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jueves, 16 de noviembre de 2017

REIVINDICACIÓN DE LA “IMITACIÓN DE CRISTO” - III






“La Imitación de Cristo es una fuente de meditaciones muy útiles, muy prácticas: el autor de la Imitación habla de la abnegación en general, de la abdicación, de la expropiación.

Desde el Concilio Vaticano II se ha suprimido en la liturgia todo lo que significa desprecio del mundo. Se ha pretendido revalorizar las realidades terrenas, las realidades de este mundo, que habían sido supuestamente desvalorizadas en la Edad Media. Para eso, por ejemplo, se suprimió en todas las oraciones esa expresión tan frecuente en la liturgia, que gracias a Dios tenemos en nuestras oraciones de antes del Concilio: “Terrena despicere et amare caelestia”. Esta expresión se repite constantemente; y, por otra parte, es el tema en que insiste la Imitación. El clero moderno ya no quiere oír hablar de la Imitación de Cristo, pues lo considera como una aberración, como el espíritu medieval, el espíritu de oscurantismo religioso de la Edad Media.

En el primer capítulo de la Imitación encontramos precisamente lo siguiente: “Si supieses toda la Biblia a la letra y los dichos de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo sin caridad y gracia de Dios? “Vanidad de vanidades, y todo vanidad”, salvo amara Dios y servirlo solo a El. Suma sabiduría es, por el desprecio del mundo, ir a los reinos celestiales” (I,I). Esta es la primera máxima fundamental de la Imitación de Cristo: por este desprecio tender al cielo”.

Mons. Marcel Lefebvre, Retiro de Pascua del año 1988.