El R.P. Curzio Nitoglia
es un sacerdote italiano que estudió en el seminario de Ecône y fue ordenado
por Mons. Lefebvre en 1984. Por varios años colaboró estrechamente con el P.
Francesco Putti, fundador de la revista anti modernista Sí Sí No No,
y en la actualidad se desempeña como capellán de las Discípulas del Cenáculo de
Velletri, comunidad tradicionalista fundada por Dom Putti, y vinculada a la
FSSPX hasta la crisis del 2012.
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Gravedad de la situación actual:
del diálogo al acuerdo
Se asiste hoy al último asalto
del ultra-modernismo respecto al tradicionalismo para que, mediante la trampa
del “dialogo” (1), lleguen a la coexistencia después de haber aceptado
imprudentemente y casi inadvertidamente un cambio teológico apresurado y
temerario.
Principalmente, el papa Bergoglio
está llevando adelante una guerra psicológica más o menos oculta respecto a los
tradicionalistas, la cual apunta no a destruir sino a debilitar, poco a poco,
su resistencia a los errores modernistas (1900-1950), meo-modernistas
(1950-2013) y ultra modernistas (2013-2016).
La apatía y docilidad de los
buenos
En muchos tradicionalistas se
nota un estado de ánimo cansado, propenso a la condescendencia, a la docilidad,
que lleva al querer dilatar las cosas, a la retirada, a las
concesiones tácitas y, lamentablemente, a la rendición final pasiva e
implícita, por lo que se puede decir parafraseando a Benedetto Croce “no
podemos no decirles modernizantes” o “sean todos modernizantes implícitos y
anónimos” (Rahner y Schillebeeckhx).
Manipulación a-teológica
Bergogliana
La táctica Bergogliana respecto a
los tradicionalistas es inicialmente la del puro “dialogar”,
discutir, caminar juntos, conocerse, encontrarse, aunque sin llegar a un
acuerdo explícito, teórico, firmado y escrito. El marxismo, especialmente el
euro/comunismo (Gramsci, Bloch, Togliatti y Berlinguer), ha empleado con
notable éxito esta táctica respecto a los católicos “ingenuamente adultos”, los
cuales no se dieron cuenta de que estaban padeciendo una manipulación
psicológica de parte de los marxistas; así Bergoglio no quiere que los
tradicionalistas se den cuenta de que están siendo manipulados a-teológicamente
y transbordados hacia el modernismo.
Ciertamente en el campo
tradicionalista si se dan cuenta, aunque confusamente, de que están padeciendo
una evolución, un paso teológico; pero se ilusionan de que éste es
realmente un paso libre y conveniente, un verdadero ahondamiento, una
maduración, aunque con la ayuda de "una entidad simpática y
generosa": el "modernismo del rostro humano de Bergoglio" al que
no se puede decir no, pero que bien pronto se quitará la máscara y los hará
esclavos de la "cloaca de todas las herejías", como hace el diablo
cuando tienta sub specie boni, revestido como ángel de luz. Este
modo de actuar y de ser manipulados lo llamo "cambio teológico
inadvertido", cambio por el que se pasa de la Tradición al modernismo.
Reacción natural al irrealismo
modernista y la persuasión implícita
Puesto que el sentido común
natural, la sana razón del sentido común propio de la naturaleza humana
objetiva, ponen cierta resistencia a la doctrina subjetivista e irrealista del
kantismo modernista (según el cual es el yo que crea la realidad), este último
está evitando con Francisco I el ejercitar sobre los tradicionalistas una persuasión
explícita (protocolo escrito y firmado de rendición y aceptación del
Concilio Vaticano II y del Novus Ordo Missae), y ha iniciado la táctica de la
persuasión implícita, que no es nueva pero que ya fue utilizada por el diablo
en el paraíso terrenal cuando, bajo forma de serpiente, dijo a Eva que si comía
el fruto prohibido no moriría, sino que se volvería como un "dios",
llena de la ciencia del bien y el mal (Gen., III, 5).
En cambio, en cuanto a los
católicos firmemente anti modernistas y no inclinados al diálogo y al
compromiso, se trata de marginarlos, desorganizarlos, desanimarlos y reducirlos
al silencio por la "psico-policía-clerical" orwelliana.
La "quinta columna
enemiga"
Miembros connotados del GREC
Una "quinta columna enemiga",
aunque aparentemente "simpatizante", se ha infiltrado dentro del
mundo tradicionalista, que ha mostrado últimamente una cierta superficialidad
de espíritu y un despreocupado optimismo respecto a la crisis que aflige el
entorno eclesial y el mundo entero, y ejercita sobre éste un influjo implícitamente "modernizante"
para hacerle aceptar a cambio de "un plato de lentejas" (la
"regularización canónica" y la "plena comunión"), la bondad
del Vaticano II, de la Misa de Paulo VI y la neo-religión holocáustica, leído
-según la hermenéutica de la continuidad- a la luz de la Tradición. Esta
"quinta columna" es tanto más eficaz cuanto más aparentemente anti
modernista se presenta.
De la resignación al hundimiento
Todo eso ha dejado a gran parte
del mundo tradicionalista como "anestesiado", con los brazos cruzados
sumisamente y propenso a dejar el camino libre a los modernistas, que de
momento proceden lentamente para no suscitar choques y reacciones. De la
resignación se puede pasar a la espera ligeramente favorable y luego a la
simpatía plena, de la simpatía para con el "modernista del rostro
humano" se llega a la colaboración práctica y por fin a la aceptación al
menos implícita de los principios anteriormente juzgados inaceptables. Nemo repente fit pessimus.
De este estado de inercia y
resignación se pasa insensiblemente al "cambio teológico
inadvertido." Es la triste realidad de nuestra época de "gran
apostasía", en el que sólo la omnipotencia de Dios puede salvar la
situación acortando la prueba (cfr. Mt., XXIV, 15-35).
Se puede perder una batalla y ser
derrotados por un enemigo impío, pero no debe uno arrodillarse nunca delante
del malvado vencedor momentáneo para conseguir de él un "indulto
doloso" (Mons. Antonio de Castro Mayer), que nos consienta un modus
vivendi, el cual, en cambio, comporta la renuncia al menos práctica de nuestros
principios para evitar la marginación y la excomunión o sea la separación del
mundo moderno, lo que no es una pena sino una gracia, como la
"persecución" es la más alta de las "bienaventuranzas"
enseñadas por Nuestro Señor en el Sermón de la Montaña (Mt., V, 3-12).
Necesidad de la disputa teológica
Cuando bajo la apariencia de
prudencia, que en realidad es “prudencia de la carne”, se renuncia al debate o
a la disputa teológica para refutar el error y demostrar la verdad, se comete
un robo doctrinal, es decir, se roba la verdad que Dios ha revelado sobrenaturalmente
o que la razón humana puede conocer naturalmente, se esconde y no se le a a
quienes tienen hambre de verdad y de justicia. Esto equivale a enterrar el
“talento” que Dios ha dado. La Iglesia, bajo el ejemplo de Nuestro Señor que
reprobaba a los fariseos, siempre ha luchado contra los falsos sistemas
filosóficos y teológicos que han aparecido en todas las épocas de la historia
humana. Frente al error pronunciado públicamente, callar significa consentir.
La utopía del “paraíso en la
tierra”
Los naturalistas creyeron que el
hombre era bueno por naturaleza, sin pecado original. Hoy el antropocentrismo
neo-modernista nuevamente propone el “culto del hombre”. Lamentablemente
también algunos tradicionalistas se han dejado seducir por esta loca utopía.
Ellos consideran que ahora, con Francisco I, la cima del Vaticano es dirigida
por un “hombre de buena voluntad” y con el cual se puede inaugurar una especie
de coexistencia y convivencia pacífica, en la cual los desacuerdos serán
superados no con el combate sino por la retirada inconsciente,
gracias al diálogo, al encuentro y al “caminar juntos”. Este es el estado de
ánimo del utopismo anárquico y sentimentalista, propedéutico de la Republica y
del Templo Universal, querido por la masonería y casi logrado con los sesenta y
ocho y con el Vaticano II.
El lema de la masonería y de los
modernistas dialogantes (cf. Juan XXIII) es el siguiente:“Es necesario
conservar lo que une y no lo que divide”. Por el contrario, Pio XII,
condenando el neo-modernismo enseñó: “Señálese también otro peligro, tanto más
grave cuanto más se oculta bajo la capa de virtud. Muchos deplorando la
discordia del género humano y la confusión reinante en las inteligencias
humanas, son movidos por un celo imprudente y llevados por un interno impulso y
un ardiente deseo de romper las barreras que separan entre sí a las personas
buenas y honradas; por ello, propugnan una especie tal de irenismo que, pasando
por alto las cuestiones que dividen a los hombres, se proponen no sólo
combatir en unión de fuerzas al arrollador ateísmo, sino también reconciliar
las opiniones contrarias aun en el campo dogmático (Encíclica Humani
generis, 12 de agosto de 1950). De esta fantasía, o más bien delirio, salen el
ecumenismo, el diálogo, el hacer experiencia, el caminar juntos y el acuerdismo
universal, que abre el camino al irenismo, al relativismo subjetivista y al
Nuevo Orden Mundial.
En efecto, el afán desmedido de
llegar a la concordia universal y a globalizadora, lleva al deseo de disminuir
la importancia del valor de los puntos de divergencia entre los hombres y las
religiones (por ejemplo el islam y el judaísmo, con los cuales se dialoga en
cuanto confesiones monoteístas, pasando por alto que niegan la Trinidad de las
Personas divinas y la divinidad de Cristo que son las dos verdades principales
de la fe cristiana). De tal modo se relativiza el valor de todas las opiniones,
las certezas y los dogmas, cayendo en el opinionismo y negando
consecuentemente la verdad y la falsedad objetiva. Éste es un estado emotivo y
sentimentaloide, una especie de desfallecimiento de la recta razón,
propio de la época post-moderna, de que se aprovecha el modernismo para
conducir al relativismo y al irenismo absoluto, que hacen soñar con los ojos
abiertos una especie de "paraíso en la tierra", en el cual todos
piensan y actúan juntos.
El utopía modernista o
"semi-tradicionalista" empieza a considerar el mal, el error, la
lucha, el sufrimiento como algo de absurdo que debe ser eliminado de este
mundo. En tal modo se pierde de vista la vida ultra terrena y que la vida
terrenal tiene un sentido de prueba sólo para merecer el Paraíso a través del
combate y la persecución por la verdad; por tanto el tradicionalista ingenuo y
vaga o implícitamente utopista empieza a dialogar, a encontrarse y a descender
con pactos con el "modernista del rostro humano", que por fin,
después de la crueldad de Paulo VI, le abre las puertas de casa, como hizo el
lobo con "caperucita roja."
Desafortunadamente, el
iren/tradicionalista, precipitado e irritable como todo utopista, no quiere
escuchar razones ni consejos y se enfurece contra cualquiera que busque impedir
que caiga en la trampa del “cambio teológico inadvertido” y
así, como Pinocho que aplastó al grillo parlante, se convierte en víctima de si
mismo y del “modernista con rostro humano”.
Se divisa aquí la dialéctica
(tesis/antítesis/síntesis) hegeliana que entre dos tesis opuestas y
contradictorias no descarta la falsa sino que llega a una nueva tesis que, a su
vez, es contradicha para dar origen a una nueva síntesis, por lo cual se vive
continuamente, constantemente e indefinidamente en la evolución de la verdad
natural y el dogma revelado. En resumen es el movimiento o el frenesí mental
perpetuo.
Religiosamente el peligro de hoy
es precisamente el relativismo, ya rampante e imperante, que amenaza desde Juan
XXIII a Francisco I, con un motus in fine velocior, sobre todo
el catolicismo. El verdadero católico fiel y anti modernista debe luchar
especialmente contra este irenismo pacifista que adormece la conciencia y
disminuye la pureza de la fe, la cual debe ser conservada integra, porque la
negación de un solo artículo o dogma de fe comporta la pérdida total de esta.
Levantar los bastiones
Hace falta conservar íntegro y
puro el significado de nuestra fe de modo que nadie pueda tener la
mínima duda sobre lo que nos divide en cuestiones dogmáticas, morales,
ascéticas y litúrgicas. Sólo la claridad en el pensamiento y en la
exposición de la verdad completa y no de medias verdades, más peligrosas que
los errores abiertos, lleva a la verdadera unidad (convertible con el
ser, lo bueno y lo bello) y no al amontonadero caótico.
Dialogar necesse est
En los años 2000 no dialogar,
según los modernistas, significa ser retrógrado, pasado de
moda y prehistórico; mientras que dialogar quiere decir ser
aggiornado, moderno, al tono conlos tiempos. De aquí el rencor y la
antipatía nutridas por el neo-modernista hacia el católico que debate
teológicamente con vis polémica para defender la verdad y
refutar el error. El modernista, lleno de "celo
untuoso", ama a todos los enemigos de Dios pero odia
cainianamente al que debería ser su "hermano" en la fe, considerado
falto de caridad, animado de "celo amargo", y por lo tanto lo
considera como lo único que no puede y no debe ser perdonado, a menos que dé
señales de arrepentimiento y apertura al diálogo -o sea a ceder-,
al “cambio teológico inadvertido”.
De lo contrario se deben usar
contra el “refractario” no-dialogante todos los medios de la psico-policía: la conjuración
del silencio, la calumnia, la difamación, el ostracismo, el insulto. En breve,
contra él todo es lícito, incluso lo ilícito y lo moralmente grave. Todo
contacto con él está absolutamente prohibido, y es un apestado teológicamente a
quien se debe evitar radicalmente.
Hay que conservar lo que separa y
no lo que une
De este modo, de Juan XXIII hasta
a Francisco I, han sido excluidos de los puestos clave de la Iglesia militante
a sus fieles más capaces, más fervientes, más honestos y desinteresados;
mientras que son promovidos los traidores, los herejes, los apóstatas, los
indolente y los degenerados.
Para erradicar este morbo letal
del diálogo a ultranza, que lleva inevitablemente al "cambio teológico
inadvertido", hace falta tener bien en mente el verdadero principio
válido, que es opuesto diametralmente al irenismo: "hace falta mirar lo
que nos separa y no sólo lo que nos une”. Al contrario el irenista, el
modernista y hasta el tradicionalista "abierto" ve, bizcamente, sólo
lo que lo une a los extraños y a los heterodoxos y no quiere hacer caso, como
el avestruz que esconde la cabeza bajo la arena, de lo que lo separa de ellos,
también en materia de fe y moral.
No os conforméis con este mundo
Los hombres de mundo, que tratan
de conciliar el Evangelio con las tres concupiscencias, quieren todo lo que
favorece el optimismo absoluto, el amor de la tranquilidad como fin último,
también a costa de atenuar el espíritu de fe. Francesco I tiene (o parece
tener) todas las características que les gustan a los hombres de mundo:
benevolencia, simpatía, sonrisas, alegría, jovialidad, celo untuoso, chistoso,
tan simpático como banal.
El es el “profeta de venturas”,
que anuncia un futuro rosa, lleno de éxitos, donde todo va bien. Esta
“simpatía” aparente, pero realmente desagradable y nauseabunda, le abre el
camino a la notoriedad, siempre en “primera página” y nunca en la “crónica
negra” para cualquier cosa que diga, aunque sea la más absurda (2).
Todos los hombres del "bel
mondo" quieren hablar bien de él, nadie, o casi, lo critica; repiten sus
chistes, sus gestos, sus sonrisas, creyendo poder solucionar las cuestiones más
enredadas con el diálogo, la sonrisa, la simpatía, colocándose una nariz de
payaso y soñar con los ojos abiertos eliminar del mundo la pobreza, la guerra,
los conflictos, las peleas, las patrias, las diferencias religiosas, las
fronteras, los muros y las barreras, el poder, el mando (que practica
inhumanamente hacia los no alineados) hasta en las cárceles.
En efecto por el irenismo utópico
todos los hombres son inmaculados y sin pecado original por lo tanto son
siempre bien intencionados y las divergencias que se presentan son incidentes,
fruto de equívocos e incomprensiones que pueden ser eliminados por el
encuentro, el diálogo y el caminar juntos.
Conclusión
¡Atención! Somos cristianos
a medias, y por lo tanto modernistas implícitos o anónimos, cuando nuestras
elecciones son indecisas, cuando somos flexibles y reacios a tomar partido,
cuando tememos las complicaciones, el aislamiento y la derrota momentánea,
cuando estamos prontos a bajar a compromisos y a dialogar con el error y con el
mal, cuando no osamos decir toda la verdad, sino sólo medias verdades, más
nocivas que el error explícito.
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NOTAS
1 - términos similares son
"ecumenismo", "irenismo", "paz a ultranza",
"convivencia".
2 - Últimamente no sólo pidió un
perdón general para los presos, sino que dijo que las prisiones deben
cerrarse... (aunque ha encerrado al P. Manelli).