"Quien no anda en la verdad
Hacia la ruina camina.
La primera medicina
Es saber la enfermedad."
Hacia la ruina camina.
La primera medicina
Es saber la enfermedad."
P. Castellani
“No somos autómatas para dejarnos llevar ciegamente”
Mons. Straubinger
“Nadar contra la corriente no es necedad
si las aguas
corren hacia cataratas”.
Nicolás Gómez Dávila
Epidemia
La obligada cuarentena que nos han
impuesto, nos ha impuesto levantar la cuarentena en que manteníamos a nuestro
blog, mas sólo hasta este momento, y esto porque nos ha parecido oportuno,
dada la excepcional y grave situación que vivimos, incluir algunas entradas y
decir algunas cosas pertinentes, en medio de tanto ruido y de tanto silencio
que nos rodean.
No nos hemos colocado una máscara
anti-coronavirus (o virus corona, para decirlo mejor, o, si se quiere, virus
chino), sino una que nos ayude a estar protegidos lo más posible contra el
virus del temor, de la estupidez, de la mentira y, sobre todo, del liberalismo, que de ese ya
nos alertaba hace tantísimo tiempo uno de los campeones que nos ha dado Dios en
este combate, don Félix Sardá y Salvany, cuando decía:
“En país apestado lo primero que se procura es
aislar. ¡Quién nos diese hoy poder establecer cordón sanitario absoluto entre
católicos y sectarios del liberalismo!”.
De manera tal que usar una “máscara” protectora
no es señal de farisaica separación, de no tener contacto con "paganos", sino de simple aceptación de nuestra
humana fragilidad que se ve rodeada de peligros, y uno de los peores es el gas pestífero del Vaticano II. A propósito de epidemias, Sardá y
Salvany, también afirmaba el cura español lo siguiente:
“Sin duda habrán observado nuestros lectores, que la preocupación
primera que se nota en tiempos de epidemia es siempre la de pretender que no
existe tal epidemia. No hay memoria en las diferentes que nos han afligido en
el siglo actual, o en los pasados, de que ni una sola vez haya dejado de
presentarse este fenómeno. La enfermedad lleva ya devoradas en silencio gran
número de víctimas cuando se empieza a reconocer que existe, diezmando la
población. Los partes oficiales han sido alguna vez los más entusiastas
propagadores de la mentira; y casos se han dado en que por la Autoridad han
llegado a imponerse penas a los que asegurasen que el contagio era verdad.
Análogo es lo que acontece en el orden moral de que estamos tratando. Después
de cincuenta años o más de vivir en pleno Liberalismo, todavía hemos oído a
personas respetabilísimas preguntarnos con asombrosa candidez: "¡Vaya!
¿Tomáis en serio eso del Liberalismo? ¿Son éstas, por ventura, más que
exageraciones del rencor político? ¿No valdría más hacer caso omiso de esa
palabra que a todos nos trae divididos y enconados?, ¡Tristísima señal cuando
la infección está de tal suerte en la atmósfera, que por la costumbre no la
perciben ya la mayor parte de los que la respiran!”
Palabras del capítulo
I de “El Liberalismo es pecado”, de don Félix Sardá y Salvany.
Curioso, pues lo que constataba aquel
ilustre sacerdote, esto es que “la
preocupación primera que se nota en tiempos de epidemia es siempre la de
pretender que no existe tal epidemia. No hay memoria en las diferentes que nos
han afligido en el siglo actual, o en los pasados, de que ni una sola vez haya
dejado de presentarse este fenómeno. La enfermedad lleva ya devoradas en
silencio gran número de víctimas cuando se empieza a reconocer que existe,
diezmando la población”, ahora está ocurriendo exactamente al revés y los
gobiernos y medios de difusión masivos hacen lo contrario: de inmediato
lanzaron el aviso catastrofista y empezó el show de infundir miedo en la
población, encerrando a la gente, no hablándose de otra cosa y paralizando casi
toda la actividad mundial. Viniendo tales actitudes de parte de aquellos que
son enemigos de los pueblos (gobiernos masónicos sionistas anticristianos), y
de la prensa que acostumbra mentir a lo grande (pues está a su servicio), la
cosa es más que sospechosa. Habitualmente se quiere evitar la alarma y que
cunda el pánico en la población. Ahora es todo lo contrario. Con esto no
negamos la existencia de la pandemia, como hacen algunos amparados en títulos,
renombre y prestigiosa trayectoria, dedicados a difundir como verdades
absolutas lo que no son sino teorías de su propia autoría, sino que constatamos
una reacción que parece mucho peor que la enfermedad, cuyas consecuencias serán
catastróficas en todos los aspectos.
La infección más temible que contamina la
atmósfera, sin dudas, esa infección mortífera, invisible, peligrosísima, se
llama liberalismo. La otra del corona virus, de cuidado, con los debidos
recaudos, fuera de toda exageración, se la combate sin grandes dificultades y
con grandes posibilidades de éxito, como se está viendo, con una recuperación
exitosa del 95 % de los infectados. Ésta del liberalismo, en cambio, mucho nos
tememos que requiere una seria cuarentena de mass media, de politiquería, de
Novus Ordo, de universidades y escuelas, y de todo lo políticamente correcto.
En breve: un retiro espiritual ignaciano es la mejor cuarentena para empezar a
curarse, prevenirse y fortificarse contra el virus liberal, democrático y
apóstata que nos rodea. A falta de uno, el retiro casero puede ser una buena
alternativa para dedicarse mejor a la oración y la meditación, sobre todo a
partir de las Sagradas Escrituras, para prepararse mejor al gran combate que
nos espera cuando salgamos a la calle. Pero ¡ay! ¿cuántos son los que están dispuestos
a ello?
Los pájaros
Uno de los motivos recurrentes en el
cine del gran Alfred Hitchcock, es el siguiente: un hombre, una comunidad o una
familia vive una vida aparentemente tranquila, normal, ordinaria, burguesa,
hasta que de pronto el mal irrumpe inesperadamente en sus vidas, provocando
entonces diversas clases de actitudes ante el mismo. Algunos no quieren ver la
nueva situación impuesta, hasta que se les hace forzoso pues se ven obligados a
intervenir en su propia defensa. Otros jamás se dan cuenta de lo que pasa.
Otros enloquecen. Y otros están perplejos, reacios a creer lo que está pasando.
Estos son los que intentan encontrarle una explicación al mal que irrumpe en el
mundo. Ejemplos magistrales de todas estas actitudes las podemos encontrar sobre
todo en “La sombra de una duda”, “La ventana indiscreta”, “El hombre equivocado”
y “Los pájaros”.
Tras la irrupción del mal, su vida ya no
será la misma. Ya no puede serlo. Es entonces el momento de despertar.
En esta última película llamada “Los
pájaros” (1963), propiamente del género fantástico, sin que se sepa por qué,
esos inofensivos y graciosos animales que circundan nuestros cielos y pueblan
con sus trinos nuestros árboles y ciudades, comienzan de pronto a atacar a los
humanos. Una escena muy interesante ocurre en la cafetería de una estación de gasolina.
Allí se suscita una discusión entre varias personas acerca de si lo que ocurre
es o no cierto, y de qué puede ser lo que está pasando. Una ornitóloga, que en
ese momento está “casualmente” allí, basada en su conocimiento científico,
descree de lo que ocurre, niega que los ataques sean reales, hasta que la
fuerza de los hechos la obligan a aceptarlo. Pero más allá de este ejemplo en
particular, lo interesante es ver que normalmente la actitud del hombre se
inclina a intentar buscar alguna explicación para saber a qué se enfrenta y
cómo es posible que ello ocurra, para poder combatirlo. Ese es el primer
movimiento del hombre: el intentar conocer. Luego y casi a la vez viene lo
segundo: cómo puede protegerse de esa amenaza, de ese mal.
Aquí, en la perplejidad y el intentar
conocer a lo que nos enfrentamos, ante esta locura del confinamiento mundial que
estamos viviendo, es donde surgen las versiones oficiales de los organismos
mundialistas, de los gobiernos y los mass media, por un lado, y las voces
disidentes por el otro, más las voces indecisas o intermedias. A uno y otro
lado hay médicos y científicos apoyando ambas versiones contrapuestas. Del lado
de las críticas encontramos muchos fundamentos a partir de los datos de la realidad,
en cuanto al conocimiento que se tiene de los planes globalistas masónicos
tendientes a un gobierno mundial y el manejo que se está dando por parte de los
mass media. Esto de las maniobras hacia un “nuevo orden mundial” no es nada
nuevo y, sin esta lectura, comprendida finalmente en la lucha entre la Iglesia
católica por un lado y la Sinagoga de Satanás por el otro, no podrá llegarse al
fondo de la cuestión. Surgen asimismo teorías de la conspiración que ofrecen
diversos aportes informativos supuestamente indiscutibles pero que no llegan a
probar o demostrar la autoría y responsabilidad de los hechos. Hay imprudentes
y confundidos “antisistema”. Hay exageraciones y negaciones torpes y
aventuradas. Hay de todo en la Internet. Pero, ¿y la verdad?
La prensa sionista de izquierda, por su
parte, en poder de las grandes corporaciones, se está preocupando en estos días
por los relatos o informes disidentes que cuestionan su propio relato. El
periódico digital Infobae recoge un artículo
del periódico The New York Times,
cuyo título es Por qué prosperan las teorías conspirativas del coronavirus y por qué
importa. El contenido del
artículo muestra muy claramente la preocupación de las élites globalistas ante
el pensamiento que pone en duda su versión. Incluso vemos que la red social
privada Whastsapp, que pertenece a Facebook, propiedad de Zuckerberg ha
limitado la cantidad de mensajes a reenviar a sólo cinco porque quiere evitar
la desinformación acerca del coronavirus. ¡Ahora les preocupa la verdad! ¿Por
qué no antes?
Sin embargo,
el artículo no explica por qué surgen las teorías conspirativas del
coronavirus.
Dice el
artículo mencionado: “El coronavirus ha
dado lugar a un maremágnum de teorías conspirativas, desinformación y
propaganda,
que erosionan la confianza pública y socavan la labor de los funcionarios de
salud de maneras que podrían alargar la pandemia e incluso perdurar una vez que
esta haya pasado”. Aclaremos: es cierto que hay
desinformación y propaganda, pero, ¿sólo de parte de los disidentes, o también
de los medios oficiales? ¿Por qué si debemos desconfiar de muchas de las voces
disidentes, debemos confiar ciegamente en las voces oficiales? ¿No debemos
tener una actitud crítica y prudente ante la confusión reinante? ¿Los que
falsifican estadísticas del aborto o el “Holocausto” nos piden que les creamos
ciegamente? ¿No corresponde la cautela?
Sigue el artículo diciendo que “Cada afirmación parece darle a una tragedia
absurda algún grado de significado, sin importar cuán oscuro sea”. Así que
para la prensa se trataría de una “tragedia absurda” que carecería de
significado. Algo así como los pájaros
atacando a la gente en la película de Hitchcock. Pero si surgen muchos intentos
de explicación, no se debe sino más bien a la actitud que han tomado los
organismos internacionales y los gobiernos paralizando el mundo, quitándole a
la gente sus trabajos y su libertad quién sabe hasta cuándo, con un bombardeo
informativo-propagandístico unánime sin precedentes en la historia. “La creencia –continúa el artículo, que
firma un tal Max Fisher- de que uno tiene
acceso a un conocimiento prohibido da la sensación de certidumbre y control en
medio de una crisis que ha puesto de cabeza al mundo. Y compartir ese
“conocimiento” puede darle a la gente algo que es difícil de encontrar tras
semanas de encierro y muerte: un sentido de voluntad propia.” Sin embargo,
dejando de lado muchos relatos, videos o artículos que no son nada serios, hay
también algunos testimonios de profesionales de la medicina que son realmente atendibles
y, en gran medida, fundamentados. Lo que debe hacerse es separar la paja del
trigo, y no encerrar en la misma bolsa etiquetada como “fake news” tanto a los “terraplanistas” o “reptilianos” con los
que cuestionan el 11 de septiembre, las vacunas o el “Holocausto”. Pero es
siempre sospechosa la descalificación a priori en vez de la libertad de
investigar los hechos que ofrecen alguna sombra de duda. Acostumbrados a las
mentiras de los mass media, los hombres con algún sentido crítico pueden
exagerar, pero no esperen otra cosa que más teorías acerca de lo que está
ocurriendo, de parte de gente a la que tienen encerrada todo el día sin poder
ir a trabajar, a pasear, o a visitar a sus amigos, conectados todo el día a la Internet.
Gente acostumbrada a creer que todo conocimiento es instantáneo, y toda opinión
es verdad “porque es mía”. Esto irá para peor porque, como decía Chesterton, “la verdadera dificultad con este mundo
nuestro, no es que sea un mundo irrazonable ni que sea un mundo razonable. La
dificultad más común, es que es aproximadamente razonable; pero no del todo. La
vida no es ilógica; pero es una trampa para los lógicos”. Así que vemos
muchas cosas, pero no vemos la trama completa, y debemos guiarnos a partir de
lo que sí sabemos sin pretender saberlo todo. Los que tienen todas las
respuestas son los globalistas que dicen saber cómo llegar al paraíso aquí en
la tierra, y los conspiranoicos que saben
todo lo que ocurre porque entra en sus cabezas.
Precisamente dice el artículo que surgen
las teorías de la conspiración porque así quienes las inventan se sienten
seguros en una situación inestable. Pero lo mismo podría decirse para quienes
simplemente deciden creer con los ojos cerrados la versión oficial de todo,
pues es más fácil simular que el futuro no será tan oscuro como nos lo
presentan. De tal manera, tanto unos como otros se sienten seguros –falsamente
seguros- en sus respectivas “verdades”. Así que puede haber un voluntarismo
fanático de ambas partes. De eso debemos cuidarnos, yendo siempre en pos de la
verdad.
La prensa en general nos atrapa porque se vale de algo que
está en nosotros; esto es: que estamos hechos para conocer la verdad. “El
hombre quiere, en tanto que existe espiritualmente, hartura por medio de
realidad; quiere “tener” realidad; tiene hambre de “la totalidad”, de la
abundancia sin más ni más. La vehemencia de este hambre es de tal fuerza, que
habría de ser llamada “desesperada”, si no se pudiese esperar ninguna
satisfacción. La antigua metafísica, se ha dicho, se mueve particularmente por
esta única pregunta: ¿cómo se ha de alcanzar la realidad, cómo se logra y se
participa de ella, cómo puede ser atrapada, apropiada, incorporada, poseída
como propiedad? Es la pregunta sobre la posibilidad (...) de la conquista de lo
real. Y la respuesta es: conocer, conocer intelectual. Para Santo Tomás, como
para San Agustín, conocer es esencialmente enseñoreamiento del mundo y
apoderamiento de la realidad. El conocimiento es, según su naturaleza, tener;
no hay ninguna forma del tener en que lo tenido se apropie más intensamente. En
Santo Tomás se encuentra varias veces la frase de que conocer es “la más noble
forma del tener” (...) porque no hay otra forma de tener en el mundo que sea en
tan alto grado tener” (Josef Pieper, “El ocio y la vida
intelectual”, Ed. Rialp, 1997).
Cuando
esta tendencia se sale de cauce y se encamina por donde no debe, entonces lo que
empieza a primar es la opinión, que cimenta la ilusión de estar en la verdad y,
por lo tanto, en posesión de la realidad. Cuidado con esto, en lo que todos
podemos caer. Como decía San Agustín: “Si, por ejemplo, preguntara a todos
los hombres si prefieren la verdad a la mentira como base de su gozo, todos a
una responderían que prefieren la verdad, de la misma manera que nadie duda en
afirmar que quiere ser feliz (…) Pero si aman la vida feliz –que no es sino
gozo en la verdad-, ¿por qué la verdad engendra odio en ellos y tienen por
enemigo a tu hombre que les predica la verdad? Sin duda porque de tal modo ama
el hombre la verdad que cuando ama algo que no es la verdad, quisiera que esto
que ama fuese la verdad. Y como no quiere ser engañado, tampoco quiere
convencerse de que está equivocado. Por eso odia la verdad, por causa de
aquello mismo que tiene y ama por verdad”. Y concluye el gran maestro con
su particular perspicacia: “Aman la verdad cuando resplandece. La odian
cuando les reprende. Porque como no quieren ser engañados y quieren engañar, la
aman cuando se hace patente a sí misma y ódianla cuando les descubre. Por eso
les dará su merecido: descubrirá contra su voluntad a los que no quieren ser
descubiertos por ella sin que ella se les descubra” (Confesiones, X, 23)
Pero siguiendo con el mencionado artículo,
habla también de los falsos remedios que se dan para curar el corona virus. Es
cierto que pululan los charlatanes, los aprovechadores, y los mismos
internautas al servicio de los globalistas para difundir todo tipo de patrañas.
Pero una cosa es promover remedios alternativos de incomprobable resultado, y
otra cosa es elaborar conjeturas a partir de ciertas informaciones fidedignas
acerca de los planes de gobernanza mundial y reducción de la población
planetaria. Lo que hace el artículo es, como ya dijimos, meter a todo el mundo que
cuestiona la versión oficial en la misma bolsa. De modo que todo el que ose
cuestionar el Nuevo Orden Mundial termine siendo un “loco complotista”,
fanático cristiano, peligroso para el resto de la sociedad. Hay que estar en
guardia contra esta actitud que los mass media desean imponer al irreflexivo
hombre-masa.
Lo que viene a dar a entender el
artículo es que debemos creer a pie juntillas lo que nos dicen las autoridades
mundiales de la OMS, la ONU, etc., organizaciones que promueven el aborto, la
contracepción, los “derechos humanos”, la sodomía, la ideología de género, etc.
La misma OMS está fuertemente financiada por la fundación del globalista Bill
Gates, ¿quieren que creamos que buscan el bien de los hombres?
Por lo tanto, hay que separar el hecho
en sí de la pandemia –surgida de donde surgiese- de su aprovechamiento,
magnificación y manipulación por parte
de las élites globalistas homicidas.
Pero más allá de las conjeturas y
teorías, y el aporte o no de pruebas acerca de los “inventores” de este virus, puesto
que el panorama se presenta cada día más confuso, lo que sí está seguro a
nuestro alcance, es la actitud a tomar ante esta situación y lo que ha de venir
después. Y aquí es donde debemos elevar la mirada al Cielo. Puesto que detrás
de toda cuestión política (o “sanitaria”) se esconde una cuestión teológica.
En las películas de Hitchcock, lo menos
interesante o cognoscible era el motivo por el cual el mal aparecía; más bien
el mal era una excusa para hacer reaccionar a las personas, hasta entonces
atrapadas en su propia cómoda inercia burguesa, haciendo aparecer lo mejor de
sí mismos. El director de la película, Hitchcock, a la manera de Dios, nos descubría
a nosotros espectadores la autocomplacencia en que se movían sus personajes,
los desnudaba en sus malas inclinaciones y vulnerabilidades (pecado original), y
luego, a partir de allí, mostraba cómo estos personajes debían luchar contra el
mal. En “Los pájaros”, una mujer engreída y sofisticada debe dejar de lado toda
su vana impostura para sobrevivir en un mundo real, no de fantasía. Allí los
personajes llegan a tener que estar encerrados en una casa, y allí deben
arreglar sus cuentas para poder salir luego, puesto que el director –como Dios-
ofrece una salida.
Los hombres volverán a salir de sus
casas cuando termine esta penosa y obligatoria “cuarentena”. Sería bueno que
salieran mejor de lo que entraron. Sería bueno que supieran para qué salen. Creemos
que la mayoría saldrá en peores condiciones de las que entró. Por miedo a la
muerte, se volverán dócilmente dependientes de los gobiernos que están
privatizados y pertenecen a los globalistas que vendrán a aportarnos todas las
soluciones, porque, como decía Chesterton “Cuando
eliminamos a Dios, el gobierno se convierte en dios”.
Morituri te salutant
Recuerde
el alma dormida,
avive
el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se passa la vida,
cómo
se viene la muerte
tan
callando;
cuán
presto se va el plazer,
cómo,
después de acordado,
da
dolor;
cómo,
a nuestro parescer,
cualquiera
tiempo pasado
fue
mejor.
Jorge Manrique, Coplas por la muerte de su padre.
Un
ballo in maschera
La máscara cubrebocas o barbijo, es uno
de los más claros símbolos de la fragilidad del hombre. El hombre moderno,
prometeico, soberbio, puede enfermar y morir por culpa de un organismo infinitamente
más pequeño al cual no puede ver. En esa debilidad debería asentar su recurso a
la Misericordia del Fuerte: Cristo. ¿Qué más tiene que hacer Dios para que los
hombres admitan que Lo necesitan? Sin embargo, lejos de hacer llamados a la
conversión, la penitencia, la súplica y la confianza en la Misericordia divina,
los mandamases de la Iglesia conciliar se han empeñado en convertir la Iglesia
en una ONG que sólo se preocupa porque la “naturaleza” nos estaría castigando
por nuestros “pecados ecológicos”. De los pecados de los hombres de la Iglesia,
de la apostasía, sacrilegios y blasfemias, ni hablar. Claro, es que ellos
también llevan máscara, pero de otro tipo.
Los otros hombres que llevan máscara,
los dueños del poder en este mundo que, como dijo San Juan, está enteramente
bajo el Maligno (I Jn, V, 19), estos hombres no llevan barbijo ni se recluyen,
pero van enmascarados pues, como afirma el padre Castellani “el
fariseo verdadero no lleva antifaz; es todo él un antifaz. Su natura se ha
vuelto máscara, miente con toda naturalidad pues ha comenzado por mentirse a sí
mismo. Lo que él simula, que es la santidad; y lo que él es, el egoísmo, se han
amalgamado; se han fundido y se han hecho un espantoso veneno que de suyo no
tiene antídoto alguno. Glicerina más ácido nítrico igual dinamita” (“Cristo y los fariseos”). Así tenemos
enfrente los grandes líderes, santones, filántropos ricachones y salvadores de
la humanidad, llamando a un gobierno mundial, empezando por Francisco y
siguiendo por Georges Soros, Bill Gates, Jeffrey Sachs, Henry Kissinger y toda
la comparsa de bienhechores que sólo desean nuestro bien y nuestra felicidad, por supuesto. Su agenda desterrará las
guerras y hará que todos dialoguemos sonrientes, libres e iguales. Pero la
máscara se ve como máscara, los hilos de las marionetas se perciben sin ningún
esfuerzo, y sólo los muy ciegos pueden creerles el cuento. De allí que tengan
que recurrir a la fuerza y a la censura en Internet, y si por ahora es apenas
un encierro, luego vendrán imposiciones más graves y peligrosas. Dios lo
permitirá en la medida que pueda sacar el bien que El tiene previsto. Sin dejar
de ser infinitamente Misericordioso, Dios castiga. ¿Qué esperamos para
convertirnos, arrepentirnos y alejarnos del baile de máscaras del Titanic?
Castellani
El gran maestro argentino también decía
en su libro “Cristo ¿vuelve o no vuelve?”
palabras esclarecedoras, que nos permiten elevar la puntería por sobre la
coyuntura actual para entender cuáles son las dos fuerzas en pugna y de qué
lado debemos estar o permanecer enrolados hasta el final:
“Todo lo que es internacional es de esencia religiosa. Por instinto
el hombre odia o teme al extranjero y su razón no supera los límites de su
“idioma” (de su clan, tribu, nación o raza) sino bajo la presión del
sentimiento religioso: tesis que Bergson dejo establecida con toda precisión en
Les Deux Sources. Decir esto es
decir que todo lo que hoy día es
internacional, o es católico o es judaico. Son las dos únicas religiones
universales. La masonería es una invención judaica, el islamismo es una herejía
judaica.
“La unión de las naciones en grandes grupos,
primero, y después, en un solo Imperio mundial, sueño potente y gran movimiento
del mundo de hoy, no puede hacerse…sino por Cristo o contra Cristo. Lo que sólo
puede hacer Dios –y que hará al final, según creemos, conforme está prometido-
el mundo moderno febrilmente intenta construirlo sin Dios; apostatando de
Cristo, abominando del antiguo boceto de unidad que se llamó la Cristiandad y
oprimiendo férreamente incluso la naturaleza humana, con la supresión pretendida
de la familia y de las patrias.
Mas, nosotros
defenderemos hasta el final esos parcelamientos naturales de la humanidad, esos
núcleos primigenios; con la consigna no
de vencer sino de no ser vencidos.
Es decir, sabiendo que
si somos vencidos en esta lucha, ése es el mayor triunfo; porque si el mundo se
acaba, entonces Cristo dijo verdad. Y entonces el acabamiento es prenda de
resurrección”.
(…)
No
hay que engañarse: en el mundo actual no hay más que dos partidos. El uno, que
se puede llamar la Revolución, tiende con fuerza gigantesca a la destrucción de
todo el orden antiguo y heredado, para alzar sobre sus ruinas un nuevo mundo
paradisíaco y una torre que llegue al cielo; y por cierto que no carece para
esa construcción futura de fórmulas, arbitrios y esquemas mágicos; tiene todos
los planos, que son de lo más delicioso del mundo. El otro, que se puede llamar
la Tradición, tendido a seguir el consejo del Apokalypsis: “conserva todas las
casas que has recibido, aunque sean cosas humanas y perecederas”.
Las fuerzas de la Revolución, en tanto
no se realice la consagración de Rusia pedida por Ntra. Sra. en Fátima,
seguirán avanzando. Aunque cuenta con sus propias contradicciones internas, no
obstante la apostasía de la Iglesia oficial permite su avance. El católico
actual debe ser –y por el hecho de ser católico fiel lo es-
contrarrevolucionario. Prudente y esclarecido. Fervoroso y consecuente.
Crucificado con Cristo. Verdaderamente militante. La actitud del
contrarrevolucionario es un sano y prudente escepticismo y un “pesimismo
constructivo” (como decía Castellani). Hoy más que nunca debe ser un resistente,
que sabe que si Cristo que es nuestra Cabeza, padeció, nosotros que somos su
Cuerpo debemos padecer, para llegar a la ansiada meta. Ahí reside nuestra victoria,
en la Fe que vence al mundo. La Fe que obra por la Caridad nos hace abrazar la
cruz. Pues, como decía San Luis María Grignion de Montfort, “sólo la cruz enciende el amor de Dios, como
la leña el fuego”.
El Vicario del Nuevo
Orden Mundial del Anticristo
Este simple hecho, que en verdad no
puede sorprender, resulta sin embargo escalofriante y pone muy a las claras que
Francisco es un verdadero anticristo, uno más de los que han trabajado en la
demolición de la Iglesia, pero que ya no desea ocultar su desprecio por Nuestro
Señor Jesucristo. Francisco siempre va más allá.
En este artículo Mons. Viganò lo señala
muy bien:
El pasado 25 de marzo
se publicó el Anuario Pontificio para 2020, con una auténtica novedad. Podría
parecer un detalle sin importancia perdido en la parte dedicada al Romano
Pontífice, pero no lo es. De hecho, hasta el año pasado, los títulos de
Francisco aparecían enumerados en el encabezamiento, empezando por Vicario de
Cristo, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, etc., y terminaban con su nombre
en el siglo y una breve reseña biográfica.
Sin embargo, en la
nueva edición, destaca en mayúsculas el nombre en el siglo, JORGE MARIO
BERGOGLIO seguido de la biografía, la fecha de elección y del inicio de su
«ministerio de pastor universal de la Iglesia». Separado por un guión y de la
expresión «Títulos históricos», se enumeran a continuación todos los que
corresponden al Sumo Pontífice, como si ya no fueran parte del munus petrinum que legitima la
autoridad reconocida por la Iglesia al Papa.
Esta modificación en la
presentación y el contenido de un texto oficial de la Iglesia Católica no puede
ser pasado por alto, ni es tampoco posible atribuirlo a un gesto de humildad
por parte de Francisco, que por otro lado no se concilia muy bien con su
nombre, que aparece tan destacado. Por el contrario, pareciera que se observa el reconocimiento disimulado de una especie de
usurpación en la que ya no reina el Siervo
de los siervos de Dios, sino la persona de Jorge Mario Bergoglio,
que oficialmente deja de reconocer que es el Vicario de Cristo, el Sucesor
del Príncipe de los Apóstoles y el Sumo Pontífice, como si se tratase de
adornos superfluos de otros tiempos: apenas títulos históricos”.
De paso compare el lector el tono fuerte,
duro, viril de tal artículo, con el que ofrece la Neo-FSSPX en su sitio de
noticias (acá)
tomado del periódico francés liberal La
Croix, donde ni siquiera se osa mencionar a Francisco, al parecer
deslindándolo de toda responsabilidad. En la nueva disposición del Anuario, arriba
de todo se ve ahora bien grande el nombre de Jorge Mario Bergoglio. Muy abajo y
mucho más pequeño, relegado, el de Vicario de Cristo. Por supuesto, Cristo es
un obstáculo para la Iglesia del Nuevo Orden Mundial. Bergoglio, precursor del
Anticristo, lo sabe.
Ante este cambio de titulares que coloca
a Bergoglio pon encima del título de Vicario de Cristo, no podemos dejar de
pensar en ciertos pasajes bíblicos:
“Yo
he venido en el nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, ¡a ése lo
recibiréis!”
(Jn.
5,43)
“Nadie
os engañe en manera alguna, porque primero debe venir la apostasía y hacerse
manifiesto el hombre de iniquidad, el hijo de perdición; el adversario, el que se ensalza sobre todo lo que se
llama Dios o sagrado, hasta sentarse el mismo en el templo de Dios,
ostentándose como si fuera Dios”
(II
Tes. 2,3)
“Pues debajo del cielo no hay otro nombre dado
a los hombres, por medio del cual podemos salvarnos”.
(Hech.
4,12).
Neocatolicismo antropolátrico
Siguiendo
con el Padre Castellani, esta es una expresión que utilizó en su momento (1951)
para denominar lo que ahora estamos viviendo, en aquel entonces caracterizado
por la “vasta e inflamada dogmática” de Teilhard de Chardin, hoy bajo otro mal
jesuita, Bergoglio, sólo que han pasado los años y el discurso se ha vuelto más
grasiento y menos entusiasta. Pero la idea es la misma.
Copiamos
estos párrafos, del libro anteriormente citado:
“Baste decir que partiendo de la Evolución
Creadora de Bergson, dando como probado y cierto el evolucionismo darwinista y moviéndose
en la esfera del pensamiento teológico llamado modernista (naturalización
total de lo divino, error de Baius) construye una vasta e inflamada dogmática
nueva bajo la cáscara de los dogmas antiguos, con una elocuencia y un patetismo
de profeta, como si realmente estuviera poseído del “Espíritu de la Tierra” [hoy
dirían de la Pachamama, ndb]-como dice-
que por otro nombre fue llamado el Eros
Cosmogónico y también ¿por
qué no el Príncipe de Este Mundo?
El punto focal de su especulación
no es otro que esa unificación
triunfal del
Universo, a la cual corren, según él, las naciones infaliblemente bajo la atracción
formidable de un “Cristo Universal” que absorbe hacia si al universo inmanentemente,
ya que está encarnado en él desde su creación y es su propio elan vital;
del cual “Cristo Universal” el cristo histórico
llamado Jesús de Nazareth ha sido un avatar, una manifestación, una fugaz epifanía
visible. Qué forma concreta tomará ese “Cristo Universal” o Alma del Mundo, que
está sumergido en la creación y constituye su vida, no nos lo dice el
hierofante, pero de lo que está seguro es de la gran fusión de los pueblos en
uno y del advenimiento natural de la Restauración Ecuménica. El entusiasmo, el
patetismo y el ímpetu religioso con que el alma de Teilhard de Chardin anima
esta síntesis esencial de todas las heterodoxias modernas, y aun antiguas, es
cosa notabilísima. Enferma leerlo; pero ilustra muchísimo; a un teólogo, por lo
menos”.
Esa es la agenda que lleva a cabo
Bergoglio conjuntamente con las Naciones Unidas. Pronto vendrán nuevos
congresos internacionales (el “Pacto educativo mundial” en octubre) y nuevas películas
de “Avatar” para seguir reforzando en la mentalidad de las masas ese pastiche
panteísta new-age que abomina de Jesucristo. Para ser parte activa de esa
agenda, es que han convertido la Iglesia oficial en una ONG, de hecho, por lo
menos en Argentina, las iglesias se han cerrado para la misa pero se han
abierto para realizar vacunaciones, así que la consigna de la Iglesia
humanitaria vendrá a ser “Vacunas sí, Eucaristía no”. Y no nos parece casual
que en estos momentos Bergoglio desplace el título de “Vicario de Cristo” de su
lugar de honor para colocar su propio nombre bien en lo alto. Ahora se
comprende mejor lo de la “Iglesia como hospital de campaña” o “Iglesia en
salida”: es un “ejército de salvación” o secta parecida que no está para salvar
las almas, sino para hacer cumplir el programa de la OMS, en vistas del
“desarrollo sustentable”. Todo con una amplia y falsa sonrisa, por supuesto.
Hipótesis
Como rezamos en estos días extraños
diariamente en las Letanías de los Santos: A
peste, fame et bello, libera nos, Dómine, De la peste, el hambre y la
guerra, líbranos, Señor.
Después de esta peste, ¿viene el hambre?
¿Luego la guerra?
No hay dudas que la existencia de las
naciones soberanas o de gobiernos o pueblos nacionalistas continúa siendo un
obstáculo para la unificación bajo un gobierno mundial. Esto mismo ocurrió en
las dos guerras mundiales e incluso con Stalin, que eliminó a Trotsky, el
hombre que podía acelerar el curso del internacionalismo comunista. Por más
planes maquiavélicos que tengan los conspiradores del poder en las sombras,
siempre surgen imprevistos. Esta crisis
de ahora –provocada o no, nos inclinamos a pensar que es similar a la
revolución de la bolsa de New York en 1929, que el conspirador masón comunista
Rakovsky llamara más importante aún que la revolución bolchevique de Rusia-
arruinará las naciones “emergentes” o “subdesarrolladas”, ya victimizadas democráticamente
desde hace décadas por la usura internacional con deudas externas esclavizantes
e impagables, mientras fortalece el plan globalista comunista. ¿No ha surgido
esto de China? ¿No continúa cada vez más vigente el mensaje de Fátima? Por el
lado de Occidente, gran parte del trabajo se está concretando exitosamente.
Europa occidental está en manos de masones y comunistas e invadida por
islamistas. Pero, el problema hoy lo tienen con presidentes como Putin o Trump,
con países como Hungría, Siria o Irán, nacionalistas no dispuestos a ceder a
las imposiciones de los globalistas o quizás con una agenda muy diferente de
las que sostiene el ala más izquierdista del globalismo cuya cara visible viene
a ser Soros y, tras él, Francisco. Trump navega en un frente de tormenta y esta
crisis del coronavirus está siendo usada para hacerlo caer. De no dar
resultado, puede esperarse la violencia social o aún el magnicidio, cosa nada
inusual en las tierras gringas. En ese caso, podría acelerarse el clima de
guerra mundial. No olvidemos que el crack de 1929 fue preparado para llevar a la
presidencia al masón izquierdista F.D. Roosevelt, que “liberó” a los EE.UU. de
la crisis y lo embarcó luego a la Segunda Guerra Mundial, tras la cual pudo al
fin erigirse ese proyecto de gobierno mundial llamado ONU.
Siguiendo al Padre Julio María
Matovelle, que a su vez se basa en los más importantes comentadores del
Apocalipsis, aunque viendo un poco más de cerca los acontecimientos, creemos que
se está llegando al final de la quinta persecución contra la Iglesia, iniciada
con la llamada Reforma protestante, cuya culminación fue el concilio Vaticano
II. La actual Iglesia conciliar modernista está pareciéndose cada vez más a
cualquier secta protestante, sirviendo dócilmente al poder de turno,
despreciando la Tradición, buscando la ordenación de diaconisas, con una misa
que parece una cena protestante y ahora incluso con una Semana Santa sin
liturgia pública. Hasta llegó a introducir una estatua de Lutero en el
Vaticano. Sólo la Iglesia podría ser quien obstaculice los planes globalistas
que preparan el camino del Anticristo. Pero la Iglesia conciliar ha traicionado
a Cristo. La Iglesia está ocupada. De tal manera que esto –de no haber una
intervención milagrosa de Dios que haga una limpieza en su Iglesia como lo
hiciera en el templo de Jerusalén- irá de mal en peor. ¿Hasta cuándo? No
podemos dejar de pensar en el año 2029, en que se cumplen los cien años del
pedido de Ntra. Sra. de Fátima de la consagración de Rusia a su Inmaculado
Corazón. Y, al igual que cien años después de la negativa del Rey a consagrar
Francia al Sagrado Corazón, pedido hecho por Nuestro Señor en 1689, en 1789
estalló la Revolución que acabó con el ancien
regime, no es aventurado pensar que habrá de venir el castigo en un similar
lapso, ya que el Corazón Inmaculado de María vino a actualizar y complementar
el mensaje del Sagrado Corazón. Pensemos además que el Vaticano, la ONU y todos
los organismos internacionales se ha
comprometido en la llamada “Agenda 2030” para un “Desarrollo
sustentable” (ver detalles aquí
y aquí).
De venir el castigo en 2029 sería antes de que se concretara acabadamente esa
siniestra agenda disfrazada de paraíso humanitario e igualitario en la tierra.
¿Quizás antes sean preludio del triunfo del Corazón Inmaculado, tras la
consagración de Rusia en medio de una terrible guerra, los tres días de
tinieblas?
O quizás el buen Dios acelere los
tiempos, y tengamos pronto peores circunstancias. No sabemos.
En todo caso, el tiempo de María sería
aquel breve lapso en que la Virgen, así como el Espíritu Santo preparó a los
Apóstoles y a los primeros cristianos a ser los grandes santos y mártires de
las primeras feroces persecuciones, Ella preparará a los que San Luis María
Grignion de Montfort llamó “Apóstoles de los últimos tiempos”, “sacerdotes de
fuego, por cuyo ministerio sea renovada la faz de la tierra, y vuestra Iglesia
reformada” (son palabras del santo), que pelearán y resistirán corajudamente a
la mayor persecución de todos los tiempos, en la sexta persecución contra la
Iglesia. De ahí que nos parezca que las
cosas no están aún maduras para la llegada del Anticristo. Pues éste instalará
un régimen de terror para perseguir a los grandísimos combatientes católicos
que sostendrán en alto el pabellón de Cristo.
Y, ¿acaso podemos ver esto ahora? ¿No hemos visto más bien que muy
fácilmente y mediante medidas “humanitarias” se ha privado a los católicos
hasta de la Semana Santa, no vemos que en muchos lugares los sacerdotes no van
a confesar a los fieles por temor a un virus? ¿No vemos capillas –y hablamos de
la Tradición católica- donde habiendo la posibilidad, con restricciones, de la
misa, apenas van un puñadito de personas, cuando se esperaría que ansiosamente
todos los fieles estarían dispuestos a ir a cada misa posible? ¿Hay realmente
un espíritu de resistencia? ¿Hay el fuego del combatiente por Cristo Rey? Si
tan fácilmente se ha instalado la tibieza y desinterés sin haber persecución a
sangre y fuego, ¿qué pasaría si la hubiese? La hora es grave. Esto es un gran
castigo, en primer lugar para los hombres de la Iglesia que no han cumplido su
misión, pero aún, han traicionado su misión. Pero la actual crisis espantosa
que atraviesa la Iglesia no afecta sólo a los modernistas conciliares romanos, que
la han iniciado, sino a todos, a todos nosotros. Y aunque nadie haga una
autocrítica, nosotros debemos decir aquello de «Cuando las barbas de tu vecino
veas afeitar, pon las tuyas a remojar». ¿Dónde están los apóstoles que,
embriagados del Espíritu Santo, pasen por borrachos ante el mundo como Cristo
pasaba por loco ante sus parientes (cfr. Coment. Mons. Straubinger a Hech.
4,20)? ¿Dónde los “verdaderos servidores de la Santísima Virgen que, como otros
santos Domingos, vayan por doquiera, con la antorcha luciente y ardiente del
Santo Evangelio en la boca, y el Santo Rosario en la mano, para ladrar como
canes, quemar como fuegos, e iluminar las tinieblas del mundo como soles; y
que, por medio de una verdadera devoción a María, es decir interior sin hipocresía,
exterior sin crítica, prudente sin ignorancia, constante sin ligereza, y santa
sin presunción, aplasten por todas partes por donde vayan, la cabeza de la
antigua serpiente? (S. Luis de Montfort) ¿Dónde están los Curas de Ars y San
Luis de Montfort? ¿Dónde los Padres Edouard Poppe y Mateo Crawley? ¿Dónde los
Castellani y los Meinvielle? ¿Dónde los Sardá y Salvany y los Matovelle? ¿Dónde
los Brottier y los Kolbe? ¿Dónde los Jacquier y los Ruotolo? ¿Los Pío y los Emannuel?
¿Los Libermann y los Mandic? ¿Los Putti y los Vayssiere? ¿Los Cloriviere y los Canovai?
¿Los Fahey y los Granmaison? ¿Los Crozier y los Martin? ¿Los Chevrier y los La
Praz? ¿Los Venard y los Wagner? ¿Dónde? ¿No vemos acaso en la Tradición que se
cede cada día más y más a los enemigos de Cristo, a los modernistas? ¿No vemos
cada vez más diplomacia y más temor? ¿No vemos engreimiento y clericalismo? ¿No
vemos soberbia y afeminamiento? ¿O pretenden que creamos que los conservadores
neo-tradis de la Iglesia oficial son “parresíacos”, aunque acepten el Novus
Ordo y no osen esbozar la menor crítica al tirano Bergoglio? ¿Esperan que nos
convenzan las publicidades y autoelogios
de los sitios de internet? No sigamos. Ni, mirando demasiado de frente el triste
panorama religioso, nos asustemos ni reculemos. Tenemos lo que merecemos.
Amemos de verdad a Cristo, suframos con Él, salgamos de la ilusión en que
vivimos, abracemos la cruz, y tendremos lo que necesitamos. Saquemos todo el
provecho que podamos de cada misa a la que asistamos. No nos despeguemos de la
Cruz ni del Rosario. Y recordemos que, como enseñaba Dom Columba Marmion,
nuestra debilidad es nuestra fuerza. Aquellos héroes del sacerdocio de los
tiempos modernos lo entendieron muy bien, y repetían con San Pablo: “Con gusto
me gloriaré de mis flaquezas, para que haga morada en mí el poder de Cristo”.
Queremos que se comprenda todo el poder
que Dios ha puesto en las manos de un simple sacerdote. “Aquellos
que juzgan las cosas solo por los puntos de vista limitados del espíritu humano
honran la sabiduría de los príncipes y la profunda política de sus ministros,
pero si pudieran ver los eventos en su causa superior y secreta, ellos lo
encontraría en nuestros altares en las manos puras de un ministro fiel, de un
sacerdote a veces oscuro que, oculto a los ojos de los hombres, decide mucho
más sobre eventos públicos que estos hombres importantes que parecen estar a la
cabeza de los asuntos y que parecen resistir en sus manos el destino de pueblos
e imperios”. (Conferencias Eclesiásticas de Massillon de 1696-1697 Obras
completas - Volumen III p.331). El diablo sabe esto, por eso quiere impedir a
toda costa el Santo Sacrificio de la Misa, quiere impedir que los fieles se
aprovechen del mismo. Los católicos lo han desdeñado, quizás ahora empiecen a
darle el valor que tiene. Quizás ahora se lamenten de no haber rezado y apoyado
las vocaciones religiosas y sacerdotales.
Pero dejando de lado toda especulación,
lo seguro es que debe cumplirse el pedido de Nuestra Señora en Fátima, y
debemos abocarnos a implorar por la urgente consagración de Rusia. El Corazón Inmaculado,
junto al Sagrado Corazón, es el último remedio. Todos los razonamientos, o las
informaciones que podamos obtener respecto de lo que pasa, no modificarán este
hecho. Y allí reside nuestra gran esperanza, porque se trata de una promesa, y
Dios, a diferencia de nosotros, es fiel y cumple. Cristo vuelve.
Así lo decía Mons. Henri Delassus: “Nosotros podemos, nosotros debemos esperar que la crisis actual, tan intensa, tan profunda, tan extendida, se resolverá por el triunfo de María sobre la masonería, preludio del triunfo de Cristo sobre el Anticristo” (El problema de la hora presente-Antagonismo de dos civilizaciones, 1905).
Así lo decía Mons. Henri Delassus: “Nosotros podemos, nosotros debemos esperar que la crisis actual, tan intensa, tan profunda, tan extendida, se resolverá por el triunfo de María sobre la masonería, preludio del triunfo de Cristo sobre el Anticristo” (El problema de la hora presente-Antagonismo de dos civilizaciones, 1905).
Escribió San Luis María de Montfort: “El
reinado especial de Dios Padre ha durado hasta el Diluvio, y ha sido terminado
por un diluvio de agua; el reinado de Jesucristo ha sido terminado por un
diluvio de sangre; pero vuestro reinado, Espíritu del Padre y del Hijo,
continúa al presente y será terminado por un diluvio de fuego, de amor y de
justicia”. El santo de la Cruz y de María no se cansaba de implorar por ello.
Recordemos en tanto que, como decía
Santa Teresa, esta vida es “una noche
pasada en una mala posada”. No obstante lo cual, “aun sabiendo que todo perece, debemos construir en granito nuestras
moradas de una noche”, como apuntó Gómez Dávila. La nobleza que nos da
nuestra condición de cristianos nos obliga a buscar la perfección, para ofrecerla
a Dios.
También será bueno tener presente al
Kempis: “Porque si alguna cosa fuera
mejor y más útil para la salud de los hombres que sufrir adversidades, por
cierto Cristo lo hubiera enseñado por palabra y ejemplo; mas El manifiestamente
amonesta a sus discípulos y a todos los que desean seguirle que lleven la cruz,
y dice: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su
cruz, y sígame”. No nos dejemos apabullar ni arrastrar hacia una vida
impersonal y apagada, a cambio de una falsa seguridad. Recordemos con Gómez
Dávila que “cuando el individuo encaja en
estadísticas ya no sirve para novelas”. Y nuestra vida es la novela que
escribe Dios si no se lo impedimos, antes bien si colaboramos con nuestro
abandono en sus manos. Si nos damos enteramente. Los más grandes santos
avanzarán más rápido y fácilmente por el camino de la infancia espiritual que
enseñó Santa Teresita, camino verdadero de coraje y confianza que sabe que “en la quietud y en la confianza, dice Dios a
Israel, está tu fortaleza” (Is. 30,15). Esa quietud y esa confianza son los
propios de los verdaderos hombres libres, que somos los cristianos. Sabemos que
debemos padecer para alcanzar esa victoria que ha conquistado Cristo nuestra
cabeza padeciendo, y sabemos que siendo hijos de Dios contamos con su
omnipotencia para defendernos. Entonces, ¿quién es realmente que cuenta con
ventaja, sino el que cuenta con Dios? “Vosotros,
al contrario, sois un linaje escogido, un sacerdocio real, gente santa, pueblo
conquistado, para que pregonéis las grandezas de Aquél que os sacó de las
tinieblas a su luz admirable; a vosotros que antes no erais su pueblo, y ahora
sois el pueblo de Dios; y que no habíais alcanzado misericordia, y ahora la
alcanzasteis” (I Pe. Epist. del Sábado de Pascua).
En tanto dejamos unas últimas palabras
que deseamos sirvan para pensar y obrar en consecuencia:
“¡Los
santos faltan! Esta llaga es espantosa en la Iglesia. El Reino de Dios sufre
violencia, es contrariado, oprimido por sus hijos, por sus sacerdotes. Él está
en ellos, pero sin difundirse, como sofocado por el sacerdocio. ¡Que Él se
propague! Que Él tome y consuma todo el cuerpo sacerdotal de Cristo. Jesús no
arde en su sacerdocio, es por eso que la llama del Reino no arde en la Iglesia”
(P. Edouard Poppe)
“Una sola alma cristiana que se santificara verdaderamente y llegara
como Santa Teresita a un alto grado de perfección operaría más bien en el mundo
entero por una sola obra, por un solo libro, que almas tibias por mil empresas.
Cuando los discursos, las actividades apostólicas no emanan de un alma
ferviente de santidad, cuando no son la expresión de una vida de sacrificios,
de oración, de unión a Dios, ¡cómo, a cambio del ruido que ellos hacen y de las
penas que les cuestan, son tan poco eficaces! ¡Qué multitud superflua en
nuestro siglo de libros, de discursos, de obras! ¡Y cómo todos esos que son
extenuados en esa agitación harían mejor en reposarse haciendo la mayor parte del
tiempo oración! Necesidad primordial de la mortificación y de la oración: he
aquí la conclusión que se impone por poco que uno haya penetrado el secreto de
la influencia adquirida por Santa Teresa del Niño Jesús”
(P. Petitot, O.P.)
“El
apostolado interior es ya muy grande, pero hay una nota todavía más divina. El
amor se paga con sangre: la sangre de los mártires es semilla de cristianos.
Predicad el amor en el sufrimiento; sed apóstoles: tenéis el deber de sufrir para
hacer amar al Amor que no es amado; debéis predicarle con la cruz en un
martirio de amor. No es posible hacer de otro modo. La nota dominante del
apostolado es la Cruz”.
(P. Mateo Crawley)
“Mis
amigos, mientras quede algo para salvar, con calma, con paz, con prudencia, con
reflexión, con firmeza, con imploración de la luz divina, hay que hacer lo que
se pueda ser salvado. Cuando ya no quede nada por salvar, siempre y todavía hay
que salvar el alma (…). Es muy posible que bajo la presión de las plagas que
están cayendo sobre el mundo, y de esa nueva falsificación del catolicismo que
aludí más arriba, la contextura de la cristiandad occidental se siga
deshaciendo en tal forma que, para un verdadero cristiano, dentro de poco no
haya nada que hacer en el orden de la cosa pública. Ahora, la voz de orden es
atenerse al mensaje esencial del cristianismo: huir del mundo, creer en CRISTO,
hacer todo el bien que se pueda, desapegarse de las cosas, guardarse de las
cosas criadas, guardarse de los falsos profetas, recordar la muerte. En una
palabra, dar con la vida testimonio de la Verdad y desear la vuelta de Cristo.
En medio de este batifondo tenemos que hacer nuestra salvación cuidadosamente
(…) Los primeros cristianos no soñaban con reformar el sistema judicial del
Impero Romano, sino con todas sus fuerzas en ser capaces de enfrentarse a las
fieras; y en contemplarse con horror en el emperador NERÓN el monstruoso poder
del diablo sobre el hombre.
(P. Castellani).
“Pero nosotros decimos: Sí, en esta tierra Nuestro Señor Jesucristo es
nuestro Rey. No solamente cuando Él venga a juzgar a todo el mundo; no
solamente cuando venga sobre las nubes del Cielo. Él es nuestro Rey hoy. Él
debe ser nuestro Rey mañana. Él debe ser nuestro Señor siempre. Y ésta es la
única solución para que los pueblos lleguen a la paz, a la fraternidad, a la
justicia, a la santidad, para que lleguen al Cielo. No hay otra solución.
Nosotros debemos entonces hacer todo lo que esté en nuestro poder, para que
Nuestro Señor reine en las Sociedades; reine en las familias, reine en los
individuos. Este es el papel del sacerdote, de las familias cristianas, de
todos los que creen en Nuestro Señor Jesucristo, en su divinidad.
Entonces tengamos esta fe muy firme en nuestros corazones. Y si el mundo
se sometiera completamente a las fuerzas de Satanás y a las fuerzas de los
adversarios y a las fuerzas que se oponen a la Iglesia, nosotros aún
proclamaremos la realeza de Nuestro Señor Jesucristo. No es porque los hechos
estén contra nosotros, que Satanás haya podido, de alguna manera, dominar
al mundo; que nosotros debamos aceptar el reino de Satanás y hacer un
compromiso con su reinado diciendo: “Bien, nosotros aceptamos que Satanás reine
en ciertas sociedades y en cierta medida sobre el mundo”. Nosotros no podemos
aceptar eso. Nosotros aguantamos, si no podemos hacer nada más; pero en
nuestros corazones, tenemos siempre el deseo ardiente de decir: El día que
podamos derrocar a Satanás, lo haremos. Aunque sea al precio de nuestra sangre,
para que Nuestro Señor Jesucristo reine.
He aquí lo que es un verdadero cristiano, lo que un verdadero católico
debe tener en su corazón, y no hacer compromisos con las fuerzas satánicas y
las fuerzas subversivas del mundo.”
(Monseñor Lefebvre, Sermón
del 31 de Octubre de 1976).
¡Ven, Señor Jesús!
(Apoc. XXII, 20)
Fray
Llaneza