Quienes se han dedicado
a investigar el mundo de la masonería y el lenguaje simbólico-esotérico de la
secta, particularmente en lo relacionado con los medios masivos de difusión,
nos llaman la atención sobre uno de los símbolos más frecuentados por la
publicidad visual, el cine y la industria discográfica. Estamos hablando de “el
ojo que todo lo ve” o “solo ojo”, que generalmente aparece dentro de un
triángulo , símbolo que puede representar la Santa Trinidad para los católicos,
pero que los masones han tomado para representar el sistema ternario, uno de
los temas básicos de los ocultistas. En particular, los “mas-media” difunden el
solo ojo en infinidad de portadas de discos y revistas, ya sea con el personaje
protagónico tapándose un ojo, ya sea presentando la fotografía la mitad de la
cara, de manera tal de mostrar un solo ojo. Un detallado y amplio muestrario
sobre este símbolo puede descubrirse en este dossier. Y
asimismo al final de un artículo
de nuestro blog.
Hay una utilización
masónica de figuras públicas en torno a su mensaje, que muestra la implicación
directa o indirecta de tales personajes mediáticos. Así la forma de
presentación a través de tal signo o señal masónica denota o un grado de
pertenecia a determinadas logias, o un control que las logias han adquirido
sobre determinadas figuras públicas. Tal presentación pública se corresponde
con el mensaje o contenido del producto ofrecido a las masas.
No deja de llamarnos la
atención la portada de una revista ultra modernista y progresista, sostén de
las peores herejías de la secta conciliar, partidaria a ultranza de la
“primavera” bergogliana, con distribución en España y varios países de
Sudamérica, publicación lujosamente editada, costosa, bien financiada. La
revista en cuestión, llamada “Vida Nueva”,
muestra en su tapa a Mons. Bernard Fellay, superior general de la FSSPX, con la
mitad de su rostro. Aparentemente la frase que se utiliza para publicitar el
artículo sería negativa respecto al obispo. Sin embargo, si uno se sumerge en
la entrevista, se dará cuenta que es absolutamente positiva, prestándose Mons.
Fellay a dar por sentado que la FSSPX está fuera de la “comunión plena” con
Roma, y afirmando con claridad que “ya
no queda ningún obstáculo insalvable para un reconocimiento canónico de la
Fraternidad”. También el obispo se muestra muy positivo con respecto a
Francisco, afirmando que éste es “comprensivo
y bondadoso”. Señala que coincide con las autoridades conciliares en que lo
mejor para la Fraternidad es una Prelatura. Y al decir lo siguiente: “Creo que las autoridades romanas han podido
comprobar que no hay en nosotros problemas graves que impidan el público
reconocimiento de nuestra condición de católicos”, está diciendo que en la
Fraternidad hay problemas leves (“no hay en nosotros problemas graves”) que
serían los que impiden hasta ahora su reconocimiento como “católica”. Es decir
que se pone en el lugar del culpable, del problemático, de quien está en falta,
esperando ser disculpados por las
autoridades modernistas, para que éstas la califiquen de “católica”. Es
exactamente lo que la Roma modernista se complace en escuchar.
Por otra parte la
revista incluye una entrevista a Mons. Pozzo favorable a la FSSPX, en tanto
ésta va bien por el camino del acuerdo. Y se completa el número con una nota
desfavorable a la FSSPX, en cuanto a sus aspectos negativos, que la hacen
aparecer como una secta. De este modo, Mons. Fellay queda bien posicionado como
un hombre comprensivo, abierto, dialogante (no hace ni la menor crítica al
demoledor Francisco), que está tratando de acabar con esos residuos medievales
de la congregación. La revista modernista queda libre de toda sospecha de adscripción
o simpatía por la Tradición, mientras publicita la política acuerdista de Pozzo
y Fellay. Así Fellay es servil para con los enemigos de la fe católica,
quedando mal parada su propia congregación, en tanto conserva elementos
recalcitrantes que aún no se adaptarían a su política de conciliación y
sonrisas. Mons. Fellay está haciendo un trabajo destructivo increíble, por el
cual no podemos conjeturar que sea necesariamente miembro de la masonería, pues
simplemente con ser liberal ayuda a sus estrategias y puede ser influenciado
indirectamente por aquella. Pero, por el trabajo de demolición que está
realizando en la congregación fundada por Mons. Lefebvre, no nos sorprendería
si el día de mañana alguien nos dice que Mons. Fellay esconde un mandil. Se
explicaría mejor su increíble entendimiento con Bergoglio y los
ultramodernistas y judaizantes, a los que siempre pareció combatir.