Bautismo de Clodoveo, rey de los Francos.
No
doblaré la espalda (carta de un amigo francés)
Por Santiago
Muzio de Place
No.
No doblaré la espalda. Como el orgulloso Sicambro[1], cuento con librar el combate. Estoy solo; como tú, como
todos, frente a la invasión a la que estamos sometidos. Yo no soy Hebdo, no soy
Charlie, no soy Niza. Mi corazón sangra delante de los muertos, pero no me
hundiré en el pathos sentimental que consiste en compartir
eslóganes tan vacíos como nuestra sociedad castrada por las redes sociales.
Ni
iré a sentarme a un café para hacer una “resistencia” de pacotilla. Me resisto
a seguir las consignas dadas por los responsables de la tragedia que se
desarrolla, por medio de diferentes actos, delante de nuestros ojos.
Somos
atacados en nuestros cuerpos, pero más aún en nuestras almas.
Esto
comenzó como un hecho cualquiera. Primero, unos desequilibrados y perturbados
que odiaban la vida occidental. Luego, unos cuantos lobos solitarios y,
finalmente… los lobos se convirtieron en jauría comandadas por el extranjero.
“Lame la mano que no puedes morder”, enseña un proverbio árabe. Después de
haber lamido, mordieron tan fuerte que llegaron hasta el hueso.
La
negación de la realidad en la que viven los políticos está llegando a su fin.
El virus de lo políticamente correcto, inoculó
científicamente a nuestra sociedad por los comunicadores oficiales y oficiosos;
pero está a punto de ser extirpado.
La
verdad siempre vuelve galopando. No podemos seguir velando nuestros ojos. La
realidad, que fue negada, se impone hoy. No todos los musulmanes son
terroristas, pero todos los terroristas son musulmanes. Hay una diferencia
ontológica entre el Islam y el saber vivir occidental. Poitiers, Covadonga,
Lepanto y Viena están allí para recordarlo.
Nos
estamos acercando al fin; un final que no será muy hermoso para ver. ¿Cuántos
muertos habrá que llorar aún antes de decidirse a expulsar el Islam fuera de
Francia? Y yo digo bien: el Islam y no sólo los islamistas,
que simplemente están aplicándolo al campo de batalla para conducirnos al
Dar-al-Islam[2], es decir, al campo de la sumisión.
Rechazo
la sumisión de la inteligencia y lucharé para seguir viviendo en Roma como un
romano.
Santiago
Muzio de Place
[1] Tribu germana de la cual se cree que provenían los
antiguos francos.
[2] Nombre utilizado para designar al conjunto de las tierras
controladas por gobiernos musulmanes.