Lo decimos con
profundo dolor. Se diría que es una nueva religión la que ha surgido el pasado
31 de octubre en Lund durante el encuentro ecuménico entre el papa Francisco y
los representantes de la Federación Luterana Mundial. Una religión cuyos puntos
de partida están claros pero su meta es oscura e inquietante.
La consigna
que más ha resonado en la catedral de Lund es la necesidad de un «camino
común» que lleve a católicos y luteranos a pasar «del conflicto a la
comunión». Tanto el papa Francisco como el pastor Martin Junge, secretario de
la Federación Luterana, aludieron en sus respectivos sermones a la parábola
evangélica de la vid y los sarmientos. Los católicos y los luteranos serían
ramas secas de un mismo tronco que no lleva fruto a causa de la separación de
1517. Pero nadie sabe cuáles serían esos «frutos». Lo que por el momento
parecen tener en común católicos y protestantes no es sino una profunda crisis,
si bien por causas diversas.
El luteranismo
ha sido uno de los principales factores de secularización de la sociedad
occidental, y hoy en día agoniza por la coherencia con que ha desarrollado los
gérmenes de disolución que llevaba en sí desde su nacimiento. A la vanguardia
de la secularización han estado los países escandinavos, a los que durante
mucho tiempo se ha considerado un modelo para nuestro futuro. Pero Suecia,
después de transformarse en la patria del multiculturalismo y de los derechos
homosexuales, es actualmente un país en el que apenas el 2 % de los luteranos
son practicantes, mientras que el 10% de la población sigue la religión
islámica.
Por el
contrario, la Iglesia Católica atraviesa una crisis de autodemolición por haber
abandonado su Tradición para abrazar el proceso de secularización del mundo
moderno, precisamente mientras éste se descomponía. Los luteranos buscan en el
ecumenismo un soplo de vida, y la Iglesia Católica no advierte en dicho abrazo
el hálito de la muerte.
En la
ceremonia de Lund se ha afirmado también: «Lo que nos une es más de lo que nos
divide». Pero ¿qué es lo que une a católicos y luteranos? Nada salvo el
bautismo, que es el único de los siete sacramentos que reconocen los luteranos.
En realidad, para los católicos el bautismo limpia el pecado original, mientras
que para las luteranos no puede eliminarlo, porque para ellos la naturaleza
humana es radicalmente corrupta y el pecado es invencible. La fórmula de
Lutero «peca mucho pero cree mucho más» sintetiza su pensamiento. El
hombre es incapaz de hacer el bien y no puede sino pecar y abandonarse
ciegamente a la misericordia divina. De un modo arbitrario e inapelable, Dios
decide quien se salva y quien se condena. No existe la libertad, sino tan sólo
la rigurosa predestinación de los elegidos y los condenados.
La Sola
Fe va acompañada de la Sola Escritura. Para el
católico, son dos las fuentes de la Revelación: las Sagradas Escrituras y la
Tradición. Los luteranos eliminan la Tradición afirmando que el hombre debe
tener una relación directa con Dios, prescindiendo de intermediarios. Es el
principio del libre examen de las Escrituras, del que proceden el
individualismo y el relativismo contemporáneo. Dicho principio supone la negación
del papel de la Iglesia y del Papa, al que Lutero define como «apóstol de
Satanás» y «anticristo». Lutero odiaba sobre todo al Papa y la Misa
católica, a la que quiso reducir a mera conmemoración, negando su carácter de
sacrificio y la transustanciación, que convierte el pan y el vino en el Cuerpo
y Sangre de Jesucristo. En cambio, para los católicos la renovación incruenta
del sacrificio de Cristo que tiene lugar en la Misa es la única fuente de
gracia divina. ¿Se trata de simples incomprensiones y malentendidos?
El papa
Bergoglio ha declarado en Lund: «También nosotros debemos mirar con amor y
honestidad a nuestro pasado y reconocer el error y pedir perdón». Y
añadió: «Se tiene que reconocer con la misma honestidad que nuestra
división se alejaba de la intuición originaria del pueblo de Dios, que anhela
naturalmente estar unido, y ha sido perpetuada históricamente por hombres de
poder de este mundo más que por la voluntad del pueblo fiel.» ¿Quiénes son
esos «hombres de poder»? ¿Los papas y santos que desde el principio han
combatido el luteranismo? ¿La Iglesia que lo condena desde hace cinco siglos?
El Concilio de Trento tuvo la última palabra sobre sobre la incompatibilidad
entre la fe católica y la protestante. No podemos seguir al papa Francisco por
un camino diferente.
Roberto de Mattei