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viernes, 21 de octubre de 2016

PRINCIPIOS ASCÉTICOS FUNDADOS EN LA BIBLIA




Carissimi, nunc filii Dei sumus; et nondum apparuit quid erimus; similes ei erimus (I Juan 3, 2).

Lo que S. Pablo dice en Gálatas (2,20) excede cuanto puede soñar un ardiente panteísta: vivo autem jam non ego: vivit vero in me Christus, quedará  consumado no solo místicamente, sino real y visiblemente. Es el cuerpo místico de Cristo que se unirá definitivamente a su cabeza el día de su venida para las Bodas. Iterum venio et accipiam vos ad meipsum, ubi sum ego et vos sitis ... (Jn. 14, 3) Gaudeamus et exultemus . . . quoniam venerunt nuptiae Agni. (Apoc.19,. 7). Esta Huiothesía -filiación divina- se verifica en este mundo en la infancia espiritual y se consuma después, en la eternidad. De este enigma de Dios visto por la fe, perfeccionado por el amor y sostenido por la esperanza, nos habla S. Pablo en Ef. (3, 20): Salvatorem expectamus qui reformabit corpus humilitatis nostrae configuratum corpori claritatis suae ... La fe en esta confianza absoluta del hijito que sigue a su padre y se fía de él sin la menor duda, convencido como está que el padre le ama y no puede desear sino el bien de su hijito mimado.


Quia respexit humilitatem ancillae suae . . . fecit mihi magna qui potens
est (Luc. 1, 48-49).

Si María Santísima no nos hubiera dejado más que esta enseñanza, nos habría
indicado ya en esas palabras la síntesis de todo el Evangelio. Con una sola cosa no transige nunca Dios, con la soberbia, y nunca resiste a la pequeñez reconocida y confesada. La Vulgata traduce por humildad la palabra griega "tapéinosis", que es pequeñez, debilidad, flaqueza, bajeza. Esta pequeñez o infancia espiritual es la gran bienaventuranza de los pobres de espíritu (Mat. 5, 3) , según la cual los que se hacen niños no sólo serán los grandes en el reino de los cielos (Mat. 18,4), sino también los únicos que entran en él. Nisi efficiamini sicut parvuli, non intrabitis in regnum coelorum (Mat: 18, 3). Muy legítimo y aún necesario parecerá a muchos el que se diga bien de ellos y de sus obras, pero Jesucristo no comparte sus ideas (Luc. 6,26). La pequeñez, el ser arrinconado, tenido por de poco valer, no se armoniza con el criterio corriente … J esucristo, entre otras paradojas dijo también éstas: Beati eritis cum vos oderint . . . separaverint . .. exprobraverint . . . et ejecerint nomen vestrum tanquam malum (Luc. 6, 22). ¿Quién más pequeño que el que es tenido por imperfecto y malo?. . . Gaudete in illa die et exultate; merces vestra multa est in coelo (Luc; 6,23).



Confitebor tibi, Domine, quod abscondisti haec a sapientibus et prudentibus
et revelasti ea parvulis (Luc. 10, 21).

He aquí de nuevo el gran misterio de la infancia espiritual que no acabamos de aceptar porque repugna al orgullo y la inteligencia razonadora y a la presunta propia suficiencia. La doctrina del Evangelio fue escándalo y locura (I Cor. 1, 28). No hemos cambiado de opinión del todo. En el Paternoster, nos enseña el Señor a pedir: Et ne nos inducas in tentationem (Luc. 11, 4). El confesar nuestra debilidad para vencer la tentación le agrada más que la presunción de poderla vencer. No nos ha enseñado a pedir tribulaciones y tentaciones. El fracaso de Pedro –animam meam pono pro te (Jn. 13, 37)- es una enseñanza. Dios prefiere vernos pequeños como niños a vernos heróicos y presumidos. Los pequeños penetran los secretos de la Escritura. 1 Cor. 12, 31, era texto muy conocido, pero sólo Santa Teresita vio en ese texto la orientación de su vida: "Mi vocación es el amor". El racionalista lee en el Evangelio "capilli capitis vestri omnes numerati sunt" (Luc. 12, 7) y piensa: es un modo de decir alegórico. El pequeño dice: "Ni la madre más cariñosa llega a contar los cabellos de su pequeñuelo"; y Dios lleva cuenta. ¡Qué amor me tiene Dios! ¿Dudaremos de esas palabras porque son demasiado tiernas? ¿No son acaso palabras de Dios como tantas otras del Evangelio?


P. JOSÉ FUCHS – Revista Bíblica de Mons. Straubinger.