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lunes, 25 de julio de 2016

PARÁBOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO – PADRE CASTELLANI





Domingo décimo después de Pentecostés (1966) – Domingueras prédicas 2

Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: Dos hom­bres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!” Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».
(Lc. 18, 9-14)


La Parábola del Fariseo y el Publicano es bien conocida. Voy a ver si puedo añadir algunas precisiones a lo que ya dije acerca della; a saber: el retrato de los dos personajes, la esencia del fariseísmo y la breve oración del "Pecador" que le mereció salir del Templo "perdonado".
El retrato de los dos personajes está como grabado en acero: tan breve y tan incisivo. El Publicano, que como saben, era una clase social tan despreciada que ese nombre era como una mala palabra, está en el fondo del Templo, de rodillas y no osando siquiera alzar los ojos; y está tan penetrado por la conciencia de sus pecados que su oración voltea sobre dos palabras: "¡Piedad!, ¡pecador!", como dos interjecciones, junto con el golpearse el pecho, signo de arrepen­timiento. El Fariseo está de pie cerca del altar, y habla con Dios —o mejor dicho, consigo mismo— dentro de sí; porque el Fariseo está siempre dentro de sí; y si mira al prójimo, lo mira para despreciarlo y para volver con más fuerza a sí mismo, a la contemplación de su propio Yo. "Gracias te doy porque no soy como los otros hombres. Soy mejor.
Es verdad que no es como los otros hombres; solamente que no es mejor, como él cree, sino peor. Es verdad también que la mayoría de los hombres son pecadores, o si vamos a cuentas, todos. También deben de ser verdad las obras buenas de que se gloría: paga los diezmos a la Sinagoga y ayuna dos vecen por semana. (En otro lugar, Cristo dice que los Fariseos daban limosnas y hacían actos de devo­ción ostentosamente).(1)
De modo que este hombre religioso se engaña con la verdad, que es la peor manera de engañarse.
Ahí vemos lo que eran en puridad los fariseos: “hipócritas” los llamó Cristo, pero no eran el hipócrita vulgar, que retrató Moliere en su “Tartufo” y Pereda en los dos maravillosos personajes Don Sotero y Patricio Rigüelta, individuos que fingen conscientemente devoción o bondad para engañar al prójimo; mas los fariseos "se creen justos", conforme a la definición de Cristo; de modo que engañan a los demás comenzando por engañarse a sí mismos; una hipo­cresía mucho más profunda y peligrosa que la otra; lo cual podemos encontrar también en nuestros días. Es una actitud radicalmente irreligiosa, e incluso antirreligiosa, que aparece como religiosa. Con razón pues dice Cristo que “éste no salió del Templo perdonado” —ya que ni siquiera sabía que había algo que perdonar... "Algunos que se creían justos y despreciaban a los demás", dice San Lucas. Es un efecto de la soberbia, y de la peor soberbia, pues hace de la misma religión su alimento. Con razón dice Cristo que no tienen remedio. Éste es el pecado contra el Espíritu Santo.(2)


Lo encontramos también en nuestros días porque el fariseísmo es el vicio específico y la enfermedad grave de la Religión verdadera, a saber, la hebrea y la cristiana; aunque también en el mahometismo pueden hallarse rastros —que al fin es una herejía judeo cristiana —como en el asombroso caso del martirio del místico poeta Al Hallaj (3). Lo encontramos en dos formas: teórico y práctico. El fariseísmo teórico se continuó en la religión judía, la cual actualmente se funda mucho más en el Talmud que en la Escritura: el Talmud es un enorme centón de comentarios hechos a la Escritura por los rabinos fariseos. Dese fariseísmo teórico dentro del Talmud no me ocuparé hoy, sino del práctico, en la Iglesia.
El poner el acento en lo exterior de la religión ahogando poco a poco lo interior, que parece una inocente beatería, es el primer paso; claro que en nuestras Iglesias la beatería es comúnmente inocente y a veces loable; pero no así en los que llamó una revista hace poco "católicos gubernativos"; o sea, los que arbolan y ostentan el Cato­licismo para sacar provecho o de plata o de prestigio o de poder(*). Alguien dijo que los verdaderos católicos se enteran que lo son cuando se mueren: como fue el caso de mis amigos José Luis Torres y Roberto de Laferrére. Mientras viven parecen hombres comunes, e incluso a veces un poco raros o retobados.
Hay en la lengua común de la gente una cantidad de expresiones que, si no son muy caritativas, son realistas: como "católicos guber­nativos”, "católicos de etiqueta", "católicos de relumbrón", “católi­cos buenudos", "católicos politicones", "católicos pelucones" (Chi­le), "católicos comadreja", "católicos de parroquia rica", etc., que son simplemente los que hacen de la Iglesia, no el Cuerpo Místico de Cristo, sino como un partido político(**): es el primer grado de fariseís­mo, que es venial, lo cual no quiere decir que no sea dañoso. Éstos no son capaces de asesinar a uno (último grado de fariseísmo), anoser de aburrimiento; porque son pesados.
El último grado de fariseísmo está retratado por Balzac en su noveleta "Le Curé de Tours", que ya no está más prohibida: retrata un cura ambicioso, un Vicario General que quiere llegar a Obispo, el Vicario Troubert, el cual hace trizas a un Párroco viejo y sencillo que sin querer está cortándole el camino: lo mata prácticamente. Lo malo de la novela (por lo cual la prohibieron) es que saca como conclusión que el celibato eclesiástico fue bueno en otro tiempo y ahora es malo. Pero es evidente que el Vicario Troubert no es perverso por ser célibe, sino por ser fariseo.
Cuando yo la leí dije: "Esto no puede pasar"; después experi­menté que puede pasar y pasa: que hay todavía Anases y Caifases(***) que dicen: “Es conveniente que este hombre muera por la salud de mu­chos", que es la flor del fariseísmo; pues es por la salud de ellos. "La mejor gente del mundo la he encontrado entre los sacerdotes y re­ligiosos, y la peor gente del mundo la he encontrado entre los sacerdotes y religiosos", dijo Santa Catalina de Siena, una muchacha de 21 años, pero que tenía gran experiencia; y eso se debe a que el fariseísmo es el peor pecado del mundo, un pecado que no está en la lista de la Policía, que no lo persigue la Justicia, que no lo sanciona la Ley, y que no lo abomina la opinión pública, al contrario, entre el vulgo (y todos somos vulgo de algún modo) las fariseos pasan por santos. (La mugre abriga, dijo el linyera).
Quería reseñar el choque entre Savonarola y Alejandro Borgia, pero no hay tiempo: si lo leen, verán que es el caso del choque de dos fariseísmos: el fariseísmo fanático (tercer grado) contra el fari­seísmo maula y homicida (séptimo grado), donde vence, naturalmen­te, el séptimo grado: Savonarola muere injustamente ahorcado, y nadie le echa la culpa al Papa maula Alejandro VI, que tuvo la culpa. Para confirmar que hay siempre Anases y Caifases en la Iglesia; y en este caso, entre los Papas(***) —que Dios nos proteja.
Tengo que hablar de lo principal, que es la oración del Publicano, por la cual “salió justificado”, dice el Evangelio. Consiste sencillísimamente en reconocerse “pecador" delante de Dios; lo cual significa que la relación esencial entre el hombre y Dios es el pecado; esa relación fundamental entre el hombre pecador y la Justicia y Piedad Infinita.
Por eso es tan brava herejía el Naturalismo, que niega el pecado, y por tanto superfluiza la Religión —como Pelagio.
Por eso la Iglesia nos hace repetir 100 veces que somos pecado­res, en la Misa y fuera della: "ruega por nosotros pecadores...", "perdónanos nuestras deudas", "in remissionem peccatorum"(4) —en la Consagración nada menos. "Yo pecador me confieso ante Dios..."
Por eso el fin último del hombre en esta vida es la "salvación", lo cual supone que de suyo está "perdido". Si no, ¿qué necesidad de salvación?
Por eso la humildad es tan importante, cimiento y basamento de toda la vida cristiana más bien que una virtud. Si nos hace ver que somos nada, y que eso es la realidad, es porque existe el pecado. Si no existiese el pecado, yo sería imagen y semejanza de Dios, como Adán y Eva, y la corona de toda la Creación visible —altro que nada (5).
Por eso finalmente hemos de decir en la hora de la muerte –y antes también muchas veces- la oración del Publicano: “Señor, ten piedad de mí, pecador” –o “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de la muerte”. Amén.


Notas:

1. Mateo 6, 1-6.
2. "El fariseísmo es el pecado contra el Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque el Espíritu es el Amor que une el Padre y el Hijo; el Amor que saca al hombre de sí mismo y lo lleva a Dios. Así, éste es el pecado que no tiene cura posible; porque el que tuerce el amor, tuerce sus acciones todas, y tuerce aquello que destuerce todo lo torcido. Desvirtúa 'il Primo Amore', como lo llama el Dante. Al verse a sí mismo divino, todas las acciones del fariseo quedan para él divinizadas. No hay punta tan aguda que pueda penetrar esa cota de malla, esas escamas más apretadas que las de Behemot; ni la misma Palabra de Dios, que es espada de dos filos. ¡La palabra de Dios justamente ha sido laminada para esta coraza! ¡Los fariseos en tiempo de Cristo la llevan encima, en fimbrias, vinchas, orlas, estolas y filacterias!"
"'Los Calzados -decía San Juan de Yepes de los de su tiempo- están tocados del vicio de la ambición, y así todo lo que hacen lo coloran y tiñen de bien, de manera que son incorregibles ... ' La ambición en los religiosos, que se les vuelve a veces una pasión más fuerte que la lujuria en los seglares, es una de las partes más finas del fariseísmo: 'Amar los primeros puestos ... amar el vano honor que dan los hombres'."
"Pero la flor del fariseísmo es la crueldad: la crueldad solapada, cautelosa, lenta, prudente y subterránea, 'el dar la muerte creyendo hacer obsequio a Dios'. El fariseísmo es esencialmente homicida y deicida. Da muerte a un hombre por lo que hay en él de Dios. Instintivamente, con más certidumbre y rapidez que el lebrel huele la liebre, el fariseo huele y odia la religiosidad verdadera. Es el contrario de ella, y los contrarios se conocen. Siente cierto que si él no la mata, ella lo matará."
"Desde ese momento, el que lleva en sí la religiosidad interna sabe que todo cuanto haga será malo, todos sus actos serán criminosos. La Escritura en sus labios será blasfemia, la verdad será sacrilegio, los milagros serán obras de magia ¡y guay de él si en un momento de justa indignación recurre virilmente a la violencia, aunque no haga más daño que unos zurriagazos y derribo de mesas! Su muerte está decretada."
"Y todo este drama se desenvuelve en el silencio, en la oscuridad, por medio de tapujos y complicadas combinaciones. La muerte ilegal, cruel e inicua de un hombre se resuelve en reuniones donde se invoca a la Ley con los textos en la mano, en graves cónclaves religiosos que se comienzan con una oración, por medio de discursos, diálogos, frases donde casi no habla más que la Sagrada Escritura y se usan las palabras más sacras que existen sobre la tierra. -'En verdad os digo que si un muerto resucitado viniese a deponer, no lo creeríais"'.
"Y todos los medios son buenos con tal que sean sigilosos: la calumnia, el soborno, el dolo, la tergiversación, el falso testimonio, la amenaza. Caifás mató a Cristo con un resumen de la profecía de Isaías y con el dogma de la Redención: '¿Acaso no es conveniente que por la salud de todo un pueblo muera un hombre?"' (Castellani, "Cristo y los Fariseos". Inédito).
3. Sobre Al Hallaj, ver Psicología Humana, JAUJA, Mendoza, 1995 y 1997, Cap.
VIII - La Presencia.
4. "Para el perdón de los pecados".
5. En el comentario a esta Parábola que aparece en Domingueras Prédicas, Castellani matiza esta afirmación: "Para ser de veras grande hay que cavar abajo hasta la propia pequeñez: humildad significa bajo o pequeño: de 'humus', que significa 'tierra'. La humildad es ponerse en la verdad, esa verdad de lo poco que somos enfrente de Dios Nuestro Señor. Es lo contrario de la soberbia: la soberbia es endiosarse, tomar esto divino que hay en nosotros y contraponerlo y oponerlo a Dios. Es ponerse en la mentira: en la mentira más fundamental que existe; parecida a la paranoia o megalomanía. 'Todo lo que tienes lo has recibido, ¿y por qué te glorías como que no lo hubieras recibido?' (I Cor. 4, 7). 'Yo soy una NADA; peor aún, soy una NADA PECADORA', decía Santa Margarita."

Notas Syllabus:

(*)Esta ostentación exterior puede verse hoy en los “tradicionalistas” que constantemente exhiben decenas de fotografías de cada una de sus misas, o en curas que exponen a los fieles a mostrar las bondades de su apostolado mediante fotografías colectivas todas sosteniendo amplias y satisfactorias sonrisas. También los hay quienes ostentan su devoción mediante novenas, triduos y treintenas permanentes. Es tiempo de internet, tiempo de exhibición pública, publicitaria. Una misa sin fotografías parece que no valiera lo mismo para algunas personas. ¡Hay que demostrar que somos excelentes católicos!
(**)Los carteles abundan: “católicos fieles”, “católicos firmes y dignos”, “católicos bien resistentes o no impotentes”, etc. Todos podemos caer en este engaño soberbio de querer pregonar ostentosamente nuestro bando “que es el más puro, duro e incontaminado”.

(***)Por dos veces señala el P. Castellani que hay “Anases y Caifases” en la Iglesia, y aún entre los Papas. Incluso habla de “Papas maulas”. Con lo que resulta ser claramente no sedevacantista. ¿Francisco acaso no entra en esa categoría? Si hubo un Apóstol –elegido por el mismo Cristo- que lo vendió por 30 monedas, ¿no puede haber un “Papa maula” que también lo quiera vender o negar? Es un misterio de iniquidad que no se resuelve por la vía de la negación. Esa negación equivale a huir escandalizado cuando se produce la Pasión de Nuestro Señor. La perennidad del Primado y de la Jerarquía de la Iglesia están definidos por el Concilio Vaticano I (D 1824s). Hay muchos sedevacantistas que actúan como verdaderos fariseos, usando sus medios de difusión para proclamar directa o indirectamente: "Yo no soy como esos tontos lefebvristas o conservadores que creen que hay Papa; Yo sé que no hay Papa, Yo tengo claro lo que pasa, Yo estoy en la verdadera Iglesia. A Mí nadie me engaña".