podría significar ser comparados con los
primeros cristianos, cuyo ejemplo heroico deberíamos imitar? Entendemos la
prevención que intenta evitar caer en el error milenarista, por eso como decía
J. Pieper (El fin del tiempo), “aun
cuando no queramos entrar en un espíritu apocalíptico, la pregunta acerca del
fin de los tiempos no deja de ser acuciante y pertinente desde la perspectiva
cristiana en la que no se pueden dejar de lado conceptos como comienzo del
tiempo, creación de la nada y fin. No podemos abandonar una concepción
teleológica de la historia, un proceso que tendrá en algún momento del tiempo
su fin, su culminación.” Así que este planteo, con todas las precauciones y
ayudas de los maestros que nos ha dado la Iglesia, nos parece hoy más
pertinente que nunca, sobre todo cuando la iglesia conciliar ya ha mostrado
entregarse completamente a un milenarismo naturalista que espera encontrar en
la “Agenda 2030” la resolución armoniosa (masónica, desde luego) de una
fraternidad y paz universales: “Fratelli tutti”.
Por
ello queremos valernos para nuestra reflexión, de un texto que analiza el fin
de los tiempos, lo cual creemos nos permitirá entender mejor dónde estamos
parados actualmente, y qué sentido tienen las maniobras de la Sinagoga de
Satanás, que se han desatado con fuerza inusitada en este 2020.
El
Padre Gabriel Delgado, en su interesante folleto titulado “Perspectiva teológica de los últimos tiempos” (Ediciones Del
Alcázar, Buenos Aires, 2013) se plantea saber “si hay algún acontecimiento o hecho actual que revista características
apocalípticas, como en su tempo las revistieron las persecuciones de Nerón,
Juliano y Diocleciano, sin querer, por ello mismo, afirmar o negar nada sobre
la cercanía del fin.”
Responde
por la afirmativa. Citamos a este autor:
“Como
les decía, a mí me parece que sí y paso a referirles uno, que está sucediendo ahora,
y que se me ocurre de lo más llamativo. Sin duda en ello trabaja el misterio de
iniquidad, aunque no puedo decir si el Impedimento (1) ya va a ser levantado
como para que definitivamente se manifieste el Anticristo.
Estamos
acostumbrados a pensar al Anticristo como una persona o una institución. Es
probable que así sea. Pero no podemos negar, tampoco que, al menos su
preparación sea una ideología. De hecho el profeta del Anticristo, que
aparecerá con forma de cordero, razonará
como el Dragón. Es decir, expresará un pensamiento retorcido bajo apariencia de
verdad y humanidad. En este sentido, hay en nuestros tiempos una ideología que
sin pretender que anuncie la inminencia del fin del mundo, creo que tiene en sí
mucho de apocalíptico, es decir, de disolvente de la historia humana y de
preparativo del Anticristo. Me refiero a la ideología de perspectiva de género.
Paso a explicarme.
Ante
todo entendamos a qué llamamos, en general, “ideología”. Con este nombre se
hace referencia a un sistema cerrado de ideas que se propone como modelo sobre
el cual estructurar la realidad. La ideología no tiene base de apoyo en la
realidad, sino que busca construirla. Siendo independiente de toda experiencia,
no puede ser jamás criticada. La ideología se sustenta sobre sí misma. Para
imponerse no requiere de ninguna experiencia o argumento que la pruebe, sino
solamente del poder.
Hablamos,
además, de ideología de perspectiva de género. ¿Qué significa esta expresión?
La perspectiva de género es una mirada analítica que indaga y explica cómo las
sociedades construyen sus reglas, valores, prácticas, procesos y subjetividad,
dándole un nuevo sentido a lo que son las mujeres y los varones, y a las
relaciones que se producen entre ambos. En otras palabras, la perspectiva de género se propone establecer nuevas relaciones entre
el varón y la mujer.
¿De
qué presupuesto parten? No parten de ninguna experiencia o análisis de la
realidad porque se trata de una ideología. El presupuesto, de origen marxista,
es la concepción (idea) de las relaciones del varón y la mujer en términos de
lucha y oposición. Se estipula, así, dogmáticamente, que las relaciones entre
ambos sexos han sido siempre de lucha con la victoria, hasta el momento, del
varón sobre la mujer.
¿Con
qué armas el varón ha vencido a la mujer? Con la institución del patriarcado,
que le ha asignado a la mujer el rol de la maternidad. La maternidad, entonces,
no tiene nada que ver con la biología de la mujer, con su naturaleza. Es una
construcción social de la que, a juicio de las feministas radicales, hay que
liberarse. La revolución que propone la ideología de perspectiva de género llevada
a cabo por el feminismo radical consiste, por lo tanto, en dar a la mujer el
dominio de los medios de producción, de manera semejante a como bajo el influjo
marxista se propuso al proletariado apoderarse de los medios de producción
hasta entonces en manos de la sociedad capitalista y burguesa. Como la
diferencia entre el varón y la mujer es de género, ella se construye
socialmente. Se la ha construido de una manera que resultó opresora para la mujer.
Hoy esa relación debe revertirse, al menos por un tiempo, en el sentido
contrario. Se entiende, así, el sentido de las palabras de la presidente (2)
pronunciadas con motivo de la promulgación de la ley llamada del “matrimonio igualitario”:
“No hemos promulgado una ley, hemos
promulgado una construcción social transversal, diversa y amplia”.
Escuchemos
a una de las ideólogas de la perspectiva de género exponer estas mismas ideas.
Se trata de Simone de Beauvoir, pareja de Jean Paul Sartre: “Debe obligarse a la mujer a liberarse del
trabajo de madre: Pensamos que ninguna mujer debería tener esta opción. No
debería autorizarse a ninguna mujer a quedarse en casa para cuidar a sus hijos.
La sociedad debe ser totalmente diferente. Las mujeres no deben tener esa
opción, porque si esa opción existe, demasiadas mujeres decidirán por ella”.
Quiere
decir que, para liberarse de la opresión del varón, la mujer debe dejar de ser
mujer, porque ello implicaría definirse en oposición al varón, y la mujer debe
llegar a definirse desde y por sí misma. Como sea, el texto deja ver el límite
al cual se enfrentan las feministas: la biología y naturaleza de la mujer. Pero
así se enfrentan al don de la creación y, por consiguiente, también se
enfrentan al Creador, por donde se deja de ver al mismo tiempo la fuerza preternatural
que alimenta y empuja esta ideología. En efecto, así también se expresa esta
misma escritora: “No existe una
naturaleza femenina, ésta es una creación de la historia y de la cultura”. “La
mujer tan sólo tiene una dimensión corporal que la condiciona y de la que debe desprenderse para poder
llegar a ser como el hombre: la maternidad”.
No
pensemos, sin embargo, que la ideología de la perspectiva de género se contenta
con dar a la mujer un puesto de preeminencia por sobre el varón; no busca esta
ideología una revancha; busca lo que se
propone la ideología marxista que la estructura y anima: llegar a un estado de
síntesis en el que nada quede de los elementos que sintetiza. (3) Me explico
brevemente.
La
ideología marxista se inspira en la ideología hegeliana. Para esta filosofía el
desarrollo de la historia se produce por la oposición de los momentos llamados
tesis y antítesis. De esta oposición debería surgir una instancia superadora
llamada síntesis. Aplicado este esquema
a los objetivos de la ideología de perspectiva de género resulta que la tesis
es el momento del patriarcado opresor de la mujer. Por lo mismo, la antítesis en
la propuesta de la ideología de género que pretende darle a la mujer el control
de los medios de producción. Pero la síntesis se logrará cuando se superen
estas dos instancias. La ideología apunta a la instauración de un estado de
neutralidad de los sexos, donde no haya ni varones ni mujeres, ni siquiera
construidos socialmente, es decir, una sociedad donde no se dé ya la diferencia
de los sexos. (4) De este modo se pretende, si no eliminar, porque es imposible,
sí pasar por alto la diferencia biológica y natural entre el varón y la mujer.
No sólo deben desaparecer los sexos, sino también los géneros.
Para
que esto no parezca una interpretación o extrapolación personal de los
principios expuestos por las feministas, basta citar el siguiente texto de una
famosa feminista radical: “La igualdad
feminista radical, significa no simplemente igualdad bajo la ley y ni siquiera
igual satisfacción de necesidades básicas, sino más bien que las mujeres -al
igual que los hombres-no tengan que dar a luz…La destrucción de la familia
biológica permitirá la emergencia de mujeres y hombres nuevos, diferentes de
cuantos han existido anteriormente” (Alison Jagger)
Esta
ideología propone un plan concreto de implementación que, otra feminista
radical, Donna Haraway, expuso muy claramente y sin tapujo alguno bajo el
sugestivo título de “política del Cyborg” (cyberneticorganism):
a) Borrar las denominaciones de masculino
y femenino (varón/mujer, macho/hembra)
b) Abolición del contrato matrimonial y
de cualquier sucedáneo (reconocimiento de uniones sexuales).
c) Separación absoluta de las
actividades sexuales de las actividades de reproducción.
d) Operaciones de cambio de sexo como
una especie de cirugía de utilidad pública.
e) Abolición de la familia y de la sexualidad
en pareja (prácticas individuales y grupales)
f) Elección de cuerpo y sexo por medios quirúrgicos.
g) Mundo sin reproducción humana sexual
(clonación, fecundación artificial).
“Abiertos a la posibilidad de nuevas
transformaciones, los cuerpos cambian y se transforman para dar vida a “cuerpos post-humanos”: una naturaleza humana,
completamente artificial, abierta a mutaciones, mezclas, manipulaciones”.
El
verdadero propósito de esta ideología, que la muestra en su talante
verdaderamente apocalíptico, es finalmente desenmascarado por las feministas
radicales: “No importa la posibilidad real de un mundo sin sexos, o
de un nuevo ser humano. Se trata de la vieja tentación: el hombre creado por el hombre. Es la superación del ateísmo, o la
incredulidad o el escepticismo. Es el triunfo
el hombre-dios”.
(…)
La ideología de género y sus aplicaciones prácticas me parecen apocalípticas.
No sé si señalan la venida inminente de la Parusía. Según el principio que he
enunciado antes esto no es necesario, pero en estos hechos me parece que puede
leerse un anticipo de lo que define el fin de los tiempos y el reinado del
Anticristo.
¿Por qué me parece que
es apocalíptica? Porque creo que el intento del Diablo es proclamarse dios de
este mundo en una clara parodia del verdadero Dios.(5)
El Apocalipsis, por ejemplo, lo presenta dando origen a una trinidad maléfica:
Dragón-Bestia-Profeta de la Bestia. Como vimos, algunas de sus características
se presentan como una imitación de Cristo invertida (muerto y resucitado). De
hecho, se presentará como un nuevo salvador al que seguirán las multitudes de
los no elegidos. Por último me parece que en intento de lograr una sociedad sin
sexo ni género el Demonio quiere hacer un hombre a su imagen y semejanza, es
decir, asexuado o, mejor dicho, cultural y socialmente asexuado. Con ello el
Diablo pretende un hombre que ya nada tenga que ver con el hombre imagen de
Dios del que nos habla el libro del Génesis, y del que se dice explícitamente
que lo creó varón y mujer. El Demonio
está escribiendo su propio libro del Génesis. Cuando crea ponerle punto final
llegará la Parusía.” (6)
Hasta
acá nuestro autor.
La
actual puesta en escena de la “pandemia de coronavirus” nos parece simple y
sencillamente extremar, llevar más allá, lo hasta aquí enunciado de la
ideología de género, el feminismo y el aborto. Además de las implicaciones
económicas que permiten a los manipuladores del mundo asegurarse un mayor
control global, podemos observar que, simbólicamente, el Diablo quiere rehacer
una humanidad en base a seres caídos y deshumanizados. Dios hizo la humanidad a
partir de dos seres concretos, con sus propios nombres. Cuando cayeron, se
escondieron y debieron cubrirse el cuerpo. El Diablo va más allá e impone ahora
–mediante las mascarillas “sanitarias”- el cubrirse la cara. Viene luego el
proyecto de inocular un número, un código de lectura que simplemente borre
hasta los nombres de las personas. El Diablo quiere un mundo impersonal, donde
los hombres ya no sean un reflejo del Dios que los ha creado a su imagen y
semejanza. Por esto mismo, la oposición a tal estado de cosas, vendrá a partir
de mantener nuestra condición de seres individuales, oponiéndonos al perfil masificante
de robots o insectos en que nos quieren convertir. “Para Dios no hay sino individuos”, decía Nicolás Gómez Dávila. Y
también: “Dios es el ser para el cual el
más humilde y común de los hombres es un persona. Dios es el ser que no piensa
con ideas generales”. Es decir, para Dios no somos parte de una estadística,
sino de una novela épica. En cambio, “A
medida que el Estado crece el individuo disminuye” (NGD), que es lo que
está sucediendo ahora, con la pretendida imposición mundial del comunismo, bajo
una excusa “sanitaria”. Por eso, como decía también aquel genial autor, “Todos nuestros esfuerzos tienen por fin
arrancarnos al anonimato de la clase, de la raza, de la especie, o del género,
para ascender a la individualidad”. Esto lo lograremos en tanto nos
reconozcamos hijos de Dios, cuyo modelo o arquetipo es Jesucristo. De allí que
sea necesario dar la cara, esto es,
asumir que la imposición y el uso de la máscara nos deshumaniza y es la señal
de la aceptación de la condición de esclavos del sistema deshumanizante del
Anticristo. (Y esto sin hablar de las consecuencias negativas para la salud
física, que también trae aparejado este uso continuo e indiscriminado del
“tapabocas”).
A
un Dios personal (Uno en Tres Personas) se lo adora personalmente, en tanto que
personas. A un dios abstracto –la sociedad, el Estado, el Hombre en general- se
le rinde un culto impersonal, casi abstracto. “Un hombre, un voto”. El borrar
las distinciones lleva finalmente al panteísmo, donde se adora todo pero nada a
la vez.
Muy
bien dice Nicolás Berdiaev que la persona entra en comunión con la persona,
antes que nada, gracias al rostro. “Nada en el mundo –escribe- es más
significativo, nada hace más sensible el misterio de la existencia, que el
rostro humano” (“Cinq meditations sur l’existence”). Lo que ya no es cara se vuelve máscara. La
máscara es la rigidez y, como afirma Elias Canetti, es un estado final: “La
máscara es clara, expresa algo muy determinado (…) Es pues precisamente eso que
no se transforma, inconfundible y perdurable, un algo permanente en el siempre
cambiante juego de la transformación” (“Masa y poder”).
La
máscara puede ser un estupendo símbolo del pecado. El pecador esconde su
rostro, o bajo la mentira argumentativa o bajo la sonrisa publicitaria. El
santo, el héroe, dan la cara y “ponen el pecho a las balas”.
Decía
en célebre sentencia Oscar Wilde: “Los únicos retratos en los que se cree
son los retratos en que hay muy poco del modelo y mucho del artista”. El artista que nos hace es Dios; cuando
nosotros con el pecado nos afeamos, ponemos más del modelo y menos del artista,
más de nosotros y menos de Dios. Por eso los Santos son más resplandecientes y
verdaderos en sus rostros, y no entra en ellos el fingimiento. “Cuando Moisés
bajó de la montaña del Sinaí, trayendo en sus manos las dos tablas del
Testimonio, no sabía que su rostro se había vuelto radiante porque había
hablado con el Señor” (Ex. 34, 29). En la medida en que más de nuestro amor
propio nos domine, se va viendo inequívocamente en el rostro, que tiende hacia
la máscara. Porque el rostro “significa la victoria del espíritu sobre la
resistencia de la materia” (Berdiaev).
“El amor es el órgano con que percibimos la
inconfundible individualidad de los seres” (NGD). El odio, en cambio,
generaliza, ciega, anonimiza y vuelve a todos iguales. La Iglesia conciliar se
caracteriza por ese querer llevarnos a una “comunidad” que no es precisamente
la “comunión de los santos”, donde cada uno siendo lo que es, es otro Cristo.
La Iglesia conciliar adoptó la democracia, que iguala lo que es distinto. Por
eso no puede sorprendernos que hoy esté a la cabeza de esta movida de borrado
total de lo que es católico y aun específicamente humano. Por eso también no
sorprende la falta de coraje y de “dar la cara” de unos jerarcas que son
simples monigotes grotescos, pusilánimes y serviles, impersonales.
Asimismo,
si por algo despiertan el odio de la progresía mundial ciertos gobernantes como
Putin, Trump o Bolsonaro –más allá de lo que fueren sus labores de gobierno-,
es por no adaptarse al perfil afeminado y casi nulo de carácter del resto de
los gobernantes hiper-democráticos, es decir, por no querer anonimizarse, para
devenir meras marionetas o títeres de los amos de este mundo. Un gobernante
destacado ya no resulta “democrático”, pues todos debemos ser “iguales”. La
máscara es un paso en ese sentido. Pero no es suficiente. Por eso creemos que
el Anticristo será un descomunal plebeyo, un abismo de mediocridad, que
superará con creces a los mandatarios actuales –incluido el ocupante de la Sede
petrina-, y el hecho de ser adorado por las masas, hará que resalten más esas
sus nulidades mayúsculas.
Después
de todo lo dicho, ¿puede decirse que el katejon ya ha caído?
Veamos
lo que dice nuevamente el autor citado:
“¿Cuál
es el impedimento que aún retrasa la aparición del Anticristo? El misterio de
iniquidad tiene en la ideología de perspectiva de género un arma sumamente
poderosa, sin embargo, aún no parece llegar el Hombre Impío. ¿Qué lo retiene?
En el libro del Apocalipsis que hemos analizado vimos que la Mujer es defendida
por la tierra que absorbe el río de agua que el Dragón vomitó de su boca. Creo
que la tierra puede simbolizar el sentido común basado en lo que las cosas son
por designio creador de Dios. Mientras contemos con ese antídoto, el Diablo no
podrá tocar a la Mujer. Su propósito es envolverla en las aguas confusas que
salen de su boca, quiere que deje de ser mujer. Pero la tierra se lo impide, es
decir, la afirmación de la ley natural que Dios haya puesto en las cosas cuando
las creó. La defensa de esta filosofía podrá funcionar como Impedimento ante el
ataque del misterio de iniquidad con su arma ideológica. El límite que tiene la
ideología de género es lo que Dios puso en el hombre al diferenciarlos como
varón y mujer. Debemos aferrarnos a ello, aunque cueste sangre. Mientras esta
lucha perdure, habrá tiempo para que el número de los elegidos sea completado.
Cuando ese número se alcance, entonces Dios mismo sacará de en medio el
Impedimento, no porque ya no sirva, sino para vencer definitivamente al Diablo
y Anticristo. El triunfo de Jesucristo será la corona de la resistencia que el
Impedimento pone al reino del Anticristo”.
En
cuanto al combate contra la ideología de género que aún puede llevarse a cabo,
creemos simplemente que cualquier país o gobernante que se le resista, a través
de sus leyes, campañas publicitarias y medidas punitivas, aunque desde luego no
contribuyan al Reinado social de Jesucristo, estarán defendiendo la ley natural
de Dios, y por lo tanto en mayor o menor medida serán obstáculos para la
aparición del Anticristo. Esas medidas pro-vida –aún en gobiernos inficionados
de liberalismo- se aplican todavía en al menos Rusia, Hungría, Polonia,
Eslovaquia y los Estados Unidos de Donald Trump, de allí que los gobernantes de
estos países sean atacados por los abortistas y los mass media controlados por
la judeo-masonería mundial. Cierto que aún está por verse la actitud final de
esos países –más allá de las presentes declaraciones o argucias tácticas de sus
presidentes- ante el tema de las vacunas, que son otra parte del programa de
control global, figura de la marca de la bestia, por lo que no podemos hacemos
“ilusiones” sino que hablamos de lo que hasta ahora ha estado ocurriendo. La
situación está muy revuelta y no es absolutamente clara, como para poder sacar
conclusiones definitivas, cosa que muchos pretendidos “analistas” hacen con un
simplismo esquemático bastante pueril. Lo que está ocurriendo en Estados Unidos
supera todo lo hasta ahora visto y se confunden la buena expectativa con un
horizonte oscuro a la vez. Están por un lado los que piensan que Trump es parte
de la trama macabra al igual que Biden, y están los que piensan que lidera una
“alianza” que pretende derrotar al “estado profundo”. Hay mucha información que
nos ayuda a mantener las expectativas, pero esto sólo se resolverá en los próximos
decisivos meses. Lo que sí podemos asegurar, es que Rusia tendrá un papel
crucial que jugar en los próximos años, pues la Sma. Virgen reclama este país para
sí, el cual le será consagrado. He allí una intención cotidiana para nuestros
Rosarios: rezar por la consagración de Rusia para que se produzca su conversión
lo antes posible, ya que están en juego la salvación de las almas del mundo
entero. El combate por la fe comienza por nosotros mismos, en primer lugar por
buscar siempre la verdad y rechazar toda mentira, particularmente nuestra base
firme está en la Palabra de Dios, en la cual, como dijo Nuestro Señor, si
permanecemos en ella, entonces permaneceremos en la Verdad y ésta nos hará libres.
Cristiano quiere decir hombre libre, liberal quiere decir esclavo. Hay que
elegir, personalmente, lo que queremos ser. “Si Dios con nosotros, ¿quién
contra nosotros?”.
Ignacio
Kilmot
Notas:
(1) Es
lo que se conoce también como el Obstáculo o Katéjon.
(2) Se
refiere a la por entonces presidente de Argentina Cristina Fernández de
Kirchner, actualmente vicepresidente del gobierno del socialdemócrata
“empleado” de Soros, Alberto Fernández, que está llevando la agenda
feminista-marxista-abortista hasta sus últimas catastróficas consecuencias.
(3) Las
negritas son nuestras.
(4) Idem.
Las máscaras faciales que han impuesto con la “pandemia” de covid contribuyen
enormemente a ello.
(5) Resaltado
nuestro.
(6) Id.