Hace
muchos años, la ministra de Sanidad de un país africano defendió que la ingesta
de ajo y limón era eficaz para luchar contra el SIDA[1].
Con similar rigor científico, casi todas las comunidades autónomas españolas
exigen ahora el uso de mascarillas al aire libre aunque esté usted
completamente solo en la calle o en mitad del campo. La medalla de oro en esta
competición de estulticia “transversal” (pues no conoce fronteras de partido)
le corresponde probablemente a Galicia y Andalucía, que obligan a circular con
mascarilla hasta por la playa, ocurrencia propuesta por el político de turno a
los “expertos” y no al revés, lo cual es muy revelador. Naturalmente, esto
espanta al turismo (que cancela sus reservas y se va a Portugal, Grecia o
Italia), tanto por su insalubre incomodidad como por miedo, pues da a entender
una situación gravísima que no se corresponde con la realidad epidemiológica
española. Vean el ridículo caso andaluz: con una población de 8,5 millones de
personas, cuando escribo estas líneas sólo hay 37 hospitalizados, 7 en UCI y
ningún muerto por Covid desde hace 10 días. La naturaleza absolutamente
grotesca y abusiva de tales imposiciones me parece tan evidente que huelga
mayor comentario. Con pocas excepciones (como Madrid), España se va
transformando en una orwelliana dictadura del absurdo en la que su clase
política, preocupada más por sus intereses que por el bienestar del ciudadano,
le impone pesadas cargas sin ningún propósito salvo cubrirse las espaldas.
En
realidad, esta repentina, acientífica y opresiva histeria autonómica que obliga
a los ciudadanos a usar mascarillas (pagadas por ellos) al aire libre sin nadie
cerca es una farsa que no comparte ningún país de Europa [2]:
Francia obligará a utilizar mascarillas sólo en lugares públicos cerrados a
partir de agosto, como hacen Alemania, Italia y otros. En Inglaterra sólo es
obligatoria en el transporte, los supermercados y las tiendas, y los países
nórdicos se limitan a recomendar su uso en espacios cerrados [3].
Corea del Sur, paradigma de lucha contra el coronavirus, sólo obliga a utilizar
mascarillas desde junio en el transporte público. ¿Por qué? Como detallé en un
artículo anterior (ver El miedo como
instrumento de poder [4],
EXPANSIÓN 2 de junio de 2020), varios estudios concluyen que los contagios por
coronavirus se producen casi en su totalidad en espacios interiores, sobre todo
aquellos que están concurridos y poco ventilados, muy principalmente los
hogares (por ejemplo, durante un confinamiento), los hospitales, las
residencias y el transporte público. El aire es un fluido en constante
movimiento lo que dificulta el contagio en el exterior, donde además el ingente
volumen de aire por individuo disipa la concentración de carga viral. Además,
varios estudios apuntan a que el virus es sensible a aumentos de temperatura y
radiación solar ultravioleta, que según un grupo de virólogos y astrofísicos
italianos inhabilita el SARS-CoV-2 al 99% en cuestión de segundos [5] (el Homeland
Security norteamericano concluye algo similar[6]).
Por
otro lado, no existe consenso ni evidencia científica clara sobre la eficacia
real del uso generalizado de mascarillas [7].
En Wuhan (como en otras ciudades chinas) el frecuente uso de mascarillas debido
a la polución no impidió que se convirtiera en epicentro de la pandemia, y
durante el confinamiento en España, el más dictatorial del mundo, el número de
muertos se multiplicó por más de 100 a pesar de que las calles estaban
absolutamente desiertas porque, repito, en circunstancias normales los
contagios se dan en interiores concurridos y poco ventilados, no en la calle.
Es más, cuando en abril el gobierno “permitió” paseos en estrechas franjas
horarias, las aceras se atestaron de gente sin mascarilla durante casi dos
meses y no hubo repunte alguno.
De
forma adicional, estudios médicos advierten de los efectos potencialmente
contraproducentes del uso generalizado de mascarillas desde el punto de vista
epidemiológico: entre otras cuestiones, otorga una falsa sensación de seguridad
y puede empeorar la condición de quienes están contagiados al aumentar su carga
viral [8].
Por último, las mascarillas tienen una vida útil de pocas horas y luego, con su
reutilización intermitente, se vuelven inservibles y potencialmente nocivas: lo
que la gente acaba llevando a su nariz y a su boca es un trapo sucio lleno de
polvo y gérmenes. Al omitir estos puntos y trasladar a la opinión pública que
existe riesgo al aire libre y que la mascarilla (¡cualquiera!) garantiza no
contagiarse de Covid-19, la clase política española engaña con otra falsa
creencia (la primera fue que el confinamiento fue exitoso) y contribuye al
mantenimiento del dañino estado de paranoia colectiva (único en el mundo)
existente en España y creado por el sensacionalista martilleo de los medios. En
palabras del sensato Jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d’
Hebron, “la posibilidad de transmisión del virus en la calle es muy limitada y
no hay nada que justifique que 40 millones de personas vayan por la calle con
mascarilla” [9],
y añade: “los brotes que tenemos tienen poco que ver con el uso de las
mascarillas, y aun utilizándolas seguirá habiendo brotes, porque el virus
está” [10].
Estas
arbitrarias medidas tienen connotaciones sociopolíticas y económicas muy
peligrosas. Primero, convierten a España en una opresiva dictadura normativa al
albur del capricho del político, que se exime a sí mismo de toda
responsabilidad en la penosa gestión de la epidemia trasladando el foco de
atención al ciudadano. La baja autoestima del español hace el resto, y muchos
con síndrome de Estocolmo se culpan diciendo que “si fuéramos más responsables
no haría falta esto”. Segundo, ponen de manifiesto que en España no existe
verdadera libertad individual ni derechos inalienables, porque el Estado de
Derecho es constantemente violado por la clase política con total impunidad
(incluso hay CCAA que confinan y aquí no pasa nada). Tampoco existe una
sociedad civil libre que se defienda de estos atropellos, sino una población
generalmente sometida por el miedo. Tercero, sin otorgar beneficio sanitario
digno de mención, estas medidas, que no toma ningún otro país europeo por ser
absurdas, hacen la vida imposible y contribuyen a la depresión nacional, mental
y económica, abocándonos al abismo insondable de una crisis creada por nuestra
clase política, no por el virus.
Necesitamos
un liderazgo serio y sereno ante los inevitables vaivenes de esta dura epidemia
en vez de caer en el pánico y correr como pollo sin cabeza una y otra vez. La
letalidad del coronavirus ha caído en picado en toda Europa, por lo que un
aumento en el número de contagios no es una medida significativa de la gravedad
de la situación, como sí sería el de hospitalizaciones graves. La primera forma
de combatir el SARS-CoV-2 es con nuestro propio sistema inmunitario, que se
robustece paseando a la luz del sol por la playa, por el campo o por la montaña,
disfrutando y respirando con normalidad y no a través de un trapo sucio.
También se combate con recursos hospitalarios, rastreos, tratamientos
prometedores y medidas de salud pública lógicas, científicas y no
indiscriminadas (centradas en la población de riesgo y en los focos locales). O
sea, con rigor y no con excéntricas ocurrencias sacadas de la chistera por
políticos que sólo actúan guiados por electoralismo y comportamiento de rebaño
(en español, borreguismo), y a quienes nada importan las penurias causadas a
sus “súbditos”, allá se las apañen. El pueblo que justifica las cadenas pronto
acabará esclavizado. Tras la caprichosa imposición del bozal, ¿por qué no el
collar, la correa y el chip localizador? Y si creen que estas medidas no
terminarán de apuntillar la maltrecha economía española, están muy equivocados.
La tiranía de la mascarilla al aire libre, caso único en Europa, es un símbolo:
no evita los brotes, pero anuncia la muerte de la lógica, la pérdida de la
libertad y la llegada de una crisis económica sin precedentes.
Fernando del Pino Calvo-Sotelo
www.fpcs.es
[2] https://www.wsj.com/articles/in-europe-mask-wearing-is-the-norm-but-for-how-long-11594921596 y https://www.lexpress.fr/actualite/monde/belgique-italie-saint-ouen-ces-endroits-ou-le-port-du-masque-est-obligatoire_2130771.html
[3] https://www.lemonde.fr/planete/article/2020/07/14/port-du-masque-ou-est-il-obligatoire_6046136_3244.html
[7] https://www.cidrap.umn.edu/news-perspective/2020/04/commentary-masks-all-covid-19-not-based-sound-data y https://vixra.org/pdf/2006.0044v1.pdf
[9] https://www.antena3.com/noticias/salud/el-doctor-benito-almirante-no-hay-nada-que-justifique-que-mas-de-40-millones-de-personas-lleven-mascarilla-por-el-coronavirus_202005205ec58abc12cd420001a625f9.html
[10] https://www.lavanguardia.com/vida/20200708/482192332450/infectologo-de-vall-dhebron-cuestiona-el-uso-de-mascarillas-al-aire-libre.html