Número CDLXXXV (485)
29 de octubre de 2016
Desintegración
Mons. Williamson
Nosotros
los hombres estamos hoy abatidos, es verdad,
Pero
eso puede bruñir para muchos una corona celestial.
Las cosas se
desmoronan; el centro no se sostiene;
mera anarquía se desata sobre el mundo,
se libera la marea teñida de rojo, y en todas partes
es ahogada la ceremonia de la inocencia.
Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores
están plenos de intensidad apasionada.
mera anarquía se desata sobre el mundo,
se libera la marea teñida de rojo, y en todas partes
es ahogada la ceremonia de la inocencia.
Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores
están plenos de intensidad apasionada.
Estas
famosas líneas de La Segunda Venida, un poema escrito en 1919 a
raíz de la Primera Guerra Mundial por el poeta Anglo-Irlandés W.B.Yeats
(1865–1939), vienen a la mente como una posible explicación de cómo el movimiento
de resistencia a la traición del 2012 de la Fraternidad de San Pío X de
Monseñor Lefebvre, puede ser tan fuerte en verdad y sin embargo tan débil en
unidad y números. 1919 es casi 100 años atrás y Yeats no era ni Católico ni
estaba particularmente preocupado con la condición de la Iglesia Católica que
sí parecía en ese entonces ser floreciente. Pero los poetas pueden ser
visionarios y Yeats captó en estas líneas una verdad esencial sobre la
civilización Occidental tal como ella emergió de esa guerra que estaba
“apagando las luces sobre toda Europa” (Earl Grey): las naciones Occidentales
estaban desintegrándose espiritualmente en un proceso ininterrumpido desde
entonces.
Sin
embargo, hoy muchos Católicos que desean que la Fe sobreviva, están molestos
por la aparente debilidad de la “Resistencia” por parte de los propios
sacerdotes de Monseñor Lefebvre, particularmente a la obvia traición de los
principios de Monseñor por sus líderes actuales, y estos Católicos buscan una
explicación. Algunos piensan que los sacerdotes de la FSSPX no toman una
posición pública contra la falsa conciliación de la Tradición con el Vaticano
II porque tienen miedo de ser echados de la Fraternidad y no tener donde dormir
y nada que comer. Pero los sacerdotes tienen que saber que hay laicos que
estarían felices de apoyarlos. Una explicación más profunda podría ser que los
sacerdotes tienen miedo de cortar con la Fraternidad que es a la vez su familia
humana y el marco por el cual ellos pertenecen a la Iglesia estructural. Pero,
de nuevo, con una fe suficientemente fuerte ellos sabrían que la Providencia
puede suplir para ambas necesidades.
Por
otro lado, si establecemos la traición del 2012 de la Fraternidad en el
contexto de la doble desintegración de las dos Guerras Mundiales seguido por la
de lejos más terrible desintegración de la Iglesia Católica en el Vaticano II
(1962–1965), entonces debemos admirar la heroica proeza de Monseñor Lefebvre en
reunir los fragmentos volantes de esa explosión sin precedentes, pero difícilmente
podemos sorprendernos si la Fraternidad de San Pío X debe a su vez explotar
desde dentro, o si los refugiados de esa desintegración deben tener dificultad
en re-integrarse fuera de ella. Las cosas se han desintegrado y las mentes y
corazones con ellas. Pienso que no hay suficiente integridad o integración que
quede en corazones y mentes para que podamos pensar en repetir la proeza de
Monseñor. El mundo está a casi 50 años cuesta abajo desde 1970 cuando Monseñor
fundó la FSSPX.
Esto
no significa que no hay nada que hacer, sino que lo que hay que hacer debe ser
elaborado más desde el punto de vista de Dios y menos del punto de vista del
hombre. En el fin del mundo, Dios permitirá que la Fe casi desaparezca
(Luc.XVIII, 8) pero habrá todavía unas pocas almas creyendo, teniendo esperanza
y amando. En el 2016, Él nos está dando un preludio de esa desaparición pero
las almas deben ser capaces de darse cuenta que todavía tienen considerable
libertad para creer, tener esperanza y amar. Y ellas deben poder anticipar que
aún el más poderoso de los estados policiales no tendrá el poder para
impedirles hacerlo. Más aún, cuanto más duras sean las circunstancias que pesan
sobre esa libertad, más gloriosa en el Cielo será la devoción perseverante de
toda alma a Dios, a Su Divino Hijo y a la Santísima Virgen María, y mayores
serán los méritos de esa alma. Por encima de todo, mayor será su imparable
contribución al bienestar de la Iglesia. De ninguna manera está todo perdido y
nunca estará perdido. La Iglesia de Dios no es un asunto meramente humano.
Kyrie
eleison.