04/04/2020
«TÚ LO HAS DICHO»
«“En verdad, os digo, uno de vosotros me
entregará”. Y entristecidos en gran manera, comenzaron cada uno a preguntarle:
“¿Seré yo, Señor?” Mas Él respondió y dijo: “El que conmigo pone la mano en el
plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de
Él, pero ¡ay de aquel hombre, por quien el Hijo del hombre es entregado! Más le
valdría a ese hombre no haber nacido”. Entonces Judas, el que le entregaba,
tomó la palabra y dijo: “¿Seré yo, Rabí?” Le respondió: “Tú lo has dicho”»
(Mt.26, 21-25).
El pasado 25 de marzo se publicó el
Anuario Pontificio para 2020, con una auténtica novedad. Podría parecer un
detalle sin importancia perdido en la parte dedicada al Romano Pontífice, pero
no lo es. De hecho, hasta el año pasado, los títulos de Francisco aparecían
enumerados en el encabezamiento, empezando por Vicario de Cristo, Sucesor del
Príncipe de los Apóstoles, etc., y terminaban con su nombre en el siglo y una
breve reseña biográfica.
Sin embargo, en la nueva edición,
destaca en mayúsculas el nombre en el siglo, JORGE MARIO BERGOGLIO seguido de
la biografía, la fecha de elección y del inicio de su «ministerio de pastor
universal de la Iglesia». Separado por un guión y de la expresión «Títulos
históricos», se enumeran a continuación todos los que corresponden al Sumo
Pontífice, como si ya no fueran parte del munus petrinum que
legitima la autoridad reconocida por la Iglesia al Papa.
Esta modificación en la presentación y
el contenido de un texto oficial de la Iglesia Católica no puede ser pasado por
alto, ni es tampoco posible atribuirlo a un gesto de humildad por parte de
Francisco, que por otro lado no se concilia muy bien con su nombre, que aparece
tan destacado. Por el contrario, pareciera que se observa el reconocimiento
disimulado de una especie de usurpación en la que ya no reina el Siervo
de los siervos de Dios, sino la persona de Jorge Mario Bergoglio, que
oficialmente deja de reconocer que es el Vicario de Cristo, el Sucesor del
Príncipe de los Apóstoles y el Sumo Pontífice, como si se tratase de adornos
superfluos de otros tiempos: apenas títulos históricos.
Es casi un gesto de desafío, se podría
decir, con el que Francisco pasa por encima de todo título. Peor aún: un acto
oficial de alteración del Papado por el que ya no se reconoce custodio sino
dueño absoluto de la Iglesia, con libertad para demolerla desde dentro sin
tener que dar cuentas a nadie. En resumidas cuentas: un tirano.
A los pastores y a los fieles no se les
escapa el alcance de tan gravísimo gesto mediante el cual el Dulce Cristo en la
Tierra -como llamaba Santa Catalina de Siena al Papa- se desvincula de la
propia misión para proclamarse, en un delirio de soberbia, monarca absoluto
incluso por encima de Cristo.
Nos acercamos a los días santos de la
Pasión del Salvador, que se inician en el Cenáculo con la traición de uno de
los Doce. No es ilegítimo preguntarse si las comprensivas palabras con las que
el 16 de junio de 2016 Bergoglio intentó rehabilitar a Judas fueron un torpe
intento de autodisculparse.
Tan escalofriante suposición queda
corroborada por la terrible decisión de prohibir al mundo católico que celebre
la Pascua por primera vez en los dos mil años transcurridos desde la
Resurrección de Cristo.
«El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel hombre, por quien el Hijo del hombre es entregado!» (Mt.26,24)
Viernes de Dolores de 2020
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Carlo Maria Viganò, arzobispo