Alocución “Relicturus
Ecclesiam” (16 de diciembre de 1907)
La
característica más peligrosa del modernismo
San Pío X
recuerda en esta Alocución (Relicturus Ecclesiam)
que Jesús había predicho que la Iglesia habría sido perseguida y atribulada y
escribe: “En procinto de dejar a la Iglesia y en el momento de volver al Padre,
Cristo Nuestro Señor muchas veces y explícitamente predijo que habríamos sido
expuestos siempre a la persecución de los enemigos”.
Los
tiempos nuevos y la herejía modernista añaden, sin embargo, a las antiguas y
cruentas persecuciones, otros sufrimientos quizá más peligrosos aunque menos
dolorosos físicamente. Este es el peligro que mayormente angustia al Papa.
Hoy, como
en todos los tiempos, continúa el Pontífice, vemos realizarse la predicción de
Jesús. En efecto en algún lugar la Iglesia es asaltada o “con divisiones
alineadas y en abierta batalla” o “con artes engañosas e insidias escondidas”.
El modernismo es la insidia escondida o el engaño
(“subdolo” [término italiano empleado por el Papa, ndt] del latín “sub-dolo”: bajo engaño). Esta es la característica más peligrosa del modernismo: no salir de
la Iglesia, no combatirla cara a cara, sino quedarse dentro, ocupar los lugares
de mando y cambiarla desde dentro. Pío X lo explica claramente: “Debería
ciertamente deplorarse que tales hombres, abandonado el seno de la Iglesia,
pasaran a ser sus enemigos declarados: pero es mucho más doloroso verlos caídos
en tanto exceso de ceguera que les hace considerarse aún y proclamarse hijos de
la Iglesia aunque, con los hechos si no quizá con las palabras, hayan renegado
de aquella promesa de fe que pronunciaron en el Bautismo. Y de este modo
mantienen aún hoy las prácticas cristianas, se alimentan de las carnes
sacrosantas de Cristo y, lo que es más horrendo, suben así al altar de Dios
para ofrecer allí el Sacrificio”.
Como se ve, el modernista no niega el Credo de
palabra y abiertamente, sino que prácticamente con su actuar lo impugna y
reniega de él. Por tanto el hecho de que se oculte en la Iglesia y no quiera
abandonarla es muy peligroso porque la erosiona desde dentro como una carcoma
invisible.
El primer
enemigo descrito por San Pío X combate a la Iglesia abiertamente: “todo derecho
suyo es combatido […] sus leyes son despreciadas por aquellos mismos que
deberían tutelar su autoridad”. Ciertamente es triste y doloroso, pero es sobre
todo la “quinta columna” escondida la que preocupa al Papa.
“A todo
esto -escribe- se añade ahora otro mal incontestablemente gravísimo: un cierto
espíritu ávido de novedad, que no soporta ninguna disciplina y ninguna
autoridad, va difundiéndose ampliamente; apuntando a la doctrina de la Iglesia
e incluso a la verdad revelada por Dios, se esfuerza por derrumbar desde sus
fundamentos la santísima religión”. He aquí la intención final del modernismo:
la ruina completa del catolicismo, mediante la corrosión de sus fundamentos.
La
duda metódica y el modernismo
Este
nuevo error, que niega la sustancia misma de la religión católica, es seguido
por numerosas personas, las cuales “difunden una duda metódica llena de
impiedad acerca de las bases mismas de la fe” [6].
El Papa
compara justamente el modernismo al cartesianismo: la duda metódica sobre todo,
no hay certeza de nada, todo es relativo y subjetivo: Dios mismo y la religión
con sus dogmas y mandamientos serían un producto del pensamiento humano.
Esta es
la enorme gravedad del modernismo que se esconde bajo la apariencia de
catolicismo para disolver la Iglesia como Cristo la fundó y ha llegado hasta
nosotros.
El Papa
Sarto añade que: “si los modernistas hacen parte del clero, desprecian el
estudio de la teología católica y extraen de fuentes envenenadas [Descartes,
Kant y Hegel] su filosofía” [7].
El Pontífice concluye justamente que los
modernistas, por lo que “proclaman, hacen y con la misma pertinacia profesan,
demuestran que han perdido la fe, aunque consideren que es encuentran todavía
en la nave de la Iglesia, mientras han naufragado miserablemente” [8].
Conclusión
¿Se puede colaborar con los modernistas para
restaurar la Iglesia cuando ellos quieren demolerla desde sus cimientos? El
pensamiento de San Pío X es claro. Lo sea también el nuestro: “¿Qué hay de
común entre Cristo y Belial? (2 Cor., VI,
15).
Joseph