Domingo
décimo después de Pentecostés (1966) – Domingueras prédicas 2
Dijo también a algunos
que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: Dos hombres
subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie,
oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy
como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este
publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias. En
cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los
ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten
compasión de mí, que soy pecador!” Os digo que éste bajó a su casa justificado
y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado;
y el que se humille, será ensalzado».
(Lc.
18, 9-14)
La
Parábola del Fariseo y el Publicano es bien conocida. Voy a ver si puedo añadir
algunas precisiones a lo que ya dije acerca della; a saber: el retrato de los
dos personajes, la esencia del fariseísmo y la breve oración del
"Pecador" que le mereció salir del Templo "perdonado".
El
retrato de los dos personajes está como grabado en acero: tan breve y tan
incisivo. El Publicano, que como saben, era una clase social tan despreciada
que ese nombre era como una mala palabra, está en el fondo del Templo, de
rodillas y no osando siquiera alzar los ojos; y está tan penetrado por la
conciencia de sus pecados que su oración voltea sobre dos palabras:
"¡Piedad!, ¡pecador!", como dos interjecciones, junto con el
golpearse el pecho, signo de arrepentimiento. El Fariseo está de pie cerca del
altar, y habla con Dios —o mejor dicho, consigo mismo— dentro de sí; porque el
Fariseo está siempre dentro de sí; y si mira al prójimo, lo mira para despreciarlo
y para volver con más fuerza a sí mismo, a la contemplación de su propio Yo.
"Gracias te doy porque no soy como los otros hombres. Soy mejor.
Es
verdad que no es como los otros hombres; solamente que no es mejor, como él
cree, sino peor. Es verdad también que la mayoría de los hombres son pecadores,
o si vamos a cuentas, todos. También deben de ser verdad las obras buenas de
que se gloría: paga los diezmos a la Sinagoga y ayuna dos vecen por semana. (En
otro lugar, Cristo dice que los Fariseos daban limosnas y hacían actos de devoción
ostentosamente).(1)
De
modo que este hombre religioso se engaña con la verdad, que es la peor manera
de engañarse.
Ahí
vemos lo que eran en puridad los fariseos: “hipócritas”
los llamó Cristo, pero no eran el hipócrita vulgar, que retrató Moliere en su “Tartufo” y Pereda en los dos
maravillosos personajes Don Sotero y Patricio Rigüelta, individuos que fingen
conscientemente devoción o bondad para engañar al prójimo; mas los fariseos
"se creen justos", conforme a la definición de Cristo; de modo que
engañan a los demás comenzando por engañarse a sí mismos; una hipocresía mucho
más profunda y peligrosa que la otra; lo cual podemos encontrar también en
nuestros días. Es una actitud radicalmente irreligiosa, e incluso antirreligiosa,
que aparece como religiosa. Con razón pues dice Cristo que “éste no salió del Templo perdonado” —ya que ni siquiera sabía que
había algo que perdonar... "Algunos
que se creían justos y despreciaban a los demás", dice San Lucas. Es
un efecto de la soberbia, y de la peor soberbia, pues hace de la misma religión
su alimento. Con razón dice Cristo que no tienen remedio. Éste es el pecado
contra el Espíritu Santo.(2)
Lo
encontramos también en nuestros días porque el fariseísmo es el vicio
específico y la enfermedad grave de la Religión verdadera, a saber, la hebrea y
la cristiana; aunque también en el mahometismo pueden hallarse rastros —que al
fin es una herejía judeo cristiana —como en el asombroso caso del martirio del
místico poeta Al Hallaj (3). Lo encontramos en dos formas: teórico y práctico.
El fariseísmo teórico se continuó en la religión judía, la cual actualmente se
funda mucho más en el Talmud que en la Escritura: el Talmud es un enorme centón
de comentarios hechos a la Escritura por los rabinos fariseos. Dese fariseísmo
teórico dentro del Talmud no me ocuparé hoy, sino del práctico, en la Iglesia.
El
poner el acento en lo exterior de la
religión ahogando poco a poco lo interior, que parece una inocente beatería, es el primer paso; claro que
en nuestras Iglesias la beatería es comúnmente inocente y a veces loable; pero
no así en los que llamó una revista hace poco "católicos
gubernativos"; o sea, los que arbolan y ostentan el Catolicismo para
sacar provecho o de plata o de prestigio o de poder(*). Alguien dijo que los verdaderos católicos se enteran que lo son
cuando se mueren: como fue el caso de mis amigos José Luis Torres y Roberto de
Laferrére. Mientras viven parecen hombres comunes, e incluso a veces un poco
raros o retobados.
Hay
en la lengua común de la gente una cantidad de expresiones que, si no son muy
caritativas, son realistas: como "católicos gubernativos”,
"católicos de etiqueta", "católicos de relumbrón", “católicos
buenudos", "católicos politicones", "católicos
pelucones" (Chile), "católicos comadreja", "católicos de
parroquia rica", etc., que son simplemente los que hacen de la Iglesia, no
el Cuerpo Místico de Cristo, sino como un partido político(**): es el primer
grado de fariseísmo, que es venial, lo cual no quiere decir que no sea dañoso.
Éstos no son capaces de asesinar a uno (último grado de fariseísmo), anoser de
aburrimiento; porque son pesados.
El
último grado de fariseísmo está retratado por Balzac en su noveleta "Le Curé de Tours", que ya no está
más prohibida: retrata un cura ambicioso, un Vicario General que quiere llegar
a Obispo, el Vicario Troubert, el cual hace trizas a un Párroco viejo y
sencillo que sin querer está cortándole el camino: lo mata prácticamente. Lo
malo de la novela (por lo cual la prohibieron) es que saca como conclusión que
el celibato eclesiástico fue bueno en otro tiempo y ahora es malo. Pero es
evidente que el Vicario Troubert no es perverso por ser célibe, sino por ser
fariseo.
Cuando
yo la leí dije: "Esto no puede pasar"; después experimenté que puede
pasar y pasa: que hay todavía Anases y Caifases(***) que dicen: “Es conveniente que este hombre muera por la
salud de muchos", que es la flor del fariseísmo; pues es por la salud
de ellos. "La mejor gente del mundo la he encontrado entre los sacerdotes
y religiosos, y la peor gente del mundo la he encontrado entre los sacerdotes
y religiosos", dijo Santa Catalina de Siena, una muchacha de 21 años, pero
que tenía gran experiencia; y eso se debe a que el fariseísmo es el peor pecado
del mundo, un pecado que no está en la lista de la Policía, que no lo persigue
la Justicia, que no lo sanciona la Ley, y que no lo abomina la opinión pública,
al contrario, entre el vulgo (y todos somos vulgo de algún modo) las fariseos pasan
por santos. (La mugre abriga, dijo el linyera).
Quería
reseñar el choque entre Savonarola y Alejandro Borgia, pero no hay tiempo: si
lo leen, verán que es el caso del choque de dos fariseísmos: el fariseísmo
fanático (tercer grado) contra el fariseísmo maula y homicida (séptimo grado),
donde vence, naturalmente, el séptimo grado: Savonarola muere injustamente
ahorcado, y nadie le echa la culpa al Papa maula Alejandro VI, que tuvo la
culpa. Para confirmar que hay siempre Anases y Caifases en la Iglesia; y en
este caso, entre los Papas(***) —que Dios nos proteja.
Tengo
que hablar de lo principal, que es la oración del Publicano, por la cual “salió justificado”, dice el Evangelio.
Consiste sencillísimamente en reconocerse “pecador" delante de Dios; lo
cual significa que la relación esencial entre el hombre y Dios es el pecado;
esa relación fundamental entre el hombre pecador y la Justicia y Piedad
Infinita.
Por
eso es tan brava herejía el Naturalismo, que niega el pecado, y por tanto
superfluiza la Religión —como Pelagio.
Por
eso la Iglesia nos hace repetir 100 veces que somos pecadores, en la Misa y
fuera della: "ruega por nosotros pecadores...", "perdónanos
nuestras deudas", "in
remissionem peccatorum"(4) —en la Consagración nada menos. "Yo pecador
me confieso ante Dios..."
Por
eso el fin último del hombre en esta vida es la "salvación", lo cual
supone que de suyo está "perdido". Si no, ¿qué necesidad de
salvación?
Por
eso la humildad es tan importante, cimiento y basamento de toda la vida
cristiana más bien que una virtud. Si nos hace ver que somos nada, y que eso es
la realidad, es porque existe el pecado. Si no existiese el pecado, yo sería
imagen y semejanza de Dios, como Adán y Eva, y la corona de toda la Creación
visible —altro que nada (5).
Por
eso finalmente hemos de decir en la hora de la muerte –y antes también muchas
veces- la oración del Publicano: “Señor, ten piedad de mí, pecador” –o “Ruega
por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de la muerte”. Amén.
Notas:
1. Mateo 6, 1-6.
1. Mateo 6, 1-6.
2. "El fariseísmo es el pecado contra el
Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque el Espíritu es el Amor que une el Padre y
el Hijo; el Amor que saca al hombre de sí mismo y lo lleva a Dios. Así,
éste es el pecado que no tiene cura posible; porque el que tuerce el amor,
tuerce sus acciones todas, y tuerce aquello que destuerce todo lo torcido.
Desvirtúa 'il Primo Amore', como lo llama el Dante. Al verse a sí
mismo divino, todas las acciones del fariseo quedan para él divinizadas.
No hay punta tan aguda que pueda penetrar esa cota de malla, esas escamas
más apretadas que las de Behemot; ni la misma Palabra de Dios, que es
espada de dos filos. ¡La palabra de Dios justamente ha sido laminada para
esta coraza! ¡Los fariseos en tiempo de Cristo la llevan encima, en fimbrias,
vinchas, orlas, estolas y filacterias!"
"'Los Calzados -decía San Juan de Yepes de los de
su tiempo- están tocados del vicio de la ambición, y así todo lo que hacen
lo coloran y tiñen de bien, de manera que son incorregibles ... ' La
ambición en los religiosos, que se les vuelve a veces una pasión más
fuerte que la lujuria en los seglares, es una de las partes más finas del
fariseísmo: 'Amar los primeros puestos ... amar el vano honor que dan
los hombres'."
"Pero la flor del fariseísmo es la crueldad: la
crueldad solapada, cautelosa, lenta, prudente y subterránea, 'el dar la
muerte creyendo hacer obsequio a Dios'. El fariseísmo es esencialmente
homicida y deicida. Da muerte a un hombre por lo que hay en él de Dios.
Instintivamente, con más certidumbre y rapidez que el lebrel huele la
liebre, el fariseo huele y odia la religiosidad verdadera. Es el contrario
de ella, y los contrarios se conocen. Siente cierto que si él no la mata,
ella lo matará."
"Desde ese momento, el que lleva en sí la religiosidad
interna sabe que todo cuanto haga será malo, todos sus actos serán
criminosos. La Escritura en sus labios será blasfemia, la verdad será
sacrilegio, los milagros serán obras de magia ¡y guay de él si en un
momento de justa indignación recurre virilmente a la violencia, aunque no
haga más daño que unos zurriagazos y derribo de mesas! Su muerte está
decretada."
"Y todo este drama se desenvuelve en el silencio,
en la oscuridad, por medio de tapujos y complicadas combinaciones. La
muerte ilegal, cruel e inicua de un hombre se resuelve en reuniones donde
se invoca a la Ley con los textos en la mano, en graves cónclaves
religiosos que se comienzan con una oración, por medio de discursos, diálogos,
frases donde casi no habla más que la Sagrada Escritura y se usan las
palabras más sacras que existen sobre la tierra. -'En verdad os digo que
si un muerto resucitado viniese a deponer, no lo creeríais"'.
"Y todos los medios son buenos con tal que sean
sigilosos: la calumnia, el soborno, el dolo, la tergiversación, el falso
testimonio, la amenaza. Caifás mató a Cristo con un resumen de la profecía
de Isaías y con el dogma de la Redención: '¿Acaso no es conveniente que
por la salud de todo un pueblo muera un hombre?"' (Castellani,
"Cristo y los Fariseos". Inédito).
3. Sobre Al Hallaj, ver Psicología Humana, JAUJA,
Mendoza, 1995 y 1997, Cap.
VIII - La Presencia.
4. "Para el perdón de los pecados".
5. En el comentario a esta Parábola que aparece
en Domingueras Prédicas, Castellani matiza esta afirmación: "Para ser
de veras grande hay que cavar abajo hasta la propia pequeñez: humildad
significa bajo o pequeño: de 'humus', que significa 'tierra'. La humildad
es ponerse en la verdad, esa verdad de lo poco que somos enfrente de Dios
Nuestro Señor. Es lo contrario de la soberbia: la soberbia es endiosarse,
tomar esto divino que hay en nosotros y contraponerlo y oponerlo a Dios.
Es ponerse en la mentira: en la mentira más fundamental que existe;
parecida a la paranoia o megalomanía. 'Todo lo que tienes lo has recibido,
¿y por qué te glorías como que no lo hubieras recibido?' (I Cor. 4, 7).
'Yo soy una NADA; peor aún, soy una NADA PECADORA', decía Santa
Margarita."
Notas
Syllabus:
(*)Esta ostentación exterior puede verse hoy en los “tradicionalistas”
que constantemente exhiben decenas de fotografías de cada una de sus misas, o en
curas que exponen a los fieles a mostrar las bondades de su apostolado mediante
fotografías colectivas todas sosteniendo amplias y satisfactorias sonrisas.
También los hay quienes ostentan su devoción mediante novenas, triduos y
treintenas permanentes. Es tiempo de internet, tiempo de exhibición pública,
publicitaria. Una misa sin fotografías parece que no valiera lo mismo para algunas
personas. ¡Hay que demostrar que somos excelentes católicos!
(**)Los carteles abundan: “católicos fieles”, “católicos
firmes y dignos”, “católicos bien resistentes o no impotentes”, etc. Todos
podemos caer en este engaño soberbio de querer pregonar ostentosamente nuestro bando
“que es el más puro, duro e incontaminado”.
(***)Por dos veces señala el P. Castellani que hay “Anases
y Caifases” en la Iglesia, y aún entre los Papas. Incluso habla de “Papas
maulas”. Con lo que resulta ser claramente no sedevacantista. ¿Francisco acaso
no entra en esa categoría? Si hubo un Apóstol –elegido por el mismo Cristo- que
lo vendió por 30 monedas, ¿no puede haber un “Papa maula” que también lo quiera
vender o negar? Es un misterio de iniquidad
que no se resuelve por la vía de la negación. Esa negación equivale a huir escandalizado
cuando se produce la Pasión de Nuestro Señor. La perennidad del Primado y de la
Jerarquía de la Iglesia están definidos por el Concilio Vaticano I (D 1824s). Hay muchos sedevacantistas que actúan como verdaderos fariseos, usando sus medios de difusión para proclamar directa o indirectamente: "Yo no soy como esos tontos lefebvristas o conservadores que creen que hay Papa; Yo sé que no hay Papa, Yo tengo claro lo que pasa, Yo estoy en la verdadera Iglesia. A Mí nadie me engaña".