New York, 1° de octubre
de 1843. En el Café Sinsberner, once judíos emigrados de Alemania, tienen una
misteriosa reunión. Se trata de crear una obediencia masónica reservada
exclusivamente a los judíos.
La concepción no deja
de ser curiosa. En efecto, la francmasonería se proclama por encima de todas
las religiones y de todas las razas; por lo tanto no parece pues imposible que
los judíos puedan iniciarse en alguna de las logias masónicas existentes.
Parece, sin embargo, que en este ambiente del siglo XIX no estaba ausente
cierto racismo en la sociedad protestante norteamericana. Un poco por todos
lados se hallan inscripciones discriminatorias indicando: “solo se admiten a
cristianos” o “la clientela judía es indeseable”. La cuestión es que los once
judíos del Café Sinsberner deseaban una obediencia masónica reservada a los
judíos únicamente. Sin duda habían medido el interés que podía haber en contar
con una sociedad secreta a su disposición exclusiva. Además, deben buscar un
nombre. Al principio el grupo era llamado Bruder Hundes —o
Unión Fraternal— pero pronto van a encontrar uno mejor: será el de B’nai
B’rith.
Es interesante saber
cómo se llega a él. B’nai viene de la raíz hebraica Ben que
significa “hijo” pero que puede significar también “príncipe, habitante,
comunidad, discípulo”. En cuanto a B’rith, que originalmente tenía
el sentido de trozo de animal en los sacrificios rituales, derivó luego en el
de “tratado, afianza, promesa”. La expresión completa significa por lo
tanto: los Hijos de la Alianza, los Príncipes de la Promesa, los Hijos
de la Unión. A menudo se encuentra la deformación yiddish de Bne
Briss usada en Alemania. Los judíos sefardíes, en tanto,
pronuncian Beni Beríth.
He aquí a los once
fundadores provistos de un nombre. Es indispensable suponer que ya eran
masones, afiliados a logias norteamericanas puesto que eligieron un ritual que
es una mezcla del rito de York y del rito norteamericano de Old Fellows. Su
primera logia llevará el nombre de New-York Lodge cuyo primer
presidente será Julius Bien aunque el fundador de la
obediencia fuera el hermano Henry Jones. Los B’nai B’rith de
1843 parecen ser judíos venidos exclusivamente de Alemania y sus escritos
estaban en alemán.
El éxito es veloz en
esta comunidad cerrada donde las noticias corren. Un año después de su
fundación la orden está en condiciones de abrir una nueva logia en New York y
una tercera en Baltimore. Pero el B’nai B’rith tenía una
vocación internacional. Necesitaba responder a los requerimientos del pueblo
judío disperso. Ya en 1849, en Cincinnati, una logia actuará en
inglés. En 1850 existen 20 logias B’nai B’rith en los Estados
Unidos las cuales reúnen 2.218 miembros en total. Comienza a aparecer entonces
el verdadero carácter de esta masonería; el de ocuparse de las comunidades
judías en el mundo entero y antes que nada en Europa.
En 1851 se la ve
intervenir frente a las autoridades norteamericanas para protestar contra un
tratado firmado entre los EE.UU y Suiza porque ciertos cantones de la
Confederación Helvética imponían restricciones a los derechos de los judíos.
El B’nai B’rith ya era suficientemente poderoso como para
obtener un triunfo. En 1857 el Tratado fue modificado. De allí en más su poder
internacional no habría de ceder más sino incrementarse. El B’nai
B’rith hoy día es miembro consultor del Consejo de Europa,
de las Naciones Unidas, de la UNESCO, y de la OEA.
En Europa, el B'nai
B'rith hacia 1882 después de haberse propagado por toda Alemania —lo
que se explica por el origen de sus fundadores— se había difundido en Europa
Central y Oriental: Bucarest, Praga, Constantinopla, Viena, Cracovia. En 1905,
ya se encuentran Logias en Basilea, y en Zurich, en 1912 en Copenhague y en
1923 en La Haya y Ámsterdam. Estos nombres indican por si solos que los B’nai
B’rith primero se desarrollaron en países de fuerte población judía.
Pero será en los EE.UU. sin embargo, donde su poder se afirmará muy
rápidamente. En 1913 se los ve fundar la Anti-Defamation League, liga
Contra el Antisemitismo, a imitación de las organizaciones francesas
similares LICRE y MRAP.
En Francia la
Logia-madre France 1151 es creada en París en 1932. En los años siguientes a la
“Liberation” tendrá por dirigente al Hermano Pierre-Jean Bloch y es través de
la personalidad de este último que uno puede darse cuenta del poder oculto de
esta masonería, Pierre-Jean Bloch ocupa, en Londres, una
posición de capital importancia en el entorno del Gral. De Gaulle: es agregado
al gabinete particular del Jefe de la “Francia Libre”. Allí se ocupa en
especial (Cf, “Díctionnaire politique” de Costón, t. 1) de los servicios
políticos: depuración, lucha contra los petainistas, servicios secretos
gaullistas.
En Argelia ocupa
el cargo de delegado general del Interior. De Gaulle a su regreso a Francia le
encarga la liquidación de los bienes de la prensa interdicta. Finalmente, nos
dice Costón, “funda y dirige una agencia de publicidad encargada de la
distribución del Presupuesto de Israel”.
Los B’nai
B’rith durante el siglo XX han jugado, especialmente en los EE.UU. un
rol político importante. Uno de ellos, Samuel Rosenman será, a
la vez, presidente de los B’nai B’rith del Estado de New York,
y consejero íntimo del Hermano Roosevelt al cual, se dice, le preparaba a
menudo documentos y discursos. Y continuará desempeñando el mismo papel con el
Hermano Truman.
¿Cuál es el objetivo de
la Orden?
La Guide juif de France
lo resume así: unir los judíos “por sus más altos intereses y los de la
Humanidad” y más precisamente, “defender el patrimonio religioso y espiritual
por una acción educativa y cultural coherente, especialmente entre los jóvenes y
consecuentemente, reaccionar cuando así convenga contra las tendencias
asimiladoras”. Lo cual es perfectamente loable desde el punto de vista judío.
La logia France
1151 había sido fundada por un abogado ruso, Henri Sliosberg, nacido
en Mir y que fuera diputado a la Duma refugiándose luego en
Francia cuando el Hermano Kerensky hubo finalmente, por su política liberal,
dejado la puerta abierta para que los bolcheviques se quedaran con el poder.
Iniciado en la masonería rusa inmigrada a Francia en 1921, fue luego fundador
de las logias Astrée Hermés, Gamoione, y Lotus del rito escocés. La Logia France
1151 se instaló en París en la calle Rembrandt 6. Rápidamente se
difundió al punto que las nuevas logias debieron reunirse en una Unión de las
asociaciones francesas B’nai B’rith. Destaquemos entre ellas una
logia Zadoc Kahn fundada en 1963 y un capítulo Anne
Frank, creado en 1964. Se conocen logias provinciales en Belfort,
Clermont-Ferrand, Colmar, Granoble, Lille, Lyon, Marsella, Metz, Mulhouse,
Nancy, Niza, Estrasburgo, Troyes y Villeurbaine. Los B’nai B’rith son
más de 500.000 iniciados repartidos en una cincuentena de
países. El presupuesto anual de la Orden fue estimado en 1976 en unos 20
millones de dólares.
Nos queda ver, mientras
tanto, cuales son los lazos existentes entre esta masonería y la masonería
ordinaria. El gran historiador Bernard Lazare en su libro: L’Antisemitisme asegura que en la cuna
misma de la masonería ya hubo judíos, que se los vuelve a encontrar en el siglo
XVIII “en torno a Weishaupt y Martínez de Pasqualis, un judío de origen
portugués” que organizó numerosas sociedades secretas en Francia. Para Bernard
Lazare, la masonería representa los dos costados del espíritu judío: el
racionalismo práctico y el panteísmo. Así pues se congratulaba de que los
enciclopedistas y los jacobinos “a pesar de su oposición, llegaran al mismo
resultado, esto es; al debilitamiento del cristianismo”.
La revista masónica “Le
symbolisme” en 1962 escribe que el primer rol de los franc-masones “será el
glorificar la raza judía que guarda inalterable el depósito divino de la
ciencia. Por eso es que se apoyarán en ella para borrar las fronteras”.
Es conocida,
igualmente, una curiosa declaración del Rabino Hermano Magnin, aparecida
en B’nai B’ríth Magazine vol. XXIII p.8: “Los B’Nai
B’rith son un mal necesario. En todos lados donde la masonería puede
confesar sin peligro que es Judía por naturaleza como por su fin las logias
ordinarias bastan para esa tarea”.
Esta identificación de
las finalidades judías y masónicas no es reciente. Hace más de un siglo
la Varieté lsraelité en 1631, t. V., p. 74, declara que “el
espíritu de la masonería es el espíritu del judaísmo en sus creencias
fundamentales; sus Ideas, su lenguaje, casi su organización”. “El advenimiento
de tiempos mesiánicos verá el coronamiento de esta maravillosa casa de oración
de todos los pueblos de los que Jerusalén será el centro y el símbolo
triunfante”. Se trata de una idea que se volverá a encontrar sin duda en la
gran reunión de las religiones en Asís, donde se la podrá meditar
en las palabras de Elías Eberlin en Les juifs
d’aujourd’hui; Israel cumple
inexorablemente “su misión histórica de redención de la libertad de los
pueblos, el mesías colectivo de los derechos del hombre”. Estas fórmulas y estas
ideas, tradicionalmente en el judaísmo, recuerdan recientes consignas romanas
invitando a los católicos a “preparar el mundo para la venida del Mesías
obrando conjuntamente con los judíos por la justicia social”, (cfr. Present
29-6-1985 y Jean Madiran: La question jvive dans l’Eglise. En Itineraires, 301,
marzo 1986).
No
se puede permanecer indiferente al hecho de que varias personalidades de
la B’nai B’rith se
encuentren en el origen de las reformas propuestas al Concilio Vaticano II en
vistas a modificar la doctrina tradicional de la Iglesia de cara al Judaísmo.
Entre ellas hay que retener especialmente la presencia del Hermano Label
Katz, la más alta autoridad de la Orden. Si, según el presidente
norteamericano de las B’nai B’rith, la misión de la Orden es
el mantenimiento de la “continuidad judía”, no puede decirse que sirviera
igualmente bien a la “continuidad católica”, lo cual no es ciertamente su
misión.
Jacques Ploncard d’Assac, Revista
Cabildo, 2ª época, año XII, N°119.