“Lo
que nadie envidia es el último lugar. Y este último lugar es lo único que no es
vanidad y aflicción de espíritu…Sin embargo, “el hombre no es dueño de su
camino”, y a veces comprobamos con sorpresa que estamos deseando lo que brilla.
Entonces, coloquémonos humildemente entre los imperfectos, considerémonos almas
pequeñas a las que Dios tiene que sostener a cada instante.
Cuando
él nos ve profundamente convencidas de nuestra nada, nos tiende la mano; pero
si seguimos tratando de hacer algo grande –aunque sea bajo pretexto de celo-
Jesús nos deja solas”.
Santa
Teresa del Niño Jesús
La Parábola del Último lugar (leída el
Domingo próximo pasado) no deja de ser un permanente aviso y llamado a combatir
la soberbia que nos lleva a buscar los mejores y privilegiados lugares, y en el
caso de los católicos de la Tradición o Resistencia, con la “excusa” de poder
realizar un mejor apostolado, de hacer valer un “derecho” o de “hacer más
visible y destacada” la fe. Dijo Nuestro Señor de los Fariseos que “quieren tener los primeros puestos en los
banquetes y en las sinagogas” (Mt. 23,6), porque aman el ser vistos y ser
tenidos por los mejores, los más observantes y los más ejemplares. La situación
no deja de repetirse en sus diferentes caracteres protagónicos y hasta en
apariencia antagónicos entre sí, ya sea en disputas o en negociaciones y
“diálogos cordiales” por el privilegio de ser quien más cerca se siente de la
cabecera en el banquete. Veamos lo que ocurre en las filas de la Tradición católica.
1)Los líderes de la Neo-FSSPX, claman
desde hace mucho tiempo y cada vez con mayor premura por lograr ubicación
destacada y “reconocida” en el banquete conciliar. Habiendo sido gloriosamente
expulsados de tal banquete –no del Banquete de Nuestro Señor- en
tiempos de Mons. Lefebvre, posteriormente buscaron y aceptaron las
negociaciones con los mayordomos liberales y modernistas, con objeto de obtener
al fin un “buen lugar” en el banquete que preside el apóstata Francisco, que no
Cristo, pues Éste en tal banquete es el mayor desplazado – Jesucristo es para
los modernistas apenas “una
articulación que está también en el Dios de Moisés y en el de Alá, en el
Brahma, en el Buda, en el Tao, en todas las divinidades que son nada más que
una, plasmada por la historia de los hombres que la piensan”
(sic, ver acá)
y no el Rey de reyes y Señor de señores, único Camino de salvación, Verdad y
Vida. Es así como neo-fraternitarios preparan sus mejores sonrisas comerciales
para sentarse allí donde los que se exaltan a sí mismos comparten viandas
envenenadas con quienes llevan las vestiduras manchadas por la herejía, la
blasfemia y la impiedad. Los asientos están dispuestos, pero no serán ubicados
en lugares de privilegio, sino en lugares deshonra y carestía espiritual. Los
enemigos de Cristo no honran a los soldados de Cristo. Y quien rinde sus armas
ante los enemigos de Cristo merece sólo el desprecio. El que se exalta a sí
mismo será humillado.
2)Las congregaciones “Ecclesia Dei” o
simplemente conservadoras o tradicionales que aceptaron principios liberales
para ser tolerados por los herejes modernistas, ya consintieron hace mucho
tiempo ser comensales de tal banquete. Si hay algunos platos que no son de su
gusto ponen mala cara, pero su protesta no llega a variar el menú ni mucho
menos hacer que los cocineros dejen a un lado el veneno con que elaboran y sazonan
la comida. Algunos querían tener el “honor” de estar en ese lugar de
privilegio, otros sumisos a una obediencia ciega los siguieron; sin embargo los
modernistas los desprecian y ellos ya no pueden afirmarse en el último lugar,
aquel de la verdad que resiste toda combinación con el error y la traición
afirmándose en voz alta.
3)Algunos grupos de sedevacantistas y
otros tradicionalistas que no se atreven a admitir tal su posición, se ensalzan
a sí mismos adoptando una postura “dura” en su apariencia, barnizándose de un
integrismo de espadas flamígeras que no se mezcla con “resistentes fláccidos,
debiluchos o impotentes” a quienes gustan denigrar mediante mentiras y
calumnias que alternan con beaterías y piedades de utilería. Ellos mismos se
colocan a la cabeza de su banquete, publicitando orgullosamente su derecho a no
obedecer a nadie pues nadie fiel queda en el mundo, excepto ellos. Pero, el que
se exalta a sí mismo, será humillado.
4)También hay algunos sacerdotes en la
llamada Resistencia que no aceptando ninguna formal estructura desean ser
autónomos, independientes, únicos y
singulares. Estos también se ubican no en el último lugar, sino en el
primero de un banquete unipersonal, pues ellos también desprecian la obediencia
y se erigen orgullosamente en sus propios maestros y guías, ciegos que guían a
otros ciegos. El que se exalta a sí
mismo, será humillado.
Escribió San Bernardo: “Es verdad que
nosotros estamos deseosos de ascender siempre, todos suspiramos por la
exaltación. Y es que somos criaturas nobles y tenemos un alma grande, y por eso
apetecemos, naturalmente, la grandeza. Pero ¡ay de nosotros si quisiéramos
seguir a aquel que dijo: Yo me sentaré en
el monte del Testamento a la parte del Aquilón! (Is. Cap. XIV) ¡Oh,
miserable! ¿Quieres sentarte a la parte del Aquilón? Ese monte está helado, no
te seguiremos a él; tú no tienes más que un deseo insaciable de poderío, tú no
quieres sino gloriarte de tu pujanza. Sin embargo, ¡cuántos hasta el día de hoy
siguen tus huellas sucias e infelices!, o lo que es más, ¡cuán pocos son los
que se apartan de ellas y a quienes no domine el deseo de mandar! Mas ¿a quién
seguís, oh miserables? ¿A quién seguís? ¿No es, por ventura, este el monte al
cual subió el Angel y quedó convertido en demonio? Miradlo bien, que después de
su caída, devorando la envidia a este espíritu perverso, y por eso
perversamente solicito de derribar al hombre, le mostró otro monte semejante a
aquél en el que había querido sentarse”.
(…) “No obstante, ¿qué haremos? Porque, por una parte, el ascender de la
manera sobredicha no es conveniente, y por otra, nuestro apetito nos arrastra a
subir. ¿Quién nos enseñará una saludable subida? ¿Quién, sino Aquél de quien
leemos que porque descendió, por eso mismo subió? (Ef. Cap. IV). El es quien
nos mostrará el camino por donde debemos subir, a fin de que no sigamos las
huellas ni consejos de un falso conductor, o mejor dicho, de aquel seductor
inicuo”. Y el mismo santo dice en otro lugar: “Por lo tanto, perseverad en el
propósito que habéis comenzado, de subir a lo alto por medio de la humildad;
porque este es el camino, y fuera de ella no hay otro. (…) ¡Oh, perversidad,
oh, ambición la de los hijos de Adán, que siendo dificilísimo el subir y
facilísimo el descender, ellos se elevan con tanta facilidad y se humillan con
tanta dificultad! Siempre están prontos para recibir honores; siempre
preparados para ocupar los puestos más altos de la jerarquía eclesiástica,
cargos formidables aun a los hombros de los mismos ángeles. Mas si se trata de
seguirte a ti, ¡oh mi Jesús! Apenas se halla quien sufra ser llevado en vuestro
seguimiento, quien quiera ser conducido por la senda de tus mandamientos” (Ser.
4 de Asc. Dom.).
En efecto, “la ambición –afirma el mismo
santo- es un mal sutil, un secreto veneno, una peste oculta. Ella es la autora
del engaño, la madre de la hipocresía, la engendradora de la envidia. Ella es
el origen de los vicios, el incentivo de todos los crímenes, la carcoma de las
virtudes, la polilla de la santidad, la ceguera de los corazones” (Serm. 6 s.
Psalm. Qui habitat). No otra cosa vemos en el panorama catastrófico de la Iglesia,
que pretendidos “salvadores” como Mons. Fellay y sus adláteres pretenden
“restaurar” recibiendo honores de parte de los más perniciosos enemigos de la
fe católica (cfr. San Pío X, Pascendi), dando acogida a una anunciada “nueva
estructura” que fungirá bajo la égida masónico-ecumenista del modernista
Francisco. Para lo cual los otrora irreductibles lefebvristas no han hesitado
en utilizar las armas del engaño, la persecución y la hipocresía, por una
ambición suicida sostenida en una ilusión diabólica y el liberalismo que ha
infectado a sus líderes y a una gran parte de sus miembros.
Contrario a esto, pensamos que la reciente
fundación, sin aspavientos ni alardes publicitarios, sin agitación ni gestos
histriónicos, sin ambigüedades diplomáticas ni balandronadas de barricada, de
una congregación católica tradicional, antiliberal, ni acuerdista ni sedevacantista,
que busca la formación de santos sacerdotes sin compromisos con el mundo y la
iglesia conciliar, la Sociedad Sacerdotal de los Apóstoles de
Jesús y María, por parte de un
antiguo, discreto, probado y fiel soldado de Cristo que comprendió mejor que
nadie a Mons. Lefebvre, el obispo Mons. Faure, es un signo de esperanza y una
actualidad de verdadera resistencia en la desolación espiritual manifestada por
la caída de la emblemática FSSPX a manos del conciliarismo. La Providencia divina no deja de suscitar las
santas reacciones en su Iglesia contra la apostasía y el orgullo farisaicos,
pero a cambio de la cruz que es la mayor honra para un verdadero cristiano, que
ansía trabajar desde el último y despreciable lugar. Es allí cuando, al vernos
Dios –como dice Santa Teresita- profundamente convencidos de nuestra nada, nos
tiende la mano. Porque es “dichoso el
hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni pone el pie en el camino de
los pecadores, ni entre los burladores toma asiento” (Salmo 1, 1), pues de
ese modo y afirmado en la verdad, teniendo “su
deleite en la Ley del Señor” (id.), tendrá la disposición del corazón que
Dios acepta y ama, y entonces, sí, llegará su turno de ser exaltado en la
gloria de Dios, pues si ocupó humildemente el último lugar, por eso mismo ocupó
el primer lugar en el combate que comienza en sí mismo y continúa en las
trincheras resistentes que no arrían las banderas. Entonces se verá nuevamente
que “Los últimos serán primeros, y los
primeros últimos” (Mt. 20,16).
Flavio Mateos