"Desde
aquel reportaje en una revista porteña de gran difusión por los años 70 donde
señala a Monseñor Lefebvre como la guía de la Iglesia hacia la correcta
dirección, la generalidad del episcopado argentino terminó de defenestrar a
Castellani o de meter su obra en el agujero negro de la conspiración
del silencio".
Por
Javier Navascués
Semblante
grave y enjuto, cejas plateadas, pipa en ristre, la bufanda enmarañada al
cuello, ataviado de sotana negra y boina vasca, leyendo con mirada escrutadora
que penetra las entrañas de cada libro. Mente lucidísima y preclara, fiel hijo
de San Ignacio de Loyola. Santo sacerdote amante de la Tradición y la sana
doctrina, excelente predicador, periodista incisivo, literato brillante y genio
creativo, personaje polémico por su valentía en denunciar el fariseísmo,
profeta del caos actual…Es sin duda una figura riquísima, poliédrica y
transcultural.
Daniel
Francisco Giaquinta, periodista y
profesor de Oratoria, tuvo la dicha de ser su discípulo y estudiar con pasión
su riquísima obra. En esta sencilla entrevista nos regala unos trazos muy
elementales de quien fue Castellani, a modo de canapé, para abrirnos boca y
degustar su riquísima producción literaria.
¿Nos
podría bosquejar una brevísima semblanza de Castellani?
Fue
un buen Hijo de su padre San Ignacio de Loyola defendiendo la Tradición y la
Cristiandad. Lleno de hazañas como el vasco, aunque con el tinte del criollo
argentino. Fue muy varón y muy limpio, por eso ofendía a los afeminados y
sucios. Fue un gran lector que analizaba con poderosa inteligencia todo lo
recibido. Prendía los saberes de su causa primera y la aplicaba con dulzura a
los hombres de buena voluntad. Pero a los de mala voluntad, a los fariseos,
los latigaba duramente hasta echarlos del templo. Por eso lo
odiaba tanto la jerarquía eclesiástica que había caído en el mal de Anás y
Caifás. Fue un gran predicador tanto en la cátedra universitaria como en el
Templo. Tanto es así que lo propusieron como diputado por el movimiento
nacionalista tradicional, pero no llegó a ejercer. Fue un grandísimo escritor,
de difusión periodística y de investigación. Abarcó todos los géneros de la
literatura con más de cincuenta libros, siendo exquisito en cada uno de ellos.
El fariseísmo no le perdonaría ni la Fe llena de obras ni la estética en
publicitarlas.
¿Qué
aportó al pensamiento católico?
Castellani
fue el hombre mandado por la Divina Providencia a mi Patria y a todo el que
pueda acceder a su legado para iluminar la finalidad de la vida
cristiana, la Parusía. Dejó en claro que Jesús avisó que volvía pronto y
que no puede mentirse ni mentirnos. Dijo Castellani a los nacionalistas
argentinos que toda actividad política se supeditaba a esta realidad divina, y
por ello no deja de aconsejar la resistencia en lugar del ataque. Castellani le
aclara a los Tradicionalistas que la gran herejía del Fin de los tiempos es la
negación del único dogma del Credo aún no cumplido, el Venturus est,
el regreso de Cristo a poner la paz y el orden, los cielos nuevos y la tierra
nueva, la justicia y el bien. La herejía final es bipolar y cicloide por ser
tan inmanestista y antropocéntrica. Habla de destrucción total si está
angustiada o de paraíso terrenal mediante la democracia y el consumo.
Lo
primero en la intención es lo último en la consecución. Puesta la Parusía y la
evidencia de sus signos profetizados por Nuestro Señor para los cristianos del
Fin de los tiempos, entonces todo cambia, la Esperanza se vuelve feliz.
Castellani irradia alegría por doquier.
Castellani
enseñó que el marxismo caería fusionándose con el gran dinero de la doctrina
liberal, gran pecado y herejía moderna, que dominaría todo hacia el gobierno
único de la bestia del mar. Esto fue dicho en pleno éxito marxista de los años
50.
Háblenos
de la rectitud y solidez de su pensamiento…
Sigue
a Santo Tomás de Aquino, lo traduce y lo comenta, lo aplica a la Sagrada
Escritura, lo aplica a la Política, lo lee y lo relee. Arruga la nariz cuando
aparecen los vocabularios nuevos en Teología. Como herramienta para penetrar en
el Angélico, tiene una formación filosófica aristotélica exquisita y conoce a
los clásicos latinos y griegos como perito.
Y
por su talento para los idiomas, de los que domina nueve lenguas, lee la
Patrística en sus originales, lee los doctores de la Iglesia, lee los poetas
fuertes de todas las épocas traspasándonos el gusto por Dante, por Manzoni, por
Claudel, por Chesterton, por Cicerón, por Martín Fierro al que repara contando
su propia autobiografía en La Muerte del Martín Fierro, por
Cervantes, por Shakespeare, por Menéndez y Pelayo, Pemán, Pereda…
Y
lee también la heterodoxia para combatirla avisándonos de los peligros en Teilhard
de Chardin y en los contemporáneos que nadie podía ni oler en aquellos tiempos.
Vio caer en el liberalismo a su querido amigo Maritain y nos dijo que el
antropocentrismo era el grito de la Bestia de la tierra y el croar de las Tres
Ranas apocalípticas.
¿Cómo
fue su devoción, su santidad de vida?
Fue
suspendido a divinis por los jesuitas y el Papa ratificó la condena mientras
que a Teilhard de Chardin lo absolvían, siendo Castellani ortodoxo y Chardin
heterodoxo. En ese momento no dejó de escuchar Misa como un fiel más,
arrodillarse para recibir la Comunión, vivir de limosnas, viajar precariamente,
mendigar habitación, y producir, producir, producir…
Atesoraba
una devoción a María Santísima que emociona en sus sonetos y prédicas. Rezaba
el Santo Rosario completo, los tres misterios, cada día caminando y muy
concentrado.
Él
mismo definió a un santo como “aquél que en todo momento y en cualquier
circunstancia sigue la voz del Espíritu Santo”. Castellani esto lo hizo
vida.
¿Es
suficientemente valorado hoy en día?
Tendré
que distinguir. Si la pregunta se dirige al pueblo fiel, que conserva la Fe o
desea fomentarla, la respuesta es sí, Castellani allí es valorado, buscado,
reeditado, difundido en páginas web, consultado, regalado a los amigos…
Pero
si la pregunta se refiriere a si ha tenido alguna especie de alabanza de su
persona y de su obra por parte de la Jerarquía, la respuesta es muy negativa.
Desde aquel reportaje en una revista porteña de gran difusión por los años 70
donde señala a Monseñor Lefebvre como la guía de la Iglesia hacia la correcta
dirección, la generalidad del episcopado argentino terminó de defenestrar a
Castellani o de meter su obra en el agujero negro de la conspiración
del silencio.
Hasta
algún jerarca bien formado escapa a Castellani o lo rotula como genio
algo peligroso y lo evita, lo mata con la indiferencia, desaconseja
sus libros. Te diría, que así debe ser, que “está en el contrato evangélico”,
como describía el P. Ezcurra a las cruces donde los falsos hombres de
iglesia crucifican a los santos.
Además
de su profunda obra religiosa, ¿Podría hablar de sus escritos culturales y
profanos?
Los
libros de Castellani tienen buen humor y esto los hace muy humanos sin teologúmenos
etéreos. Sabe reírse de lo ridículo sin ofender a las personas. Apoda al
padre del evolucionismo filosófico como Telar del Cardón, o es
la demo-caca-racia el mal liberal, y los conserva-duros
son la mejor expresión del puritanismo autóctono, y el marxismo es
ese bichito colorado que pica tan fuerte y nació
del liberalismo.
Al
humor se le suma esa penetración del Arte, tanto de la imagen estética y de la
cinética como de la música, dejando opúsculos luminosos de Crítica Literaria.
La incapacidad del hombre masa de disfrutar de lo bello le hará escribir sobre
el semianalfabetismo, el mal gusto, la decadencia actual del hombre ético hacia
el estético, sin detenerse hasta el hombre que consume el locro
mirandolesco de la diletancia periodística. Define al fanatismo como
esa incapacidad de ver la virtud o la veracidad en la postura contraria.
Entonces Castellani mira la vida real y nos lega semblanzas de policías
heroicos, de maestras rurales abnegadas, de curas sabios de pueblo, de santas
como Thais de Alejandría sumamente anti-marketing…
¿Qué
libros de Castellani recomendaría a aquellos que quieren empezar a conocer su
obra?
Castellani
no tiene escalonamiento en su obra, se le puede entrar por cualquier lado, como
al asado pampeano. Es un publicista por naturaleza: toma un tema con motivo
social, lo mira desde la teología, baja por la política, lo connota en su razón
moral y lo potencia para la utilidad mística del lector. Pongo por ejemplo el
fariseísmo en la Iglesia –Cristo y los Fariseos– como cáncer y causa
fundamental del enfriamiento de la Caridad. Es decir, sabe hacer sencillo lo
intrincado en cualquier género literario que encare. Sí tiene una saga
temática, a mi parecer, sobre el Fin de los tiempos que valdría la pena seguir
con cierto orden, aunque no es necesario. Me refiero a los cuatro o cinco
libros sobre los temas apocalípticos que habrían de comenzarse por Cristo
¿vuelve o no vuelve?, seguir con los Papeles de don Benjamín
Benavides, luego el Apocalipsis de San Juan para terminar
esta saga con Su Majestad Dulcinea.
En
Psicología, capta la profundidad ignaciana en La Catarsis Católica en
los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, su tesis doctoral, que
acallaría a tanto detractor. Otros libros recomendables son Psicología
Humana y también Freud en cifra nos muestran un
perito muy acicalado en trabajo de campo.