Deshojando la margarita romana.
“Me reconoce, no me reconoce, me reconoce…”
En el
discurso inaugural del Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962, Juan
XXIII se lamentaba de aquellos “quienes
en los tiempos modernos no ven otra cosa que prevaricación y ruina”,
aquellos que son “almas que, aunque con
celo ardiente, carecen del sentido de la discreción y de la medida”. En ese
sentido decía que “disentimos de esos
profetas de calamidades que siempre están anunciando infaustos sucesos como si
fuese inminente el fin de los tiempos”. Una ola de optimismo inundaba todo
el discurso del Papa que inauguraba la gran tragedia de la Iglesia, deplorando
a los “profetas de desgracias”, que para muchos en ese entonces resultaban
exagerados y posiblemente gente de mala fe.
Hoy desde
la FSSPX hay quienes aplican esa condenación a los “aguafiestas” que no sólo
ensombrecen su optimismo sino que no dejan de argüir insistentemente sobre la
forma en que la congregación fundada por Mons. Lefebvre está siendo fundida
por Mons. Fellay y sus asistentes liberales. Cuando alguien presenta los
múltiples síntomas de la enfermedad, cuando expone las heridas, las ronchas y
las contusiones, cuando describe las alteraciones ocurridas en el
funcionamiento, cuando se da la etiología del desorden, se recibe como
respuesta que tales son solamente sospechas, relaciones infundadas, que a lo
sumo no hay más que una gripe pasajera. Lo importante es que el enfermo todavía
no se ha muerto. No hay ningún certificado de defunción. Por lo tanto, la
enfermedad no es grave. Apenas quizás un resfrío mal curado, que de ningún modo
pone en riesgo la vida de la Fraternidad. No hay que ser exagerado ni alarmista.
Todo irá mejor. Confiemos.
El que
avisa y advierte de los males percibidos pasa entonces a ser acusado de buscar
la muerte del paciente, de no ser honesto, de no tener coherencia intelectual,
sin que quienes esto responden prueben los supuestos errores de diagnóstico o
sus pronósticos supuestamente exagerados.
El liberal
no puede dejar de ser optimista. O, a lo menos, ponerse los anteojos rosados
(de los que alguna vez habló Mons. Fellay) para no tener que dejar de lado su mayor
virtud, que suele ser la “moderación”. El miedo a exagerar o aparecer como
“integrista”, que podría alejar o escandalizar a cierta gente a la que desea
atraer, lo inhiben de ir más allá en su búsqueda de la verdad, una verdad que
podría comprometer su propia “moderación”. Pues entonces tendría que
descahecrese de ese "Pero"
que sostiene una ilusión o una realidad
que se cree aún vigente cuando ya ha sido tocada de muerte.
Algo de
esto puede observarse en este artículo de un sitio web reconocidamente adicto a
la FSSPX, el cual comentamos en color rojo.
FSSPX: una regularización
inviable
Inviable
significa “Que no tiene posibilidades de llevarse a cabo”
(Dicc. RAE). Ya esto es erróneo, puesto que la regularización se está
realizando gradualmente y está hecha en un alto porcentaje: ya está la FSSPX
regularizada en tres Sacramentos que han recibido la autorización o
jurisdicción ordinaria de parte de Francisco (Confesión, Extremaunción y
Orden). El 27 de junio,
Jacques Régis du Cray, caracterizado acuerdista de Francia que además fue
miembro del GREC (un tema del que nunca se ha ocupado el sitio Panorama
Católico, que se supone se ocupa de la información relevante en relación a la
FSSPX y sus relaciones con Roma) publicó el siguiente comentario acerca del comunicado de 22 de
junio del Obispo de Ratisbona sobre las ordenaciones de la FSSPX en el
seminario de Alemania: "Este comunicado del Obispo de Ratisbona
respecto a las ordenaciones de Zaitzkofen, da testimonio de un cambio importante,
marcando una etapa suplementaria en el reconocimiento progresivo por
Roma del ministerio de los sacerdotes de la FSSPX desde hace algunos meses. El
1° de septiembre de 2015, el papa Francisco afirmó que él consideraba “válidas
y lícitas” las confesiones administradas en el seno de ella. El 1° de abril de
2016, el pontífice romano le indicó a Mons. Fellay que “el poder de confesar,
muy evidentemente, continúa después (del año santo)” [...] Francisco retiró
toda duda [...] sobre el sacramento de los enfermos conferido por los
sacerdotes de la Fraternidad. En estos últimos días, la Santa Sede
permite a los obispos de la Fraternidad conferir el sacerdocio sin tener que
sufrir sanciones. Es el obispo de Ratisbona que nos informa de esta
noticia. Él dijo explícitamente haber sido contactado en este sentido por Mons.
Pozzo y afirma que estas ordenaciones no son únicamente
"toleradas", sino que también son “aceptadas”. [...] En la medida
que Roma actúa desde hace diez años a favor de la Fraternidad, las
sanciones pasadas se desvanecen una después de otra. En 2009, el
levantamiento permitió reconsiderar la excomunión del 2 de julio de 1988. Aceptando
abiertamente que los obispos de la Fraternidad puedan ordenar a los
seminaristas, la Santa Sede les permite lo que prohibió inicialmente a Mons.
Lefebvre en 1976, y que le valió la suspensión a divinis. No queda más
que el acto realizado por Mons. Mamie, obispo de Friburgo, el 6 de mayo de
1975, suprimiendo canónicamente a la FSSPX”.
Pensamos que Marcelo González, editor y
responsable de un sitio web tan importante, debería estar informado de estas
cosas, pues es claro que por el título que da a su artículo parece que nada de
esto hubiese ocurrido.
Roma impone la doctrina del "masomenismo" canónico
MARCELO GONZÁLEZ
Después de la declaración de
Mons. Fellay, al término de una reunión de Superiores Mayores de la
FSSPX, se dio a
conocer un comunicado que reprodujimos sin comentarios. El texto parece
suficientemente claro. Aunque los en días posteriores se conocieron diversas
interpretaciones. A propósito de lo cual Mons. Fellay predicó una homilía de carácter doctrinal explicitando lo que en la brevedad del
comunicado aparece como enunciado.
Williamson y su famoso
pelotazo a la tribuna
Hay cosas que solo se pueden
entender con cierta disposición de buena fe. (Marcelo
González las entiende porque tiene buena fe. Mons. Williamson no las entiende
porque tiene mala fe, ¿es eso?) Mons. Williamson, ex miembro de la FSSPX
(miembro de la verdadera FSSPX, no de la que corrompió
el liberal Mons. Fellay quien lo expulsó injustamente), el fin de semana
de la reunión de superiores comentó en su artículo hebdomadario que, si bien las declaraciones de Mons. de
Galarreta alentaban cierta esperanza, finalmente, la vocación por un pacto con
el neomodernismo triunfaría dentro de la FSSPX (el comunicado que publicó este 16 de julio DICI viene a confirmar
esa vocación acuerdista que impuso Mons. Fellay). Horas después se conoció el comunicado. El artículo semanal siguiente
de Mons. Williamson versó sobre los inconvenientes de ilusionarse con la vida
rural… Y en el siguiente habló sobre la falsedad del Brexit… (Y el siguiente sobre el supuesto "Spexit", así entre comillas).
Uno espera cierta buena fe o
coherencia intelectual de parte de quienes, como es mi caso, consideran la
inconveniencia de buscar un reconocimiento canónico en las actuales
circunstancias de la Iglesia (“inconveniencia”, palabra
que la moderación sugiere a un diplomático o un tendero. Quizás podría decir
también que un “reconocimiento” sería incómodo. O no sería útil o de provecho.
Sólo eso puede llegar a afirmarse. Nada de afirmaciones “exageradas” o
“catastróficas”, por favor. Ponerse bajo el poder del destructor Francisco sólo
sería “inconveniente”. ¡Ah, si hubiésemos acordado con Benedicto, qué bien
estaríamos, eso habría sido conveniente, verdad! Perdone el lector la ironía,
pero juzgamos que es muy “conveniente”) Lo cual es una opinión. Uno
espera que quien crea en la existencia de actitudes sospechosas de complicidad
con el neomodernismo en miembros de la FSSPX (que no es mi caso) en buena fe
admita que tales sospechas nunca se han visto confirmadas por la realidad. (“Actitudes sospechosas”. Esto es el colmo de la ceguera o de
algo peor, además de ser un insulto a la inteligencia del lector. Las pruebas
se han sucedido y el lector de buena fe puede encontrarlas en algunos blogs que
apoyan a la Resistencia. Tales sospechas nunca se han visto confirmadas en la
“realidad” en que vive Marcelo González, hecha de correctísimas moderación y
reposo) Y eso, de por sí, es un argumento de peso que merece moderar las
expresiones. (González nunca ha dado ningún “argumento
de peso” para refutar o desmentir las acusaciones o pruebas presentadas por los
que acusan a la Fraternidad de entreguismo y traición. Sobre la falta de
honestidad intelectual de tal sitio web se pueden leer nuestros artículos: acá,
acá
y acá)
Lo que uno no puede aceptar,
sin hacer violencia a la verdad, a la sinceridad que corresponde a todo hombre
inspirado por el espíritu del Evangelio (ya dimos
cuenta en la primera de las notas enlazada más arriba el amor a la verdad a
medias de González) y hasta la sabiduría humana (“be true to
yourself” solía repetir Williamson en sus clases citando a
Shakespeare), lo que uno no puede aceptar como digno de un hombre recto y
respetable, es que se haga el distraído cuando la realidad resulta
evidentemente contraria a lo que él venía sosteniendo. (Falso por donde se lo mire)
Muchahos, un poco de buena
fe...
Las realidades complejas, en
un mundo lleno de confusión resultan a veces arduas de comprender (Ah, vuelve otra vez a lo complejo de entender, seguramente
por eso el “afecto” de Bergoglio a la Fraternidad es un “misterio”, como dijo
el P. Pfluger, no?). Ante lo cual la persona prudente y rectamente
intencionada (“como yo”, ¿verdad González?), o
bien suspende el juicio interior o al menos lo calla, a la espera de que los
hechos den más claridad a las cosas (¿más claridad
todavía? Evidentemente el ambiente liberal ha nublado por completo su vista. Un
escrito que acaba de publicar Non
Possumus echa gran luz sobre este tema, puede leerse acá.
Lo cierto es que González pretende que los que han
visto perfectamente y demostrado la traición callen. Si éstos mienten o se
equivocan, que él se tome el trabajo de probar que mienten o se equivocan. Pero
en vez de ello prefiere no hablar de todos estos temas comprometidos…quizás
tenga que mantener su trabajo) Y se retracta públicamente si se ha
equivocado públicamente. (Y en privado tampoco vendría mal). (Podría empezar Mons. Fellay, que nunca se ha retractado de
la declaración doctrinal traidora del 2012 que entregó a Roma; o de su
aceptación de la legitimidad de las “excomuniones” de 1988; o de la persecución
y expulsión injusta de un obispo y muchos sacerdotes, etc.)
No digamos ya el prejuicio,
pero el simple apuro por llegar a conclusiones es un mal método de análisis (Eso. González se apuró a decir que el reconocimiento es
inviable, cuando ya está hecho la mitad del camino y se sigue trabajando en el
resto), sobre todo si está además acicateado por una necesidad de
“rating” (en el blog, por ejemplo) (debería cuidar su
propio sitio web, que viene cayéndose del rating hace bastante tiempo) que
es el caso de muchos opinadores (dentro de poco se
declarará el delito de “opinión”, según parece, en la Neo-FSSPX, pues tanto
irrita a los acuerdistas. Sólo personas autorizadas por Menzingen podrán opinar.
¿No hemos visto hace poco censurado en DICI un sermón de uno de sus obispos?),
y sin duda de generar cierta dialéctica como para oxigenar la causa personal de
algunos curas prófugos, demasiadas veces fallida en sus pronósticos. (¿Prófugos? Más bien parece que el que huye –de la verdad- es
el propio González)
Por eso, desde hace ya un
largo tiempo en Panorama tratamos de publicar lo que nos
parece claro y evidente (las ambigüedades de Mons.
Fellay y las “moderaciones” de González), y comentar tras un cierto
reposo y observación de los hechos, no meramente al calor de la “primicia”. Y
el resultado es mejor en muchos sentidos. Nos hace más prudentes, (quiero
decir, nos equivocamos menos) y también más dispuestos a reconocer los errores.
(Autocomplacencia suicida. “Prudencia” que parece
esconder falta de celo. Bien decía Gómez Dávila que “El liberal no soporta sino
las verdades blandas”, lo citábamos acá).
Hasta porque no habiendo apostado el resto a un número, no nos duele tanto
perder (La FSSPX se la pasa haciendo alarde de sus
números estadísticos. Eso es algo que no están dispuestos a perder. Por otra
parte, ¿es una cuestión de números o de almas, lo que están en juego?).
Incluso por esa razón poco virtuosa pero tan connatural al carácter orgulloso
del ser humano, en particular de los que damos a conocer nuestros juicios
públicamente.
Mons. Fellay “acuerdista”
De los dichos de Mons.
Fellay en los meses previos a la reunión uno podía observar un deseo de llegar
a una regularización canónica de la FSSPX. Esfuerzo (¿qué
esfuerzo? ¿Esfuerzo como sinónimo de deseo? ¿El reposo provoca esta clase de
confusa redacción?) que navegaba sobre un mar de confusiones. La
congregación está en una especie de limbo canónico. Levantadas las excomuniones
(¿excomuniones verdaderas o falsas? Si eran
inexistentes, como siempre dijo la FSSPX que eran hasta unos años atrás, ¿cómo
es que pudieron levantarlas?), y reconocida en la Argentina; otorgada la
jurisdicción para confesar (no sólo para eso, ya lo
vimos más arriba), hoy la FSSPX ¿en qué situación canónica está? Como en
el viejo chiste sobre la dama embarazada, hoy parece que está “un poco
reconocida”. Así como su “comunión” con la Santa Sede resulta extrañamente
definida como “imperfecta”. En otros tiempos, un estudiante de derecho canónico
no hubiera aprobado un examen cuatrimestral planteando tales situaciones. Hoy
parece tema de tesis doctoral.
Como si las acciones
sacramentales fuesen un arma de la que los sacerdotes de la FSSPX son legítimos
usuarios pero no pueden portar, salvo en la Argentina; o solo para confesar
pero con fecha de vencimiento, solo hasta el 8 de diciembre del año en curso en
que se vencería la licencia, o no… Dios lo sabe (también
se señaló más arriba que Francisco le dijo a Mons. Fellay que continuarían
después de ese plazo. No hay vuelta atrás). Convengamos que la Santa
Sede, que ofrece pactos de regularización canónica pero a la vez un día dice
que las críticas al Concilio Vaticano II no son obstáculo, y luego dicen que sí
son obstáculo, tampoco aclara mucho las cosas.
Bien, como está “masomenos”
legalizada y “masomenos” en comunión, el esfuerzo por recibir un
estatuto canónico parece de arranque algo devaluado por la doctrina del masomenismo que
impera entre canonistas, teólogos y funcionarios Ecclesia Dei. (¿Por qué? No se explica)
Yo estoy convencido de que
Mons. Fellay considera muy importante que haya una regularización canónica a
los efectos de apartar obstáculos para el apostolado (O
sea que quien dice que el proselitismo es “una solemne tontería”; que quien
desprecia la Tradición y arrasa con todo lo que es católico en nombre del
ecumenismo, diálogo interreligioso y demás lacras condenadas por los Papas
preconciliares; quien pone obstáculos a todo lo que es católico, daría la
regularización canónica a la FSSPX para que haga apostolado católico, es decir,
todo lo que Roma no desea hacer o todo lo contrario de lo que Roma hace.
¡Magnífico!). Y cree que los bienes que derivarían de esto son mayores
que los males que podrían sobrevenir. Fellay (se olvidó
del “Monseñor”) argumenta que la FSSPX tiene derecho a ser reconocida
como católica, cosa que ya hizo la Iglesia en la Argentina con la evidente
anuencia de Francisco. Sostiene que la acción apostólica se vería muy facilitada.
Salvo en un punto, me
parece, Mons. Fellay tiene razón. El punto es este: los bienes serían
posiblemente muy pocos y los males muchos. La FSSPX se plegaría
involuntariamente a la confusión buscando lo contrario, buscando dejar en claro
su catolicidad. En la Argentina no hemos visto que las masas se agolpen en los
lugares donde la FSSPX tiene institutos (¿Entonces
Mons. Fellay tiene razón? ¿En qué? ¿En ser reconocida como católica por quienes
profesan una fe modernista?).
Como visión distinta de la
de Mons. Fellay dentro de la FSSPX, algunos piensan que no hay que buscar la
regularización canónica en absoluto y otros que, en todo caso, ver qué se hace
si viene sin que la busquen, porque un buen día Francisco la puede declarar
“regularizada” y listo. De este tema ya hemos comentado citando las fuentes que sostienen las distintas
opiniones.
Es evidente que las
circunstancias dieron fuerza a la opinión contraria a aceptar una
regularización, o al menos considerar un estatuto de regularidad canónica. En
esos días Francisco hacía la apología de Lutero. ¿Hubo entonces un bando que se impusiera a otro?
Parece que no. Tampoco parece que hubiera bandos.
Los que militan en bandos,
si no vencen, rompen o conspiran. Nada de eso parece estar a la vista (porque el bando liberal que triunfó en el último capítulo con
Mons. Fellay a la cabeza expulsó o hizo ir a los antiliberales y luego colocó
en los principales lugares a serviles acuerdistas). Puede haber gente
con más o menos cosquillas. Y para quitarlas, la clara reafirmación doctrinal
de Mons. Fellay en su homilía del 2 de julio antes citada es meridiana. Lo
demás son vicisitudes y juicios prudenciales.
Las "sospechas"
subsisten
Las sospechas son como los
virus, no mueren nunca, solo mutan. (¿Es un aforismo de
José Narosky? ¿Quizás de Woody Allen?)
- Ah, no dijeron que sí,
pero tampoco que no… dicen
tanto los que quieren como los que no quieren la
regularización.
-Dicen que esperan los
dictados de la Providencia lo cual significa que están negociando. (Me
sorprende que New Catholic, editor de Rorate Caeli adhiera a esta opinión tan
ramplona).
Pues bien, sí, de eso se
trata. De la Providencia. De que la Providencia haga soplar un
viento fuerte y escampe. O solo de esperar para ver como sigue esta calamidad. (Es cobardía decir que porque todo depende de la Providencia, sólo hay
que esperar. Dijo San Pío X: "No resistir al error es aprobarlo, no
defender la verdad, es sofocarla”. Debemos “vigilar y orar” pues el diablo
anda como león suelto buscando a quién devorar).
Que de tan desastrosa a
veces, uno piensa, solo puede mejorar…(Todo irá
mejor…en el Titanic. “Tenemos amigos en Roma”, “Hay un brote primaveral”. ¿Cómo
dijo Juan XXIII al abrir el Concilio?: “disentimos
de esos profetas de calamidades que siempre están anunciando infaustos sucesos
como si fuese inminente el fin de los tiempos”. González es de su escuela,
igual que Mons. Fellay).
Modesto De Lantal